Mostrando entradas con la etiqueta Francis Ford Coppola. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Francis Ford Coppola. Mostrar todas las entradas

jueves, 16 de enero de 2025

El material de la virtud


 

Uno no debería dejar que lo recorran los sentimientos, menos viendo cosas como MEGALOPOLIS, o el canto del cisne de uno de los pilares del cambio de paradigma en el cine norteamericano. En esencia es eso, una oda a la megalomanía como unica reacción a la estupidez, una reflexión tan insólita como riesgosa, a la que el público amamantado por las plataformas no está acostumbrado a procesar. Véanlo como una experiencia, un corte de mangas o una lección de viejo chocho, que también es un excepcional cineasta al que siempre le vino bien alguien que se la echara al suelo. Ponerse a polemizar con una imagen gigante de Ayn Rand a tus espaldas no parece la opción más tranquilizadora, pero a Coppola esto le importa un bledo, el resultado final es un drama íntimo ridículo mixturado con un desmesurado anuncio de Gaultier y una retransimisión de las doce campanadas (esto es literal). De repente aparece un flash, un eco remoto de unos tiempos y unos modos que ya son ininvocables, pero que sirven como epitafio finisecular de esa manecilla que detona a la humanidad entera. Erróneamente ambiciosa, con un extraño encanto que no esquiva imperfecciones en su apariencia de campeonato de curling gélidamente acendrado, lo más inquietante es que ni siquiera, y ni mucho menos, es lo peor que ha rodado este gigante cuyo telón sigue haciendo mucho ruido después de haber sido echado.
Saludos.

domingo, 27 de octubre de 2024

Rincón del freak #619: A la sombra de los cineastas en flor


 

Una de las razones más elocuentes del porqué de la longevidad de esta sección, radica fundamentalmente en el eclecticismo que la compone. Freaks y frikismo, entendidos como el gusto por lo raro, el desvío de la norma, las herramientas periféricas y los rincones olvidados de una industria que no espera a nadie; y como nosotros, otra cosa no, pero tiempo y libertad nos sobra, entendemos esta esquina dominical como solaz desprejuiciado, tanto que a veces aparecen cosas que nos sorprenden más de lo esperado. Y como uno de los temas recurrentes que más ampollas está levantando actualmente es el pastizal que ha costado el último film de Francis Ford Coppola, y el batacazo (otro más) que se ha dado en taquilla (con todos los condicionantes del audiovisual moderno), no se me ocurría nada mejor para ilustrar el gigantismo en el que caen algunos cineastas, presa de su propia y albuminada condición, que irnos hasta sus inicios, que incluían trabajos tan cloaqueros como... ¿cómo lo explicaría?... como rodar un blandiporno con señoritas cardadas en picardías y ensamblarlo con un oscuro film erotiquillo alemán ¿Que cómo se hace eso? THE BELLBOY AND THE PLAYGIRLS son los minutos que un jovencísimo Coppola rodó en 1961, con la intención de lanzar a un tal Don Kenney, como un Jerry Lewis de regional, rodeado de muchachas con menguante vestuario. Pero lo increíble es que todo el material adicional proviene de MIT EVA FING DIE SÜNDE AN, película alemana de 1958, cuyos derechos fueron directamente ignorados y saqueados. El resultado es extrañísimo, con momentos de comedia chusca, jovencitas cambiándose sujetadores y lecciones de historia con atrezzo. Primeros créditos como realizador de Coppola, y más de sesenta años de arco temporal, sólo para contextualizar qué oficio tan extraño, incomprendido y desagradecido es el cine.
Saludos.

sábado, 21 de abril de 2018

Desde ahora hasta el fin...



THE GODFATHER: PART III es una película que para muchos llegó demasiado tarde, e incluso no tenía razón alguna de llegar. Una tercera parte con un mensaje alto y claro: al igual que el personaje de Michael Corleone, un Coppola que venía intuyendo el fin de su preponderancia en Hollywood, intentó expiar sus culpas, sus excesos, limpiar al menos su conciencia. Él, que fue un pilar fundamental para la regeneración de aquel Hollywood perdido y oxidado de principios de los setenta, representaba, en el comienzo de la década de los noventa, precisamente ese anquilosamiento, como una vieja estrella del rock que sólo vive de sus antiguos éxitos. Personalmente, yo lo separaría de sus dos antecesoras, como un spin off o miniserie, que ilusoriamente la haría funcionar mejor como la única forma viable de dar carpetazo a un género que también necesitaba ponerse al día. Esta tercera parte está repleta de defectos y aciertos, como rodada por Coppola y su primo torpe al mismo tiempo, pero desde sus errores de casting (no, no voy a ser cruel) o personajes que parecen relevantes para desaparecer misteriosamente, luego hay algunas escenas soberbias, sobre todo las rodadas en Sicilia, concluyendo con un clímax en un teatro de la ópera que, efectivamente, muchos imitadores han copiado descaradamente. Es, quizá, un film que retrata a la mafia más analíticamente, menos pasional y a la que uno siempre le deberá admitir la insólita valentía de hablar del Vaticano como otra "familia" más. Aunque sólo fuera por eso, merece la pena verla, pero no se lleven a engaño, porque nadie puede negar que son otras tres horas de grandeza cinematográfica.
Saludos.

