sábado, 30 de noviembre de 2013

Progresa adecuadamente... aunque necesita mejorar



EXAM es una de esas producciones que han proliferado desde mediados de los años noventa, películas de presupuesto ajustado, caras desconocidas, un inquietante enigma como premisa fundamental y la esperanza de que un guion ingenioso sea capaz de suplir carencias de otra índole. En este caso la acción se desarrolla íntegramente en una especie de habitación-búnker y cuenta la última prueba para ocho aspirantes a un trabajo que, sin que se nos explique exactamente cuál es, debe ser la pera limonera por lo complicado que es acceder al mismo. Los ocho candidatos están sentados cada uno en una silla y delante de ellos hay una mesa con un papel en blanco y un bolígrafo; lo que se les pide es muy sencillo y al mismo tiempo muy complicado: responder una pregunta en 80 minutos sin estropear el papel. El problema es que no saben la pregunta; el problema es que escribir en el papel ya es considerado estropearlo; además, cualquier desacato supone la expulsión inmediata por un guardia de seguridad... digamos que expeditivo. De acuerdo, sabemos a qué atenernos; hemos visto CUBE, EL MÉTODO, LA HABITACIÓN DE FERMAT... e incluso el desviacionismo de la saga SAW, y eso por poner algunos ejemplos, y antes de todo eso hemos visto al maestro Hitchcock hacernos mirar a donde no era y hemos leído a Agatha Christie. Nos sabemos las claves, así que quien pretenda sorprendernos tiene la obligación de ir un paso más allá. Y no es el caso. EXAM tiene un buen punto de partida y algún momento francamente inquietante, pero sus arquetipos no logran actuar como bálsamo diletante, como en la extraordinaria THE CABIN IN THE WOODS, sino que se quedan en eso: arquetipos que recuerdan demasiado a quienes lo hicieron ya antes. Además, ir más allá no tiene nada que ver con seguir al pie de la letra la muy encorsetada excusa argumental, porque ello puede llevar a alguna situación involuntariamente cómica, como la actitud inexplicablemente robótica del guardia, que no se inmuta ni aunque le cojan el arma... ¿? Curiosa para un Sábado por la tarde, por ejemplo éste...
Saludos.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Donde nos lleva el corazón



La información no puede ser más elocuente: Joe Wright se apoya en los clásicos para "revertirlos", su ambición mantiene siempre un ancla, al ser adaptación y no versión. De momento no le conozco una gran película a Joe Wright... tampoco una bazofia. Por su parte, la novela de Tolstói admite cuantas variaciones se le quieran añadir, está demasiado bien escrita como para poder ser adaptada por un necio; sin embargo, está por llegar (si no contamos con los apócrifos) esa "Karenina" perfectamente integrada en el tiempo que ha de hospedarla. No lo digo tanto en lo técnico (porque de sus muchas adaptaciones quizá sea ésta la más osada) como en lo semántico, y para ello habría que desnudar demasiados artificios, a la manera de Bergman, pero me temo que Bergman tiene poco o nada que ver con el genio ruso. Es esta ANNA KARENINA menos... ¿flamboyant?... ¿psicológica?... Puede que más visceral en tanto que la cámara, aun registrando una miríada de detalles, es incapaz de despegarse de una Keira Knightley que necesita desesperadamente un desencasillamiento. Todo lo que "arropa" a estos personajes frustrados y frustrantes es delicioso y fascinante, incluso lo ornamental no oprime al ágil guion de Tom Stoppard, y aunque sepamos la historia ésta no nos resulta fatigosa. Incluso, he de reconocerlo, ANNA KARENINA contiene algunos momentos de belleza casi irreal, como la escena de la pista de patinaje, y los trenes y las estaciones son una auténtica maravilla. No, el pequeño gran problema que le encuentro es que una vez dispersado el encanto, esta "enorme miniatura" pasará a un olvido progresivo porque su director, como buena eterna promesa, y a diferencia de su protagonista, no quiso traspasar los umbrales del corazón, porque sabe que esa es una apuesta a todo o nada, y eso tampoco se estila  hoy día.
Saludos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

La marca de agua



Ser ayudante de Tarkovski con sólo 33 años debe marcar, no lo dudo; otra cosa es que el cine de Konstantin Lopushansky haya logrado, por sí solo, una meta imposible: no ya rendir justo legado al gran maestro, sino encontrar un camino que le sea propio y lo convierta asimismo en una obra reconocible. Lopushansky estuvo junto a Tarkovski en STALKER, film de gran peligro para quien sólo consiga quedarse en su superficie de grandeza estética y sea incapaz de ahondar mínimamente en su mensaje rizomático, más complejo en cuanto se sacude su calma estructural. Lo más cerca que Lopushansky ha estado de Tarkovski (cerca, como fraternidad semiótica antes que visual) fue en su debut de 1986, PISMA MYORTVOGO CHELOVEKA (CARTAS DE UN HOMBRE MUERTO), extrañísimo film que casi es capaz de amortizar los muchos tiempos muertos del apocalipsis según Tarkovski en beneficio propio. Otra cosa es, treinta años después (2006), lo expuesto en GADKIE LEBEDI (LOS CISNES FEOS), espesísima adaptación de la estupenda novela de los hermanos Strugatsky, que empieza como un film (bueno) de Lars von Trier, sigue como David Lynch (con cortinas y enanos) y al final del todo, cuando estamos a punto de que nos tomen el pelo, empiezaa retorcerse las cañerías bajo una lluvia interminable... Sí, Tarkovski sólo muy rozado. Aun teniendo un buen fondo, una historia interesante (unos seres mutantes están creando una superraza de niños para instaurar la paz en un planeta devastado por las guerras) y unas interpretaciones convincentes, hay algo que no termino de creerme, una especie de ruidillo sordo en algún lugar muy alejado de mi cinefilia y que me lleva a no entregarme por completo, quizá por miedo o por respeto excesivo. Puede que tenga su cuota de admiradores, pero no saber qué bando integra, esa terrible indecisión, deja a esta obra (la última hasta el momento) como una curiosidad para muy iniciados.
Saludos.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

No miren al mayordomo



Poco antes de abandonar su Inglaterra natal, a Alfred Hitchcock aún le dio tiempo a filmar algunas de sus mejores obras de este periodo, o al menos las que ya mostraban a un director capaz de combinar la intriga criminal con su personalísimo sentido del humor. Posiblemente sea YOUNG AND INNOCENT, de 1937, una de las más divertidas y/o desprejuiciadas, con una figura femenina (la celebérrima Nova Pilbeam) haciendo de joven intrépida que tendrá que debatirse entre lo que dicta la evidencia y lo que siente en su corazón. El asunto es turbio y con múltiples puntos oscuros: una mujer aparece muerta en la playa y un joven la encuentra, pero dos testigos aseguran que se trata del asesino al confundir su búsqueda de ayuda con una precipitada huida. El joven será detenido y acusado, pero los laxos procedimientos de la policía local propiciarán su huida, con el propósito de investigar y llegar a descubrir quién es en realidad el asesino. Con la única ayuda de la susodicha, que a más inri resulta ser hija del jefe de policía, llegarán a un sorprendente desenlace mientras los sentimientos terminarán por aflorar entre ambos dos. Rodada en Pinewood, el ambiente costero está bien recreado y los actores denotan elegancia y gran profesionalidad, destacando la pareja formada por Pilbeam y un joven Derrick de Marney. Además, como no podía ser de otra manera, el McGuffin sobrevuela esta historia de falsos acusados en forma de "guiño" al espectador, y nunca mejor dicho que en esta ocasión. Una estupenda película para quien desee adentrarse en la segunda etapa de la primera etapa de Hitchcock... no sé si ha quedado claro...
Saludos.

