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lunes, 28 de septiembre de 2009

Bajo par

La cosa es curiosa, y es que me he dado cuenta de que, al final, hablaré más de Kim Ki-duk que de Scorsese, por poner un ejemplo que hable por sí solo.
Hombre, le he dado caña para parar un barco y he de decir que el grueso de su producción la vi comprimida hace ya algunos años, tantos como los que ya no le dedico prácticamente atención alguna.
Del director coreano están las raras, las muy raras y las extremadamente raras; y de esta última categoría creo que me arriesgo a incluir HIERRO 3 (Bin-jip). Y si me sale la reseña de un tirón pienso irme luego a celebrarlo.
Lo del argumento es simple, lo complicado debe ser interpretarlo adecuadamente, claro. Pues resulta que un chaval nos es descrito como un indigente, pero nunca vi ninguno tan aseadito, tan guapetón y con una moto tan chula; pero ya se sabe que el concepto indigente para un coreano es equivalente al de JASP aquí. Este indigente posmoderno se dedica a entrar en las casas de los demás para vivir en ellas mientras están desocupadas; como lo hace de buen rollo, si se encuentra un enchufe chungo pues lo arregla, como es la costumbre de los que entran sin permiso en tu casa. El problema viene cuando entra en un sitio y se enamora de la dueña, o algo así. El marido es malo que te cagas y le pega, pero nuestro Superhomeless guarda un arma secreta: un palo de golf ¿?, así que venga pelotazos en la cocorota del maltratador entre polvete y polvete. Luego se van en la moto chula y se ponen a ver escaparates y a huir de la policía, porque la policía siempre persigue a las parejas en moto. Luego... luego hay música de un tal Silvano, y unas postalitas muy guapas de más escaparates reflejando el maravilloso neón coreano; y catorce líneas de diálogo, entre las que se incluye el enigmático ladrido de un perro y un telediario en un escaparate (claro). Pero Kim Ki-duk es el adalid de la antiglobalización, así que si no habéis entendido nada es porque vuestras entendederas no dan para más, lo siento. El jurado del festival de Venecia le dio a este tipo crédito suficiente para otros diez años, y me temo que no piensa desaprovecharlos.
Saludos en el hoyo dieciocho.

domingo, 21 de septiembre de 2008

En los recuadros de la soledad

Empecemos por el principio: A estas alturas, definitivamente, el señor Kim Ki-Duk me parece insoportable y arrogante; sus películas vacuas y falsas más que un billete de treinta euros. Pero la que voy a comentar me gusta, así que atención.
BOM YEOREUM GAEUL GYEOUL GEURIGO BOM, 봄여름가을겨울그리고봄 o mejor PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERNO... Y PRIMAVERA es todo lo que el señor Kim Ki-Duk tiene dentro; un discurso aparntemente trascendente, visualmente preciosista, filosóficamente evocador, de "gran calado", como suele decirse. Es una esponja mojada que va quedándose seca a medida que su autor debe internarse por los vericuetos de la narrativa. Y es que explicar, contar, narrar, nunca ha sido el fuerte del surcoreano, que se mueve más cómodamente por el nonsense espiritualista (casi animista, diría), jugando casi siempre a invitar al espectador a su taller particular, donde las cosas no son o que parecen o, por lo menos, así se quiere hacer creer.
En la que nos ocupa (que es la primera suya que vi y prefiero evitar escribir dos veces el título) el tema de la redención es capital. No serían, por tanto, tan importantes los personajes individuales como la "idea" de la idea. Como en un espectacular libro de autoayuda, el director nos inyecta a lo bestia cuál es su idea del mundo actual y la contraposición a ese ideal bucólico y apartado, que encuentra su máxima expresión en la imagen de la islita donde mora el monje; lugar-icono al que el descarriado protagonista debe encontrar la entrada y cuyo difícil y deseado acceso simboliza todo lo que la sociedad del bienestar ha ido arrebatando al hombre moderno: el esfuerzo para lograr incluso las metas más pequeñas. Lo que salva a la cinta de caer en la autoparodia es el ya típico uso de la crueldad y la pasión de un autor que, festivaleos aparte, no me merece ningún respeto porque se pavonea como si hubiese inventado alguna regla dorada en un arte al que ya sólo le queda el recurso de la intimidad y la humildad (curioso anti-silogismo) como última frontera hacia el redescubrimiento de sus infinitas posibilidades.
Aquí se quedó este tipo; luego, el ser uno de los directores actuales más prolíficos no ha hecho más que ensanchar el globo y dejar al descubierto los espacios vacíos, que en su caso son muchos.
Saludos desde el cambio de estación.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!