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miércoles, 8 de enero de 2025

Los solitarios sueñan juntos


 
Endre trabaja como director en un matadero; tiene un brazo inutilizado y vive solo. María llega como responsable de calidad, pero su carácter, rozando lo maquinal, provoca el rechazo, y también el temor, de los empleados. Un robo hace que el protocolo de seguridad de la empresa haga pasar a cada empleado por un test psicológico, en el que se incluye el relato de su último sueño. Endre y María sueñan lo mismo, y no un sueño cualquiera: sueñan que son una pareja de ciervos y pasan el tiempo en el bosque. La metáfora implícita en TESTRÖL ÉS LÉLEKRÖL (EN CUERPO Y ALMA) nos exige que encontremos las correspondencias entre dos desconocidos que se aman sin saberlo, y que tampoco saben cómo acercarse el uno al otro, excepto en sus sueños. Afortunadamente, la directora y guionista Enyedi Ildikó rechaza acomodarse en un romanticismo vacuo, transitando su relato desde un realismo social, el del matadero, hasta una hondura psicológica trazada con gran sensibilidad, deteniéndose en el hartazgo de mediana edad de él, pero sobre todo en la terrible soledad de ella, incapaz de construir una vida presente, porque su memoria prodigiosa la obliga a retornar a un pasado del que no sabe salir. 
Es una película que pide paciencia, y durante muchos momentos de sus dos horas asoma una cursilería cultureta de la peor calaña. Nada de eso, porque este es un film extraordinario, que respeta tanto a sus protagonistas como a sus espectadores, y que tiene un final hermosísimo, brutal y tierno al mismo tiempo, que nos habla de lo separados que estamos de las personas que más nos quieren, y cómo una simple frase en el momento justo puede marcar nuestro destino sin que lo sepamos.
Un descubrimiento.
Saludos.

lunes, 22 de julio de 2024

El triunfo del mal


 

Hablemos de lo extraordinaria que es WERCKMEISTER HARMÓNIÁK, de cómo Béla Tarr sublima el sobrecogedor texto de Krasznahorkai, para construir una película que, con claridad meridiana, expone cómo el mal más abyecto surge del modo más inesperado, adueñándose de los mediocres y aniquilando a los inocentes. No es más, ni menos, aunque haríamos mal en detenernos en el virtuosismo del maestro húngaro, y donde debemos detener la mirada es en la simetría (ampliamente bien/mal) construida en torno de Janos, el inocente, que encuentra la armonía celestial en una taberna repleta de borrachos, que admira el callado trabajo de artesanos y sirvientes, que escucha sin comprender al descreído musicólogo, que vendría a representar su faceta oscura. Lo que supone el desastre definitivo proviene de varios acontecimientos. La llegada de la tía, con una fatídica misión, y la surrealista función ambulante, consistente en una gigantesca ballena disecada y un misterioso personaje "El Príncipe", que ejemplifica lo peligroso esa "propaganda invisible", capaz de penetrar por cualquier rendija en cuanto una sociedad se descuida. No se me ocurre una película tan certera para representar el fascismo desde su concepción más primigenia, tan terrible en su evocación de la derrota de quienes defienden la libertad (la que no cae como saliva de comisuras satisfechas), tan bella y tan difícil de mirar. Su tramo final nos pone en una disyuntiva complicada de digerir, pero es verdad que hay que tener entendederas, y eso siempre ha sido doloroso...
Aldabonazo de lucidez sobre una Europa podrida.
Saludos.

lunes, 6 de mayo de 2024

El círculo de la vida


 

En Sitges también hubo animación, y una de las propuestas más exóticas fue FOUR SOULS OF COYOTE, de la que me reservo el título original por ser el húngaro un idioma tal que sí. No debería ser un problema, pero estamos ante un film húngaro que basa su argumento en una leyenda nativa-americana, por lo que hay que hilar fino. Lo mejor, un aspecto técnico bien cuidado, que mezcla 2D y 3D, y que ilustra convincentemente esta epopeya ecologista, bienintencionada, pero irremisiblemente rutinaria, sobre todo a la hora de hacer avanzar un guion que hemos visto cientos de veces. En este caso, la excusa proviene de una multinacional sin escrúpulos, dispuesta a destruir una montaña milenaria, a través de cuya historia original conoceremos la difícil armonía entre la naturaleza y los hombres, siempre mirados con recelo por los animales desde que el pérfido Coyote decidió modelarlos. Curiosamente, es menos adulta de lo que aparenta, y más discursiva que dinámica, por lo que sus casi dos horas pueden resultar poco gratificantes, y sólo la recomendaría a completistas muy curiosos.
Saludos.