martes, 26 de noviembre de 2013

Robert Siodmak: Tiempo y esfuerzo #8



La tercera película rodada por Robert Siodmak en 1944, CHRISTMAS HOLIDAY, obtenía desigual fortuna de un reto doblemente mayúsculo. Primero por adaptar un complicado texto de Somerset Maugham, basada su estructura en un interminable flashback con unas conexiones no demasiado explícitas con el tiempo presente, quizá buscando una especie de fantasmagoría que la distancia completamente de cualquier film negro al uso. Ahora bien, aun entendiendo que la Universal (y sobre todo por aquella época) aprovechaba el tirón de sus estrellas para dar esplendor justo donde un nombre anónimo quedaría como una incógnita, lo cierto es que se hace "complicado" digerir un cartel que presente en primera línea a un joven Gene Kelly haciendo de un malvado que no lo es, porque se trata de un pobre niño rico atrapado por sus adicciones y, a su lado, la cándida y dulce (y soñolienta, y apamplada...) Deanna Durbin, con la difícil misión de convencernos que primero fue paletita de Vermont y luego una semivampiresa conminada a cantar en tugurios de dudosa reputación tras el paso carcelario de su díscolo marido. Kelly no baila, y Durbin apenas canta un par de sus éxitos (suponemos que para justificar), y todo es muy raro; además, la historia en sí no es más que una noche de cafeses y confesiones entre la joven desencantada y un joven oficial al que su novia ha dejado plantado porque sí... ¡Y todo en unas Navidades pasadas por agua! OK, no es una película magistral, pero el que salía fortalecido era el propio Siodmak, capaz  no sólo de remontar el vuelo, sino incluso de filmar algunas secuencias francamente emocionantes, como los arrobados encuentros de los dos enamorados a un concierto de Beethoven o la caída emocional de la joven en plena misa del gallo, ante la atónita mirada de un debutante Dean Harens, que repetiría ese mismo año con Siodmak y del que muy poco se supo después.
Saludos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El intocable y los sentenciados a muerte



V TUMANE, EN LA NIEBLA; el título no puede ser más acertado y revelador. La segunda ficción del prestigioso documentalista Sergei Loznitsa, tras la aterradora y desconcertante MY JOY, nos retrotrae, más que a un lugar (los bosques de la frontera bielorrusa) o un tiempo (la ocupación nazi de 1942), a un estado de ánimo, más pesadumbre que miseria. Un desánimo y un miedo latente que siempre quedan velados por la insistente niebla del título, no sólo física, sino niebla (a)moral que divide a los hombres en alimañas y los supervivientes de las mismas. Un hombre es buscado por otros dos, aparentemente no son enemigos, incluso podemos deducir que se conocen desde hace tiempo; charlan, aunque el único que habla es el que buscaba y al final ha encontrado al otro, que calla y mira a su mujer con seriedad. Sabe lo que le espera. Finalmente, salen y fuera les espera otro hombre, se internan en el bosque, en la niebla.
Ésta es la magistral apertura de V TUMANE, una apertura de pocas palabras y poderosas imágenes que dará paso a una narración que no sólo muestra el contenido, sino que lo dota de una significación que, insisto, erraríamos al circunscribirlo únicamente en el contexto histórico del que se ocupa la extraordinaria novela de Vasiliy Bykov. Lo decíamos respecto de MY JOY, Loznitsa da cuenta del estado anímico de un país (Rusia) en un estado de decadencia constante y que de tan asumida no puede sino atisbarse vigilando muy atentamente. Aquí, los nazis también son una amenaza, pero no menos que el rencor y la deshumanización de un pueblo vendido al mejor postor.
Loznitsa tenía absolutamente imposible alzarse con la Palma de Oro de hace dos años, donde Haneke se encargó de despejar cualquier duda, pero fue uno de los títulos más interesantes del certamen; el FIPRESCI, junto a dos naderías como AQUÍ Y ALLÁ y BEASTS OF SOUTHERN WILD, lo dicen todo.
Saludos.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Rincón del freak #132: Cinematográfica Guadalupe Emperatriz presenta...



Ahora entiendo de dónde sale la estética e idiosincrasia "chanante"... ustedes me entienden. Al principio les pensaba originales, pero su querencia por el recorte pleistocénico me hizo sospechar que quizá, a lo mejor, había por ahí escondido un patrón. Lo interesante, luego, es conjeturar, una vez visto el despropósito, si éste era consciente de su naturaleza, porque de no serlo entonces estaríamos frente a lo que un visionario como Tarantino llamaría "belleza desestilizada"... Y ahora en serio. Esto es una barbaridad perpetrada por un inefable de la caspa mexicana de todos los tiempos (el inicio de sus andaduras hay que buscarlo en la década de los cincuenta), Rafael Portillo, famoso, entre otras cosas, por ser el responsable de la saga de la Momia Azteca... Y seré todo lo breve que pueda. Resulta que hay un inicio como de video casero y entonces deduzco que nos encontramos en los años ochenta; aparte, el gospeliano título, NARCO SATÁNICO, me conmina a pensar en aquellos momentos de anarquía traficante y mano blandurria. De cualquier manera, lo guapo viene después, porque de repente los que salían al principio ya no salen, y sí otros con atuendo, peinado y modosidad sesentera... ¿?... ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿Es el resultado del ensalmo provocado por la cumbia infernal de la foto, en la que una muchacha de carnes muchas se contonea mientras unos cumbieros hacen playback de los Flamin' Groovies? Peor, porque a partir de ahí todo se desboca. Hay una escena en un cementerio donde no pasa nada, pero el montador decide meter un órgano Hammond y la risa de Vincent Price en Thriller (lo juro). Y hablando del montador, una cosa es montar en flashback y otra insertar imágenes anteriores con el mismo sonido... Para volverse loco. El resultado de todo esto es una locura sin pies ni cabeza, donde el satánico es un tipo con disfraz de mono y careta con cuernos, el narco no sale por ninguna parte (aunque el breve protagonista lo semeje) y el final, para ponerles en situación, consiste en un juicio en el que el abogado defensor es el cantante de corridos David Reynoso, pero que en vez de defender al encausado decide hipnotizarlo y mostrar al jurado su plano astral... ¡Mundo viejuno!...
Saludos.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Madre Tierra



El recuerdo del visionado de BARAKA en la pantalla IMAX de la Expo'92 es algo que probablemente me llevaré conmigo hasta el final. Un recuerdo imborrable y una experiencia que casi podría describir como única, porque por aquellos años no disponíamos del despliegue audiovisual de hoy día, y este tipo de acontecimientos eran capaces de congregar un numeroso grupo de personas dispuestas a "experimentar", en el más amplio sentido de la palabra. Obra del íntimo colaborador de Godfrey Reggio en aquella enmudecedora obra maestra llamada KOYAANISQATSI, filmada durante tres años en un insólito formato de 70mm y localizada nada menos que en 24 países, estamos ante lo que podríamos llamar "un simple vistazo al planeta Tierra", nuestra casa, ni más ni menos. Y supongo que dependiendo del tipo de espectador, se trata de un film de profunda espiritualidad o minuciosa observación; no tan terrorífico como los ensayos de Reggio, pero sin escatimar algunos de los estratos más inaccesibles del horror, como la entrada al infierno mudo de Auschwitz o la brutal deforestación de la selva amazónica. No podría atribuir una línea absoluta para el desarrollo de BARAKA, que se ocupa tanto de la naturaleza en estado puro, sin intervención humana, como del ser humano confrontado a la naturaleza; de cómo la espiritualidad, despojada de todo misticismo, deviene un fastuoso espectáculo visual (pasamos del muro de las lamentaciones a La Meca sin que advirtamos la diferencia) o la amalgama de cuerpos en una gran ciudad, siempre moviéndose, siempre con prisa, y que queda sajada por la alienígena presencia de un monje taoísta que avanza con lentitud de tortuga haciendo sonar una pequeña campana... Lo sublime y lo ínfimo, y lo trascendente y lo terrible y lo inevitable. Pero también lo hermoso, esa catapulta de sensaciones que con toda probabilidad la mayoría de los seres humanos jamás tendremos la oportunidad de ver en primera persona. Y mientras "esos seres que son más inteligentes que nosotros" nos hablan de viajar a las estrellas, nos estamos perdiendo todo lo que está ocurriendo ahora mismo y aquí al lado; el mensaje de BARAKA, a mi entender, es que ser necio es ser ciego.
Saludos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Sawyer revisitado



