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lunes, 7 de octubre de 2024

El escritor y su público


 

Ésta iba a ser una semana dedicada por entero al western más reciente, género al que algunas veces siento que no dedico todo el espacio y tiempo que debería. Más o menos va a ser así, pero me gustaría empezar la semana recordando la figura de Maggie Smith, que falleció recientemente, y que, pese a acumular una carrera larga e insigne, podría decirse que obtuvo un reconocimiento unánime con una edad en la que la mayoría de actrices tienen casi imposible encontrar papeles de enjundia. Es por ello que me he acordado de un film de 1965, al que rodea un curioso halo de artefacto extraño, pese a su inequívoca vocación popular y comercial. Lo primero que llama la atención de YOUNG CASSIDY está en su dirección, atribuida en principio al insigne director de fotografía (y discreto cineasta) Jack Cardiff, aunque es vox populi que éste era un proyecto lárgamente acariciado por John Ford, que en su retirada tuvo a bien ensalzar los valores de su "patria adoptiva", Irlanda, por lo que adquirió los derechos de las autobiografías del autor Sean O'Casey, controvertido dramaturgo conocido por su fuerte compromiso con el nacionalismo irlandés y los derechos de los trabajadores. Ford comenzó el rodaje, pero su avanzada edad lo obligó a retirarse al poco tiempo, delegando en su colega y amigo Jack Cardiff, que factura un film más que digno, repleto de la socarronería de Ford. El protagonista, John Cassidy (trasunto de O'Casey), es un joven y entusiasta aspirante a escritor, que intenta en vano salir de la pobreza sin renunciar a sus férreos valores, lo que le granjea no pocas enemistades, y deja su sueño literario en un fracaso constante. Justo hasta que conoce a una joven bibliotecaria, que parece la única persona capaz de ver su potencial. Protagonizada por una celebridad como Rod Taylor, supuso uno de los primeros papeles importantes de Maggie Smith, que viene a ser el contrapunto al interpretado por una joven Julie Christie, que parece quedarse con el joven apuesto, obviando su faceta literaria, a la que mira con condescendencia.
Película a descubrir, o ejemplo de esos films semienterrados por el tiempo, que mantienen su vigencia intacta, pero han quedado rezagados en filmografías tan exigentes y excelsas como la de su principal valedor, cuya sombra se extiende indisimulada por sobre su metraje.
Saludos.

jueves, 3 de junio de 2021

Esbozos de lealtad objetiva


 

No me es sencillo aparcar al gran maestro (quién sabe hasta cuándo), tras este arrebato de meses en su compañía, por lo que decido ir a lo menos obvio y conocido. DECEMBER 7th es una curiosidad muy curiosa (valga la redundancia), y la constatación de que la propaganda, si está bien hecha, también se puede entender en los márgenes del cine. Ceñida durante décadas al despliegue visual que el gobierno de Roosevelt puso a su disposición, las imágenes bélicas filmadas por Ford y Gregg Toland siguen asombrando por la veracidad e intención de las mismas, sea en los cruentos bombardeos a Pearl Harbour o en la reagrupación y defensa del espacio hawaiiano. Muchos años después, hemos podido acceder a las imágenes que entonces el propio gobierno le censuró a Ford, y que componen la apertura y cierre del film. No es cualquier cosa implementar un elocuente discurso, muy crítico con las zonas oscuras de la gestión bélica, con el actor Walter Huston haciendo visible nada menos que al mismísimo Tío Sam, cuyos ingenuos ideales son rebatidos por un funcionario. O el estremecedor cierre, en el que Dana Andrews, por aquel entonces gran estrella, encarnaba a un soldado de marina, ya fallecido, que pasea junto a otro fantasma, un veterano del Marne, por un cementerio repleto de combatientes caídos. Plano secuencia que, de haber tenido la rúbrica de Bergman, ahora sería referencia de culto, pero que entonces se decidió ocultar para no minar la moral de las tropas...
Merece la pena rescatar esta joya tan olvidada, para aprender cómo se filma en mitad de una gerra mundial, y también para saber mirar en la dirección adecuada, la de los causantes en la sombra.
Saludos.

jueves, 13 de mayo de 2021

La conciencia inconsciente


 

