Mostrando entradas con la etiqueta monodecine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta monodecine. Mostrar todas las entradas

viernes, 27 de junio de 2025

Películas para desengancharse #150


 

Aparcamos, hasta el próximo bienio, el monográfico del mono, de la inquietud tectónica del celuloide, hoy ya más digital. De la química hecha cañón de luz en mitad de una sala oscura, donde quizá nacemos otra vez. De mucho de todo eso va LOCAL HERO, la última película mítica, entendiendo por ello su vocación de puente, ardiente ahora, dorado entonces, de lazo ingobernable entre una forma de entender el cine, y también la vida. Entre la Ealing y Netflix, alguien debía poner el punto y coma, avisar de que llegaba otra cosa sin avisar, para quedarse de momento y sin intención de irse. En ese sentido, habría que vérselas con una mezcla imposible (no tanto, creo yo) entre EL HOMBRE TRANQUILO y ORO EN BARRAS, donde el hombre blanco del aire acondicionado, los Cadillacs, el porno y los perfumes de pedicura, decide dar un sentido al mayor sinsentido de la humanidad, así que coge todo su dinero y se encamina hacia esa cosa en algún lugar del mapa, con la certeza de que el dinero es mejor que el látigo o la bomba, sin pararse a pensar si en alguno de esos lugares quedan humanos que sólo quieren vivir. También puede ocurrir que la realidad golpee con tierna tozudez al pobre emisario, que se va dejando hacer a medida que su entorno no lo deshumaniza, sino que le ofrece una taza de té bajo un cielo que se va oscureciendo, un puñado de monedas para llamar por teléfono o una canción en el porquesí de entrechocares y calderines, privados de la chufla, prestos a pensar profundamente en la frase "merecer la pena". Desplegada como un haiku que no da tiempo al nudo en la garganta, todo el mundo está obligado a ver esta pequeña y adorable joya del séptimo arte; una lección de cine y de vida que susurra como Knopfler rasga la melodía en el camino a casa. Todo el mundo, incluso los pobres payasos a quienes no les cantaron canciones de cuna, sino que les convencieron de que el mundo es suyo, y que se puede comprar...
Saludos.

viernes, 20 de junio de 2025

Películas para desengancharse #149


 

Alfredo García es un don nadie, un tipo al que se le ocurrió dejar embarazada a la hija de un poderoso terrateniente mexicano; seguramente estaban enamorados, ella le echa de menos, pero su padre ofrece un millón de dólares a quien lo encuentre... y le traiga su cabeza. Hay pocas películas con una premisa argumental más potente, delirante e imprevisible que BRING ME THE HEAD OF ALFREDO GARCIA, tampoco tan libérrimas, anticipadoras de un posible "post-cine", en el que importa menos la literalidad, y mucho más la lírica desprendida de una historia que, por absurda, es aún más terrible, una vez resueltas sus claves. Anti road movie repleta de moscas, polvo, roña, cristales mugrientos, trasuntos de hostales cochambrosos, comidas incomibles y mucho tequila para sobrellevarlo todo, su idea de partida invoca a Beckett inmerso en un western figurativo, o una tragedia clásica que se despliega como si un comediante ametrallara a su audiencia por reírse. Pero lo que siempre ha distinguido el cine de Peckinpah son sus personajes, comenzando por un demoledor Warren Oates, mezcla de pianista, pistolero y otras tantas cosas, que se enamora poco a poco de una prostituta que canta, que cruza medio México tras la pista de Alfredo García... aunque en realidad ya está muerto. Es ese cine vibrante, indetectable, que ahora se llama independiente, de festivales, y entonces era el aullido del maverick insolente, del tipo que se atrevía a tirar al barro lo sublime y lo miserable, y hacerlos luchar. Cierto que su desenlace está un poco traído por los pelos, y parece poca cosa para la portentosa narrativa de Peckinpah, pero también puede que sea la única forma de culminar una historia enroscada sobre sí misma, con ojos de víbora moribunda y pulsión asesina.
Saludos.

viernes, 13 de junio de 2025

Películas para desengancharse #148


 