Hay dos aspectos esenciales por los que MUD, que a priori tendría muchas cosas para que no me gustara, me parezca una obra valiosa y que recomiendo se vea al menos un par de veces para esponjarla en toda su intensidad. Uno es que su historia, su desarrollo, incluso al final, nunca rehúye la pelea; antes al contrario, Jeff Nichols filma su película más desnuda y despojada, y apenas necesita apoyarse en los cónclaves del relato clásico para dotar a sus personajes de una humanidad y una coherencia que, desgraciadamente, tanto nos cuesta encontrar en el cine norteamericano de hoy día. El otro es que parece una jugarreta de nuestros sentidos que nos recuerden, tras verla, que casi llega a las dos horas y media, porque está tan bien contada que pasa en un suspiro. MUD es la historia de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, es lo que en su momento quiso contar Mark Twain tras su narración de aventuras; es, en último término, el mundo de los sentimientos enfrentado en una lucha y contradicción permanentes. La figura de Mud (atención a este Matthew McConaughey absolutamente renacido) es el eje transcromático a través del que la historia se despliega con corazón y elegancia; primero porque sirve al chico (sobre todo a uno) que lo descubre para darse cuenta de lo jodida que es la vida y que a veces no hay que fiarse de las apariencias; luego, porque engarzamos con Juniper (una irreconocible Reese Witherspoon), esa improbable princesa encerrada en el torreón, en realidad un destartalado motel, que espera (o no) a que su caballero andante la libere. Asimismo, la complejidad del guion ideado por Nichols, aun reconociéndole su loable simpleza de formas, continúa yendo siempre un poco más allá y nos presenta a unos secundarios imprescindibles: el padre fracasado e impotente; la madre callada y comprensiva; los gangsters que buscan a Mud para hacerle pagar por sus errores; el misterioso vecino, que parece observarlo todo desde su atalaya... Una pléyade estratégicamente distribuida alrededor de ese espacio mítico que es "la isla", un no-lugar al que los chavales van en busca de aventuras y donde se darán de bruces con otra cosa, la madurez acaso. Para mí, una película tan valiente como necesaria y que despeja cualquier duda sobre el talento de este director, que no sólo no enmascara sus defectos, sino que los usa con esperanza de mejora. Brillante.
Saludos.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Más fuerte que el odio



Jeff Nichols es uno de los (nuevos) directores norteamericanos a los que más atención deberíamos prestar a tenor de lo que ha ofrecido en apenas tres trabajos en cinco años. Hablamos de un narrador clásico que proyecta formas novedosas, o quizá sea al revés; el caso es que si TAKE SHELTER supuso una necesaria conmoción en el panorama cinematográfico norteamericano, incapaz de decidir su lealtad a la comercialidad más zafia o ganarse un puesto en el infierno de los futuribles, Nichols ya está alumbrando el camino que quedó interrumpido cuando los cineastas surgidos en los años sesenta soñaron con la modernidad y olvidaron que en Europa, por ejemplo, ésta se basaba en el tratamiento clásico de un guion. Así, Nichols debutó en 2007 con una tragedia griega en toda regla que situó en la profunda Arkansas y cuya espiral de violencia actuaba  a varios niveles para dejar constancia de un estado generalizado de frustración y odio al "otro", una paranoia típicamente americana que se alimenta de un uso indiscriminado de las armas y de unas rencillas a veces simplemente absurdas. Lo que Nichols propone en SHOTGUN STORIES es una insoportable mirada al interior de un país y una cultura, pero no como suele hacerse habitualmente, con fanfarrias y heroicidades varias, aquí sólo encontraremos a un tipo normal que vive con sus dos hermanos. Se llaman Son, Boy y Kid, porque su padre, que era un borracho, no les puso nombre, y su madre los abandonó por la sencilla razón de que nunca los quiso. En el lado opuesto están los "otros" hijos, sus hermanastros, nacidos del segundo matrimonio de su padre cuando éste decidió dejar la bebida y consagrarse a la religión y la vida familiar. En una durísima escena, los hijos no deseados acudirán al entierro de su padre, organizado por su otra familia y al que no han sido invitados, lo que iniciará una guerra entre estas dos familias, que aparentemente deberían tener cosas en común, pero que están a años luz de un posible entendimiento.
Como si de un western urbano se tratase, e invocando personalidades como la de Peckinpah o Ford, Nichols modula su debut como un experto y consigue momentos de extrema tensión y crudeza, a lo que contribuye decisivamente la presencia de quien después iba a ser su actor fetiche y uno de los más respetados actualmente, un superlativo Michael Shannon. Una excelente película, y tan incómoda como necesaria.
Saludos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Rosa que esconde negro



Que 1969 fue un año decisivo para que el cine fuese considerado como algo más que puro entretenimiento queda patente en multitud de obras que han abordado temas espinosos como las guerras, los abusos de poder o el racismo; y no fue hasta ese año que los actores y actrices negros dejaron de "figurar" como un exotismo más o menos solvente y reclamar su propio espacio en pantalla. Era un momento candente en todo el mundo, 1968 había abierto más heridas de las que había intentado cerrar y parecía inevitable que llegaríamos, poco a poco, a este trasunto de pacto social fatigoso y avejentado. Por entonces Brasil semejaba uno de los pocos destinos alejados del blanco y negro moral de una América incapaz de resolver sus miserias bélicas y una Europa cuya pasividad no podía provenir sólo del exceso de diplomacia. Brasil, como África, quizá en menos medida, lleva siglos siendo un país con dos caras; y para no extenderlo, entendamos que los blancos lo llenaron de negros, luego fueron para explotar a esos mismos negros, luego inventaron la democracia para que los negros, en mayoría, no se sublevaran y finalmente se aparearon e inventaron el apaciguador máximo: el mulato. Es curioso, pero no son muy abundantes las voces provenientes de este país que hagan referencia expresa al vergonzoso racismo, casi socialmente estructurado, que se ha sufrido desde que los tangas y el fútbol sustituyeron a las cadenas. Sin embargo, hay un film de 1969 que se atrevió a tocar directamente este tema, y lo más interesante es que no lo hace alabando las bondades de los negros, sino colocando a éstos en su propia encrucijada vital: al ser también inteligentes, serán conscientes de sus problemas, y por tanto, responsables. Su nombre fue EM COMPASSO DE ESPERA y fue el único acercamiento al cine de Antunes Filho, prestigioso director de escena teatral. Con un inicio muy próximo a los ecos y temblores de la nouvelle vague, el film gira en torno a Jorge, un negro que además de bello es inteligente. Jorge escribe poesía comprometida, y por eso es asimilado por los factores de izquierda progresista, pero es vilipendiado por la derecha. Sin embargo, Jorge disfruta de una cómoda posición gracias a que es mantenido por Ema, una mujer blanca obsesionada con él; posición que, por ejemplo, dista mucho de la mediana pobreza de su propia familia, que no ve con buenos ojos el doble juego en el que anda enfrascado y del que intentará salir tras conocer a Cristina, una joven blanca de familia acomodada. A partir de ahí, el film gana en complejidad y aspereza, y muestra un Brasil cada vez más desesperanzador y hostil, con un episodio brutal en la playa y un personaje central, Jorge, que no puede dejar de preguntarse quién es realmente y si sólo existe gracias a que hay "otros" que permiten que exista. Una película irregular, que no ha envejecido del todo bien, pero que más allá de la curiosidad que pueda suscitar contiene varias reflexiones no tan manidas como las que hoy día nos suelen meter por los ojos.
Saludos.