Conozco gente a la que no le gusta THE INFORMER. A mí me parece una obra maestra. John Ford abre con una secuencia, de más de diez minutos, casi como si fuera cine mudo. Victor McLaglen (pocos oscars más merecidos que el suyo) deambula por la noche dublinesa, envuelto en la niebla y la miseria, que parece haberse agarrado a su raída chaqueta para siempre. No tiene nada con qué emborracharse, ni para comprarle algo a Katie, para que no tenga que venderse por esas calles húmedas y calladas, como una pulpa desquiciada. No tiene nombre, pero le llaman Gypo, quizá porque es lo que grita cuando se emborracha, pero desde que lo expulsaron del Ejército de Liberación no puede hacer otra cosa que mendigar, y no tiene ganas de chillar. Entonces ve unos carteles: los ingleses, esos malditos, buscan a Frankie, su amigo. Ve el cartel, su cara; para los ingleses un rufián independentista, para él... Gypo se agarra entonces el estómago, y el bolsillo, y la conciencia, y lo pone todo a un extremo, y recoge veinte libras que desde el primer momento sabe que no le pertenecen. Y se toma un par de tragos, feliz a medias, y sueña con irse a América y dejar atrás esa niebla de mierda, y esa ciudad de mierda. Entonces, las noticias vuelan en esa ciudad de mierda donde todos se conocen, y Gypo quiere ir a la casa de Frankie, presentar sus respetos a su madre. Y las libras van cayendo de las maneras más absurdas, como si las cogiera un boxeador con guantes. Y John Ford, sin compadecerse, sin juzgar más allá de la observación humanista, nos pone en la misma encrucijada que a ese pobre diablo, al que la conciencia va a martillearle para siempre. Y nos pregunta, mirándonos a los ojos, qué habríamos hecho en su lugar...
Una barbaridad. Obra maestra absoluta.
Saludos.

jueves, 22 de abril de 2021

A un palmo


 

Un palmo apenas, es lo que separa a THE HORSE SOLDIERS de ser una obra maestra. Es, sin embargo, una gran película, un enorme western situado en plena Guerra de Secesión. Uno de sus aciertos es ir encontrando la química entre sus personajes, sin forzarlos nunca, ni exaltando su discurso. Los protagonistas absolutos son John Wayne, dando vida a un coronel yanqui, tan obstinado como eficiente, y el médico que le es asignado, interpretado por William Holden. Entre ellos, como una estrella que va languideciendo, a medida que la guerra la hace madurar a marchas forzadas, una inesperada acompañante, Constance Towers, que roza una Scarlett menor, una "señorita del Sur" retenida por este coronel cuando es descubierta espiando sus planes. Unos planes, todo hay que decirlo, descabellados, toda vez que han de cruzar territorio enemigo, con un propósito que tampoco es que les vaya a hacer ganar la guerra. La película adolece, sin embargo, de un alargamiento excesivo para lo que cuenta, y no termina de centrarse en un solo aspecto, sino que parece mutar el tono en función de quién coja las riendas en ese momento. Holden pone los pies en la tierra a Wayne, que poco a poco va entendiendo que sus decisiones cuestan vidas humanas, mientras Towers va comprendiendo que nadie tiene toda la razón en un conflicto, y que su cautiverio es obligado. Todo lo demás es magnífico, incluso tanteando el "crepuscular" (es 1959) o reafirmando su carácter marcadamente antibelicista, en un relato que no hace prisioneros, y por lo tanto todos han de acabar vencidos. Y hay hasta una declaración de amor (entre dientes, claro), del Duque... Oro puro.
Quizá no esté entre la élite de los westerns "fordianos", pero me permito el recomendársela vivamente, no hay duda de ello.
Saludos.

jueves, 1 de abril de 2021

La fina línea de la ironía


 

En una filmografía tan abundante como la de John Ford hay cabida para casi todo, incluso para dejar descolocado a cualquiera. Por ejemplo, THE PRISONER OF SHARK ISLAND es una película tan atípica y esquiva, que de no ser de 1936, lo más probable es que fuese uno de esos locos crossovers, tan de moda últimamente, donde se dan la mano géneros y motivos aparentemente antitéticos. Partiendo de la enésima reproducción del asesinato del presidente Lincoln, Nunnally Johnson divaga sobre la posible cooperación de un médico sureño, Samuel A. Mudd, con el asesino Wilkes Booth, suponiendo que el encuentro entre ambos fue fruto del azar, lo que dispersaría las sospechas sobre el primero, aunque sea éste un dato histórico sobre el que nadie se ha puesto nunca de acuerdo. Así que Ford tira por la calle de enmedio, se la suda el contexto y salva a Mudd de la horca, aunque con un destino aún peor: la cadena perpetua en la "Isla de los tiburones", de donde nadie ha escapado jamás. El film es un excelente ejemplo de relato de aventuras en condiciones extremas, pero es remarcable cómo todo va a contracorriente, tornando a los sureños esclavistas en héroes y a los norteños en sádicos sin escrúpulos y vengativos. Si se va a ver con mirada política, tiene momentos bastante repugnantes, como todos los que atañen a los negros, que simplemente no saben qué hacer con sus vidas tras ser "liberados". No sé si se puede hacer, ver sin contexto una historia tan contextualizada, pero me quedo con el extraordinario ritmo cinematográfico y algunas estupendas interpretaciones, como la del a menudo olvidado Warner Baxter. Como curiosidad, la actriz que encarnaba a la abnegada esposa del doctor Mudd era Gloria Stuart, que tuvo una longeva carrera y vida, pero que apenas fue reconocida cuando, casi con 90 años, intervino en TITANIC, interpretando a una anciana Rose DeWitt.
Muy muy entretenida.
Saludos.

jueves, 11 de marzo de 2021

Sombras de leyenda


 