BOOGIE NIGHTS, o cómo construir un castillo de colores, perfecto, amable y sexy al mismo tiempo, con esa democracia aletargada, que no permite que el tiempo transcurra, mientras el olor dulzón de aperitivos que no existen marca la sentencia, inevitable, a la hora del ocaso. La industria pornográfica, irresistible, sólo para titanes con la piel de acero, capaz de tragarse a cualquiera desde su púlpito de moquetas sintéticas, tabaco en las paredes y miradas que uno debe evitar si duran más de medio segundo. En una danza de montaje impresionante, Paul Thomas Anderson hace explosionar ese mundo falso pero acogedor, repleto de códigos, miedos y recovecos (no me malinterpreten); aunque sus dos horas y media están plenamente justificadas, dando paso en su segunda mitad a un despiadado corolario de cómo tocar fondo hasta el máximo; y justo cuando ya no se puede caer más bajo, Anderson se apiada de sus personajes, esa manada de freaks, ganadores dentro de su burbuja, incapaces de entender el mundo fuera de ella, felices de saber que su única familia son sólo ellos. Retratar un tiempo, una época, va más allá de un vestuario o un peinado, o unos decorados, coches o música; retratar un tiempo y una época es colocar delante de nuestras narices un cartel de neón púrpura que nos haga torcer el gesto mientras murmuramos: esto ya no puede volver a ser...
Tiene algo indefinible que le impide ser una obra maestra, pero tiene algunos destellos reservados a los genios de esto del cine.
Saludos.

viernes, 6 de junio de 2025

Películas para desengancharse #147


 

Hablamos de películas románticas, con la misma vaguedad con que tiramos un confeti, vaciamos nuestras palabras de sentido, porque es menos hiriente convertir el pensamiento en una especie de lista de la compra. Películas románticas, un poco cursis, un poco atolondradas, también picaronas, tristes incluso. Nada de eso es amor, apenas sombra que parpadea sin vocación de permanecer, de aplastarnos ante su certeza que desprecia tiempo y espacio. Hay películas románticas, y luego está BRIEF ENCOUNTER. Y me ha costado escribir sobre ella casi dos décadas, porque esta historia de amor, que es agujero negro y es masa cósmica, que toca la herida hasta que el nervio deja de doler y da paso a un extraño éxtasis, tiene una intensidad tal que puede amenazar ese confort imbécil sobre el que nos balanceamos con sonrisa idiota. Una estación de tren, una cantina semivacía, un silbido, humo, dos extraños que se miran, y entonces todo cobra sentido, cuando ya no queda nada que narrar, está todo dicho. Es una película terrible, terrorífica, árida y sin rehenes. Entonces suena Rachmaninoff, como si no hubiese sido suficiente. Vapuleados, ya no somos los mismos, ni para nosotros ni para el otro...
Obra maestra absoluta.
Saludos.

viernes, 30 de mayo de 2025

Películas para desengancharse #146


 

Como un enigma orgulloso de serlo, de mostrarse en su opaca naturaleza, CASANOVA, la más terrible de las películas de Fellini, para mí infinitamente más autobiográfica que 8 1/2, que se despliega desde lo más infinitesimal hasta la orgía desatada de escenografías imposibles. Todo anclado a la imperial interpretación de Donald Sutherland (me la he guardado conscientemente), adueñándose de toda la grandeza y la humanidad y la soberbia más allá del estilo, la fantasmagoría de un hombre por encima de los hombres, el gozador de todas las carnes, incapaz de un mal gesto, exquisito ante la incomprensión del vulgo, preso del orgasmo como una estrella se convulsiona en la indiferencia del cosmos. Es difícil experiencia, ardua en dos horas y media que exigen ser más que un cinéfilo medio, mucho más. Fellini saca las vergüenzas de eterno veneciano, y de paso las nuestras, porque esta plegaria a la jodienda necesita que recordemos nuestros propios orgasmos con la misma entrega que su protagonista. Si no, no son auténticos yonkis del sexo, y Sutherland mira muchas veces a cámara, así que no se apeguen a mantras facilones ni palabras de seguridad. El tramo final, magistral, es la única demostración de amor del narcisista, sí, ante una extraña autómata, que enlaza con el retrato de un Casanova terminal adherido con mierda a cualquier pared. El final más bello posible...
Saludos.

viernes, 23 de mayo de 2025

Películas para desengancharse #145


 

En estos tiempos raros, afilados, donde los malos ganan porque están convencidos de ser los buenos, la verdad, el amor, la amistad, la solidaridad, son armas de destrucción masiva. Destruyen los escupitajos verbales y los convierten en flores. Magia, decía la señora Münchgstettner, mientras transformaba un destartalado motel en mitad de la nada californiana en una especie de oasis, donde camioneros polvorientos desean llegar para ver algo bello, por una vez. Todos hemos tenido ese lugar, de una u otra manera; a lo mejor lo hemos visto de refilón, y no nos ha dado tiempo a agarrarlo, como se escapan resbaladizos los sueños. Sí, BAGDAD CAFE es una película muy tonta, pero muy esperanzadora; tiene movimientos de cámara sonrojantes, pero también planos que parecen salidos de otra dimensión. Y está Jack palance absolutamente adorable; una señora que grita porque está harta de estar harta; una prostituta que en realidad hace tatuajes; un padre adolescente que intenta emular a Bach; un marido enamorado que sólo se atreve a mirar desde lejos. Y una cafetera amarilla que la señora Münchgstettner ha dejado en mitad de la autopista, donde ha mandado al carajo a su bávaro marido y ha salido andando con su maleta y su sombrero con pluma. He aquí la película de los cuerpos extraños, entes sin lugar que buscan lugares, y cuerpos, y también algo de amabilidad en un mundo que, vaya usted a saber por qué, nos suele tratar tan mal. 
Yo la quito de la categoría "película" y la llamo directamente magia... Y llorarán con su banda sonora...
Saludos.