martes, 19 de noviembre de 2013

Robert Siodmak: Tiempo y esfuerzo #7



PHANTOM LADY, de 1944, es una obra absolutamente atípica en el panorama hollywoodense de la época y un film que deja ver muy a las claras la personalísima mano de un Siodmak sin agobios de presupuesto y con un guion realmente sólido. Casi podríamos afirmar, al menos en su primera mitad, que estamos ante una especie de "anticipo" de un cine negro que aún tardaría algunas décadas en llegar; hay quien lo compara con el Edgar G. Ulmer de DETOUR, pero Siodmak fue aún más osado y, si lo fuésemos nosotros, yo me atrevería a incluir a David Lynch o Atom Egoyan como herederos directos de una forma de filmar que no se encuadra dentro de una directrices convencionales. Ya su rompedor arranque, con la fantasmal presencia de una mujer que casi parece venir de una época muy anterior y su escueta conversación con un personaje que en otro momento sería el protagonista, pero que aquí va difuminándose hasta ser no más que la excusa sobre la girarán la siguiente terna, como si de un film secundario y escindido se tratara. Así, este personaje, un hombre acusado injustamente de asesinar a su esposa, importa menos que la tozudez y valentía de su secretaria, que se entregará a un peligroso descenso para desentrañar un asunto que es un misterio casi imposible de resolver. Y no quedará ahí la cosa, puesto que un tercer elemento entrará en juego con el film más allá de su ecuador; el socio y amigo del acusado, cuyo secreto hará estallar el momento más oscuro y terrorífico de esta inquietante historia, no tan complicada como pudiese parecer, sino más bien dislocada y con una estructura, como decíamos, francamente original. En el apartado interpretativo, insisto, el habitualmente discreto Alan Curtis estaba correcto junto a la fantasmal Fay Helm, aunque luego el relevo lo tomarían el legendario Franchot Tone y la bellísima Ella Raines, verdaderos baluartes de esta sensacional cinta con aires de Serie B pero con muchísimo que ofrecer en sus inspirados ochenta minutos.
Saludos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El dolor



Hace ya tiempo que leí unas declaraciones de Jaime Rosales en las que el director barcelonés afirmaba que su carrera cinematográfica tenía una fecha de caducidad consciente. Antes, supongo, y mientras le aguanten los patrocinadores, seguirá haciendo lo que la mayoría de directores en este país debería (intentar) hacer, que es ir a la contra. De cualquier forma, el hecho de que cada film de Rosales haya conseguido no poner de acuerdo a nadie ya es, de por sí, un síntoma de que al enfermo le quedan vacunas... y que se las pone. SUEÑO Y SILENCIO no es ni TIRO EN LA CABEZA, ni LA SOLEDAD y ni mucho menos LAS HORAS DEL DÍA, y sin embargo comparte con todas ellas un desolado punto de vista hacia la muerte, y quizá más emparentado con la historia que le dio el Goya, pero guardándose mucho de obviar incrementos de pasión y jugando en el alambre con un tratamiento de la imagen que a una parte de la crítica (no diré cuál) le parecerá naftalínico e impostadamente naturalista. A mí me parece que lo que obsesiona a Rosales terminará por devorarlo, y que, a menos que su aviso de cese no sea un farol, haría bien en no abusar de su buena suerte. Y es que la superelipsis que llega tras el quiebre de la imagen, justo para dejarnos caer que la ausencia es irremplazable, es seguida por una imagen demasiado evidente (un entierro, ni más ni menos, aunque sea de lejos), por lo que resulta imposible ensayar una mise en abyme, que, de así haber sido, hubiese roturado la fractura emocional por la que pasa su protagonista involuntaria, una Yolanda Galocha que termina siendo la gran ganadora de este film sombrío e incómodo, casi un tratado sobre el dolor más insoportable por cuanto no nos ocurre directamente, el dolor de la pérdida más terrible. Es, de todas formas, una suerte que SUEÑO Y SILENCIO sea su cuarta película; no ya porque estemos convenientemente sobre aviso, sino porque no iremos de nuevo a la yugular y la veremos como lo que es: un tipo de cine más bien difícil de encontrar en nuestro país. Y que dure.
Saludos.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Rincón del freak #131: Una reputación bien ganada y disfrutada



Una cosa lleva a la otra. Si hay una versión innecesaria, inexplicable y simplemente ridícula, la primera que se me ocurre de manera constante es THE WICKER MAN, el horrísono remake en el que se embarcaron unos deslumbrados Neil LaBute y Nicolas Cage, sin que se sepa a ciencia cierta quién embaucó más a quién o si todo fue el resultado de una noche de borrachera barata. Anyway, el asunto es que esto es otra película muy diferente, y no sólo por los cambios en el guion, que por ejemplo traslada el motivo de la resurrección de la carne hacia un matriarcado feroz y despiadado. El poli es Cage, y se va a una isla al culo del mundo porque recibe una carta de una muchacha que le abandonó tiempo ha; pero no importa, allí se planta dispuesto a... Y ahí empiezan los verdaderos problemas, porque lo que sigue es una ostra contemplando el desprendimiento parcial de un liquen. Aburrida, sin ritmo y con una galería de personajes a cual más risible, se trata de un ejercicio pleno de vacuidad (si es que tal cosa no supone un oxímoron) que parece arañar migajas de algo parecido a un hallazgo mientras el pobre Cage pone cara de estreñido hasta un final que lo viste de gorila (ver foto) y apenas puede evitar una sensación de ridículo apta para todos los públicos. Esto es: no conozco a nadie que la defienda, y menos si ha visto la original...
Terrible... terrible...
Saludos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

El hombre que arde tras el ocaso



Son muchas las voces que han venido a coincidir en los posibles puntos de referencia entre el cine de Ben Wheatley y una de las joyas más escondidas del cine británico de todos los tiempos, THE WICKER MAN, de la que por cierto se cumplen nada menos que cuarenta años de su estreno. No lo veo yo así, sin embargo, al menos en los íntimos asideros emocionales que sirven como guía espiritual de dos caminos que quizá se asemejen en lo estético, pero que divergen en su fondo ideológico. Así, el extrañísimo film de Robin Hardy se asienta en la confrontación inexcusable del círculo cerrado ante el intruso, incapaz de comprender según qué costumbres, no ya porque éstas sean (que lo son) rarísimas, sino porque atentan contra los principios elementales de la moral, y más concretamente los que componen la moral cristiana. No es tanto maldad como rebeldía ante lo que es impuesto, y ello contribuye sin duda a que THE WICKER MAN subvierta casi todas las reglas de oro del cine de género. Parece una película de intriga y terror, pero luego percibimos una especie de jocosidad latente en la manera en que el pueblo de Summerisle trata al sargento Howie, quien también irá transformando su inicial rigidez en una suntuosa resistencia casi beatífica contra toda clase de tentaciones. Es decir, lo que Robin Hardy propone es cómo la felicidad plena, sin ataduras morales, deviene destrucción, o purificación; Wheatley, por su parte, no acepta invitados, simplemente ingresamos en su Summerisle particular desde el minuto uno.
Como film, THE WICKER MAN es absolutamente imprescindible, una experiencia que descoloca al más pintado y que uno se da cuenta de lo difícil que sería reproducir hoy día un espíritu tan indomable como el suyo sin caer en la pedantería. Quienes la hayan visto sabrán de qué estoy hablando; para los profanos, les diré que toda la parte final, con Christopher Lee travestido y encabezando una delirante procesión enmascarada, puede parecer el colmo de la barbaridad, pero nada es comparable a... el hombre de mimbre.
Más que un clásico, una referencia inagotable para quien no desee repetirse como un idiota acosado por los clichés.
Saludos.

