Mostrando entradas con la etiqueta Sam Wood. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sam Wood. Mostrar todas las entradas

sábado, 3 de junio de 2023

Historia de un maestro


 

Hablar de GOODBYE Mr. CHIPS, de 1939, es hablar de un film certero en lo narrativo, melancólico sin caer en dramatismos, efectivo a la hora de reflejar el espíritu del docente por vocación, como el propio Chipping deja claro en su última frase ("He tenido miles de hijos..."). Pero hablar del film de Sam Wood es hablar, no cabe duda, del descomunal trabajo de Robert Donat, uno de los más impresionantes de la historia del cine, y que le valió ganar el oscar a mejor actor en el considerado mejor año de este certamen, donde, entre otros, ganó nada menos que a Rhett Butler. Donat, que contaba con 34 años, encarna a este profesor de la escuela de Brookfield, desde que llega en 1870, hasta su muerte ya pasada la WWI. Aún hoy día sigue impresionando la caracterización de Donat, lo matizado de su interpretación casi perfecta, y cómo lleva prácticamente solo el peso de este legendario film, notable sin llegar a la excelencia. Ni rastro aquí del incomprensible musical del remake, y el personaje femenino del gran amor de Chipping es menos acaparador, aunque Greer Garson intensifica su personaje en el que era nada menos que su debut en el cine. Una de esas películas que se pueden encasillar como "clásicos de toda la vida", sin que resulte peyorativo, pues así ha quedado, como un estupendo trabajo de cine clásico, así como uno de los más sentidos homenajes a esa nunca suficientemente valorada profesión de enseñar(nos)...
La cualidad oculta: hacernos llorar con una sonrisa.
Saludos.

martes, 16 de octubre de 2018

Cásese conmigo y no volveré a mirar a otro caballo



Vamos a contarla. La joven propietaria de un sanatorio debe afrontar una serie de deudas que la van a obligar a cerrar, a menos que pueda retener a una señora millonaria e hipocondríaca, que sólo accede a quedarse si la trata un doctor del que está locamente enamorada. Entonces aparecen Harpo y Chico... ¿por qué?... Si pudiésemos explicarlo no estaríamos hablando de los hermanos Marx, pero el caso es que están ahí, y además son los únicos que se ofrecen honestamente a echar una mano a la joven ¿Cómo? Bueno, pues son los hermanos Marx, así que buscan a alguien que sepa algo de medicina y se haga pasar por el susodicho doctor. Con una pequeña particularidad: es veterinario... y es Groucho, claro. A partir de ahí, la anarquía. Las frases ingeniosas se mezclan con los alardes físicos, lo mismo de siempre, pero es que lo mismo de siempre es simplemente genial. A DAY AT THE RACES es uno de los títulos verdaderamente míticos de los Marx, y contiene todo lo que una película suya (un género en sí mismo) puede y debe contener, porque el público no espera otra cosa que no sea a Chico dándole un billete a un tipo y a Harpo sacándolo del bolsillo para que vuelva a darle el mismo billete. O a Groucho en plena velada romántica con un gigantesco florero que no permite la visibilidad. Da igual la coherencia, que nos inserten los habituales números musicales (por allí había un tal Franz Waxman) o que casi todo se resuelva con una huida y persecución, como en los inicios del cine. Da igual, porque el absurdo es una de las pocas cosas realmente intemporales, que no pueden envejecer porque prescinde por completo de incluir referencias que no sean las concernientes a sus propias reglas. Pero hay un punto muy interesante que cruza de parte a parte el cine de estos incomparables hermanos, y se refiere a cómo el sarcasmo, mezcla de desdén e inteligencia, desarma a los injustos, que curiosamente son los más "normales", mientras que estos niños grandes parecen ser los únicos que ven las cosas tal como son. Sí, como los niños...
Maravillosa. Hay que verla una vez al año.
Saludos.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Películas para desengancharse #11



75 años se cumplen de una de las cumbres del séptimo arte de todos los tiempos. GONE WITH THE WIND es, al mismo tiempo, un hito, un descubrimiento, una confirmación y un misterio ¿Cómo conjugar tantos y tan diferentes elementos para terminar creando uno de los iconos más poderosos de Hollywood? Es inútil buscar respuestas concluyentes, porque, como tantos grandes relatos, éste da cuenta, ni más ni menos, de la destrucción de una forma de vida, tan orgullosa, altanera y pagada de sí misma que fue incapaz de adivinar su fatal destino. Y todo ello encarnado en una figura, la de Scarlett O'Hara, que en apenas cuatro horas de metraje (ni que eso fuera mucho) sufre un cambio tan profundo que acabará irreconocible ante nuestros ojos... aunque no necesariamente para peor. Y es que probablemente no haya un suceso histórico que revele tan a las claras la deriva de los Estados Unidos como la Guerra de Secesión; y aunque LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ pueda parecer un supermelodrama hiperromantizado, lo cierto es que su armazón es tan complejo, sustenta tantas y tan diferentes relaciones humanas, abarcando el amor, el odio, la venganza, la compasión, el olvido, la fuerza, la debilidad, el desencanto, la alegría, los árboles en negativo, los bailes estruendosos y las mucamas con mal genio... que... uffff!!, francamente, queridos, he decidido desengancharme. Primero porque calculo que han sido unos veinte años los que han pasado desde que la vi por última vez, y no creo que vuelva a pasar por esta intimidante experiencia. Y no por nada, porque los actores están fabulosos (bueno, menos Leslie Howard, que es insoportable), la química entre Vivien Leigh y Clark Gable aún se está estudiando en las universidades, y el dominio de los grandes espacios me parece insuperable. Aparte: si Max Steiner hizo lo que hizo, reverencia, mirada al suelo y nada más a añadir. Excepto, creo, que un film de proporciones tan grandes necesitaba a los más grandes, y si Victor Fleming ha sido históricamente reconocido como el director que llevó la mayor parte del peso, el tiempo ha puesto en su lugar el extraordinario trabajo de George Cukor (esos personajes femeninos...) y el innato talento para el melodrama de altos vuelos de Sam Wood. Es, definitivamente, un film que debe verse, e incluso revisitarse; uno de esos pulsos que a la industria norteamericana le gusta echar de vez en cuando para probar que su sitio en el Olimpo sigue intacto. Aquí lo consiguieron, no hay duda, pero teniendo en cuenta que me atrevo a decir que no habrá ningún melodrama jamás a su altura, pediría humildemente que no siguiesen tomándola como modelo, porque hay lugares que sólo pueden amarse una vez...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!