viernes, 16 de mayo de 2025

Películas para desengancharse #144


 

Icónica. Excesiva. Desafiante. Reverencial hasta la genuflexión. Con momentos tan fascinantes como ridículos. CAPE FEAR parece más un reto a la crítica que, aún desde entonces, ha visto desbordadas sus propias expectativas, partiendo del entusiasmo que generó aquel "nuevamente renacido" Scorsese. En mi opinión, la sensación ha mejorado desde que la vi por primera vez en su estreno, pero curiosamente ha empeorado en lo que creo insoslayable, unos agujeros de guion que la van sumiendo en la gamberrada excéntrica de un cineasta, evidentemente, superdotado. El gran acierto es Robert De Niro, el mejor Max Cady posible; su interpretación ha creado escuela, de lo excesivo, sí, pero también de cómo un actor entiende a la perfección lo que el director demanda de él. La mejor escena es, sin duda, la que protagoniza junto a Juliette Lewis, que pasa por ser ese cuento de Caperucita con unos roles no tan explícitos como todo lo que representa ese abogado, desquiciado e indefendible, que interpreta Nick Nolte, en un papel tan desagradecido (mal escrito, más bien) como el de una desaprovechada Jessica Lange, que chilla más que habla. No sé tampoco si le hace falta la polémica decisión de copiar la partitura de Herrmann, por mucho que el trabajo de Elmer Bernstein fuese encomiable; o agarrarse a la fotografía del "lynchiano" Freddie Francis, que le da un aire a Hitchcock en sus tramos más inspirados. Un conjunto irregular, que parece magistral en su retrato de la brutalidad y la maldad pura, pero que patina cuando encara sutilezas o los giros de guion que hacían de la película original ese clásico incómodo y áspero que ha llegado, creo, en bastante mejor forma.
Ya saben que soy cerril en cuanto a la V.O.S., pero la versión doblada tiene su propio encanto. Ustedes saben...
Saludos.

viernes, 9 de mayo de 2025

Películas para desengancharse #143


 

Más que una narración al uso, siempre me ha parecido que STRANGERS ON A TRAIN venía a ser una especie de manual para todo aquel que quisiera desentrañar las claves de una película de suspense. Con una fidelidad asombrosa, el guion de Raymond Chandler y Czenzi Ormonde explora el clima extraño y escalofriante que recorre el texto original de Patricia Highsmith, superior por esa otra capa de sátira social que la novelista le añadía. Mítico es el extenso arranque, donde quedan expuestas las contrapuestas personalidades del joven y exitoso jugador de tenis, y el excéntrico y manipulador bon vivant, que embauca al primero en un diabólico plan, el crimen perfecto, donde ámbos se desharán mutuamente de los "problemas" del otro. Hitchcock adelanta aquí mucho de lo que sería su cine posterior, iconoclasta, rompedor partiendo del clasicismo, dispuesto a organizar ese carnaval de monstruosidades que en esta extraordinaria película está presene de principio a fin. Mención especial para la pareja protagonista, el habitualmente insulso Farley Granger, que está perfecto como el joven, aún incorrupto, pero que se debate en una moralidad ambigua por culpa de ese demonio perverso interpretado magistralmente por Robert Walker, un actor del que nos perdimos todo lo que podría haber hecho, al fallecer poco después del estreno de este film, ya digo, paradigma de cómo mantener el interés aun con todos los secretos desvelados desde primera hora. Baste para ello recordar la impresionante escena del asesinato en el parque de atracciones o el desenlace, que devuelve a los personajes a la misma ubicación, y que es una absoluta locura de montaje.
No se la pierdan.
Saludos.

viernes, 2 de mayo de 2025

Películas para desengancharse #142


 