viernes, 15 de noviembre de 2013

La muerte de los necios



Exagerada. Oscura. Nihilista. Metanfetamínica. Morosa. Flagrante. Desdeñosa. Irritante. Antipática... Y muy muy verde. Todos esos adjetivos servirían (y aún nos quedaríamos cortos) para describir SIGHTSEERS, la tercera película de Ben Wheatley y la que parece haberle abierto de una vez las puertas del reconocimiento internacional. Lo que desconocemos es si Wheatley está realmente interesado en dicho reconocimiento si es que éste no ha de servirle para seguir rodando con total libertad. Sea como sea, SIGHTSEERS es uno de esos films que no dejan indiferente a nadie... biempensante; para todos nosotros, sin embargo, es un bocado deliciosamente sangriento, una especie de cruce entre el gore de Sam Raimi (¿y por qué no, Álex de la Iglesia?) y el agudo sentido del humor de los Coen. Y para describirla lo mejor es que creamos que se trata de una road movie pasada de vueltas o "cómo hacer turismo en tu propio país y no dejar títere con cabeza". De cualquier forma, a mí me parece que su rudeza formal esconde un discurso mucho más sutil y crítico hacia un british style of life que queda en un lugar, digamos... entre lo bobo y lo cursi. Primero porque la cadena de atrocidades cometida por esta apacible pareja de solterones que se conoce desde hace relativamente poco es más digerible que, por ejemplo, su inacabable peripecia sexual, adornada con bragas de ganchillo y calcetines sudados. Casi como si de un arqueadísimo, elíptico tránsito de lo evidentemente banal a lo que aspiran sus protagonistas se tratara, Wheatley propone casi la única forma de rebeldía contra lo regulado, lo "normal", que no es otra cosa que el asesinato. Y posiblemente si estos crímenes no se hubiesen exagerado no habría ya ese otro "tema", sólo una película de gente que mata a otra gente, y no es eso. Es otra cosa, pero cada uno debe intentar calibrarlo según su propio prisma vital.
Una vez dicho todo esto, después de verla me reafirmo en mi idea sobre el turismo y los perros. Por ese orden.
Saludos.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Viaje al fin de la noche



2011. Ben Wheatley filma su mejor película hasta ahora. Esto nos da un margen de mejora amplio y goloso desde su corta filmografía. El argumento de KILL LIST sigue la senda del último cine "anticlimático", lo despeña por derroteros a cada paso más sorprendentes y lo hunde, en su tramo final, en una oscuridad de la que parece no haber salida posible. Todo comienza en una casa aparentemente normal, la casa de Jay, un exsoldado que vive junto a su mujer, Shel, también exsoldado y de origen sueco y su hijo. Hay discusiones por culpa del dinero, Jay lleva ocho meses sin trabajar y su ritmo de vida no ha sido precisamente moderado. Entonces llega Gal, un antiguo compañero de Jay, y le propone un trabajo que les dejará jugosos dividendos a ambos. Jay prefiere no saber nada del asunto; es entonces cuando descubrimos que tras dejar el ejército se dedicó a matar a gente. Un asesino a sueldo.
El trabajo es fácil: matar a varias personas anónimas y sin conexión entre ellas, sólo una serie de nombres escritos en un papel y una extraña denominación para cada uno de ellos. Sin embargo, el encuentro con sus contratadores no irá todo lo bien que debería, y Jay no volverá a ser el mismo.
KILL LIST juega varias cartas, aunque su estructura remita directamente a una especie de embudo del que es imposible escapar y donde todo se hace cada vez más negro. La dificultad de dotar de credibilidad una trama que empieza como un thriller y termina como una barroca pesadilla de terror inhumano me lleva a pensar inmediatamente en films como EL CORAZÓN DEL ÁNGEL o A SERBIAN FILM; películas que, eminentemente, tratan de poner en pie el desmoronamiento vital de un personaje hasta una verdad final horripilante. Para mí, un fascinante trabajo de guion (aquí entra ya la decisiva Amy Jump, a la sazón esposa de Wheatley), con personajes tan enigmáticos como bien dibujados y una narrativa que no por oscurantista es menos ágil, sin perder de vista el jodidísimo sentido del humor de su director y el excepcional trabajo de sus actores, especialmente Neil Maskell y Michael Smiley, cuya química natural los convierte en auténticos dueños de esta desquiciada e improbable buddy movie que no cesa de reinventar géneros durante su absorbente hora y media, que como no puede ser de otra manera, pasa en un suspiro.
Saludos.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Cuando no te fías ni de tu padre



Definir el cine de Ben Wheatley puede suponer caer en un montón de tópicos y malentendidos que en nada harían justicia a uno de los directores más interesantes de los últimos tiempos. Y como está lanzado (cuatro películas en cuatro años) y su propuesta se hace cada vez más compleja e incisiva, creo que se hace necesario enfocar con más atención a esta especie de taumaturgo, cruce imposible entre un druida inspirado por Syd Barrett y un revisionista de cualquier mito cinematográfico capaz de sacar el lado más oscuro de la condición humana. Este mismo verano adelantábamos el estreno de A FIELD IN ENGLAND, su delirante última obra, así que seguiremos en los próximos tres días con sus tres primeros trabajos y lo dejaremos ahí, en espera de que vuelva a sorprendernos.
En DOWN TERRACE, de 2009, Wheatley indica muchas de sus constantes y claves posteriores: relaciones familiares descoyuntadas, un nulo aprecio por la vida ajena (anónima o no...), un extraño y negrísimo sentido del humor con el que la sonrisa suele congelarse y el que quizá sea su único lazo afectivo para con sus criaturas, que no es otro que sus estados mentales alterados por toda clase de sustancias. Escrita junto a su protagonista Robin Hill (sin su luego habitual Amy Jump), DOWN TERRACE no es lo que se supondría que debería ser una cinta de gangsters al uso; primero porque sus personajes parecen diseñados por Ken Loach o Mike Leigh, y no por Scorsese o Tarantino, pero también porque hay que raspar muy profundo para intentar comprender el porqué de su sangrienta espiral de violencia, donde nadie queda a salvo y donde absolutamente nada es sagrado o intocable. Es la historia de Bill y Karl, padre e hijo, que desde su modesta casa manejan toda una red de tráfico de drogas, armas, extorsiones y cuya obsesión gira en torno a descubrir quién es el chivato que les ha enviado a la cárcel... Pero también es la historia de Maggie, madre y ama de casa... y despiadada como ella sola; y Valda, que es la novia de Karl y que está embarazada... o eso dice; y Pringle, un asesino a sueldo al que no le queda más remedio que acudir a sus "encargos" con su hijo pequeño; y Garvey, que disfruta yendo a casa de Bill y Karl para emborracharse. Una psicotrópica y descuajaringada trama regada por unos misteriosos alka-seltzers y con un final que es de lo más sangriento y nihilista que he visto en años. Si no hubiese hecho nada más sería una película de culto, pero la trayectoria posterior de Ben Wheatley desmiente el tópico y sólo nos deja una cosa segura: estamos ante un tipo que no nos va a dejar indiferentes.
Un debut bestial.
Saludos.