viernes, 20 de abril de 2018

Cien fuerzas que inundan el corazón



Hoy es el "Día D", la onomástica, la celebración, o como mejor lo prefieran llamar. Es un día muy especial, y nos gustaría celebrarlo, o mejor dicho, seguir celebrándolo. Y sólo sabemos levantar la copa de una forma, viendo películas y comentándolas aquí. Y hoy, como no podía ser de otra manera, es el turno de THE GODFATHER: PART II, el ejemplo perfecto de cómo superar algo que se cree insuperable; cómo se puede enfilar una obra redonda y, contra todo pronósico, acabar de redondearla aún más. Esta segunda parte se abre en Corleone, en 1901, donde un pequeño Vito Corleone se ve obligado a huir tras el exterminio de toda su familia a manos del sanguinario capo local; tras llegar a la isla de Ellis en una larga travesía clandestina en barco, ingresa como la forma más baja de ciudadano estadounidense, un inmigrante. Y no cabe duda de que esta considración es fundamental para comprender la deriva del film, pero también dota de un sentido mayor su precuela, mientras Coppola borda el silogismo, casi sobrenatural, entre la figura del joven Vito, que se conviete en mafioso prácticamente obligado por su despiadado entorno, y el nuevo Michael Corleone, sucesor de su padre y dispuesto a sacrificar hasta lo más sagrado, con tal de que su familia (la "familia") continúe intacta. La superposición temporal del guion es sublime, un alarde de narrativa que nunca resulta confusa y que se nutre incesantemente de dos actores en estado de trance y que posiblemente nunca volvieron a alcanzar tal majestuosidad. Al Pacino y Robert de Niro siempre han parecido dos colosos que se miraban sin tocarse, y esta percepción se agranda aún más con medio siglo de diferencia, fundiendo la mirada de ambos en la de un solo hombre, y arrastrándonos a nosotros a una representación, veladamente shakespeareana, de los verdaderos cimientos de la América actual, donde los únicos patriotas son los que no les importa mancharse un poco de sangre, con tal de hacer prevalecer su justicia.
Coppola no volvió a alcanzar este grado de perfección fílmica, hizo alguna que otra película maravillosa, porque siempre ha sido un gran cineasta, pero hay un techo irrompible en esta obra maestra imperecedera, a la que algunos años después se vio obligado a dar carpetazo definitivamente. Aunque esa es una historia que les contaremos mañana, seguramente. Hoy toca brindar con cava...
Saludos.

jueves, 19 de abril de 2018

Hijos del agobio y del dolor



Son 10 años. Una década dándole a las teclas cuasi anónimamente, escudado bajo toneladas de horas cinéfilas y apelando a una suicida premisa, que casi hemos rozado. Una entrada por día, una película por día. Evidentemente es imposible, pero aquí estamos, quizá resistiendo, a lo mejor languideciendo sin saberlo, como un pez que no comprende por qué le cuesta respirar fuera del agua. Es posible que el tiempo de los blogs haya pasado, pero, hasta donde yo sé, no ha pasado el tiempo de ver cine, ni el de escribir. Ni siquiera el de escribir sobre cine. Y muchísimo menos ha pasado el tiempo de la pasión, sobre todo ahora que somos controlados y dominados por impotentes con complejo de castrador, toda una gloria. La pasión es lo que nos mueve, y hay pocas películas más apasionadas que THE GODFATHER, que todavía, increíblemente, no había aparecido por aquí, tras casi 4.000 películas comentadas; que quizá, inconscientemente, había pospuesto sin saber muy bien por qué, pero que he visto como motivo perfecto el incluirla en esta pequeña, íntima celebración. Y es curioso, porque acabo de verla (creo que debe ser la tercera o cuarta vez) y ahora no sé qué decir al respecto. Bueno, se me ocurre decir que es una obra maestra absoluta, aunque esté muy trillado, y que aun así, Coppola logró el más difícil todavía, que es superarla. Aunque una cosa sí es verdad, aquí estaba Marlon Brando, cuyo inmortal Vito Corleone es un regalo para cualquier amante del cine, mientras Pacino es sabiamente eliminado por Coppola de cualquier confrontación con el coloso, excepto una pequeña escena casi al final. Está la música de Nino Rota, inolvidable, reconocible incluso por los que nunca han amado el cine. Esa secuencia de la boda, como tiempo suspendido o la consecuencia magistral de la distancia adquirida por el director sobre lo que filma, convirtiéndose en un espectador más, solo que con la capacidad de tomar decisiones. Hablamos del cine hecho arte, o el arte transmutándose en otra cosa, en historia viva, incluso con un escritor corrigiendo y aumentando su propia obra literaria, que empequeñece frente al guion.
Son tantas cosas, tantas, y no caben todas, porque nos alargaríamos, y aquí nos gusta ser breves, siempre nos ha gustado, así que detenemos aquí este inapreciable gustazo, con tarta stoniana incluida, contodos ustedes, amigos, cinéfilos, o simplemente curiosos que un día pasaron por aquí. Mañana, El Indéfilo cumple 10 años... con otra película, por supuesto...
Va por ustedes, que para eso estamos en Feria.
Saludos.

