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domingo, 10 de mayo de 2020
Rincón del freak #405: Trasplante de pelo natural
El tipo llega al mejor sitio, cargado de dinero. Quiere un trasplante de pelo, el mejor que haya. El otro tipo le atiende, es oriental, le indica toda suerte de detalles. El tipo está entusiasmado, después de 20 años va a poder peinarse, otra vez. Nada puede fallar, porque hay medios y pasta, y los tipos que van a hacerlo son unos profesionales. Hay un problema, pero tampoco es para tanto. Total, el tipo pesa 140 kilos y es feo como un lagarto, pero "donde hay pelo hay alegría".
Y es que a mí ya me aburría THE GRUDGE cuando era japonesa y la gente se pirraba con lo del niño que maullaba embadurnado de polvos de talco. No ha sido lo mío jamás, pero aún menos cuando encima le quieren dar a este insulso remake la apariencia de un film de autor, y para ello se contrata a un prometedor joven talento, Nicolas Pesce, que ya me dejaba algunas dudas con su debut, aunque es cierto que se podían ver algunas cosillas. Nada de eso, esta película no hay por dónde cogerla, y ni se parece al original, aunque tampoco es que importe mucho. Se trata de los mismos sustos una y otra vez, las mismas interpretaciones repetidas, y lo peor de todo, un montaje que es lo único terrorífico, porque, en el colmo de lo modernillo, no es que los flashbacks se repitan sin ningún sentido... ¡es que son escenas calcadas de varios minutos!...
Pero bueno, salen actores japoneses, supongo que para no perder la perspectiva de dónde estamos.
Terrible, terrible...
Saludos
lunes, 4 de septiembre de 2017
Un horror de autor
Es lícito, necesario para el avance de la narrativa cinematográfica, que caminos aparentemente divergentes se encuentren sin ningún tipo de pudor o complejo. El cine de género, lejos del encasillamiento, ha recogido con acierto el mejor espíritu del cine de autor, o independiente, creando artefactos difíciles de catalogar pero que suponen propuestas mucho más sugerentes que las tradicionales. Los festivales se llenan cada temporada con estos sorprendentes títulos, pero sólo una pequeña porción de los mismos deben considerarse como obras verdaderamente mayores. La impudicia, o arrojo primerizo, nos ha dejado películas difíciles de catalogar, impactantes en su vertiginosa indfinición, pero que se quedan en un brillante apunte de una carrera que muy rara vez tiene continuación. Es el caso de THE EYES OF MY MOTHER, reducida pieza de cámara (apenas 75 minutos) que juega a parecerse demasiado a un Pedro Costa o un Béla Tarr, rascando apenas la superficie de estos autores mayores y poniendo en imágenes (bellas imágenes, es cierto) un sórdido relato de horror, alienación y miseria moral, cuando a lo más que consigue emular es a un Alexandre Aja con menos diálogos y más contemplación. El film entero gira en torno a su protagonista (la hipnótica Kika Magalhães), cuyo personaje vemos crecer desde que es niña y su vida da un vuelco al ser testigo del asesinato de su madre, aunque lo que la marca decisivamente es la inesperada reacción del padre tras apresar al asesino, y que será una pauta para su forma de ser hasta que se convierte en adulta. Una historia, en definitiva, que juguetea con ir constantemente al extremo, tensar cada plano hasta lo insoportable y demorar toda información plausible, lo que puede llegar a convertirla incluso en un gran malentendido argumental. Un film curioso, brillante en lo técnico, pero no tan impactante como podría parecer en principio. Su director tiene ya un proyecto algo más ambicioso para el año que viene, esperaremos a entonces.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!