Las leyendas sólo pueden filmarse de una manera, aguardando la épica mientras los acontecimientos contribuyen al entendimiento. Hay un buen puñado de momentos magistrales en MY DARLING CLEMENTINE, y luego está el todo, el trasfondo vital que engulle cada frase y cada acto. Y también está lo que no se ve, la atmósfera opresiva de Tombstone, que encarna a la perfección ese espacio mítico (mitificado), de un Oeste más depauperado que salvaje. Primero está la huida hacia delante de Wyatt Earp junto a sus hermanos, cuyas razones, sin que las sepamos nunca, quedan más que claras en el primer y demoledor encuentro con Clanton, que no aceptará una negativa a la venta del ganado. Luego, la tragedia; el hermano pequeño de Earp muere, y éste queda ya atrapado en Tombstone, de nuevo como sheriff, en un intento de buscar venganza a través de la justicia. Sin embargo, todo se tambalea con la llegada de Doc Holliday, un hombre atormentado y complejo; enfermo, ácrata, bebedor, adorado y odiado, amado y temido. Como dos caras de la misma moneda, Earp y Hollyday confirman aquel espacio mítico en sus opuestas aunque complementarias actitudes. No coinciden en nada, pero están obligados a entenderse. Y de repente, el interludio, con un actorcillo ambulante, borracho, declamando a Shakespeare delante de los malvados, que sólo entienden la fuerza bruta, mientras la elocuencia de Hamlet acentúa ese clima irrespirable, insoslayable. Y es curioso cómo la memoria sentimental nos lleva indefectiblemente al duelo en el OK Corral, que ya es el culmen de la epopeya, fordiana y del western, aunque en realidad sea lo que menos importa, habida cuenta del despliegue anterior, un preámbulo, extenso y fantasmal, de todo lo que no vuelve, para quedarse siempre ahí...
Obra maestra absoluta.
Saludos.

jueves, 18 de febrero de 2021

De buena voluntad


 

WAGON MASTER es de esas películas a las que se les puede adjetivar como "injustamente olvidadas" dentro de la filmografía de John Ford. Sea por su total falta de pretensiones, tono ligero o ausencia de grandes nombres (aunque esto sea relativo), se trata de un western atípico, que contiene toda la esencia del maestro, sus claves bien intactas, pero prefiere bajar un poco la intensidad y ofrecer un espectáculo disfrutable y más cercano a una especie de comedia que a un duelo de pistoleros. Los únicos que hay aquí irrumpen en la abrupta escena inicial, después de atracar un banco, y no los volveremos a ver hasta bien avanzado un metraje, por otra parte, enjuto y bien exprimido. Los protagonistas son los integrantes de esta "caravana de paz" (como se tradujo aquí el film), un nutrido grupo de mormones que viaja de Utah a California, con la intención de asentarse en tierras fértiles. Los guía un tipo malhablado (para ser mormón), que se fija en un par de jóvenes tratantes de caballos, que conocen bien la ruta, y a los que prometen una generosa recompensa. Así discurre el fin, entre espectaculares secuencias de la penosa travesía de la caravana, bajo un majestuoso Monument Valley, algún bailecito y el fortuito encuentro con la troupe de un charlatán de los de los elixires mágicos, aunque todo se tuerce cuando los atracadores se topan com ellos. Lo que Ford consigue aquí es un excepcional retrato coral, como si de un gran homenaje a sus secundarios habituales se tratara; y, casi sin que nos enteremos, asistimos a todo un retablo de emociones. Amistad, amor, odio, desprecio. Todo ello cabe en menos de hora y media, con magníficas interpretaciones de Ward Bond y Ben Johnson, y con la sensación de que el Oeste también podía ser emocionante sin truculencias.
Perfecta para un Domingo por la tarde.
Saludos.

jueves, 28 de enero de 2021

El cuento más hermoso


 

El cuento dice que hubo tres hombres que iban a atracar un banco, y que antes, muy ufanos ellos, se burlaron del sheriff, hasta que vieron la placa. El sheriff tenía un nombre como para reírse, pero era terco como nadie, y después del atraco persiguió a estos tres hombres por un desierto inacabable. Y los tres hombres (Robert, William y Pedro) se quedaban sin agua, y uno de ellos renqueaba por un balazo en el brazo. Y vagaron, con más fe que convicción, sabiendo que si paraban, el sheriff con el nombre gracioso les atraparía y pondría entre rejas. Y entonces, de la nada, apareció un carromato junto a un pozo, y pensaron que habría agua, pero el insensato que usó dinamita lo dejó inservible antes de huir... abandonando a su mujer a punto de dar a luz...
Y esto es 3 GODFATHERS, un cuento de Navidad bajo un sol abrasador. Una lección moral sin moralina, y una hermosa historia acerca de cómo incluso los que creemos malos también pueden hacer cosas prodigiosas. Como hacerse cargo de un bebé, alimentarlo, cuidarlo hasta dar la vida por él. Porque así se lo juraron a la madre, y porque a partir de ese momento no importaba nada, ni el dinero robado, ni el sheriff con el nombre gracioso. Nada, excepto un manual para cuidar bebés y unas latas de leche condensada...
Maravillosa. Si no lloran con esta obra maestra no tienen nada ahí latiendo...
Saludos.