Dice Garci en los Cowboys, ese placer culpable que algunos transitamos desde la convicción de que siempre se aprende algo, que sería imposible que la Academia de Hollywood le diese la estatuilla a una película como VOLVER A EMPEZAR hoy día. Tan alejado ese cine del más apreciado cuatro décadas después, aunque me parece de justicia resolver que la primera película española en ganar el oscar (tardaron un poco, me parece a mí) es la carta de amor por excelencia del cineasta madrileño a lo que es, sin más, su vida, el arte de contar historias (o no) mediante imágenes. Hay un poco de Ozu en esta historia infinitesimal, pero de humanidad inabarcable, donde se compendian la nostalgia, el amor, la amistad, las despedidas. Todo ello en el viaje de un profesor de universidad que tuvo que marcharse en el 38, y que regresa a Gijón tras recoger el Nobel. Un puñado de días en los que se reencontrará con un amor que el tiempo no ha mermado, amigos de toda la vida, una ciudad que le acoge como si nunca se hubiese ido, que refleja esa satisfacción y melancolía en el rostro de un Antonio Ferrandis inmenso, que se mueve como el oleaje cantábrico y mantiene esa mezcla de calma, emoción y un poco de despedida, la que ha quedado impresa en la mejor escena filmada por Garci, que ya es decir, y que nos deja a dos colosos, Ferrandis y Bódalo, dando una explicación gráfica de qué significa estremecerse. A los jóvenes les digo: claro que es una película de viejos, con música de viejos y ritmo de otoño exagerado, pero es una película con la que nuevas generaciones pueden aprender a amar todo lo hermoso que está pasando ante sus ojos...
Saludos.

viernes, 25 de abril de 2025

Películas para desengancharse #141


 

Nominamos a las películas con un curioso velo de opacidad, elocuencia y perspectiva. Normalmente, casi siempre, el "clásico" lo es por inmanencia, mientras que hablamos de "rupturismo" todo aquello que absorbe y agrede, al mismo tiempo, la época en la que irrumpe sin permiso ¿Pero cómo nos enfrentamos ante una película tan olvidada y reivindicada, a partes iguales, como GATTACA? Realizada en 1997 por un director y guionista, Andrew Niccol, que debutaba con poco más de 30 años, me parece, me sigue pareciendo, que es digna de admiración por cómo ha logrado trascender esa extraña línea entre lo novedoso y lo clásico. Hay que señalar también ese cruce de géneros tan bien llevado, que igual nos lleva hasta el cine negro más purista (esos detectives, esos sombreros), la ciencia ficción en su vertiente distópica (casi más Ballard que Orwell), o una denuncia social que indaga socarronamente en un futuro que ahora es presente, y donde las identidades se convierten prácticamente en mercancía o sistema de control. Y luego está la película en sí, las estupendas interpretaciones de unos incipientes Ethan Hawke y Jude Law, con el añadido de Uma Thurman o Alan Arkin, y las sorprendentes apariciones de un veterano Ernest Borgnine o el escritor Gore Vidal. Una espectacular fotografía, congelada y cálida al mismo tiempo, de Slawomir Idziak. O una banda sonora a cargo de Michael Nyman, que es una de mis favoritas suyas. Cuento cruel, emotivo, también vibrante y repleto de intriga, GATTACA nos habla de un mundo en el que procrear naturalmente es una cuestión de la clase baja, mientras los pudientes "eligen" artificialmente a unos hijos perfectamente diseñados, sin taras, los garantes de una utopía "sin fallos". Ahí irrumpe la figura de Vincent (Hawke), que encarna al inconformista, capaz de alcanzar su sueño de viajar a las estrellas incluso con una dolencia cardíaca; su plan será hacerse pasar por Jerome (Law), un deportista de élite que languidece en una silla de ruedas por un fatal accidente. En sus mejores momentos, esa dualidad conforma dos partes de un todo, lo que indaga en el motivo humanista y nos inquiere acerca de cuánto deseamos ser perfectos, y todo lo que hay que destruir para lograrlo.
Debería ser un "clásico", pero sigue siendo esa curiosidad que vemos un poco de reojo. Compararla con la cantidad de bazofias digitales que se consumen hoy día, como comida rápida, básicamente da la razón a su mensaje.
Revísenla, merece la pena.
Saludos.

viernes, 18 de abril de 2025

Películas para desengancharse #140


 

En el mundo de Ariana Grande, en el de las risas enlatadas, los realities y los podcasters y los youtubers y los influencers, y, por qué no, los blogueros. En el mundo que observa caer un arancel como si cayera una bomba atómica, con el mismo gesto de impotencia e ignorancia sobre qué pasará después. En el mundo de la posverdad, del ángulo cerrado en TikTok para que no se noten las grietas en la pared o el niño con el biberón, o del selfie con filtros que cuestan más que el bocadillo de mortadela de quien se lo pone. En el mundo, digo, donde estar contra las guerras no está de moda, porque se ha creado una vorágine de cargos en los que las responsabilidades fluctúan más que un viernes de bolsa, que es el mundo donde un tipo que no conoces te convence de que eres tu propio jefe, y que es el mundo en el que los extraterrestres aún no se han vestido decentemente desde que eran cangrejos de gomaespuma, y para que nadie se ofenda se uniforma a todos los que caen en una matanza, como si fueran clones atacando... (¡?)... En ese mundo, que es el tuyo y el mío, el vuestro y el nuestro, hay un cero por ciento de posibilidades de hacer algo parecido a WHEN THE WIND BLOWS. Imaginen una película de animación protagonizada por dos ancianos que llevan casados toda la vida, y que se construyen un refugio nuclear en el salón de casa con unos tablones y un colchón. Lo ha dicho la tele, y lo ha dicho el gobierno. Dos ancianos parloteando de sus cosas, tomando un té, preocupados por cómo se protegerán sus hijos, despertando la mañana después de la bomba, contrariados por todo el polvo que van a tener que recoger, languideciendo día a día, mientras les salen manchas en la piel, se les cae el pelo y los dientes y las ratas asoman por el inodoro. En este mundo tan bonito que nos ha tocado vivir no hay Ucrania ni Palestina ni Yemen, porque les hemos puesto un filtro muy hortera y un fondo de reggaeton.
Si creen haber visto algo depresivo y desesperanzador, no han visto esta película.
Devastadora.
Saludos.