lunes, 5 de febrero de 2024

Amorgue


 

En Noves Visions, la triunfadora moral fue la película húngara ÁTJÁRÓHÁZ (algo así como A MITAD DE CAMINO DE CASA), que destilaba desparpajo, buen rollo y algún que otro apunte interesante sobre hacer una comedia romántica sin hacer el ridículo. Con una estética ligeramente steampunk, ver un titubeante arranque entre REANIMATOR y AMELIE no presagia nada bueno, pero hay que tenerle paciencia a este encantador relato de amor después de la muerte, en el que un joven descubre que los muertos tienen una segunda existencia justo en su turno como vigilante de la morgue. Enamorado de una encantadora chica, una cadena de casualidades terminará con ella fallecida, perocon esa segunda "vida" justo para echarle en cara a él por qué nunca acudió a su cita, y que tuviese que coger ese fatídico autobús. Pero aún habrá una posibilidad de que estén juntos, el problema es el cremador, un misterioso y maligno personaje, empeñado en hacer desaparecer hasta el último vestigio de los finados. Cine fantástico, imaginativo, con un punto naif que le cae muy bien y un trasfondo romanticón pero nada empalagoso. Una pareja con química y un montón de sorpresas de guion... No sé si se puede dar más, pero aquí todo eso cabe, y pasa uno una tarde la mar de entretenida.
Saludos.

sábado, 4 de junio de 2022

Lo real y lo ideal


 

Empezaré por advertir que no verán aquí el título original de esta película, por no enredarme en trabalenguas imprecisos y prescindibles. La película se titula PREPARATIVOS PARA ESTAR JUNTOS UN PERIODO DE TIEMPO DESCONOCIDO, y el año pasado ganó la Espiga de Oro en Valladolid, además de los premio a la dirección novel y su protagonista, la actriz Natasa Stork. Tras su dicreto debut en 2015, la directora Lili Horvát se adentra en los farragosos territorios del drama psicológico, para introducirnos en la enigmática mente de Márta, que a los 40 años decide abandonar una brillante carrera como neurocirujana en New Jersey, volver a Hungría 20 años después, incluso aceptando un puesto por debajo de sus posibilidades, y todo por un misterioso propósito. Márta quiere encontrarse con el hombre que ama, y constantemente se repite cómo fueron los momentos que pasaron en América, jurando volver a verse. Sin embargo, cuando al fin logra dar con él, este hombre dice no conocerla, no saber nada de ella; a partir de ahí, averiguaremos si la razón la tiene ella o él, o si todo es fruto de la imaginación... o algo aún más extraño. Como guion, es encomiable que Horvát haya logrado el equilibrio entre concisión y complejidad, mostrando la fragilidad de una mujer capaz de dejarlo todo atrás, y haciéndonos partícipes de su impenetrable misterio, donde cada cosa que ocurre deja la posibilidad de que ni siquiera haya ocurrido. Lo único que le echo en falta es mayor enjundia, menos ensimismamiento, aunque puede que haya una magnífica directora de cine despertando desde este mismo momento.
Saludos.

