Todo en BLONDE es ensoñación, no un sueño, sino la transmisión de la sensación de estar soñando. Es el principal hándicap, pero también su único valor real. Más que un personaje, lo que Andrew Dominik construye es un traje, una funda pretérita, que funciona magníficamente en las escenas oníricas, pero no son creíbles al bajar a tierra y pretender narrar de manera convencional. La suerte es que toda la estructura parece obedecer a este duermevela, alucinado y etílico, que nos habla de la fragilidad de una mujer traumatizada por una infancia junto a una madre desequilibrada y un padre desconocido. Sin solución de continuidad, saltamos a los inicios de Marilyn Monroe, una vez ha dejado atrás a Norma Jean. Sus escarceos en un triángulo amoroso, el encasillamiento como "rubia tonta", el deseo de ser madre, la sensación de no dejar de ser nunca una niña pequeña, sus dos matrimonios, sus tres abortos, su incapacidad para encajar siendo ella misma, quizá porque nadie era como ella. Es encomiable el trabajo de Ana de Armas, concediendo parte a la iconografía de uno de los iconos más importantes del siglo XX, pero dotándolo de una entidad interesante a la hora de corporeizar sus miedos e inseguridades. Es un poco larga, un poco repetitiva, y sórdida (atención a la escena con el presidente Kennedy), pero también ayuda en cierta manera a no frivolizar sobre la trituradora de carne hollywoodense, las muchas sombras que se necesitaban para mantener las luces brillantes encendidas. Toda la parte final pertenece al género de terror, y es inevitable no pensar en Lynch, y más concretamente en INLAND EMPIRE, que creo que es la gran inspiración de este film oscuro e incómodo, no tan magistral como podría haber sido, pero desde luego un reto bastante bien resuelto.
Saludos.