martes, 12 de noviembre de 2013

Robert Siodmak: Tiempo y esfuerzo #6



Desde siempre (o al menos desde que el cine es cine), el producto alimenticio ha sido visto con ojos reticentes por quienes nunca han tenido que ganarse la vida filmando. Curiosa paradoja, pero entendible si dicho "producto" enlatado no sirve para auspiciar un siguiente caviar. No es el caso de Robert Siodmak, que en 1944 era uno de los directores más activos de la Universal y que en ese año filmó algunas de sus mejores obras... aunque, reconozcámoslo, puede que COBRA WOMAN sea una de las más flojitas... Y porque hablamos de quien hablamos. No sé si es porque Maria Montez sólo me transmite rigidez, Jon Hall es uno de los héroes más patéticos que recuerdo haber visto jamás (¿de qué iba vestido aquí?... ¿de bateador?), el pobre Sabu y sus sempiternos calzones sólo pueden rivalizar con un decaído Lon Chaney (ya libre del "Jr.") o porque la mona Chita... Oooops, que aquí se llama Koko, sea, finalmente la que salva el culo de este inenarrable grupete de amigos perdidos en una imposible isla exótica que en realidad era un jardín botánico de L.A. El caso es que esta fantasía kitsch sólo puede ser disfrutada por un iconoclasta capaz de reconocer sus ecos en ABIERTO HASTA EL AMANECER o algunos de los momentos cumbre de la saga de INDIANA JONES. Y es hilar fino; mucho más que el guion cogido con pinzas de Scott Darling y Gene Lewis y en el que aparecía casi como becario un joven Richard Brooks. Por salvar, mencionaría una colorista fotografía en glorioso Technicolor por parte de W. Howard Greene y, evidentemente, la escena por la que un montón de patriotas fue de cabeza a dejarse los dólares en bonos de guerra. Es cierto que Montez, elevada a mito por su temprana muerte y una voluptuosidad que apenas podía obviarse, dota al baile del Rey Cobra de una mala baba que es cualquier cosa menos un hito del erotismo, pero imagino al pobre Siodmak obligado a asumir su rol de "asalariado" y esperando esos otros guiones, mientras Chita... digo, Koko, le remienda el calzón a Sabu.
Ojo, sólo recomendada para muy muy cinéfilos.
Saludos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Tú eres sólo huesos



En una fatídica carambola, en apenas una semana se han ido para siempre dos grandes actrices que no en pocas ocasiones compartieron escena. Si hace siete días mencionábamos aquí a Amparo Soler Leal, otra Amparo, Rivelles, nos dejaba un extenso legado fílmico a caballo de nuestro país y México, donde tuvo una larga y fructífera carrera. Y, por poner un ejemplo, me he acordado de una estupenda película de esas que aquí tanta tradición han tenido y cuyo género queda expuesto como "comedia negra". EL ESQUELETO DE LA SEÑORA MORALES es una aguda crítica hacia el excesivo puritanismo religioso que aquí en España llevamos sufriendo ya demasiado tiempo. El excelente y finísimo guion firmado por Luis Alcoriza nos presentaba un matrimonio abocado al desastre; él, Pablo, es un taxidermista alegre y sin prejuicios, amigo de sus amigos (sobre todo en tabernas) y con una jovialidad que lo hace popular entre los más pequeños; ella, Gloria, es el vivo retrato de esa mujer sufridora y más pendiente de las apariencias que de disfrutar su propia naturaleza. Un matrimonio que se va convirtiendo en un infierno repleto de calumnias por parte de una mujer amargada que no sabe vivir si no es amargando a quien tiene al lado y cuyo único solaz lo componen las absurdas visitas de un estricto cura español y su cohorte de beatillas.
Con un tono muy cercano al mejor Rafael Azcona, esta oscurísima comedia sugiere más de lo que muestra, y más de uno podría verse reflejado en esas osamentas vivientes, puesto que el oficio de Pablo no es casual, su apego a la vida más carnal obtiene su reverso tenebroso de las múltiples figuras que le recuerdan que lo que no disfrute uno en esta vida difícilmente podrá hacerlo en otra. Un título mítico de la filmografía mexicana, no tan trascendental como pudiese serlo Buñuel, pero con la ventaja de no tener las restricciones habituales de la censura, como lo atestigua su ataque frontal a la iglesia católica. Así como notables son las interpretaciones de Amparo Rivelles y, sobre todo, un inspirado Arturo de Córdova.
Saludos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Rincón del freak #130: De los creadores del Licor 43...



Si hace sólo una semana, y en esta misma sección, confrontábamos aquí dos bebidas tan poco casamenteras como el whisky y la manzanilla, me preguntaba qué diablos podría yo adelantar respecto a una de esas botellas que suelen lucir impolutas en las estanterías de cualquier cafetería de las que tanto se llevan hoy día y a las que sólo los gafapastas del estilo tendrían la desfachatez de adjudicarle un nominal tan depauperante como "licorería de diseño". Licor, licor, lo que se dice licor, yo sólo conocía el 43, probablemente el licor más melancólico de todos; un mejunje ambarino que bien podría ser crecepelo, fungicida o un primo lejano del celebérrimo Varón Dandy. Cualquier cosa menos bebedizo ad-ligante, puesto que en ninguna tarde heroica  pude llegar a tener contacto visual con una de las extrañas criaturas míticas de las que mi abuelo antes, y mi padre después, me habían aseverado su querencia por tan extraño número embotellado.
Si les gusta el Licor 43, si sus gargantas son inmunes a dejarse acariciar por ginebras de botellas sutiles o extensos filtros azulados, y, por tanto, les da más orgía lo del ritmillo cazallero/brutífero, es posible que le cojan el gusto a una idiotez de proporciones inmensurables como SKYLINE.
Resumen de SKYLINE: Señores y señoras con cara de bob@s y corriendo, mientras a su alrededor se desarrolla una rave party y, eventualmente, alguien se muere.
Saludos.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Corre, corre



Tras el enorme éxito cosechado, Johnnie To filmó sólo dos años después RUNNING OUT OF TIME 2, manteniendo al carismático Lau Ching Wan como el perspicaz inspector Sang, e introduciendo a Ekin Cheng (cantante en la vida real) como un villano aún más refinado y retorcido que el anterior Andy Lau. Aquí, el giro resulta de la exigencia por parte de un misterioso ladrón por cobrar un millonario rescate por tres obras de arte que se suponían imposibles de robar. No me atrevería yo a poner esta secuela por delante de su predecesora, pero hay un par de escenas absolutamente brillantes. Una es la primera toma de contacto entre policía y ladrón, a la que seguirá una persecución casi a cámara lenta; la otra es también una persecución, solo que en bicicleta y mucho más accidentada. En ambas parece en todo momento que el ladrón "desea" ser atrapado, o que, por muy cerca que estén ambos, es imposible su captura. Una estupenda película que nunca toma parte de cierta estupidización del cine de acción contemporáneo y que junto a su primera parte bien podría ser considerada como la respuesta de Hong Kong a la miríada de subproductos provenientes de occidente (el Hollywood bajo) y que se aprovecha torpemente de un exotismo que, como es evidente en toda la filmografía de To, sólo es tal si sirve para construir un guion sólido.
Saludos.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Deprisa, deprisa



Una pequeña gran conmoción en su momento (1999), RUNNING OUT OF TIME fue como el despertar internacional a un excelente director hongkonés, Johnnie To, capaz de influir directamente en cineastas occidentales al mismo tiempo que la crítica indicaba su particular estilo, que sin imitar a nadie proponía nuevas relecturas del cine de género. Si lo tomamos desganadamente, este film no es más que otro en esa larga lista compuesta por el inacabable enfrentamiento entre dos cerebros privilegiados, uno dedicado al crimen y otro al cumplimiento de la ley ¿Qué podría hacerla especial? Primero su desparpajo a la hora de enseñar sus cartas. Al colocar al inspector San en un camino paralelo y poco convergente con su enemigo, la libertad de acción se dispara y se nos hace cómplices de "lo que el otro no sabe", en un excitante juego del gato y el ratón. Wah es un distinguido ladrón, capaz de robar cualquier cosa y que, con una enfermedad terminal, decide retar a San a que le atrape antes de que robe un valioso diamante, con el añadido de que tiene la desfachatez de indicarle incluso qué día y a qué hora cometerá el robo. To parece beber en las series de Fantomas o Arsenio Lupin, donde la diversión casi siempre provenía por la parte criminal, al ser éste un ser no tan monstruoso, aunque conservando cierta altivez que lo distancia de una humanidad que no le cae tan bien y de la que extrae sus motivaciones para delinquir. Con un ritmo frenético in crescendo, Johnnie To emula a su antihéroe y nos deja en el punto exacto, antes de la (falsa) resolución y sólo para que un espectador sabelotodo se diga a sí mismo con media sonrisilla: "Pues no que me la ha dado el chino éste..."
Por cierto, a Andy Lau sí que me lo creo.
Saludos.