viernes, 11 de abril de 2025

Películas para desengancharse #139


 

Imposible concebir hoy día una película como THE YEAR OF LIVING DANGEROUSLY, en la que Peter Weir daba una (otra) clase magistral sobre cómo conciliar géneros, con el objetivo de crear un todo que se siente cohesionado, incluso en un relato que parece intencionadamente destartalado y antipático, pero cuyos ejes brillan en armonía tanto como por separado. La novela de C.J. Koch nos situaba en una Indonesia que en 1965 era una bomba de relojería, con el dictador Sukarno atrincherado en su torre de marfil, y los insurrectos comunistas tomando las calles, lo que dejaba a la mayoría de la población en una situación desesperada de miseria, violencia y enfermedades. Justo allí llega Guy Hamilton, un reportero australiano, joven e idealista, que no se conforma con registrar la realidad, sino que cree poder intervenirla, cuando obtendrá un duro baño de realidad al conocer a Billy Kwan, un curioso personaje, fotógrafo, que se mueve como pez en el agua en el conflicto, precisamente porque no lo idealiza. Rodada en Filipinas (Indonesia la prohibió durante dos décadas), el film, aun con sus licencias e imperfecciones, funciona por la admirable síntesis del guion y la construcción de personajes, apoyada por la improbable química entre un magnífico Mel Gibson, perfecto como "el hombre blanco insertado en un mundo que no es suyo", y una apoteósica Linda Hunt, en una interpretación que por momentos pone la carne de gallina, que ganó merecidísimamente el oscar en 1982, y que de paso dejó en casi anecdótica la historia romántica entre Gibson y una Sigourney Weaver que parecía impuesta para no dar de lado a un melodrama que termina siendo lo menos interesante de este film rescatable y reivindicable, como cualquiera de uno de los cineastas más infravalorados de todos los tiempos. El tiempo nos dará la razón...

viernes, 4 de abril de 2025

Películas para desengancharse #138


 

Un promotor de boxeo, una autocaravana, un ex KGB, un ladrón ludópata, un mafioso con querencia porcina, tres muertos de hambre y un perro que se ha tragado un patito de goma, un judío que no es judío pero cree que es judío, un tipo que recibió seis balas y usó dos para completar su dentadura, un gitano ininteligible y un gigantesco diamante, tan valioso como escurridizo. Esa ensalada imposible le sirvió a Guy Ritchie para conformar la que creo que es su mejor película; un bombástico cruce entre el thriller desordenado de Tarantino y un sentido de la comedia puramente británico. Grotesca, hilarante, por momentos brillante, SNATCH es esa película que un director consigue rodar una sola vez, pero que es mejor que abandone inmediatamente como modelo, bajo la amenaza de autoparodiarse. A ello contribuye decisivamente un reparto absolutamente estelar, que incluía a grandes nombres como Brad Pitt, Benicio del Toro o Denns Farina, un por entonces emergente Jason Statham, y grandes sorpresas como el entonces desconocido Stephen Graham y un Vinnie Jones con una vis cómica que no vimos venir, básicamente por ser un rompetibias en la Premier. No es que fuese el colmo de la originalidad, y su discutible montaje tiene momentos que pueden hacer sangrar pupilas poco entrenadas, pero si no se le pide más de lo que puede ofrecer es uno de esos títulos que ha conquistado su lugar por derecho propio. A lo mejor es que estábamos ante un One Hit Wonder y no nos dimos cuenta.
Saludos.

viernes, 28 de marzo de 2025

Películas para desengancharse #137


 

