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martes, 19 de septiembre de 2023

De cuello vuelto


 

El cine de Darren Aronofsky, era cuestión de tiempo, sufre el peligro de darse la vuelta completamente. Ombliguismo, lo llamarán algunos, pero creo que es otra cosa, una especie de síndrome sufrido por los cineastas que no logran ir más allá de sus convicciones, que en este caso son muchas, las obtenidas, sobre todo, tras su colección de estampas epatantes, pero que no dejan de ser fulgores con infructuosa vocación de gran relato. Hay una cosa peor que el teatro flmado: el guion filmado. THE WHALE, más que una película, y parafraseando a su omnipresente protagonista, es un ensayo sobre las posibilidades del espacio único; para que no se escape el aroma a artilugio ingenioso, o para esperar que la intensidad entre cuatro paredes devenga en epifanía experiencial. Es mucho más sencillo que eso, y se fundamenta en trabajo de demolición de Brendan Fraser, que parece un exorcismo con patas, un muñeco vapuleado inserto en el corpachón que Aronofsky nos restriega en cada plano, regodeándose en la miseria de un tipo que se deja morir por una depresión desembocante en obesidad mórbida. Sólo existe una manera de no sucumbir ante esta pornografía, y es aceptando su circunstancia con modestia, como se paladeaban aquellos Estudio1 de antaño. El problema es que hay demasiada pedantería en su muestrario de baptisterio tiktokero, y en esa cursilería desaparecen gran parte de los esfuerzos de Fraser, muy esforzado, pero para nada genuino.
Les gustará si pecan con pizzas industriales...
Saludos.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Rincón del freak #322: ¡Qué difícil es ser espectador!



Desde Julio Médem, ese señor que compone sus películas como ripios, creo que no veía algo tan vergonzoso como MOTHER!... ¿Y qué hacemos? ¿acabamos aquí ya la reseña? Porque el caso es que los patinazos más graves, y este lo es, y siempre he respetado a Aronofsky pese a sus insoportables e innecesarios excesos, provienen de la creencia de que uno es mejor de lo que es, lo que inevitablemente extiende la falsa creencia de que es el espectador el que no entiende lo que ve en pantalla por mera incapacidad intelectual. MOTHER!, se lo digo ya a ustedes si se quieren evitar dos horas de tortura, no es un film literal, sino que ocurre en un lugar que no es el ofrecido en imágenes; bien podría ser la mente de un escritor o un director de cine, o quizá se trate de una alegoría más allá del tiempo y el espacio... ejem... Lo que yo intuyo es que Aronofsky se inviste de la maestría compositiva de Kafka, le copia la intención de convertir el mundo de las ideas en mundo físico, de equiparar estados anímicos a personajes o interpretar las personalidades como simples avatares virtuales. El error mayúsculo de Aronofsky es que en ningún momento consigue camuflar la obviedad, y lo que debería ser un descubrimiento del espectador es burdamente subrayado con unas líneas de guion escritas a toda prisa y un montaje infame. Y termino porque no encuentro un solo argumento positivo y ya parecería ensañamiento, pero puede que este señor haya logrado un hito, una proeza, que actores solventes, e incluso monstruos de la pantalla, como Ed Harris, estén permanentemente bordeando el ridículo. Eso, ni Médem, se lo digo yo a ustedes...
Saludos.