miércoles, 10 de enero de 2018

El río que va al océano



Se cumplen 35 años de RUMBLE FISH, la segunda adapación que Francis Ford Coppola realizó de la escritora Susan E. Hinton tras THE OUTSIDERS. Coppola corrige y aumenta aquélla, la despoja de cualquier trazo superfluo y toca el hueso lírico de esta extraña historia sobre moteros, pandilleros, drogas, chicas con calcetines y peces de colores. Un extenso poema sobre el fin de las peleas de bandas y el vacío existencial de los ignorantes, justo cuando les da por reflexionar y hacerse preguntas sobre qué lugar ocupan exactamente. Coppola, arruinado tras su "ataque al corazón", filmó compulsivamente estas dos pequeñas grandes joyas ayudado por todo su fiel entorno, con más intuición que cabeza, pero congregando, sobre todo, a un puñado de futuras grandes estrellas, entre las que sobresalían Mickey Rourke, Matt Dillon, Nicolas Cage, Larry Fishburne o Diane Lane. Una historia que si no pasa de moda es precisamente por su inconcreción, a la vez mezcla de aullido de libertad y lamento generacional. Mención aparte merecen su hermosa fotografía en blanco y negro, repleta de ángulos imposibles (una constante que luego Coppola usaría como sello), y la inclasificable partitura compuesta por el ex-Police Stewart Copeland, que mixturaba funk, reggae y rock clásico. No es que la Zoetrope saliera de la ruina, y la carrera posterior de Coppola se ha caracterizado por preocupantes picos de creatividad, pero aún le quedaba algo poderoso por decir, un musical sin más coreografías que las peleas entre bandas, una historia de amor para solitarios o, para simplificar, qué significan los colores desde el punto de vista de un daltónico.
Nunca tantas contradicciones configuraron tanta armonía.
Saludos.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Cine en crisis #11



¿Y qué mejor película para dejar aparcada la crisis que el excesivo delirio de Francis Ford Coppola en ONE FROM THE HEART? La película que le volvió a arruinar y una de esas hecatombes incontrolables que sólo pueden responder ante una cosa: un capricho irrenunciable. Formalmente, CORAZONADA (el título no puede ser más elocuente) es deslumbrante, recreando Las Vegas más brillante y luminosa que nunca, y al mismo tiempo, oscura, una ciudad que alberga solitarios y románticos sin remedio; porque esta es una película sobre perder, sobre no renunciar... sobre el amor. No se trata de un musical, pero hay gigantescos números musicales; no es una comedia, porque todo comienza con una dolorosa ruptura, casi un encogimiento de hombros porque la pasión se ha acabado; y tampoco es un drama, sobre todo cuando la felicidad se les escurre a los protagonistas cada vez que intentan atraparla... pero lo intentan. No lo intenten ustedes, no va a salirles bien; ésta es una película suicida, solitaria e irremediablemente romántica, y no tiene nada que ver con el azúcar glas (Baz Luhrmann, of course) de hoy en día, sino con la necesidad de plasmar en una pantalla cómo se puede ser feliz con cualquier cosa o infeliz con todo. O es todo eso o, si me lo permiten, es un disco de Tom Waits sonando en una noche de alcohol con el alquiler vencido... ¿Que si es buena?... No lo sé. No me importa...
Saludos.

sábado, 5 de octubre de 2013

Senilidad y creación



Escribí no hace mucho, a propósito de aquel juguete llamado DEMENTIA 13 que Roger Corman puso en manos de un joven Francis Ford Coppola, algo así como lo peligroso que hubiese resultado la autoindulgencia para un director en ciernes que, ya por entonces, se sabía capaz de los más altos logros cinematográficos. En su última película hasta el momento, Coppola parece o bien refugiarse en unos ropajes que de ninguna manera le corresponden, o haber sufrido un súbito ataque de amnesia o (nunca mejor dicho) demencia senil. El problema de películas como TETRO, YOUTH WITHOUT YOUTH y TWIXT, con la que dejaremos aquí el minirepaso a Coppola, es intentar atribuirlas a un director que nos suena por otras cosas muy diferentes ¿Que aun así debemos contarla? Pues contemos que el film empieza cojonudamente, con un escritor de tercera división, émulo pálido de Stephen King, que llega a un enigmático pueblo para firmar su última obra y, de paso, buscar inspiración. Mientras nos regocijamos en un embotado Val Kilmer explotando una vis cómica que yo no le recordaba, rodeado de botellas de whisky y firmando un par de libros en una ferretería, el extraño artefacto que es TWIXT funciona e incluso enternece; lo malo es que Coppola piensa que en realidad sí que tiene un buen guion, lo suficientemente complejo como para colocarnos inmediatamente una truculenta historia sobre un demente que mató a varios niños bajo la premisa de salvarlos del fin del mundo. No contento con ello, mete a Edgar Allan Poe (...!!!...) en plan fantasmal, que será el que vaya iluminando al pobre escritorzuelo metido en faenas detectivescas; amén de la joven Elle Fanning como una improbable vampira con brackets (!!!), un ajado y achacoso Bruce Dern y un circo gótico que no se qué diantres pinta en todo esto... Insisto: TWIXT es la película que no debería haber sido, no sólo porque su tratamiento visual carezca de peso y enjundia, sino porque, de haberse reído de sí mismo, no estaríamos juzgando a este último Coppola como un viejo desorientado. Al menos no debería merecerlo.
Saludos.

