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miércoles, 13 de enero de 2016

Un beso antes de morir



Se fue David Bowie. Nadie sabe por qué galaxia andará en estos momentos, a nosotros nos toca recordarlo como merece, con películas suyas. La primera, MERRY CHRISTMAS, Mr. LAWRENCE. Y qué diferente habría sido esta extraordinaria película de no haber sido dirigida por un japonés; e incluso, si no hubiese sido dirigida por un japonés tan atípico como Nagisa Oshima. Se podría haber quedado en un típico film bélico desarrollado en un campo de prisioneros; es decir, que podría haber tenido su dosis de puñetazos y disparos, o centrarse más en las condiciones de los prisioneros, las torturas, las injusticias... No he leído la novela de Laurens van der Post, pero dudo mucho de que ahonde en la ambigüedad sexual y la poética del dolor que Oshima insufla a unas imágenes que casi siempre logran transmitir mucho más de lo que aparentan. Es anecdótico que dos músicos (Bowie y Sakamoto) fueran elegidos para los papeles principales, supongo que la elección dependería de la popularidad de ambos, y si bien al japonés se le ve pelín forzado (aunque su caracterización es mítica) Bowie sencillamente borda un papel complicado, el de un militar que parece de vuelta de todo y que aprovecha la atracción que su captor siente por él (flagrante desde el primer encuentro) para humanizar el trato que reciben los prisioneros. Mucho más interesante, desde luego, es el excepcional duelo interpretativo entre dos actores formal y aparentemente en las antípodas, como el escocés Tom Conti y Takeshi Kitano, que poco a poco se erigen en los auténticos protagonistas de esta compleja historia de amor, odio, amistad y no poco sadismo en tiempos de guerra, una película que se contiene escenas absolutamente míticas, como el fantasmagórico y tenso beso (nada casto, pese a ser en las mejillas) de Bowie a Sakamoto, o el diálogo final entre Conti y Kitano, con los roles invertidos, que es uno de los finales más delicadamente hermosos que uno puede encontrar en un film, ya digo, aparentemente bélico.
Es cierto, no ha perdido nada de fuerza con los años. Nosotros volveremos con Mr. Bowie la semana que viene...
Saludos.

miércoles, 30 de enero de 2013

Contra el progreso y la tradición



En 1971, Nagisa Oshima filmó, a mi juicio, claro está, una de sus mejores películas, o al menos una de las que con más elegancia y sentido sentó las bases de lo que sería su manera de rodar, su cine. Un cine que era curiosa mezcla de observación y provocación; el acto y la reflexión entrelazados en la búsqueda interminable de nuevas formas narrativas. Por ello, y quizás sólo ahora, con el don de la perspectiva, Oshima ha sido tan influyente cuando de renovación de la escuela clásica nipona hablamos. En GISHIKI (LA CEREMONIA), el director realiza su propio y doloroso exorcismo familiar; con un esplendoroso trabajo de guion junto a Mamoru Sasaki y Tsutomu Tamura y un diseño de producción a cargo de Shigemasa Toda, que combinaba introspección y fastuosidad, y sumado a una fotografía magistral Toichiro Narushima, GISHIKI da buena cuenta (aunque en un complejo juego multinivel) de los fantasmas derivados de toda la bazofia acumulada durante generaciones y ocultada bajo las intocables convenciones tradicionalistas, en este caso referentes a una antigua estirpe de samuráis (el propio Oshima pertenecía a una), cuyo sentido de la moralidad, trasladado a la era moderna, aún conserva retazos de un inmoralidad que, consciente o no, deja personas marcadas, cuando no víctimas de un sistema basado en el ver, oír y callar. Sin caer en demagogias baratas, Oshima afila su discurso literario y lo eleva apoyado en unas imágenes inquietantes, difíciles de ubicar, y un reparto de asombrosa coherencia, donde sobresalen la bellísima Akiko Koyama, actriz fetiche del director, el televisivo Atsuo Nakamura (¿recuerdan aquella magnífica serie que se titulaba "La frontera azul"?) y la misteriosa y andrógina Atsuko Kaku, una actriz de estilizados rasgos de la que poco se supo después y que simbolizaba la brutal sumisión de la femineidad, descorporeizada hasta quedar como simple objeto, primero sexual, pero también como vertedero de miserias ajenas. Film más áspero que duro, GISHIKI es una cumbre en una filmografía, insisto, tan voluble como fascinante.
Saludos ceremoniosos.