martes, 5 de agosto de 2014

Los dioses podrían estar locos



Con NOAH, recreación absolutamente libérrima del mito bíblico, Darren Aronofsky ha perdido dos oportunidades únicas, y que veremos si no le han pasado una factura irreparable en un futuro. Por un lado, habría podido crear una controversia sin parangón conocido, porque no es ésta una película exactamente al modo ateo (olvídense de Buñuel o Bergman... por dios...), sino una ingenua xenoencarnación transliteral de lo que los curillas nos infundían en aquellas aulas del demonio. Aronofsky se encarna en "el tipo que ha leído la Biblia como si leyera Los Siete Pilares de la Tierra" y comete una torpeza que no entiendo en un creador al que yo solía tener algún respeto. No nos equivoquemos, esto no es un insulto a la Iglesia Católica, sino un favor que se le hace al identificar, para las nuevas generaciones, Biblia y entretenimiento hollywoodense. Y lo he dicho un montón de veces: sufrimos una avalancha de referencias apostólico-apocalípticas desde Hollywood, y no puede acabar bien. NOAH es, eso sí, al menos, decente al no esconder su fuente ni revestirla de engañosos ropajes. Es un film de aventuras, muy al estilo de Ridley Scott, con ritmo, con algunos efectos especiales y/o digitales de envergadura y un puñado de actores con esfuerzo y dedicación por hacer digestivas dos horas y media de chaparrones, gigantes de piedra (...¿?...), serpientes de Pocoyó, ceniza islandesa y primeros planos de Russell Crowe, primero con melena y luego sin ella. Hay momentos de gran fuerza expresiva, mucho barullo cuando empieza a llover y un poco más de dramaturgia cuando se va acercando el final; y uno, ineludiblemente, tiene que pensar por qué los creyentes se ofenden por tan poca cosa...
Saludos.

lunes, 21 de marzo de 2011

Presión ocular



La presión ocular es de tanta importancia como la sanguinea, aunque pocas veces se regula y controla; una presión ocular elevada puede ocasionar mareos, pérdidas de visión, derrames y cosas aún peores si se complica, por ejemplo, con una diabetes. Este sermón pseudocientífico viene al pelo para hablar de un film que he vuelto a ver hace nada para ver cómo había envejecido once años después; y lo cierto es que no podría decir si bien o mal, pues REQUIEM FOR A DREAM mantiene todo su elemento sorpresa intacto, aunque uno se hace mayor y pilla los renuncios casi al vuelo. Con esto sólo quiero dejar claro que el segundo film de Darren Aronofsky es uno de los títulos más significativos de esta década pasada y, sin duda, su mejor película. REQUIEM FOR A DREAM no cuenta nada que no haya estado antes en una pantalla; jóvenes yonquis con poco seso que quieren hacer dinero fácil, cero esfuerzo, malos hábitos, la inevitable caída al pozo... Les suena, claro; lo que pasa es que la novela de Hubert Selby Jr. hablaba fundamentalmente de la ambigüedad de las adicciones, de cómo éstas están presentes en casi todos los aspectos del modo de vida occidental; hay personajes manipulados, acorralados, vapuleados. Desde los dos colegas que cortan y venden droga (Jared Leto y Marlon Wayans), y la adicta a la cocaína (una estupenda Jennifer Connelly) con sueños de convertirse en diseñadora, hasta la inofensiva ama de casa sexagenaria (Ellen Burstyn en plan terrorífico) que se hace adicta a las anfetaminas para dejar de comer, adelgazar y así poder ir a su programa favorito de la tele. La historia está bien hilvanada, con pocos excesos y mucha chicha, pero lo que realmente dota de entidad propia a un film que de otra forma no pasaría de lo habitual, es el muy notable trabajo de sonido del film, aspecto éste que le da su inquietante morfología de pesadilla imbricada en la realidad. Aparte de la exquisita música de Clint Mansell, apoyada por el espectacular Kronos Quartet y curiosamente ni nominada aquel año en los oscar, algo que sí tendría Burstyn, aunque el premio se lo llevó Julia Roberts por... ¡¡¡ ERIN BROCKOVICH!!!... (dios). Aspectos todos estos que hablan a las claras del estatus de film sumamente arriesgado de este terrorífico descenso a los infiernos, más mesurado hoy que hace once años, aunque presionando todavía fuertemente nuestras retinas y recordándonos que sigue siendo posible otro cine en Hollywood.
Saludos oculares.