viernes, 4 de octubre de 2013

Una ceremonia de la confusión



El Francis Ford Coppola de la actualidad poco o casi nada tiene ya que ver con el trasatlántico que surcó el panorama cinematográfico desde principios de los setenta hasta una década después; ni siquiera con el convenientemente reciclado autor/reglador que asumió un desastre económico tras otro y se dedicó a tener menos personalidad y cultivar un mayor sentido de la profesionalidad. No, porque el Coppola que hemos visto aproximadamente desde hace unos seis años es un extraño cruce entre un entusiasmado novel y un rotundo contador de historias de formas heterodoxas y austeridad "europea". Así, YOUTH WITHOUT YOUTH nos devolvía a un cineasta que creíamos perdido para siempre, pero la conclusión es que uno no debe juzgar este film (ni los dos siguientes) comparándolo con un bagaje tan poderoso como el suyo. Esto no es el Coppola clásico, aunque paradójicamente parezca mucho más "clásico" que el de hace cuarenta años. Con paciencia y minuciosidad infinitas, se nos presenta la enigmática circunstancia de un hombre alcanzado por un rayo que se va haciendo cada vez más joven; perseguido y asediado, vagará por toda Europa bajo diversos nombres y apariencias. Es de notar la indefinición final de una trama que parece querer perseguir otro objetivo al simplemente narrativo, como un metatexto que nos advierta a lo largo de todo el metraje (largo metraje...) para que permanezcamos exhaustivamente atentos a ese detalle que, desgraciadamente, yo no llegué a ver por ningún lado. Es el gran lastre de una producción muy cuidada en lo ornamental pero a la que le falta concreción y algún que otro golpe de sensatez; una película hecha con medios y personal rumano, que como nuevo modelo de producción para tiempos de escasez es francamente ejemplar, pero que mucho me temo que no va a pasar a ninguna posteridad. A destacar, el esforzado trabajo del nunca suficientemente valorado Tim Roth y el cuidado diseño de producción ¿Lo peor?... que se hace muuuuuy larga.
Saludos.

jueves, 3 de octubre de 2013

Un gran muchacho



Debo comenzar esta reseña aclarando que JACK, aquella película que nadie entendió, no es en modo alguno una mala película, no al menos de la manera en que yo veo una mala película hecha por un gañán sin oficio ni talento. No es el caso de esta tristísima aproximación a un niño con una extraña enfermedad que le hace crecer cuatro veces más rápido; y es que lo que se podría haber dulcificado con los extravíos y equívocos derivados de un chaval de diez años con el cuerpo de Robin Williams, en manos de Coppola es una tragedia en toda regla, porque si difícil es conciliar dos extremos tan opuestos, la oscuridad del relato se adueña del mismo cuando Jack se da cuenta de que cuando todos sus amigos estén en la flor de la vida, él se encontrará anciano y al borde de la muerte, lo que queda muy bien resuelto en la mejor secuencia del film, que no es otra que su desoladora conclusión. Hasta aquí lo bueno, y no es poco, pero aunque se me ocurren pocos o ningún actor más dotado que Williams para este papel, el resto del reparto es una anécdota sin importancia; comenzando por unos intrascendentes Brian Kerwin y Diane Lane como los noqueados padres, un carcamal llamado Bill Cosby (posiblemente uno de los peores actores del milenio...) o una joven e incipiente Jennifer Lopez haciendo de lúbrica maestrita. En fin, muchos altibajos de tono, fondo y forma, una banda sonora de saldo a cargo de Michael Kamen y un batacazo (y ya iban...) en taquilla, pero sobre todo de cara a sus incondicionales, que apenas podían creer lo que Coppola acababa de estrenar cuatro años después de una de sus mejores películas. Yo, de todas formas, la recomendaría como furibundo bálsamo de estetas e inútiles divagantes de celuloide del que nunca volverá. Una cura de humildad no le viene mal a nadie.
Saludos.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Ritual de lo habitual