jueves, 7 de enero de 2021

De 7 a 7


 

Por su origen irlandés, es sabida la querencia de John Ford por rodar en las Islas, hecho que el maestro se tomaba casi como unas vacaciones, y donde daba rienda suelta a los proyectos menos probables para Hollywood. GIDEON'S DAY da buena prueba de ello. Rodada en 1958, adaptaba la muy british novela de John Creasey, con la que el autor británico iniciaba una larga serie dedicada al inspector jefe de Scotland Yard, George Gideon, que a diferencia de la mayoría de policías de ficción, es un devoto esposo y padre, y profesa la religión de la puntualidad y la flema como buen caballero. Concebida en un solo día, Gideon ya lo empieza mal, levantándose unos minutos tarde, cosa que lo irrita; además, no sólo ha de enfrentarse nada menos que a cuatro casos criminales en tiempo récord, sino que debe comprar un salmón para la cena y presentarse al concierto de violín de su hija. Parece cosa imposible, pero todavía le queda tiempo para una pinta en el pub (a Gideon lo de estar de servicio se la suda) o presentarse (también tarde) como testigo de una acusación, para la que sólo se le requería una palabra: "Sí". Así, GIDEON'S DAY es una gozosa (y algo pazguata también) reinterpretación de esos policías intachables, que eran más ingeniosos que aguerridos, y que siempre parecían ir un paso por delante del malhechor de turno. Uno de los films menos conocidos de la última etapa de Ford, pero que merece la pena rescatar del olvido aunque sólo sea por ver al gran Jack Hawkins, uno de esos actores que engrandecían cada película en la que participaban.
Saludos.

jueves, 17 de diciembre de 2020

El buen ladrón


 

Haciendo un poco de arqueología en la inagotable filmografía de John Ford, se encuentra uno con multitud de sorpresas y curiosidades; títulos que en otras manos serían más "serializados" y perfectamente reconocibles dentro de cualquier género. Ford, que era un género en sí mismo, tenía la firme creencia de que lo más cerca que el cine podía estar de la realidad era incluyendo cada aspecto de la vida, porque incluso en 80 minutos cabía un pedacito de vida. Títulos como BORN RECKLESS, de 1930, donde Dudley Nichols desplegaba un dominio asombroso de la multitarea, entendida como el lubricante que permitía a Ford saltar con maestría del cine de gangsters a la sátira social, o del cine bélico a la comedia costumbrista. Hay mucho del Ford posterior en según qué escenas de este bienintencionado acercamiento al héroe improbable, interpretado por el carismático Edmund Lowe, que empieza desvalijando joyerías en el Lower East Side, y es reclutado por una estrambótica campaña electoral para ir a Francia a combatir contra los alemanes. Al volver, sigue siendo amigo de sus compañeros de robos, pero intenta iniciar una respetable vida de empresario, aunque hay sombras que no se pueden dejar atrás nunca. En este escueto metraje hay todo un manual, ampliamente utilizado en otros títulos mayores, y que no llega a conformar uno de los trabajos más memorables del maestro, pero sí un interesante estudio sobre los resortes que luego fue puliendo.
Saludos.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Hombre bueno/hombre malo


 

THE WHOLE TOWN'S TALKING es uno de esos pocos casos en los que cuesta encontrar la mano de John Ford en la dirección. Y no es que sea una mala película, pero quizá sí una película escurridiza en el tono, que pasa con demasiada brusquedad de lo serio a lo jocoso; y pese a que sea el tono cómico el predominante, la historia contiene graves puyas en torno a un tema central: la manipulación. Lo primero que choca es el protagonismo de Edward G. Robinson, un actor todo carisma, pero no con la cintura suficiente para el complicado reto de interpretar a dos personajes idénticos en lo físico, pero opuestos en su carácter. Escrita por W. R. Burnett ("La jungla de asfalto", "Little Caesar") como un cuento titulado "Jail break", casi toda la primera mitad es dedicada a explicar al apocado Jones, un gris oficinista con ínfulas de escritor, secretamente enamorado de una compañera (una chispeante Jean Arthur) y con una monótona vida de soltero con gato y canario. De repente, su vida da un giro de 180º cuando es detenido, dado su idéntico parecido con el sanguinario gangster Mannion, que acaba de escapar de la cárcel, dejando a dos policías muertos. Aquí radica el principal escollo, en acoplar no tanto dos personajes tan opuestos y condenados a encontrarse, sino en superar los destellos (menores) de screwball comedy con los que arranca el film, para terminar en un desenlace más cercano al suspense, toda vez las constantes confusiones sufridas por Jones lo llevan a una situación psicológica casi insostenible. Aun así, tiene bastantes cosas salvables, como los insertos cómicos del guion escrito por Riskin y Swerling, o esa falsa condescendencia con la que es tratado el protagonista, en contraste con el poderoso y despótico Mannion.
¿Título menor?... No diría tanto, pero quizá sí haya que hablar de un encargo en el que Ford puso el entusiasmo justito.
Saludos.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Los poresitos