domingo, 11 de agosto de 2019

Rincón del freak #366: La imbecilidad a través de las generaciones



Me he topado por casualidad con TAXIDERMIA, la polémica película del húngaro György Pálfi, que fue la gran sensación del festival de Sitges'06, dividiendo al público de tal manera que no hubo nadie indiferente, tan sólo quienes la odiaban con todas sus ganas y quienes la encumbraban como una obra maestra de la escatología. Y, la verdad, después de verla me quedo con una tibia reflexión: Qué difícil debe ser intentar ser Béla Tarr sin parecer Béla Tarr. Lo digo porque las imágenes de Pálfi contienen una expresividad notable, pero lamentablemente todo queda ahí, en una sucesión de puñetazos visuales que terminan por agotar, por incesantes, pero también por un mal gusto excesivamente rebuscado. Como si de un rápido vistazo a tres generaciones se tratara, se nos cuenta (o eso creo) una especie de enfermedad congénita, casi una maldición, proveniente del primer progenitor, un imbécil de labio leporino que pasa el crudo invierno como supuesto protector de una granja en mitad de la WWII. Entre pajas flamígeras y fantasías con un par de doncellitas, logra beneficiarse a una oronda carnicera de cuya unión nace el que será campeón mundial de comer... (sí, comer, pero a lo bestia). Y de la yunta de éste con su homónima femenina llegaremos al taxidermista del título, que es flacucho y vive entre cuidar los 400 kilos de su anciano padre y tirarle los tejos a una cajera que lo ignora. Y poco más, excepto prevenirles de la sinfonía de vómitos, eyaculaciones, flatulencias y desmembramientos que, no sé cómo, se llegan a vislumbrar como una especie de obra de arte macabra, como la que cierra un film que no es malo, pero sí muy raro, de verdad.
Saludos.

sábado, 12 de marzo de 2016

Sensación definitoria/definitiva



Varias cuestiones. Primero, la extraña sensación de ver al alumno triunfando donde el maestro ni siquiera parece poder asomarse. Después, otra sensación, la de estar ante uno de esos escasos momentos en los que el presente queda definido a través de una mirada al pasado, intentando desesperadamente que no olvidemos para no tener que recordar. El debutante László Nemes da un paso más allá en la representación del horror de los campos de concentración nazis, y lo hace con un pie en lo sublime y otro en lo ridículo, que parece inherente y reservado a las grandes obras, las que perdurarán pese. o gracias, a su propia circunstancia irrenunciable. SAUL FIA (EL HIJO DE SAÚL) es una obra refractaria a cualquier exhibicionismo, casi se puede decir que es una especie (y espero que me perdonen) de "selfie" incesante; la cámara respira, y la cámara cae y se levanta como su único y omnipresente protagonista, un sonderkommando que en un súbito ataque de lucidez, o locura, si es que ambas cosas no son lo mismo, planea un acto descabellado: enterrar a un niño, el único superviviente de un gaseamiento masivo, tras ser asfixiado por un médico nazi. Sin cuidado, o sin verdadero valor, Nemes habría caído en el ridículo, pero esta es una película dolorosamente sublime, y nosotros, atónitos, asistimos al desenfocamiento del horror, reducido a "algo" que ocurre en segundo plano, y que parece ser, por mucho que nos asquee, la única forma de mantenerse en pie y seguir ¿Seguir a qué? Esa cuestión crucial nos es planteada mientras el objetivo, la misión, se transforma en una especie de escudo absurdo que protege a este hombre mientras miles de personas son aterradoramente exterminadas. Quizá no sea la definición más ajustada, pero quien fuera asistente de Béla Tarr ha logrado insertar una cámara en el corazón del horror, en lo irrepresentable.
Magistral.
Saludos.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Rebelde e incomprendido



Quinta referencia del SEFF'14. Empiezo a ver FEHÉR ISTEN (WHITE GOD) como segundo plato de una intensa jornada, es decir: con el entusiasmo justo y el primer asomo de fatiga visual (saturación). El comienzo es apabullante, bellísimo y brutal al mismo tiempo; uno no sabe si sentir temor, curiosidad o estupor. Una niña avanza en bicicleta por las calles (literalmente) desiertas de Budapest; al doblar una esquina, cientos de perros aparecen y la persiguen, o eso parece, con el trasfondo de una música apocalíptica. Parece el fin del mundo. Glorioso. Excelso. Terrorífico.
Lo que sigue es una película convencional, bien escrita, bien dirigida como entretenimiento de calidad e inscrita, casi milagrosamente, en el cine de género más reconocible, teniendo en cuenta el país de donde procede, Hungría... Pero, no, no es Béla Tarr; no le busquen ni rastreen aquí, porque esto es otra cosa. WHITE GOD prescinde del elemento desestabilizador y se acoge al confortable hilado de líneas cognitivas de cualquier novela de suspense. Curiosamente, su tramo final, sensiblemente mejor que su primera parte, le hace un flaco favor al conjunto; una vez las cosas se desmandan y la peripecia de este perro (casi salido de 12 AÑOS DE ESCLAVITUD) epata con los deseosos de emociones fuertes, todo lo que hemos visto antes nos sobra de alguna manera que no puedo explicar, pero que contribuye a que su metraje se eternice innecesariamente. Una pena... a medias.
Saludos.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La expulsión del reino