Si por casualidad te ha dado la tostada de dirigir, digamos... no sé... APOCALYPSE NOW, por poner un ejemplo sencillito, debe ser complicado defender desde tu posición de director con talento más que contrastado un film como GARDENS OF STONE ¿Por qué? Mi teoría es que mientras la primera es un orgasmo múltiple con dos rubias a las que no volverás a ver tras una noche de Cadillacs y Tiranosaurios, la segunda es la caricia de tu esposa cuarenta años después mientras te ajusta el respirador artificial y te arropa. Uno siente verdadero miedo al ver el semblante de Martin Sheen acercarse a la boca del lobo que es Kurtz; aquí, la glorificación de uno de los sectores más conservadores del ejército, la Guardia Nacional, deviene desorientación y una preocupante falta de dinamismo, aun conteniendo algunos de los mejores diálogos de todo el cine de Coppola. A mí me pasa con esta película que no sé exactamente hacia dónde quiere ir, si intenta que entendamos un hermético mundo repleto de saludos, marcialidad, grados, símbolos y códigos inquebrantables, hacerlo más accesible o absolutamente todo lo contrario. Yéndonos por las ramas, podríamos llegar a pensar que GARDENS OF STONE retomaría el discurso que un film notablemente superior como THE HURT LOCKER dejaba lúcidamente abierto en su agónico final; o que el silogismo "soldado+final de la guerra=depresión galopante" necesita, además del sujeto y el predicado un mínimo muestreo de campo acerca de lo que se nos está proponiendo como esencial. Con un grave problema de desarticulación o simplemente montaje, las (escasas) escenas referidas a combates gravitan sin fuerza alguna, mientras que lo mejor de la función es el complejo y atormentado retrato de Clell Hazard, que es como un pez fuera del agua cuando se quita el uniforme y tiene que ser solamente un hombre. Si Coppola hubiese optado por centrarse sólo en él el film habría ganado enteros de credibilidad, pero es una lástima que estemos ante un metraje tan diversificado que termina por contar poca(s) cosa(s). Y aun así, puede resultar toda una sorpresa para quien indague en la filmografía coppoliana con cierta virginidad.
Saludos.

martes, 1 de octubre de 2013

El cielo en directo



Con un salto cuantitativo de diez años, Francis Ford Coppola había pasado por todos estados por los que puede pasar un director de cine en Hollywood. Tenía el respeto del público y la crítica, el rechazo de cualquier productor mínimamente prudente y una obsesión, cada vez más acuciante, por el hallazgo del gran Santo Grial en forma de texto a adaptar, algo que le acompañaría ya en cada proyecto y que le iría convirtiendo poco a poco en una especie de superdirector independiente, asumiendo yo toda la desfachatez de esta aseveración, por supuesto. Aun así, sin que quedase muy claro de dónde sacó el parné Mr. Coppola (se dice, se cuenta y se rumorea que algo tuvo que ver la mafia...) COTTON CLUB ha quedado como un deslumbrante ejercicio de maestría coral, irregular en su empeño de modular un micromundo nutrido de lo más excelso y lo más bajo, pero con inigualables cualidades para absorber un lugar y un momento irrepetibles en la historia de Nueva York. De momento hay que ser muy bueno para poner a Richard Gere a tocar la trompeta (y de verdad) y que esté fenomenal como el desorientado bon vivant que se ve inmerso, por culpa de unas bragas enfundadas en Diane Lane (que tampoco está mal), en mitad de un sangriento conflicto entre la mafia irlandesa, comandada por el psicótico Dutch Schultz, y la italiana, con Lucky Luciano al frente (estupendos James Remar y Joe Dallesandro). El Cotton Club, regentado por una curiosa pareja interpretada magistralmente por Bob Hoskins y Fred Gwynne, es casi el centro neurálgico de "lo que importa" en una ciudad donde mantener la ley parece asimismo un delito. El film, si se lo sabe tratar, ofrece multitud de matices y cromatismos, y a su extenso reparto (que nos ocuparía más papel del preciso), yo le sumaría algunos de los momentos musicales más espectaculares en una cinta no expresamente musical y rodada además en una década poco recordada por contener musicales de calidad. Por quedarme con un momento (y esta película los tiene de sobras), digamos... atmosférico y subyugante, no se pierdan el número dedicado al gran Cab Calloway, con un Larry Marshall enloquecido y por momentos poseído de algún espíritu. A mí eso me parece, sin más, Cine Con Mayúsculas...
Saludos.

lunes, 30 de septiembre de 2013

El hombre moderno y su laberinto



Esta semana la va a copar, desde hoy hasta el Sábado, uno de los nombres fundamentales del séptimo arte desde hace, al menos, cuatro décadas. Seis películas de Francis Ford Coppola desde su gran estallido a principios de los años setenta, pasando por las claves para entender su posterior declive, cimentado entre los ochenta y noventa, y terminando con dos de sus films más recientes, donde casi podemos rastrear ya a un creador zarandeado por la industria y con un calidoscopio diferente.
Y es que mucho ha cambiado el cine de Coppola desde, por ejemplo, THE CONVERSATION, que para muchos cinéfilos (aunque a mí me parezca aventurar demasiado) es su verdadera cumbre, incluso por delante de los dos primeros "godfathers". Simplismos aparte, estamos ante una obra compleja y de difícil recorrido, un film sin género que comienza hablando de una cosa y que gracias a su impresionante guion desemboca en otra muy distinta. Su inolvidable comienzo, con esas imágenes a vista telescópica y extrañas frecuencias de sónido, nos introducen en el cuestionable mundo de Harry Caul (excepcional Gene Hackman), un detective especializado en escuchas y vigilancia que es contratado por una importante suma de dinero para que vigile a la mujer de un misterioso millonario y así probar su supuesta infidelidad con uno de sus empleados. Coppola echa mano de todo su ingenio y ofrece un in & out impecable, donde el espectador, con la dosis justa de información, irá incrementando su curiosidad por esas escuchas que Caul intenta afinar y desentrañar y que, una vez llegados al punto álgido del film, no sólo resultarán ser mucho más sorprendentes de lo que esperábamos, sino que llevarán al detective a una progresiva degradación perceptiva que le hará desconfiar de todo el mundo. Si el principio es bueno, el final es brutal como metáfora del hombre vigilado e incapaz de mantener su intimidad a salvo. Uno de esos films que nunca deberían faltar en una cineteca particular de calidad y que además se mantiene con toda su fuerza y frescura cuarenta años después de su realización.
Saludos.