 

"Ford las tiene mejores", es el lema más probable para acompañar un film como THE FUGITIVE, de 1947. Una película que se relame en el motivo religioso, incapaz de distanciarse de la crítica intrínseca que contenía la novela original de Graham Greene, y con un guion tan deslavazado (y nada menos que de Dudley Nichols), que a ratos parece un experimento expresionista (gracias a la tenebrista fotografía de Gabriel Figueroa) o una broma para ver a Henry Fonda haciendo de cura mexicano, aunque me da que el proyecto pertenecía a Emilio Fernández, a la sazón productor ejecutivo. La historia nos lleva hasta un país indeterminado de Sudamérica (porque no se dice, pero es México), donde un sacerdote huye del gobierno recién instaurado, revolucionario y anticlerical. En un momento dado conoce a una mujer (una bellísima Dolores del Rio), que le ayuda a conseguir un billete para marcharse en barco, pero (en una escena particularmente incomprensible) su deber como sacerdote le impide irse, y a partir de ahí comienza un calvario que lo llevará incluso a ser detenido. Paralelamente, hay dos personajes más que supuestamente deben reforzar cada decisión del cura: el jefe de policía (Pero Armendariz) y otro fugitivo (Ward Bond), que huye tras haber cometido un asesinato. El problema, insisto, es que toda verosimilitud queda disuelta una vez el guion intenta hacer interactuar todos estos elementos, y lo que queda es una película interesante sólo porque la dirige John Ford y por algunos momentos de gran belleza visual, lo que no es suficiente como para hablar demasiado bien de ella.
Saludos.

jueves, 15 de octubre de 2020

Todos a cubierta


 

MISTER ROBERTS (que aquí fue conocida como ESCALA EN HAWAI), es, más que una película, un compendio. Una suma de talentos puestos a prueba por un rodaje extremadamente dificultoso y extraño desde su mismo concepto: toda la "acción" transcurre en un barco de guerra en los estertores de la WWII, donde la tripulación se aburre o debe soportar la inclemencia de un capitán que no les permite ir a tierra desde hace más de un año. En las antípodas de un film bélico, la obra original de Thomas Heggen y Joshua Logan, y adaptada por este último y Frank S. Nugent, intentaba desmitificar y desterrar cualquier heroicidad, en base a unas situaciones que van de lo absurdo a lo cómico, pero que progresivamente agrava su tono hasta un desenlace que pone los pelos de punta. Y ahora lo interesante: Henry Fonda, James Cagney, William Powell y un fabuloso Jack Lemmon, que se llevaría el oscar a mejor secundario. El corolario de emociones y caracteres que transmiten estos cuatro actores es lo que verdaderamente eleva una película que parece abocada a ser irregular per se, si es que eso significa algo, mientras el Mr. Roberts del título intenta poner un poco de cordura en un trato a todas luces injusto por un capitán que parerce la mezcla de un niño y un psicópata (grande Cagney), y escoltado por el médico (Powell), de larga trayectoria, y el joven y perezoso guardamarina, interpretado por Lemmon. Y mención aparte merece la dirección, aquí compartida por dos titanes como John Ford y Mervyn LeRoy, aunque no por razones tan nobles, sino porque a Ford le dio por la botella más de lo recomendable, lo que lo llevó a tener continuas broncas, sobre todo con Fonda, por lo que LeRoy tuvo que ser contratado por la Warner para encargarse estrictamente del trabajo actoral. Aunque, más allá de las curiosidades, lo exótico de su naturaleza, en mi opinión, la emparenta, adelantándolas por supuesto, a obras tan paradigmáticas como M.A.S.H. o CATCH 22. Y como no podía faltar el apartado de curiosidades, la de hoy proviene de una de las escasas féminas que aparecen en el film, y que es nada menos que Betsy Palmer... ¡La mala malísima de VIERNES 13!... En fin...

Saludos.

jueves, 24 de septiembre de 2020

De obras maestras


 