jueves, 7 de noviembre de 2013

El exilio de los dioses



Hay un problema de fondo en un documental como STONES IN EXILE, que intenta recrear el ambiente de ensueño que rodeó a los Rolling Stones en la mansión que Keith Richards alquiló en Villefranche-sur-Mer, una vez sabían que en el Reino Unido la Hacienda pública iba a masacrarlos por no pagar una deuda en crecimiento. Lo primero es que resulta complicado encender un clic en la imaginación, llevarnos de la mano a un lugar que se debatía entre lo sublime y lo caótico, pero no lo es menos empezar el recorrido con Mick jagger y Charlie Watts, convertidos en venerables ancianos que sorben té y charlan amigablemente, y terminarlo con un Keith Richards que posiblemente es el único que sabía la fórmula perfecta para gestar un disco como Exile on Main St., casi con toda seguridad la obra cumbre de los Stones... aunque en esto jamás nos pondríamos de acuerdo.
Es Stephen Kijak un excelente documentalista, poseedor de un pulso encomiable para seguir lo que se nos está contando, pero hay un abismo entre su poderoso acercamiento a Scott Walker y la senda repleta de migas de pan que es este fallido documento, que casi parece más un encargo de promoción que otra cosa. Y Richards lo desvela en el momento más lúcido, cuando con su eterna sonrisa se dirige a sus compañeros (fuera de campo, es evidente) y dice que Exile... no fue un disco, sino la plasmación de varios meses de convivencia completamente al margen de lo que una convivencia se supone que debe ser. Y, sí, también sale Bill Wyman, y Mick Taylor... y un montón de gente más que no se sabe qué leches pinta, pero que rellena.
Mejor escuchen el disco.
Saludos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Benditos inconscientes



No podría describirle a un espectador de nuevo cuño, de los que han nacido amamantados por filamentos digitales y dimensiones necesitadas de Alka-Seltzer, qué tipo de sensación es esa que recorre la espina dorsal cuando, apagadas las luces y menos las toses, el cine consigue alcanzar su raro estado de magia absoluta. Ocurre sobre todo cuando hemos ido a ver algo y nos hemos encontrado otra cosa... pero mejor; y además no ocurre tantas veces como podríamos pensar. Un ejemplo claro de esto es lo que se sacó de la manga Sam Raimi cuando decidió darle la vuelta por completo (y "por completo" es quedarse cortos) al género que él mismo había inventado más de una década antes. El género es el de los muchachos que van a una cabaña en el bosque y... Sí, EVIL DEAD sigue siendo la piedra angular del horror moderno, y ha sido sobada hasta la extenuación, así que su creador se vio en el derecho de poner varias cosas en su sitio y reírse de todos los que se toman el cine tan en serio que son incapaces de reconocer una parodia; y en este sentido, ARMY OF DARKNESS es una de las mejores (auto)parodias que se han hecho jamás.
Los fans recordaban a Ash huyendo del mal sin nombre que le persigue desde hace años y convertido en el único hombre capaz de enfrentarlo; para colmo, Raimi filmó otra secuela, EVIL DEAD II, en la que ya se atisbaba la deriva a la que iba a llegar sólo cinco años después, pero considero que las tres son artefactos diferentes, autoconclusivos en su indefinición y que apenas si se deben nada unos a otros. Como película, ARMY OF DARKNESS descoloca al más pintado, y es mejor no dárselas de listillo con un guion que tiene la desvergüenza (o la inconsciencia) de reírse del por entonces incipiente wu xia, enclavar la acción en la Edad Media por la cara o el punto cumbre de la función, que es el mejor y más extenso homenaje que el cine le ha dado a un genio como Ray Harryhausen. Escenas como la llegada al molino abandonado definen el concepto "delirante" en toda su amplitud; mientras que la batalla final, con el ejército de esqueletos más descollante de la historia, ha quedado en la retina de los aficionados como un puro gozo y la demostración de que la sorna inteligente siempre ha sido patrimonio de los descreídos que nunca se han tomado en serio ni a sí mismos. Imprescindible.
Saludos.

martes, 5 de noviembre de 2013

Robert Siodmak: Tiempo y esfuerzo #5



SON OF DRACULA fue, además de la puerta de entrada de los hermanos Siodmak al anhelado Hollywood, la tercera incursión que el cine norteamericano hacía sobre tan destacada figura y la primera que se desarrollaba íntegramente en Estados Unidos, más concretamente en los pantanos de Louisiana. Comparativamente hablando, pareciera Siodmak un director completamente cambiado, más circunspecto y calmado que en sus dos etapas europeas; y es algo que no favorece especialmente a una película menor, rígida en su desarrollo y extrañamente pudorosa teniendo en cuenta que el rollo vampírico era una cantera abierta a la sugerencia erótico-festiva.
El argumento es tan escueto como gaznápiro: Una joven ricachona (de las que tenían mansiones y criados negros) ha vuelto de un viaje por la Europa del Este, y además de un constipado se ha traído la amistad insobornable del Conde Alucard (... sí, dénle la vuelta...), al que se espera de un momento a otro. Lo que llega son dos ataúdes y un grande misterio, pero la flor y nata del glorioso Sur no podría dejar de lado la copiosa fiesta de bienvenida. El tipo, envuelto en negro y con un bigote que luego ya no se vio en el personaje, aparece de oscurecida y para libar el cuello de la joven y hacerla, asimismo, su esclava... aunque blanca. El confundido prometido, un médico tocapelotas y un investigador paranormal que pasaba por allí serán la comandita dedicada a exterminar al pobre Conde, que no chupa yugulares sino que a lo mejor sólo quería un retiro de feliz vejez, al tiempo que vuela encarnado en un murciélago por aquellos pantanos de dios.
Protagonizaba (es un decir, porque apenas sale diez minutos en toda la película) Lon Chaney Jr., que a mí siempre me ha dado penica, porque creo que era mejor actor que su padre, pero tuvo menos suerte. Además de la bella Louise Allbritton, poco, muy poco que destacar; apenas la fantasmagórica partitura de Hans J. Salter y la breve intervención de Adeline De Walt Reynolds, que continúa ostentando el récord como la debutante más longeva de la historia del cine. Un bocadito poco representativo del talento de su director.
Saludos.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Ni un pájaro, ni un avión #6