domingo, 3 de abril de 2011

Rincón del freak #21: Los oscuros inicios de un gran cineasta



Sí, ya sé que los más avisados lo sabían, pero aquí debemos seguir con nuestra labor de servicio público e informar de todas y cada una de las rarezas y frikadas que pueblan por doquier el séptimo arte. Y es que, como es lógico, a poco que uno ahonda en las catacumbas de cualquier filmografía, afloran los títulos que, como el que hoy nos ocupa, dan cuenta de lo duros que son los inicios para un cineasta en ciernes. Francis Ford Coppola, por ejemplo, comenzó su andadura hacia la fama con una bizarrada psicogótica (estoy por registrar el término...) hace ya la friolera de 48 añacos. DEMENTIA 13 (que el titulito se las trae) fue producida por Roger Corman, al que nadie le adjudicó nunca el honor de descubrir a Coppola, y rodada en un apartado caserón irlandés, en uno de estos bien aprovechados viajes que el afamado productor solía mantener a caballo entre América y Europa, lo que le ahorraba una enormidad de costes. La película en sí no es gran cosa, no nos engañemos; se trata de una típica y tópica historia de supuestos fantasmas que en realidad (sí, hay más de una coincidencia con las aventuras de Scooby-Doo) ocultan una oscura trama de intereses familiares en torno a una herencia millonaria. Estoy seguro de que si la hubiese rodado veinte años después, Coppola habría bruñido algunos aspectos que aquí ni siquiera toman importancia, como el choque cultural entre "los paletos" irlandeses y la estridente comitiva yanqui, o los extraños rituales que van surgiendo y que tampoco tienen más relevancia que la de aportar su toque exótico a un film que se queda en una serie Z descarada y de la que se agradece, sobre todo, su parca duración, de apenas hora y cuarto. Seguro que muchos de ustedes correrán (es un decir en la era de internet, claro) a hacerse con esta película de culto, los seres humanos somos así, pero insisto en que no es de lo mejor que ha producido Corman ni, por supuesto, de lo que ha rodado Coppola, del que seguimos esperando noticias tras sus últimos intentos de "reciclaje".
Saludos arqueológicos.

domingo, 13 de septiembre de 2009

La justicia siempre llega tarde

Después del descalabro que, seguramente, va a suponer TETRO, nada volverá a ser igual al referirnos al último magnate de la imagen filmada. Sí, claro que siempre nos quedarán los padrinos y los apocalipsis, pero se hace patente, más que nunca, el carácter escurridizo de un tipo que nunca terminó de encajar en la gran industria y acabó estrenando menos que cualquier novatillo de Sundance.
Pero ni tanto ni tan calvo, porque hay un periodo, el comprendido entre la ruina de ONE FROM THE HEART y THE GODFATHER III, donde F.F. comprendió finalmente (la única salvedad sería DRACULA) que aquel Midas había muerto una década antes y nadie se había percatado. El sueño acabó, pero quedaron algunos de los films más personales de este esteta de la conciencia, como OUTSIDERS, RUMBLE FISH o COTTON CLUB, seguidos de uno de sus mejores trabajos, PEGGY SUE..., y rematado finalmente por un título que sigue siendo neblinoso y poco valorado por su condición de "casi invisible".
Hace veinte años, Coppola intentó emular la hazaña de Welles y su citizen, abordando la fascinante historia de Preston Tucker, un visionario de los de verdad que se enfrentó por su cuenta con la imparable maquinaria industrial, un artesano de los coches que construyó el Tucker, un automóvil con calidades de lujo que, sin embargo, se vendía a un muy bajo precio, dada la nula propensión a forrarse de este loco maravilloso al que dio vida un Jeff Bridges pletórico. TUCKER: THE MAN AND HIS DREAM se empapa asimismo del espíritu de su protagonista y se erige en película insobornable sobre la fatalidad del sueño americano, más cercana a Eastwood que al grandioso Coppola de antaño. Parece evidente que su autor comprendió dónde debe ir el dinero y echó mano de Vittorio Storaro para retratar un ambarino instante que a menudo ha sido glorificado por demasiados memos, incapaces de ahondar en las miserias tras las amas de casa perfectas y los mariditos cumplidores; una especie de REVOLUTIONARY ROAD a la inversa, donde los malos efectivamente existen y la tragedia es la imposibilidad del hombre que sueña para enfrentarse contra lo que no puede ser movido de ninguna manera.
Reconozco que Coppola no va a ser recordado por este intenso film, tampoco Preston Tucker fue reivindicado por nadie tras arruinarse definitivamente. Curioso ¿verdad?
Saludos soñadores.