Doce años, maldita sea. Si me lo dicen hace algunos no lo hubiera creído. Doce años (y algunos meses) han tenido que pasar para que apareciera aquí una de las obras maestras más incontestables de todos los tiempos. STAGECOACH, de John Ford; o cómo contener toda la condición humana en el exiguo espacio de una diligencia, maravillosa metáfora de lo que somos en tanto que seres humanos, pero también de lo que nos gustaría ser, de lo que nunca seremos. Una película rarísima en su concepción, casi suicida; que presenta a su protagonista con un salto de eje tan mal hecho que ya es historia del cine, y que luego Ford emplea como un recurso narrativo, inventando la "imagen psicológica". Cine imperfecto, cine perfecto. Una película donde las apariencias importan más que las certezas, y en el que el arrollador guion de Dudley Nichols apoya a sus personajes en perpetuos fueras de campo, como una historia que no cesa de contarse, precisamente para comprender lo que sucede en tiempo real. Y son muchas cosas. Un médico alcohólico, cuya condición apenas le permite ayudar a los demás, y de ahí su abandono autodestructivo, aunque punteado de jocosas sentencias, como las que dedica a un apocado representante de whisky, al que todos confunden con un reverendo, y al que (evidentemente) se pega como una lapa. Dos mujeres, tan distintas que casi parecen dos caras complementarias de la feminidad; una es la angustiada esposa de un militar, al que no logra llegar para que éste vea nacer a su hija, y la joven de vida disoluta, harta de ser zarandeada y expulsada por la hipocresía de las "defensoras de la moral", a quienes representa el marido de una de ellas. Y, por si fuera poco, un jugador profesional, ambiguo en sus rendidas atenciones a la mujer embarazada, o quizá sincero, como él mismo se encarga de revelar en su última frase. Y ese protagonista desenfocado, marcado por la imposibilidad de encontrar su lugar, cautivo del sheriff al mismo tiempo que inusitado (e involuntario) líder de este heterogéneo grupo, y que también parece atisbar su última esperanza en la desesperanza de la mujer expulsada, aunque no le quede más remedio que batirse en un último duelo que podría costarle la vida. Esa diligencia, barco de almas, asediada por los indios, contenedora de toda nuestra incomprensión y crueldad, pero también de toda la esperanza y solidaridad (el bebé como metáfora de que la vida siempre se abre paso), viaje infinito que nos devuelve y nos pone en nuestro sitio, y nos recuerda que enfrente hay otro, y a la izquierda, y a la derecha quizá...

Obra maestra absoluta.

Saludos.

jueves, 3 de septiembre de 2020

Crónicas de muerte



John Ford era tan grande, tan sumamente dominador del medio cinematográfico, que era capaz de hacer una especie de "película narrativa" de un mediometraje devenido en panfleto de propaganda. Durante la WWII fueron muchos los documentales que aún se conservan, pero no es tan conocida su labor, a principios de los cincuenta, en aquella terrorífica masacre que fue la Guerra de Corea. THIS IS KOREA! es prácticamente una película en sí, o una crónica desencantada del que posiblemente fue el mayor desatino, en cuanto a relaciones internacionales, tras el fin de la "gran guerra", y que terminó por iniciar lo que hoy conocemos como "guerra fría". Ford filma al pueblo norcoreano, mayoritariamente campesino, y las incursiones del ejército norteamericano en apoyo a los habitantes del Sur; los intentos por reconducir lo que se intuía una matanza, ejemplificada más tarde en los bombardeos con Napalm. No es, ni mucho menos, de lo más conocido de Ford, ni siquiera en su faceta documental, pero merece la pena echar un vistazo a sus escasos 50 minutos, incluso para admirar el montaje final, con la voz de John Ireland desplegando una tétrica elegía sobre un campo minado de cruces.
Saludos.

jueves, 13 de agosto de 2020

El barco que siempre zarpa



THE LONG VOYAGE HOME es una película que urge reivindicar por varios motivos. Primero, porque suele ser uno de esos títulos "fordianos" que pasan desapercibidos, sin que se sepa por qué, puesto que su lectura se reinventa, vigente, a cada visionado, conformando un retrato impresionista sobre muchas más cosas de las que un siempre incompleto vistazo podría resultar. A grandes rasgos, su argumento gira en torno las vicisitudes de la tripulación de un barco, un carguero que tiene la difícil misión de transportar un cargameno de dinamita desde las Antillas hasta Europa, en plena WWII. Quedarse en eso es quedarse en nada. El portentoso guion de Dudley Nichols adaptaba cuatro obras de Eugene O'Neill, con la habilidad suficiente para trazar un rico corolario de personalidades, que asimismo son la patente de ilusiones y desencantos de un grupo de hombres unidos por una inquebrantable camaradería. El film se abre con algunas de las imágenes más sensuales filmadas por Ford, en la jornada de descanso de los marineros en las Antillas, y la llegada de un grupo de exóticas meretrices que revolucionan a la tripulación. Después, el barco zarpa, y es cuando vamos conociendo más a fondo a cada tripulante, desde el veterano Driscoll (Thomas Mitchell) al enigmático Smitty (Ian Hunter), cuyo secreto es revelado en una emotiva escena; aunque es reseñable el papel de John Wayne como un fornido sueco, de nombre Ole, que encarna a ese marinero que anhela volver a su casa, pero siempre pierde el barco. El ataque sufrido a cargo de unos cazas alemanes da paso a una parte final, en mi opinión la mejor, cuando el Glencairn llega a puerto y los marineros juran solemnemente no probar una gota de alcohol hasta que Ole, al fin, embarque hacia Suecia... Pueden imaginarse el resto.
Tengamos en cuenta que Ford rodó ese mismo año (1940) LAS UVAS DE LA IRA, por lo que es lógico que HOMBRES INTRÉPIDOS, como se la conoció aquí, no haya gozado de un alto predicamento, pero insisto, es una película mucho mejor de lo que parece.
Saludos.