martes, 29 de enero de 2013

Contra la tradición y por el progreso



El otro día nos dejaba uno de los directores más importantes de la última mitad del siglo XX, Nagisa Oshima. En El Indéfilo no podemos, por tanto, hacer sino dar cuenta de algunos títulos suyos; y como ya hablamos aquí sobre su obra más internacional, EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS, y la que supuso el punto y final al conjunto de la misma, GOHATTO, hoy debía resaltar su más que notable debut. Fechada en 1959, AI TO KIBO NO MACHI (originalmente titulada EL CHICO QUE VENDÍA PALOMAS, y renombrada por la Shôchiku como UNA CIUDAD DE AMOR Y ESPERANZA) auspiciaba una suerte de mezcolanza imposible entre el oficio de Ozu, el neorrealismo de Rossellini o la oblicua maestría de un Welles a pie de calle, dato último éste que sería la seña de identidad, ya para siempre, del cineasta japonés. En apenas una hora, Oshima realiza una precisa disección de la inmutabilidad descorporeizada de su sociedad, utilizando por un lado el drama social de un chico perteneciente a una familia de clase baja, que subsiste (y mantiene a su madre y hermana) a base de lustrar zapatos en la calle y vender palomas, mientras que, con una habilidad encomiable, pone en solfa a otra clase (universitaria y bien situada) que se permite realizar juicios de valor tanto censurables por basarse en un sentido de la beneficencia que, penosamente, impide al "pobre chico" desarrollarse por si mismo. Es decir: será con la ayuda "de", o no será. Y esto Oshima es capaz de plasmarlo asombrosamente con su, luego habitual, dominio de la metáfora más sangrante. El chico no puede evitar que las palomas vuelvan a él=aprovechará la circunstancia para revenderlas=será juzgado por ello=no podrá acceder a un puesto en una universidad. Y yo debería añadir: Y la solución, como siempre, será matar a la paloma...
Maravillosa.
Saludos columbinos.

viernes, 8 de abril de 2011

Códigos de conducta mancillados



¿Han visto GOHATTO? ¿la de Nagisa Oshima?... Tanto mejor, porque ponerme yo ahora aquí con un batiburrillo de nombres (lo que MÁS me aburre del mundo), dinastías y demás zarandajas es algo que, francamente, prefiero ahorrarme y ahondar únicamente en su perturbadora atmósfera. Porque ¿es GOHATTO un film sobre la homosexualidad? Yo creo que no ¿Se sirve de la homosexualidad para realzar sus motivos argumentales, la mayoría no demasiado claros? Puede, pero tendríamos que ser japoneses para entender esto. GOHATTO (traducido: "tabú") es, eminentemente, una película sobre hombres experimentados y hombres que aún han de hacerse; y esto se podría extrapolar a cualquier ámbito o época, a cualquier otro país, cambiaría la apariencia pero no el fondo. En el Japón feudal las relaciones entre hombres eran algo socialmente aceptado (lo que da una idea de lo gilipollas que somos actualmente) y se atendía antes al rango y honorabilidad que a la tendencia sexual; Oshima factura una película muy bella visualmente pero que tiene una pretensión fundamental, que es no desviarnos la atención e intentar dejar constancia filmada de una época (en este caso el siglo XIX) muy determinada. Interesan menos los vaivenes del joven aspirante a Samurai que seduce a media milicia, como la precisión de una puesta en escena exquisita y deliberadamente teatral, especialmente en el tramo final, que es lo mejor de un film que causó cierto revuelo en el momento de su estreno, precisamente por la cortedad de miras que tenemos el público occidental a la hora de interpretar adecuadamente de qué se nos habla en obras de este tipo. Y no hablo en absoluto de la calidad, GOHATTO ni siquiera es de lo mejor de su autor, sino de saber a qué nos enfrentamos antes para después poder juzgar con conocimiento de causa. Si no la vieron en su momento, pueden rescatarla, bajar la persiana, prepararse un té helado y relajarse durante hora y media con esta delicatessen donde podrán ver, entre otras lindezas, a Takeshi Kitano y a un incipiente Tadanobu Asano.
Saludos prohibidos.

martes, 31 de agosto de 2010

A la destrucción por la sensación



He vuelto a ver EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS, que en su momento me dejó noqueado, luego no me pareció una tan grande cosa y que ahora obtiene (creo) su justa medida, en tanto que propuesta rompedora en su momento que intenta no perder sus constantes de calidad, que no son pocas.
Nagisa Oshima, que nunca se definirá a sí mismo como un provocador a través de la imagen, sino como un mensajero de las pasiones humanas, se presentó hace 33 años en Cannes con una insólita cinta que casi carecía de argumento y diálogos y que se limitaba a mostrar una ascendente espiral de sexo explícito casi ininterrumpido y que había de desembocar en una laxa tragedia de sabor helénico. Con estas rotundas credenciales, AI-NO CORRIDA (sí, sí... es el título original...) es un film que empieza brillantemente, con una presentación de personajes exquisita; que continúa dejando pasmado al más pintado, con su sexo explícito sin trampa ni cartón y su asfixiante y enrarecida historia de dependencia emocional que acaba por derivar en una enfermiza posesión absoluta, que despoja al yo de sentido alguno. Al final (quizá lo peor de la película [a mí me produce carcajadas]), no sabemos si hemos asistido a una película irreductiblemente valiente o a una tomadura de pelo muy bien filmada; pero si atendemos a casos "similares" (9 SONGS, SHORT BUS, BAISE MOI, en la memoria y pugnando por desaparecer de la misma), lo cierto es que las posibles virtudes acaban por volverse en su contra una vez nos hemos acostumbrado al primer impacto, cosa que aquí es evidente, puesto que Oshima reverbera exhaustivamente en el elemento explícito hasta convertirlo en algo vano y sin sorpresa. Un título mítico, sin embargo, al que es bueno acercarse si no se ha hecho antes, pero que puede defraudar si se guardaba un buen recuerdo de hace tiempo.
Saludos con-sentidos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!