Lo dije una vez, pero no recuerdo dónde ni a propósito de qué, pero me parecía clara la línea narrativa y filosófica de algunos cineastas contemporáneos, más ocupados en hacer avanzar la pesada rueda de la creación artística que de lamentarse por la dificultad de llevar a cabo sus proyectos. No hay duda de que habría que inscribir a Béla Tarr en la punta de lanza de dicho no-movimiento, al mismo tiempo que los que hemos seguido su personalísimo cine, hemos comprobado el significativo y curioso repliegue desde una exuberancia formal hasta la seca parquedad repetitiva de su última obra. Y en mitad de todo, como un monstruoso minarete que pudiese contener todas las inquietudes de un artista incontenible, se encuentra una granítica obra de siete horas, bajo cuyas apabullantes imágenes palpitan tanto los deshumanizados monitores de sus comienzos como el oscuro y gradual apocalipsis que, según él mismo, ya es su epitafio cinematográfico. Intentar describir SÁTÁNTANGÓ de una forma común es complicado y probablemente pretencioso, pero este críptico cuento ideado por Laszlo Krasznahorkai contiene algún tipo de mensaje que en sus larguísimos y elaborados planos-secuencia, en su descarnado retrato de un lugar que parece condenado al inmovilismo y el odio acérrimo de sus habitantes (esa granja/lodazal que abre en horizontal con un plano repleto de animales), nos lleva primero a la constatación de que ese sitio ya no podrá albergar más vida y después a una expulsión voluntaria disfrazada de tierra prometida. Tenemos a los padecientes y expulsados; a la figura del médico que, incapaz de curarse a sí mismo, es el único que quedará atrás; los dos heraldos/pordioseros, que anunciarán el éxodo; y por último al profeta-charlatán-gurú, Irimías, que posee el don de la palabra y el dominio de unas mentes demasiado acostumbradas a subsistir como para pensar. Al mismo tiempo, dos extremos más se abren: la existencia de una importante cantidad de dinero que está repartida entre los habitantes de la granja, cuyo origen nunca sabremos si es fruto del trabajo o de alguna fechoría y cuya custodia reclamará Irimías, provocando una irreparable escisión en un grupo no demasiado homogéneo. Por otra parte, el único contacto que Tarr nos permite con la inocencia y pureza, queda encarnado en la pobre niña (Erika Bók, el fascinante rostro que repetiría en EL CABALLO DE TURÍN), cuyo fatal destino termina con las pocas esperanzas de quedarse en la granja. Existe también un punto discordante, el diletante que, sin embargo, no puede más que palidecer, claudicar y marcharse a su suerte (evidentemente, sin dinero). Tarr lo filma todo como un novelista, recreándose en los detalles, haciéndonos masticar cada escena y dándonos a entender, sobre todo, que el tiempo no es una tarea fácil y que el motivo principal de un cineasta es la modulación del mismo en una fútil búsqueda de concisión, que no deja de ser el regalo que se le hace a la digestión del espectador ¿Que si es farragosa? No jodas, son más de siete horas de película con algunos planos de quince minutos ¿Que si es aburrida? No, aburrido es SyFy. Punto final.
Saludos.