Y SPARTACUS, o la película tras la que hacer peplums debería haber dejado de tener sentido. Espectáculo total, desafío al normativismo impuesto por las majors, bomba de elocuencia humanista en mitad del repugnante vasallaje de la caza de brujas en Hollywood, o simplemente el nuevo aldabonazo de un director sin límites y que expandía las claves para la renovación del cinematógrafo, usando su dominio del lenguaje clásico. Apenas hay que ensayar un ejercicio de imaginación, para detectar, en las mínimas escenas rodadas por Anthony Mann, cómo el canon se diluye en manos de Kubrick, apabullante en la armonía que logra entre un intimismo que va de lo tierno a lo atrevido (consigan la versión con la escena de los caracoles), y un despliegue en la épica que, haciendo cabriolas con mi mala memoria, y obviando al inalcanzable dios Griffith, sólo he visto igualar a Gance y Bondarchuk, que viene a ser la cátedra definitiva sobre cómo escenificar una batalla a campo abierto. Es una película demasiado grande, que te mira desde arriba para seguidamente, como el propio Espartaco, posar su mano de camarada en tu hombro y mirarte de igual a igual. El guion de Dalton Trumbo se abrió paso, incluso remarcando mucho de lo ya apuntado en la extensa novela de Fast, que es proclive a la confusión de críticos miopes, cuando no embrujados por esta colosal demostración de poder retórico. Para la historia, la mejor composición de Alex North (ese prólogo en negro...); la voladura de cabeza de Russell Metty, que ganó con todo merecimiento el oscar, y que rezuma una modernidad que es jodida de encontrar en aquella época (hablamos de 1960), descubriéndonos muchas de las obsesiones visuales que posteriormente plagarían la filmografía de Kubrick. Y luego está ese reparto, que es como ir a una partida con un repóker, o qué sé yo. Si icónico, tallado en bronce, ha quedado el Espartaco de Kirk Douglas, todo integridad, fiereza, humanidad, paradigma de la imposible lucha del individuo contra los poderes fácticos; parece una broma ridícula aunar a un incipiente Tony Curtis, el grandísimo Woody Strode (inmortal su escena de lucha), una Jean Simmons que nunca estuvo tan repleta de matices, un terrorífico Laurence Olivier perdiendo los estribos en lo que no puede ser más que una obsesión de amor y odio hacia ese enigmático esclavo tracio, con un aparte al tándem compuesto por Peter Ustinov (ganador también del oscar) y Charles Laughton, para los que cualquier apreciación que yo pueda hacer quedaría incompleta. SPARTACUS, de ser algo, es ese puente entre lo clásico y lo rompedor, un manual y una oportunidad dorada que nos indica una deriva para el cineasta que quiera pensarse como inconformista, aun a sabiendas de que "este cine" parece pertenecer a una órbita inalcanzable en estos tiempos de sonidos enlatados e imágenes autocensuradas.
El cine vive libre o no vive.
Obra maestra absoluta e intemporal.
Saludos.

viernes, 21 de marzo de 2025

Películas para desengancharse #136


 

Sí, sí, STARSHIP TROOPERS, o la manera más inteligente de gastarse cien millones de presupuesto, que es (a ver si lo consigo explicar) dándole a una multi todo lo que puede esperar para una gran recaudación, pero realzando algo que casi nunca vemos en una gran producción: el carácter descreído de una serie B, que funciona como un agente encubierto, criticando absolutamente todo lo que aparentemente ensalza. Pocos directores como Paul Verhoeven tan cualificados para atreverse con una locura kitsch, interpretada por mobiliario útil como Denise Richards o Casper Van Dien, que parecen estar en una teleserie adolescente, y que no oculta el cartón piedra, haciendo de lo cutre su gran virtud, como la imposible fusión de la imagen real y el cartoon. STARSHIP TROOPERS actúa como una falsa imagen en relieve, y dependiendo de nuestra inclinación veremos una fantasía de acción bastante tontuela, o por el contrario leeremos entre líneas la descarnada azotaina que le da al imperialismo, y más concretamente al norteamericano, exponiendo cada una de sus miserias, con la misma mala baba que el cineasta neerlandés ya exhibió en ROBOCOP, de la que es digna sucesora. Tenemos, por tanto, un blockbuster típico de mediados de los noventa, que con el tiempo (y no hay muchos casos de esto) ha escalado hasta el estatus de film de culto por méritos propios. Y si no, háganse a la idea de que casi treinta años después entusiasma al público cultureta tanto como al que busca simple evasión, y, aleluya, también los irrita a partes iguales. Yo la sigo recomendando con el mismo entusiasmo que en su estreno... y sigo siendo un incomprendido...
Saludos.

viernes, 14 de marzo de 2025

Películas para desengancharse #135


 