Hace unos tres años que apareció por aquí el serial dedicado a Supermán, a sus películas; y este año, el hombre de acero ha dejado de pertenecer a nuestra memoria sentimental y ha ingresado directamente en esa revisión, tan de moda, en la que, sin inventar nada, el estruendo es capaz de ahogar cualquier atisbo de nostalgia. Es otra cosa, son otros tiempos. MAN OF STEEL es una película de Zack Snyder, del mismo modo que lo fue WATCHMEN; pero también es, de alguna manera, una película de Christopher Nolan... como lo son las últimas de BATMAN. Es decir, que el viraje de esta franquicia llamada DC/Marvel, que a tantos guionistas mediocres les ha salvado el culo, es desde el asombro del género fantástico hacia una gravedad que a mí me parece un poco sospechosa. Lo es porque no hay comparación posible (ni siquiera con la fallida intentona de Bryan Singer), esto es otra cosa; así que englobarlo todo en un paquete nos deja muchas cosas fuera de campo, y no es justo; no lo es ni para esta apocalíptica y ruidosísima aproximación a la vertiente mesiánica del personaje, ni tampoco para aquel héroe de una pieza del que nadie podría sentir miedo. Sí de éste, porque este Supermán, más lacónico y engolado, apenas baraja la posibilidad de un acuerdo verbal y lo que se desencadena a su alrededor es una bomba atómica de consecuencias impredecibles.
MAN OF STEEL son casi tres horas de depuración visual y alardes técnicos para que la industria norteamericana vuelva a recrear lo que parece ser su máxima preocupación desde hace 12 años: el 11-S. olvídense de los chistes, los guiños y (¡horror!) hasta de la inolvidable partitura de John Williams; el Supermán de Snyder/Nolan suena como si pudiésemos meter la cabeza en un motor de Fórmula 1 y luego tuviésemos que recitar a William Blake... y eso es muy difícil. Y sigo reprochándole a este tándem el mismo error cometido con el hombre murciélago: Si no puedes reírte de ti mismo, tendrás que estar preparado para que lo hagan los demás...
¿Henry Cavill?... un cachas que actúa ¿Amy Adams?... no way ¿Russell Crowe, Kevin Costner y Diane Lane?... vale, me compensan tener que ver a Larry Fishburne haciendo de Perry White ¿Michael Shannon?... un grandioso actor y el gran acierto con muchísima diferencia sobre todo lo demás; es capaz de provocar pavor y conmover al mismo tiempo, y eso es muy difícil...
Saludos.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Rincón del freak #129: Whisky vs. manzanilla



José Luis Sáenz de Heredia, autor de una película titulada FRANCO: ESE HOMBRE y "completador" necesario de aquella mítica e incomprensible RAZA, dedicó casi toda su carrera posterior a glorificar los valores patrios más rancios, con una visión abovinada del españolito medio y salpicando sus industrias con el hit del momento, dando igual el ye-ye de los sesenta, el copleo, el veranismo a pie de playa y otras patas quebradas... "Landismo", Conchitas, "Pilimilis"o la tabarra de Martínez Soria, el caso era mantener a la audiencia bien abnegada en sus quehaceres diarios con las dos pesetas del cine ahorradas con uñas negras.
Así las cosas ¿cómo resistirse a Manolo Escobar? Porque hablamos quizá del representante máximo de la España inmovilista... aunque con matices. Inmovilista para los demás, pero con los plácemes del edificio inexcrutable y hecho trovador para el mecánico con calendario atrasado. PERO... ¡EN QUÉ PAÍS VIVIMOS! es sólo una de las muchas colaboraciones del trío SdH, Conch(ita)a Velasco y el trovador de cabeza oscilante y tupé imperturbable, y su demencial guion incluía un concurso a nivel nacional donde se enfrentaba la canción tradicional contra los "modernos", con el MC Joaquín Prat y el eslogan "Manzanilla contra Whisky... ¿Qué canta España?". Una locura por la que también deambulaban, cómo no, Alfredo Landa, Gracita Morales o Antonio Ferrandis. Hoy día nos parece una cosa propia de los cuarenta y seis años que tiene, pero si nos fijamos bien ¿qué programas son los que copan rateramente la parrilla televisiva, influyendo decisivamente sobre el ser y el parecer de este jodido país a pique? Efectivamente: gente enfrentada. Cantantes, bailarines, holgazanes, subnormales, fachas, progres, mujeres, hombes, viceversa... Esto es España y aquí hay que mamar...
Saludos.


* (Sí, ya sé que no es lo que se dice un homenaje adecuado al recientemente fallecido Manolo Escobar, pero como dijo una vez el gran Mr. Lombreeze en este mismo blog "tampoco nadie hablará (bien) de nosotros cuando hayamos muerto"... Hala)

sábado, 2 de noviembre de 2013

El espejo roto #6



Me ha pasado la misma cosa con ambas temporadas de BLACK MIRROR, y sin ser nada que me preocupe, no deja de ser curioso. Si 15 million merits era mi episodio favorito de aquélla, The Waldo moment lo es de ésta; y ambas son, al parecer general, lo más flojito del lote ¿A qué es debido esto? Supongo que algo tendrá que ver mi rapaz animadversión al formato serial, a las continuidades innecesarias en pos de una forma, sin que la creación pueda imponerse al recuadro que la contiene. The Waldo moment es una especie de liberación respecto a los cinco episodios anteriores; no importa tanto aquí el uso y abuso de la tecnología, como sí la capacidad del ser humano como máquina para pensar por sí mismo, incluso con dulces engaños, incluso contradiciéndose a cada decisión tomada. Se nos propone el complicado ejercicio de reflexionar acerca de qué pasaría si en unas elecciones uno de los candidatos no fuese una persona, sino un personaje interpretado por una persona. Se abre así un debate interesantísimo sobre el significado verdadero de la identidad en un mundo dominado por el poder de las apariencias. Waldo es un oso azul, una caricatura mordaz e irreverente que usa un lenguaje conscientemente escatológico y que es el azote del candidato conservador a unas elecciones locales; conoceremos al actor que lo interpreta mediante un sofisticado equipo, quizá el único capaz de medir las consecuencias reales cuando una extraña propuesta proveniente de Norteamérica se instale como una poderosa oportunidad a varios niveles: presentar a Waldo a las elecciones. Y mientras la cadena responsable del personaje se frota las manos ante el negocio del siglo, el seísmo ontológico abierto impulsa el verdadero valor de un episodio que, es cierto, coquetea demasiadas veces con el ridículo. En un momento dado, Brooker podría haber sido más audaz aún, subvertir las reglas naturales y haber maquinado un dios perverso; en lugar de ello, el final de este episodio no consigue dejarnos definitivamente boquiabiertos, aunque sí con ganas de que la fiesta continúe. Veremos...
Saludos.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El espejo roto #5



Una mujer se despierta entre sudores fríos e intensos dolores de cabeza; está sucia, atada a una silla, y a su alrededor ve un montón de pastillas por el suelo. Cuando logra zafarse comprueba que está en una casa, pero no se acuerda de nada, ni siquiera de su propio nombre. Hay fotos de niños, un calendario con días tachados... Todo parece estar en orden, pero la televisión emite una extraña señal, un signo blanco sobre fondo negro con un leve zumbido de fondo. Al bajar las escaleras, la mujer se encuentra con varias pantallas más con la misma emisión. Sale a la calle. Hay gente, pero su actitud es aún más extraña; en lugar de pasear o hablar, se dedican a grabarla con sus teléfonos móviles. Entonces llega un coche del que sale un encapuchado con un rifle y la mujer sólo podrá correr para salvar su vida mientras, como si de una macabra maratón se tratara, los viandantes se colocarán a ambos lados del camino, grabándola.
Contar algo más de White bear, el segundo capítulo de la segunda temporada de BLACK MIRROR, además de desvelar datos que, sin ser definitivos, restarían interés a una trama que no cesa de desdoblarse, nos privaría de disfrutar de esta perversa distopía que nos embarca en una especie de sangriento reality show donde nada es ni siquiera lo que parece. Aquí el efecto de muñecas rusas adquiere una dimensión que, llegado el momento, parece no acabar nunca, y que más que la sorpresa tras otra sorpresa, lo que Brooker parece querer decirnos muy entre líneas es que seamos nosotros quienes pongamos el límite que deben tener las cosas, incluso la verdad, incluso la justicia. Con un pie en algunos productos recientes como THE PURGE o YOU'RE NEXT, White bear es infinitamente más compleja, contiene algunos retazos de humor absurdo (¡qué grande es Michael Smiley!) y, además, lo hace todo en la mitad de tiempo. De lo mejor de toda la serie.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!