jueves, 17 de marzo de 2011

El último baile



Después de ver BLACK SWAN, la sensación que con más insistencia me ha perdurado ha sido la de que, con este material, Darren Aronofsky podía haber hecho una obra maestra; su impericia y, sobre todo, falta de arrojo lastran penosamente una historia que necesitaba menos efectos visuales y más penetración psicológica ¿No está todo en la perturbada mente de Nina? La ambigua y desmoronada interpretación de Natalie Portman (otro oscar bastante merecido) es el único puntal de garantías de un film que promete mucho más de lo que ofrece, que no digo que sea engañar al espectador, pero sí exasperarlo. Aronofsky muestra demasiado pronto sus cartas, prácticamente desde la secuencia inicial, y debe ser muy lelo para creer que nos vamos a tragar algún tipo de desambiguación que pudiese derivar hacia el Fantástico; eso no son más que los trucos visuales de casi siempre, el peaje a pagar por una distribución de primer orden mundial. Pero luego está la historia, y si atendemos un poco (por difícil que resulte con tantas idas y venidas), BLACK SWAN gana en cuanto se centra en su naturaleza alegórica, donde el ballet de Tchaikovski se funde con el grave desequilibrio mental/emocional que sufre su protagonista, víctima de una manía persecutoria extrema que la llevará a crearse su propio mundo de amenazas y conspiraciones. La madre (una estupenda Barbara Hershey), posesiva, acaparadora y frustrada bailarina en su juventud, no queda bien remarcada como elemento fundamental, y se nota. Vincent Cassel está correcto como el magnético director de la compañía, mientras que Mila Kunis apenas tiene peso en otro papel fundamental que se diluye por culpa de una pésima actriz.
Una lástima, porque, si bien BLACK SWAN es un entretenimiento sólido y de loable honestidad, me parece que se tendría que haber mirado menos al ombligo y, no sé, a lo mejor retirando un poco la cámara del rostro de Portman, no para dar un respiro, no hace falta, sólo para echar un vistazo alrededor y encontrar las muchas cosas interesantes que sólo los genios encuentran donde a nadie se le ocurre mirar.
Saludos en demi-pli.

viernes, 13 de marzo de 2009

Masoquismo o expiación

Sigamos reordenando el absurdo puzzle de los oscar'09, aunque sigo viendo a gente felicitarse por los resultados y hasta por la incomprensible ganadora, que ya le tocará, ya...
THE WRESTLER ni siquiera aparecía como nominada a mejor película, y Mickey Rourke asistía impávido a la recogida de la estatuilla de Sean Penn por volver a hacer de sí mismo; y si no se lo han dado por esta barbaridad, entonces no va a ganar en la vida.
Al lío. Hay mucho que desgranar en THE WRESTLER, por ejemplo su ingenuidad para retratar a un perdedor que no se siente como tal. O su poderoso empaque visual, con el que Darren Aronofsky se desembaraza del empacho digital que era ese olvidable bodrio, THE FOUNTAIN. Así, el film se debate continuamente entre lo sublime y lo sonrojante, pero es posible (seguro) que Aronofsky esté sólo al principio de su prometedora carrera. Lo mejor es ese personaje que llena la pantalla en todos los sentidos, abotargado por los esteroides, arrugado por el tiempo, pero también con un alma infantil y cándida, incapaz de dañar a propósito. He leído una reseña genial en Cahiers que compara a Randy "the ram" con Bukowski, al que encarnó el propio Rourke en BARFLY, pero me gustaría hacer hincapié en esas tomas que Aronofsky toma prestadas de van Sant en ELEPHANT, equiparando al luchador cansado con una especie de montaña humana que sólo vemos de espaldas, un borrón que desasosiega al espectador por su ambigüedad. THE WRESTLER juega a pulir RAGING BULL, lo que es imposible, o a intensificar el apabullante discurso fordiano de MILLION DOLLAR BABY, que es poco menos que descabellado; en vez de ello, esta notable cinta gana enteros cuando prescinde de contar una compleja historia de derrota y redención (no es la mejor virtud de Aronofsky) y se centra en el extraordinario trabajo del renacido Rourke, el ejemplo perfecto de que sólo se aprende de los errores. Ahí sí que podríamos hablar de una caracterización a la altura de Robert deNiro o Hillary Swank, por lo que, aparte de ser un magnífico entretenimiento, THE WRESTLER marcará (seguro) un punto y aparte en la forma de filmar un ring.
Otro pifiazo de la academia, por tanto.
Saludos inasequibles al desaliento.