jueves, 9 de julio de 2009

Mamotetro

Pues sí, señores, ayer fui a ver TETRO. No se equivoquen, TETRO no es de Coppola. TETRO es un monstruo de siete mil cabezas que gustará a unos y disgustará a otros. No busquen algo de Corleone o Kurtz, ni siquiera de Peggy Sue o Tucker... No, no hay rastro del Coppola que encandiló con su DRACULA o del que se arruinó con CORAZONADA. Pero entonces, se preguntarán ustedes, ¿qué carajo es TETRO? Bien, como buen film de personalidad múltiple, el magnífico arranque lo podría haber filmado Godard, o Garrel, o van Sant, o Kore-eda, o Ferrara... y luego la cosa va desembocando en una ligereza dramática que roza a Risi, McKendrick, Mikhalkov o (y esto es importante) Almodóvar, del que F.F. reniega casi obsesivamente y del que coge no pocos elementos para esta deslavazada histori(eta)a que pretende contar "una grande cosa" con humildad, paciencia e imaginación, y que termina con la inquietante sensación de que la telenovela sólo la elevó a la categoría de arte don Douglas Sirk. ¡Sirk!... ¡De Sirk a Coppola! El problema está en que esta historia, una vez vista, no le interesa a nadie, excepción hecha del propio Coppola; y se nota en el trazo grueso empleado con, por ejemplo, lo de que el padre sea director de orquesta. Es obvio ¿no? Los personajes están dibujados caprichosamente; Tetro es un tipo arruinado mentalmente en La Colifata (sí, la de la radio de Aquarius) y luego rehace su vida junto a la Verdú, que le animaba en su retiro... El hermano pasaba "casualmente" por Argentina en un barco que se estropea, qué casualidad, así que va a ver a su hermano, al que no ve desde hacía una enormidad. Y así, entre manuscritos que son geniales pero que Tetro no quiere que nadie vea, sesiones de cabaret de una cutrez sonrojante, confesiones a medio camino entre CELEBRACIÓN de Vinterberg y Pasión de Gavilanes ¿? o flashbacks en color (la peli es en B&W), llega el espectador medio exhausto, medio confundido, medio mirando de reojo a los otros valientes que han ido a las seis de la tarde a gastarse cinco euros, llegamos, como decía, a un final de traca que ha borrado de un plumazo toda la potencia dramática del principio y donde uno nunca hubiese querido ver a Carmen Maura, porque si Coppola quería humillar a una actriz pues se coge a otra y ya está.
Y nada, esto es TETRO; una película que no habla de nada en concreto, que sólo es capaz de parecer lo que de ninguna manera puede ser, más que nada porque Coppola nunca ha sido un buen guionista, ni siquiera para hablar sobre sí mismo.
Saludos de "la familia"...

jueves, 25 de junio de 2009

El amor de una bestia

Algunos de ustedes dirá que vaya emperre que llevo con los vampiros de los cojones... Pues sí, puede; lo que pasa es que en el monográfico intenté salirme por la tangente sin mencionar lo obvio y, además, la de hoy me parece un caso único, por su cosmogónica visión del mito como por suponer cierto "canto del fénix" para su autor, como luego ha terminado por demostrarse.
Pero, fundamentalmente, BRAM STOKER'S DRACULA es una grandísima película a la que sólo un genio como Coppola podría haber dado forma sin convertirla en otro TITANIC. Un ambicioso proyecto, irregular, expresionista, excesivo, renovador, clasicista... único dentro de los cientos de trabajos sobre el mito vampírico. Y con un añadido: Oldman aparte, las interpretaciones no revisten mayor importancia; podía haber sido cualquiera, Reeves y Ryder eran las estrellas del momento y Hopkins tampoco sale mucho, pero da igual. Sólo haber tenido la suerte de ver a Gary Oldman en estado de gracia, en el papel de su vida, donde todos sus tics y poses adquieren un sentido necesario, ya es otra cosa. Oldman sostiene él solo todo lo que el film tiene de importante y lo salva de la autocomplacencia; todas sus caracterizaciones han pasado a la historia y han marcado cierto camino a la hora de enfrentar un personaje que aquí se revela en todo su barroquismo. Y es que este Dracula es un monstruo aterrador que se enamora y toda la segunda mitad del metraje está enfocada a mostrarnos su condena, pues su amor, pese a ser inmortal, es imposible de realizar. En una película tan metamórfica como ésta, los que la adoran lo hacen por muy distintas razones; unos eligen la espectacularidad del primer y anciano vampiro, donde Coppola fusiona valientemente a Nosferatu y a Lugosi, mientras que otros prefieren una segunda parte con el vampiro rejuvenecido y seductor y la lucha de éste por quedarse con una Winona Ryder igual de sosa que siempre. Yo, personalmente, creo que técnicamente es deslumbrante, pero me encanta ese destello de humanidad tan característico de Coppola que le permite no hundirse con tanta solemnidad y, para los que leen entre líneas, avanzar muy subrepticiamente en qué iba a convertirse este grandísimo director de cine: un tipo que, aun renovando al cansado Hollywood, hizo que éste recuperara su antiguo esplendor, para acabar cansado de ese sistema y abrazar una visión más europea del espectáculo; y sus dos últimos trabajos dejan esto muy a las claras.
¿Una obra maestra contemporánea? Por supuesto.
Saludos eternos.