jueves, 2 de julio de 2020

Reloj de plata



Una cosa lleva a la otra. Uno ve un precioso homenaje en imágenes a John Wayne, e inmediatamente cae en la cuenta de lo rápido que pasa el tiempo; tanto, como que hacía nada menos que cinco años que no escribía nada sobre John Ford, y al maestro conviene no olvidarlo nunca. Y entonces busco, elijo, encuentro SHE WORE A YELLOW RIBBON y convengo que no ha envejecido un ápice, y tiene 71 años. Y me encuentro una película soberbia, que no recordaba así, como si hubiera cobrado otra dimensión; más sosegada, más sabia, más filosófica si se quiere. LA LEGIÓN INVENCIBLE (así se llamó aquí) es casi un western cubista, un amasijo de intrahistorias en torno a las últimas horas de un hombre que se retira, aunque se resista todo y más. En apariencia es eso, pero el uso del paso del tiempo, aunque sea breve, permite que todas las subtramas se deslicen con naturalidad, encontrando su punto y momento justos. El capitán Brittles acepta escoltar a la mujer y la hija del mayor, pero al mismo tiempo debe evitar que los indios se hagan con el control de unos territorios gracias a la venta ilegal de rifles. Uno no sabe hacia dónde mirar, se solapa la emoción de Brittles cuando visita la tumba de su esposa e hijo con sus descacharrantes encuentros con el sargento Quincannon (Victor McLaglen); su amistad con los indios, que choca con la obligación de luchar contra ellos; o la caprichosa hija del mayor, jugando con sus dos enamorados (la cinta amarilla del título lo atestigua), y que vuelve escarmentada tras ver cómo se jugaban la vida. Una historia que en otras manos haría aguas, pero que Ford conjuga con mano maestra, sin grandes alardes, y con asombroso equilibrio entre los momentos íntimos y los épicos. Remachando, cómo no, con una pelea casi de cine mudo, y con una fotografía antológica a cargo de Winton C. Hoch, uno de los verdaderos padres del Technicolor, y que se llevó un merecido oscar.
Obra maestra, se la mire por donde se la mire.
Saludos.

miércoles, 28 de octubre de 2015

El escritor en guerra



Es innegable que fue John Ford el director que más y mayor gloria dio a Maureen O'Hara, sea por la naturalidad que lograba extraer de ella, por la versatilidad que demostraba en cada trabajo con el maestro... o quizá fuera simple afinidad paisana... ¡Quién sabe! El caso es que las películas más famosas ya han aparecido aquí anteriormente, así que me ha parecido una extraordinaria ocasión para hablar de THE WINGS OF EAGLES, que en España tuvo el acertado título (sin que sirva de precedente) de ESCRITO BAJO EL SOL. Y es una película esquiva ésta, no del todo bien tratada por una crítica que aún tenía demasiado reciente CENTAUROS DEL DESIERTO, pero que tiene algunos puntos interesantísimos que trascienden sobradamente tanto al dulzón homenaje a las Fuerzas Armadas de la Marina como al guiño de camarada que suponía a la figura del mítico guionista Frank "Spig" Wead, autor, entre otros grandes guiones, de MOON OVER BURMA, THEY WERE EXPENDABLE o THE CITADEL. A Wead, aventurero y romántico incurable, que pasó de ser expulsado del ejército a ser héroe de guerra, y que tuvo un absurdo accidente doméstico que lo dejó parcialmente paralítico, le daba vida un soberbio John Wayne, en uno de los papeles suyos que más me gustan. Wayne, sin perder el gesto, es capaz de ser un feroz socarrón, un enfermo derrotado o un descreído repleto de medallas al que sólo salva el tardío descubrimiento de la escritura durante su larguísima convalecencia. A su lado, Maureen O'Hara da asimismo otra lección de versatilidad, pasando de ser una alocada compañera en la juventud de Wead a una alcohólica que descuida a sus hijas y que termina separándose cuando se da cuenta de que su relación les está destruyendo a los dos. La película, ya digo, empieza con una jocosa recreación del ejército, casi en clave de comedia muda (arranca en los años veinte), continúa mostrando las luces y miserias (a la misma altura ambas) de la pareja protagonista, y es capaz incluso de jugársela con las escenas de un Wayne bocabajo, recién operado de la columna vertebral y luchando por mover un dedo del pie, contraviniendo los estrictos cánones del Hollywood clásico acerca de la inconveniencia de mostrar la crudeza de una enfermedad. Incluso el empalagoso Dan Dailey, habitual del musical, está estupendo como rival de la sección de las Fuerzas Aéreas que se revela como el gran amigo del alma de Wead, pasando más tiempo con él incluso que su mujer.
No sé si es una obra maestra, ni me parece relevante dicha designación, pero les aseguro que son dos horas que les encantará pasar en compañía de Johnny, Maureen y todos los demás...
Saludos.