martes, 25 de diciembre de 2012

El mito de Fausto 7



En clara contraposición a todo lo declarado ayer respecto a la dificultad de trasladar a según que autor literario a la gran pantalla, el ejemplo queda magistralmente reflejado en una película absolutamente maravillosa. Y es que MEPHISTO, que ganó en 1981 uno de los oscars en lengua no inglesa más merecidos que yo recuerde, es un espectacular entramado de referencias, homenajes, aportaciones novedosas y, sobre todo, un dominio del medio narrativo que, para un espectador entregado, queda como una experiencia apabullante. MEPHISTO es muchas, muchísimas cosas condensadas en poco más de dos horas que transcurren, como debe ser, en un suspiro. La novela original, obra (y he aquí el primer impacto) de Klaus Mann, hijo de Thomas y a la sazón dueño de una escueta obra tan fascinante como incomprendida, y de una vida personal dificilísima, que desembocaría en su suicidio con poco más de cuarenta años, desmembraba el mito "faústico" sin tocarlo, puesto que quien aquí vendía su alma era una encarnación humana del mismísimo Mefistófeles. En realidad, la compleja propuesta del libro original, escrito en 1936, era un ataque frontal al régimen nazi; Mephisto (un impresionante Klaus Maria Brandauer, al que cualquier calificativo se le queda corto) era un actorcillo sin mucho gancho que buscaba desesperadamente una salida a su desmedido ego (no es casual la referencia al actor Gustaf Gründgens, quizá el Mefisto más famoso), lográndolo, un poco inconscientemente, al aterrizar en mitad del horror nazi primero como un trepa más, y finalmente como una arrepentida marioneta, utilizada como un instrumento más de delación. Pero impera dejar a un lado la novela y centrarse en el grandísimo trabajo del húngaro István Szabó, al que no asustaba la envergadura del proyecto y que quedó como una referencia ineludible en el tránsito de un cine europeo que buscaba el concilio entre lo espectacular y lo íntimo. MEPHISTO no sólo consigue este difícil equilibrio, sino que sus imágenes parecen irradiar la pureza de, por ejemplo, el expresionismo de Murnau, al tiempo que se vale de una dialéctica brillante, jamás cháchara y una puesta en escena que yo pocas veces he visto sin sentirme abrumado. Nada parece faltar ni sobrar en esta obra maestra, un título ineludible que yo he sentido que forzosamente debía incluir en este monográfico; y es que en pocas ocasiones lo sutil era aún más explícito que lo obvio... Obviamente.
Saludos.


jueves, 31 de mayo de 2012

Hacia donde vamos sin remedio



La gente que sigue con cierta asiduidad este blog (y supongo que alguno habrá, digo yo) debe saber, y si no se lo recuerdo, que pocas veces, por no decir ninguna, me he referido aquí mesiánicamente (contraviniendo las máximas de críticos e iluminados, que no son lo mismo aunque lo parezca) a la deriva de los gustos del vulgo, populacho o simples mortales, también llamados de vez en cuando "espectadores". Esto no es así no porque "mi verdad" sea tan incontrovertible ni falsamente diferencial, didácticamente hablando, sino simplemente porque como da igual, no me concibo a mí mismo (de)clamando en un desierto que sólo es habitado de vez en cuando y por pura libertad. Ahora bien, dicho esto, me apena (por utilizar un vocablo de medianía suficiente) sólo un poquito escuchar (leer más bien) a meros asalariados y cariacontecidos hablar (declamar, sí) sobre una obra de arte en función de si es aburrida o divertida... Aburrida o divertida... Y me pregunto si la Capilla Sixtina, las ruinas de Stonehenge, Las Meninas o un disco de Jan Garbarek son aburridos o divertidos, o si da igual, o si un iluminado se atrevería a hablar de dichas obras de arte en los mismos términos que se refiere a una película ¿o es que el cine ya no es un arte, sino sólo un entretenimiento? Si lo único que busca uno es entretenerse es mejor que vaya a Port Aventura, de pinchos con los colegas, a jugar al parchís o, sí, a ver la última de Spielberg. Si por el contrario uno tiene algún tipo de inquietud por progresar intelectualmente, pensar una obra por sí mismo o evitar un anquilosamiento intelectual que cada vez parece atenazarnos más como miembros de una supuesta civilización avanzada, entonces es posible que ustedes, igual que yo, queden noqueados ante una obra maestra única en su especie, una película que no merece la pena ser explicada ni narrada después de sus fascinantes 150 minutos ¿Por qué? Por el mismo oxímoron por el que aún hay percebes de dos patas que lo meten todo en el mismo saco. Por eso.
Saludos de una persona que es mejor persona después de haber visto THE TURIN HORSE.