martes, 20 de enero de 2009

El gran problema del cine actual

Primero, una aclaración: la imagen que este texto ilustra no es un standard de la net ni está sacado de uno de esos folletos que de vez en cuando nos entregan por la calle unos chavales esqueléticos, rubicundos y embutidos en blanquinegro uniforme... No. Se trata de un ¿fotograma? de THE FOUNTAIN, la ¿película? que, a falta de ver THE WRESTLER, cierra la ¿filmografía? de este ¿director?...
En PI ya se intuía; en REQUIEM FOR A DREAM el tipo toca "su" cima... pero no se da por vencido, sino que pretende hacer pasar por cine lo que no es más que postproducción digitalizada. Y voy a contestar brevemente a todos esos "fascinados" porque han visto a Hugh Jackman y Rachel Weisz interpretando las fantasías de Jorge Bucay bajo la tutela de Paulo Coelho... Brrrrrrr!; escalofríos me dan...
Si Darren Aronofsky ha encontrado el zen poético y trascendental a través del séptimo arte... entonces ¿por qué emplea la elipsis como recurso narrativo? O ¿qué sentido tiene la cámara lenta si no es para enfatizar el supuesto dramatismo de una escena? Supongo que un iluminado no necesita de esos vulgares trucos, pues todo en él es verdad. No, me niego a considerar esto como una buena película porque me he sentido estafado; además, para calentar más la cosa, la distribuidora en DVD tiene los santos cojones de incluir un reportaje acerca del primer y fallido intento de Aronofsky por filmar en Australia con un presupuesto que hubiese hecho palidecer al mismísimo Cimino... Los productores deben estar flipando por la ruina que han evitado a tiempo, para lo que sólo les ha hecho falta contratar a unos cuantos de programadores, que sale más barato.
Por favor, tened en cuenta a los narradores que una vez sí contaron para el cine... también tienen derecho a vivir de su trabajo.
Saludos pretenciosos.

jueves, 23 de octubre de 2008

Todo es nada

Darren Aronofsky, el enésimo enfant terrible de la industria americana, debutó hace diez años con una película, cuanto menos, curiosa. Primero porque huía de la estética de videoclip, a la que suelen agarrarse todos los debutantes; porque la trama era pretendidamente ingeniosa y hasta desquiciante (trascendente, dirán algunos); por el B/N. En fin, todas las papeletas para que Aronofsky, como ha podido comprobarse posteriormente, pudiese hacer uso y abuso de respetables montantes, con dispares resultados (una obra maestra: REQUIEM FOR A DREAM y una basura sonrojante: THE FOUNTAIN). Sabiendo como sabemos que Aronofsky nos prepara para dentro de dos años otra recreación de ROBOCOP, sólo nos queda rezar para que se estrene THE WRESTLER, que se llevó el León de Oro en Venecia y pinta muy muy bien.
Y bien, PI, o fe en el caos, o vaya usted a saber, el caso es que Aronofsky es incapaz de hablar sobre pequeños temas, pareciera querer abarcarlo todo con sus películas, aprehender un absoluto. Terrenos pantanosos...
La historia, que va a toda leche, casi no deja ugar a que el espectador reflexione sobre lo que está viendo. Se muestran cosas con aspecto de muy importantes pero apenas se explica nada, así que lo único que le queda al espectador es dejarse llevar por el magnetismo de la cinta, el poder visual de sus imágenes y dejarse de "pues yo creo que... tal y tal", que no le llevarán a ninguna parte. Una vez más, alguien ha dado con la clave de todo ¿?, esta vez en forma de complicadas operaciones matemáticas, mediante las que el protagonista dice haber dado con el patrón que ordenaría el caos bursátil... hmmm, no vendría mal ahora mismito ¿verdad? Total, que como eso, por sí solo, es bastante aburrido, hay persecuciones por parte de grupos fundamentalistas, por ahí aparece la cábala, el gobierno... un batiburrillo del que Aronofsky sale a duras penas. La típica cinta pretenciosa del novato que quiere crecer de golpe porque cree haber dado con la película perfecta, etc... vamos, lo mismo pero al revés.
Como tampoco se puede decir que sea un prodigio de entretenimiento, precisamente por ese aire de pretenciosidad, se ve, sí, con curiosidad, pero no habría pasado de eso si su autor luego no hubiese enderezado el camino con otra que comentaré más adelante.
Hasta entonces, saludos con decimales.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!