jueves, 18 de junio de 2015

La pelota y la piedra



[Atención: Sentencia]: "No es lo mismo tener la pelota en tu tejado que tirar piedras sobre él, aunque ambas cosas impliquen una responsabilidad".
Primero, mi ánimo a todos aquellos que recién comienzan a descubrir el cine de John Ford, porque de ellos será este mundo un poco más adelante. Luego, tengo que empezar a resarcir algunos huecos imperdonables en este blog, donde queda demostrado que ni una entrada diaria da para abarcarlo todo, porque es imposible y porque, de hacerlo, también tendríamos que cerrar el chiringuito antes de tiempo. Pero el otro día (como me suele ocurrir de vez en cuando) me acordé de que aún no había hablado de THE MAN WHO SHOT LIBERTY VALANCE, en mi opinión uno de los tres mejores westerns rodados por Ford, lo que ya nos pone en cotas simplemente insuperables. Es, para quien no la haya visto todavía, una película fascinante, de una madurez y empaque soberbios, y una irrepetible lección de cine y de principios morales, no sólo por el ejemplar dueto formado por James Stewart/Ransom Stoddard y John Wayne/Tom Doniphon, paradigma de la integridad desde dos puntos de vista diferentes (la ley escrita y la de las armas), sino por ese deseo postrer de un maestro, que lo había rodado todo y que seguía siendo uno de los directores más lúcidos de Hollywood, por ejercer una responsabilidad al tiempo que efectuaba un inimaginable salto al vacío para un tipo a punto de cumplir los setenta años. Lo que Ford pone de manifiesto es la posibilidad de la modernidad sólo si se respetan los códigos del clásico; maravillosa taxonomía que se corresponde inteligentemente con el relato que se cuenta. El progreso es el hombre que hace prevalecer la ley sobre las armas, pero a veces la ley se enfrenta a la sinrazón y la brutalidad de ese viejo mundo que pretende desterrar (Lee Marvin/Liberty Valance), y ahí es donde surge la figura del hombre de una pieza pero incapaz de asumir el cambio, aunque aún necesario desde las sombras, oculto porque los actos que una vez fueron cotidianos empezaban ya a imprimirse con los ornamentos y veleidades de la leyenda. EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE establece, punto por punto, la metáfora y simbología de un momento y un mundo del que apenas estamos seguros si realmente existió, al menos en la forma que todos hemos llegado a pensar que existió; es un complejo estudio sobre las motivaciones personales, una hermosa historia de amor y amistad a tres bandas y un film trepidante, no precisamente por sus escenas de acción, sino por la agilidad de su ritmo interno y esos actores en estado de gracia. El conjunto es (y no por mucho repetirlo va a ser menos cierto) una obra maestra intemporal y la constatación de que, si bien no hay nada nuevo bajo el sol, siempre habrá esperanza si brilla fuerte desde Shinbone...
Saludos.

sábado, 4 de octubre de 2014

Los cojones sobre la mesa



Los grandes (casi) siempre se despiden dando un portazo, un último ruido y un último estertor de furia que parece avisar: "Porque me muero ya pronto, si no...". 7 WOMEN es la última película de John Ford, y ni es un western (aunque podría serlo), ni muchísimo menos es un film acomodado en el respeto ganado por un maestro de maestros. En lugar de ello, Ford elige una tremenda historia protagonizada por mujeres en una situación límite, una misión en la frontera de China con Mongolia en 1935, justo cuando el brutal y despiadado Tunga Khan lo arrasa todo a su paso. Serán tres llegadas, tres recibimientos, a cuál más dispar. Primero, una doctora (magnífica Anne Bancroft), una mujer totalmente liberada y cuyas ideas chocan frontalmente con la estricta moral de la directora de la misión (una Margaret Leighton algo pasada de vueltas). Más tarde llegarán los restos de otra misión que ha sido atacada por Tunga Khan, y que además trae, sin saberlo, un enfermo de cólera. Finalmente, será el terrible bandido quien llegue, lo que dejará a estas mujeres en una situación absolutamente desesperada.
Un film de aventuras, sí, pero con un poso amargo y desencantado, empezando por el espacio único, que no sólo debe ser visto como un tema de presupuesto, sino como un recurso para acentuar el tono claustrofóbico y malsano que se respira desde su chocante arranque. No recuerdo a muchos directores clásicos de Hollywood mostrando el lesbianismo de una forma tan evidente y, al mismo tiempo, elegantemente sutil; al igual que degrada a sus (anti)heroínas hasta un punto en el que el sacrificio necesita de la pérdida de la dignidad. A mí me parece una película magnífica, sorprendente, con un brío increíble para un señor de 71 años y con 130 películas a sus espaldas, pero sobre todo es un portazo en las narices de quienes no supieron ver en John Ford su verdadera altura moral, la de un humanista al que se la traían floja los prejuicios. Los cojones, hasta el final, sobre la mesa...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!