martes, 10 de febrero de 2009

El asesino de mitos

En Estados Unidos, el cine ha conocido diversos totems, vacas sagradas que en su momento obtuvieron el beneplácito de crítica y público; eran quienes convertían en oro todo cuanto tocaban. Francis Ford Coppola estaba entre ellos cuando los grandes estudios empezaron a derrumbarse y la financiación, resentida, buscaba guiones sólidos y directores solventes.
De Coppola recordamos, sobre todo, su fatalista visión acerca de algunos temas que parecían tabú en la sociedad americana. Legó un impresionante fresco sobre las mafias y sus tentáculos en sus "padrinos"; le pintó la cara a los defensores de la matanza en Vietnam con APOCALYPSE NOW; para acabar derrumbándose él mismo en ONE FROM THE HEART, o cómo la industria siempre termina por devolvértela.
Coppola se refugió desde entonces en sus actores como vehículo para dar a entender sus fantasías personales. Así, llegamos a un último e inédito trabajo, YOUTH WITHOUT YOUTH, que representa la última frontera del egomaníaco buscando una redención que le había sido negada. Quién lo diría hace veinticinco años, Coppola sin distribuidora en nuestro país...
Pero nada es casual. Existen dos o tres películas "menores" en su filmografía que revelan muchas de las claves de una trayectoria llena de altibajos. Tenemos tiempo para hablar de todas, pero mi favorita, seguramente, es PEGGY SUE GOT MARRIED; una delirante ensoñación sobre la imposibilidad de parar el reloj y las trampas derivadas de intentarlo. Coppola lo embadurna todo del aire dulzón de los años cincuenta (los americanos, claro) y juega al despiste al presentar unos personajes rayanos en la parodia. Sí, podría ser un film más dentro de esa turbiedad pseudo-fantástica que ayuda a aligerar lo mediocre para hacerlo comercial, pero me gustaría llamar la atención sobre el tramo final de esta película, que la torna extrañamente ambigua y que la eleva por encima de propuestas aparentemente de mayor calidad, como la reciente THE CURIOUS CASE OF BENJAMIN BUTTON. En dicho final, todo lo que habíamos visto anteriormente como cine agradable y curioso, es, en sí, una terrorífica reflexión sobre cómo influye el paso del tiempo en las personas que no lo perciben, que lo justifican todo en base a hacer de sí mismos una parodia andante. Es por ello que recomiendo una segunda oportunidad a este film semiolvidado, con mucha más carga de profundidad de lo que podríamos imaginar actualmente.
Saludos retro.

martes, 27 de mayo de 2008

El ruido y la furia

En un momento inabordable de APOCALYPSE NOW, Coppola decide canalizar su megalomaníaco presupuesto de una forma sorprendente. De todas las imágenes fílmicas que han entrado alguna vez en simbiosis con el arte pictórico, el sobrecogedor bombardeo de la selva con napalm quizá sea la más significativa. No se puede describir con palabras lo que uno siente al asistir a ese espectáculo de destrucción sin paliativos. Horror, estupefacción, vergüenza...
Es sólo una de las increíbles boutades que el director más osado de su generación imaginó como gran manifiesto antibelicista sin antibelicistas de por medio, buscando las entrañas de la bestia e incorporando, de forma magistral, la guerra como espectáculo, nada que no hayamos visto recientemente en la CNN, pero que en 1979 causó un impacto que aún perdura.
Coppola partió de una historia de Joseph Conrad, cambiando la ubicación (África por Vietnam) y respetando acertadamente la figura de antihéroe encarnado por Martin Sheen en el papel de su vida.
La acción está trufada de momentos irrepetibles, como el nihilista monólogo de Robert Duvall mientras los soldados hacen surf en pleno bombardeo o el corrosivo espectáculo playboy para las tropas, con guiño incluido a Mr. Nixon.
Seguidamente, tras ubicar al espectador en la sinrazón de la guerra, Coppola no sólo no da un respiro, sino que utiliza el grueso de la novela original, la travesía en barco, y filma al ufano soldado americano entrando en contacto con el horror (leit motiv base de la película), experimentando el miedo a la amenaza invisible (sólo superado por Ford en THE LOST PATROL) y sucumbiendo finalmente, tal y como lo haría su propio país en tan vergonzoso conflicto.
De ahí al final caben todas las interpretaciones. Unos dirán que Brando sobreactuado, otros dirán que genial. Unos que demasiados ácidos en el rodaje, otros que poética visual. Unos que el final desmerece, otros (entre los que me incluyo) dicen que ni delgadas líneas ni metales chaqueteros han logrado alcanzar, en todo su pretencioso metraje, ese momento suspendido en el tiempo en el que el coronel Kurtz se remoja, pausadamente y entre sombras, el cráneo rasurado.
Y es que hay imágenes, lo decíamos al principio, que eclipsan a mil palabras.
Saludos ahora.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!