Hay algo en las películas de los hermanos Marx que excede la pantalla, desborda nuestra mirada y nuestro entendimiento. Como sus personajes secundarios, comparsas siempre damnificadas por unos heraldos de la anarquía y el absurdo, el espectador se queda sin asideros, abrumado por coreografías mil veces ensayadas, y por eso indetectables por nuestro ojo tan educado y sometido. Probemos a ver DUCK SOUP en esta aburrida era de la corrección política; probemos a cancelar a los Marx. Probablemente, Harpo nos corte la corbata (lo que no deja de ser un desahogo), Chico nos dé una patada en el culo mientras intentamos recuperar nuestro sombrero, y al final Groucho nos ha birlado la chica y, por qué no, la cartera. Las películas de los Marx, las buenas, no son películas, sino que instalan es sinfonía de la destrucción en mitad de un desarrollo fílmico convencional, haciéndolo imposible, desintegrando sus mecanismos y haciéndonos cómplices de un mundo con las horas contadas. En una hora y ocho minutos, Rufus T. Firefly toma posesión como gobernador de Freedonia, es boicoteado por sus enemigos de Sylvania, espiado por los inútiles Chicolini y Pinky, y le sobra tiempo para tirarle los tejos a la sempiterna viuda Teasdale y fumarse un puro. Declarando la guerra por una tilde (los subtítulos, ya saben), los espías se convierten en ministros aliados, aunque antes vendían cacahuetes, se meten en la cama de la viuda disfrazados de Firefly, y para redondear la orgía pre-code, se atreven a montar un menage a trois con una muchacha... y un caballo. 
Para mí es una obra maestra absoluta, total, intemporal y otros adjetivos demasiado pomposos para lo poco que dura. Uno de esos milagros que el cine nos regala por la cara, para hacernos felices y que nos mofemos de los infelices. Y así debe ser...
Saludos.


P.D.: inopinadamente, doyme cuenta de que es la segunda entrada que aparece por las páginas indéfilas. La primera, antediluviana. Sin embozo o menoscabo, el precedente me dice que el subconsciente, por una vez, me ha jugado una buena pasada...

viernes, 7 de marzo de 2025

Películas para desengancharse #134


 

Es necesario ver (otra vez, quizá) WHITE HUNTER, BLACK HEART para comprobar el efecto encadenante en la filmografía como director de Clint Eastwood. Se unen en este falsísimo biopic sobre John Huston y el rodaje de LA REINA DE ÁFRICA, la exposición de esa mentira de las películas, en contraposición de una verdad que termina por engullir al artista en cuanto su engreimiento, por muy sanas que sean sus intenciones, se topa con una realidad que le supera y somete. Vista hoy, ha crecido en intención, y comporta ese Eastwood que vino después, el más celebrado, con la honestidad del cineasta veterano que no reniega en modo alguno de una carrera anterior, en realidad la sólida base sobre la que asentarse sin vértigo. Así, la excusa del rodaje, eternamente pospuesto, deliberada e innecesariamente trasladado al corazón de África, tan sólo para que el director pueda cumplir su obsesión de cazar un elefante, proviene de un meticuloso tratado del ese hombre aparentemente rudo, pero incapaz de aguantar a la miríada de imbéciles que diariamente le rodean. Especialmente fulgurantes, sus tres parlamentos, que albergan la figura del pistolero de SIN PERDÓN o el veterano de GRAN TORINO; o: te estoy diciendo en tu cara que eres un cerdo (o cerda, sin distinciones antidemocráticas) tan sólo para que tú mismo reconozcas que lo eres, que es la forma en que uno evita tener que usar un Magnum... o más o menos. Es cine que ya no existe hablando de un cine aún más anterior, y es cine sintomático, de termómetro, que quizá no sea tan refinado o sofisticado, pero nos coloca a cada uno en nuestro sitio, no siempre el más alto ni el más digno.
Desengancharse de tito Clint no es sencillo, por el mismo motivo que derribar a ese viejo elefante puede que no sea la mejor idea. Aún...
Saludos.

viernes, 28 de febrero de 2025

Películas para desengancharse #133


 