jueves, 4 de febrero de 2010

Derrotados

Como aún no he visto INVICTUS, y sólo oigo a mi alrededor comentarios sobre lo que parece ser un sonoro patinazo, me he acordado de una película que vi hace tiempo y que me sorprendió gratamente. SZABADSÁG, SZERELEM (dejémosolo en su título español, HIJOS DE LA GLORIA) es un film tan irregular como decidido en su loable empeño de denuncia; y es que si justo ayer hablábamos aquí del horror padecido por el pueblo polaco en KATYN, hoy daremos cuenta de la ocupación húngara por parte de la Unión Soviética tan sólo una década después.
Por un lado están los hechos históricos, incontestables, rodados con gran minuciosidad y sin miedo a los grandes espacios y los discursos de la resistencia; increíblemente, aun en el alambre, éstos nunca caen ni en la demagogia ni el panfleto lacrimógeno.
Y luego está el waterpolo. Sí, porque ésta es la historia del combinado nacional húngaro que hizo historia en las olimpiadas de Melbourne al derrotar a los soviéticos en una final casi a vida o muerte. Puede que hasta aquí las posibles similitudes con el film de Eastwood, luego están los aciertos y los errores.
El gran acierto es la aparente facilidad con la que su directora, Krisztina Goda, desconocida por completo para mí, es capaz de remontar la narración desde un comienzo nada halagüeño, lleno de lugares comunes y guiños de academia de cine y mantiene la tensión de la noticia que flota en el ambiente y termina con la repentina invasión y la laxitud del resto de Europa ante dicho suceso. Los personajes se contagian de esto y complementan con buen tino lo que ha de llevarles hacia una parte final francamente emocionante, con la historia del capitá de la selección que sólo abre los ojos en última instancia para renunciar a las olimpiadas y unirse a la resistencia. Los errores se deben, en su mayoría, a cierta desgana a la hora de presentar algunos detalles, puede que para alguien nimios, pero que son de bulto si tenemos en cuenta, por ejemplo, que el viaje de la selección desde Hungría hasta Australia es presentado únicamente con el viaje en autobús hasta la frontera... ¡cosas de los presupuestos!
Con todo, se trata de un film de los que ya rara vez se hacen; ya nadie quiere que le confundan con un patriota.
Saludos desde la piscina.

martes, 29 de julio de 2008

Fotografías en movimiento

No debía usar el singular en esta entrada, no se trata de la "fotografía" tal y como la entendemos imbricada en el complejo engranaje de un film, sino de dotar de vida móvil a un puñado de postales en blanco y negro, pues es ese el finísimo hilo que une la ¿extraña? ¿trascendente? ¿incomprensible? historia de un hombre y su soledad, una mujer y su condena, un territorio desolado, amargo, difícil de transitar. Sus motivaciones se nos escapan, su estética nos subyuga, su profundidad nos atomiza y no nos permite husmear más allá de lo que sus imágenes generosamente nos dejan con el moroso cuentagotas de quien explota un hallazgo único, devorador.
Eso es KÁRHOZAT, del húngaro Béla Tarr.
A Tarr pudimos verlo en el bisoñísimo festival de Sevilla, por lo que bisoño no es sinónimo de inculto, o de insensible. Y ese magiar insondable, con un pie en el existencialismo y otro en Tarkovski (a secas) dejó petrificada a una audiencia primero expectante, luego sobrecogida y finalmente entregada. Tal es la pureza visual de su cine; tal su demoledor discurso.
Tarr sabe de lo que habla, y si no sabe es que estamos ante un mago de la imagen. Pero no de la imagen modificada, al menos no más de lo que pueda modificarla la luz, pues parece como si la inmensa mayoría de directores hubiesen olvidado esta faceta del cine y se decantasen por lo virtual, reposado primero para desembocar en una urgencia incomprensible (¿Qué significa la palabra postproducción actualmente? ¿justificación de capital?).
Aunque no lo crean, han pasado veinte años desde que se filmó esta obra maestra. Si la ven ahora, no sabrían ubicarla en el tiempo, porque no es cine viejo, ni nuevo. Acaso una puerta abierta en la que debiesen mirar más directores. Futuro vivo de un arte que sólo en contadísimas ocasiones merece tal apelativo.
Yo no me atrevería a morirme sin haber visto algo de este genio.
Saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!