No son pocos los que, con mirada fruncida, me han dedicado la pregunta inevitable "¿De qué diablos va este monográfico?". Mi respuesta, invariable y resonante, es que no estoy muy seguro de saberlo, pero sé que sólo puede ser de la manera que es. Dicho esto, era imposible que no estuviese, en un momento u otro, SCARFACE; o esa oda al exceso descontrolado, en el que puede ser un rodaje cocainómano por excelencia ¿Cabe mayor desenganche cinematográfico? En puridad, prefiero hablar del meteórico (y estrafalario, y bipolar, e indefendible) ascenso y posterior caída de Tony Montana, o la iniquidad y chulería de un tipo sin talento ni moral, ni nada que se le parezca, que se resumen en el taquicárdico montaje, el guion cuesta abajo sin frenos y, por supuesto, la incontrolable y excesiva interpretación (a una pulgada de la autoparodia) de un Al Pacino que nunca (y es mucho decir) estuvo tan pasado de rosca. SCARFACE es puro de Palma, empero y aunque pese, y ya es mérito recolocar los zapatazos de Oliver Stone a la novela original, que parece una mofa a la obra maestra de Hawks y Hecht, y no el homenaje que inesperadamente cierra este film, que despierta tanta admiración como rechazo desde su controvertido estreno. Al igual que su protagonista, la película nos mira por encima del hombro, ese inclasificable "gangster-cuñado", soltando consejos, soflamas e invectivas, para terminar, en una de las imágenes más icónicas de los últimos 50 años, con la mirada perdida, la pistola en la mano y la solapa espolvoreada. También me han preguntado si la recomiendo. Mi respuesta es que no tanto como CARLITO'S WAY (la gran obra maestra de su autor), pero mucho más que todos los refritos, sofritos y copias burdas que después de ésta han nutrido al victimista sistema de "industria sin industria", cautivo de la evidente orfandad de (parafraseando a Montana) "palabra y pelotas"...
Ahí queda eso.
Saludos.

viernes, 21 de febrero de 2025

Películas para desengancharse #132


 

Se me hace complicado imaginar un film como MISSING hoy día. El debut de Costa-Gavras en Hollywood sonó como un mazazo, seco e inesperado, en las mismas entrañas de una industria sumida en los dulces laureles de la recién inaugurada "era de la evasión" de la administración Reagan. El director francés aprovechó con creces la posibilidad de explotar los recursos de una major, para crear una obra única del cine de denuncia, que señalaba con el dedo a una dictadura, la de Pinochet, pero cuyo discurso podría ampliarse a cualquier régimen de terror. El extraordinario guion (ganador del oscar), adaptaba la novela de Thomas Hauser, y su deliberada estructura nos sume en el mismo infierno (los nueve círculos se quedan cortos) que sus protagonistas, unos desconsolados esposa y padre, que remueven cielo y tierra para buscar el marido e hijo, desaparecido justo cuando intentaba salir del país. MISSING se debe por entero a la portentosa interpretación de dos colosos, Jack Lemmon y Sissy Spacek, que forman un tándem deslumbrante, y la humanidad va aflorando entre ambos desde las reticencias iniciales, mientras la sombra de la tragedia cobra forma en un ambiente insoportable, mezcla de desidia y corrupción, en el que el padre, un empresario de ideas más bien conservadoras, abre los ojos de la forma más cruenta posible. Olvidada y apenas rescatada por algún cinéfilo nostálgico, se trata de una película "europea en el corazón alquilado de América", y cuyo discurso nunca elude las esquinas más inhóspitas del asunto que trata, y que culmina con un final desolador, pero del que germina un extraño brote de esperanza, a lo que contribuye también la partitura de Vangelis, en su punto más alto de creatividad. 
Por todo ello y por la cátedra de Lemmon, se hace inestimable en días de desenganche de compromisos vitales.
Saludos.

viernes, 14 de febrero de 2025

Películas para desengancharse #131


 

Que no nos hablen a los españoles de lo que fue Franco, y menos, los españoles. Que no nos den lecciones los payasos que se aprenden la lección como papagayos de dos colores, y que no nos digan que los ridículos, los meapilas, no son siempre los más peligrosos. La única forma de representar al inventor de los patriotas de pulserita es, no queda otra, llevarlo hasta el espejo donde nunca se quiso ver, el de un niño grande jugando con pistolas, rompiéndole el alma y el plato a esos que decía amar, de la misma forma que las sotanas escondían amor puro y candoroso. Da pavor el Franco interpretado progiosamente por Juan Echanove en MADREGILDA, esa astracanada, genial y dolorosa, en la que Francisco Regueiro y Ángel Fernández Santos invocaban, a partir de los fantasmales fotogramas de una Rita Hayworth tan cancelada que ni siquiera la vemos, hasta la locura de un improbable coronelillo con alma de trapero, que glorifica a su esposa, violada por un regimiento "para alzar la moral". El caudillo, el coronel Longinos, una especie de clérigo borracho, y hasta Millán Astray, se conjuran un los primeros viernes para echar un mus en la taberna de un moro acojonado y acojonante, aunque aquello no es más que excusa de besamanos, comepollismo y humillación ante lo que no es más que bebé grande y caprichoso, que sólo bebe leche e intercambia estampas de pinocho en el váter. MADREGILDA es exagerada, mutante, como si fuera un cruce entre Buñuel y Aleksei German, y conserva un rarísimo aroma de ensoñación, o pesadilla recurrente y circular. Y Regueiro, aún nonagenario, se despidió en mi opinión pronto con este corte de mangas que resuena muy fuerte en estos tiempos de posverdad, porque no habría cojones para desengancharse de esta desmemoria que sabe a leche condensada ya agria.
Subo la apuesta.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!