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miércoles, 4 de julio de 2018

El color de la forma #14



Se acaba el apasionante recorrido por la filmografía de Sergei Parajanov, uno de esos artistas que prefirieron realizar solos su propio camino, aceptando las dificultades, e incluso convirtiéndolas en virtud. Sobre ello realizó, en 1992, un documento definitivo para entender la desbordante creatividad de Parajanov, su gran amigo y (aunque nunca lo reconociera) discípulo Mikhail Vartanov. PARAJANOV: THE LAST SPRING condensa en menos de una hora todo el material que Parajanov permitió grabar a Vartanov en mitad de sus rodajes; sobreexpuestas, sus explicaciones sobre el propio espectáculo de aquellos rodajes en condiciones extremas son una obra de arte por sí mismas. Vartanov nos traslada lo que Parajanov le confesaba, que haría cine hasta que le encarcelaran o le mataran, que nunca volvería a hacer una película propagandística y que, en realidad, todos los artistas que le emocionaban y sobre los que basó su propia obra (con Sayat Nova al frente) siempre fueron un enigma para él, pero que se sentía impulsado a reflejarlos simplemente porque le trasladaban a un tiempo muy pretérito, quizá la niñez. Todos estos pasajes, con la imponente y delicada figura de un Parajanov extasiado, dirigiendo a toda prisa, con sólo una hora de luz eléctrica, constituyen un impagable y necesario testamento, el de un artista irrepetible, pero también el de una manera de entender el cine, el arte, que parece perdida para siempre.
Magistral.
Saludos.

miércoles, 27 de junio de 2018

El color de la forma #13



ARABESKEBI PIROSMANIS TEMAZE (algo así como ARABESCOS EN LOS TEMAS DE PIROSMANI) fue el último cortometraje rodado por Parajanov. Ni un documental, ni una ficción, exactamente como corresponde a la sensibilidad creativa de su autor, una especie de puesta en escena con la que intenta revivir las pinturas de Niko Pirosmanizvili, pintor georgiano de finales del XIX y principios del XX, cuyos retratos parecen fotogramas directamente sacados de la obra del cineasta armenio. Ambas obras y artistas se retroalimentan en un asombroso juego de correspondencias, en los que el colorido, la exuberancia de las formas y el desafío compositivo logran esa sensación de salvajismo, libertad y, al mismo tiempo, profundo respeto por el íntimo significado de lo tradicional. Un corto imprescindible, que, una vez más, Parajanov sacaba adelante sin ayuda ni reconocimiento, apenas apoyado por su círculo más cercano, en un entorno social que siempre le había sido hostil, por la incomprensión y controversia que siempre despertó.
Saludos.

miércoles, 20 de junio de 2018

El color de la forma #12



El último largometraje filmado por Sergei Parajanov, junto a su inseparable Dodo Abashidze, fue ASHIK-KERIB, otra fábula maravillosa que mezclaba con sensibilidad incomparable, folklore, comedia, mitología, fantasía, romanticismo y un torrente de poesía visual. Narra la historia del joven del título, que, junto a su hermana y su madre, va a pedir la mano de su joven amada, pero que encuentra una negativa rotunda del codicioso padre, ya que Ashik-Kerib no es más que un pobre bardo sin fortuna. Sin embargo, logra convencer al padre de que logrará hacer fortuna como juglar por todo el país, y que no acceda a un matrimonio de conveniencia con un hombre rico pero cruel. Siguiendo la parafernalia visual empleada en su anterior trabajo, Parajanov redondea una historia tan fascinante en lo visual como cercana en su inocente historia de amor, que además sirve para asistir a un incesante festival de rituales, a cual más elaborado. El último trabajo de un grandioso cineasta, poco conocido en nuestro país, pero cuya leyenda ha ido en aumento a medida que su obra ha sido proyectada en festivales de medio mundo, creando la merecida fama de genuino autor de culto. Sirva como detalle aclaratorio del talante de este hombre, la emotiva dedicatoria que reza en su final a su amado y declarado como maestro, Andrei Tarkovski, que fallecía poco tiempo antes.
Saludos.

miércoles, 13 de junio de 2018

El color de la forma #11



Tras 15 años sin poder rodar, entre cárceles, injurias, ostracismos y otros cautiverios, en 1984, Sergei Parajanov encuentra en su amigo Dodo Abashidze la fuerza necesaria para poder filmar un nuevo film, y contra cualquier pronóstico, Parajanov vuelve a facturar una obra maestra de una belleza estremecedora. AMBAVI SURAMIS TSIKHITSA (LA LEYENDA DE LA FORTALEZA DE SURAM) mantiene las constantes visuales y conceptuales de su anterior obra (recordemos que 15 años las separan), aunque su narrativa se concibe como menos hermética y críptica, llegando a ser incluso convencional, en la manera que el cine de Parajanov puede ser convencional. La historia es fascinante, y cuenta la leyenda de una ancestral maldición que afectaba al pueblo georgiano cuando era atacado por sus enemigos y todas las fortalezas que construía se derrumbaban justo al colocar la última piedra. Pero los orgullosos habitantes de Suram no se daban por vencidos y consultaron a una bruja, cuya solución conllevaba un incalculable sacrificio: el joven más valiente debía emparedarse voluntariamente en una pared de la fortaleza. El film es una verdadera obra de arte, con los habituales encuadres fijos de Parajanov, pero aún más complejos, elaborando una suerte de tableaux vivants, apoyados en la excelsa fotografía de Yuri Klimenko y Sergei Sikharulidze. Una película que le valió un premio a su autor en Sitges y que mostraba al mundo la inclasificable visión de un maldito, a contracorriente, sí, pero quizá más por la controvertida incomprensión que su obra siempre arrastró.
Imperdible.
Saludos.

miércoles, 6 de junio de 2018

El color de la forma #10



Es difícil describir una película como SAYAT NOVA. Quizá sea mejor así. Los soviéticos acribillaron a Parajanov, lo encarcelaron, no le permitieron volver a hacer cine. Quizá haya sido mejor así, el martirio es indisoluble de la creación poética. SAYAT NOVA no es cine, es poesía. Sé lo que cuenta Parajanov, no es la vida del poeta, no es su obra, ni sus convicciones. Es su interior, lo que la gente no es capaz de comprender que es desatado constantemente en el alma sensible, en la mente creadora. Es una pulsión que pugna por derramarse, eyacularse en sangre amando tanto la fragancia como la podredumbre. La reivindicación de Parajanov, de SAYAT NOVA, no es tanto cinematográfica como ontológica. La gratitud es inmensa, devocional, y reafirma la orfandad del séptimo arte, la necesidad de otra voz pura e insobornable.
Maten al carnero, pisen la uva, esparzan las cenizas de un papiro que contenga el último poema de amor. Puede que así entiendan SAYAT NOVA. Escupan en las cuencas vacías de dios, derramen la leche legendaria, sometan su voluntad a la voluntad del niño. Quizá atisben algo del significado de SAYAT NOVA. O mejor sea no entender nada, por temor a quedar ciego para siempre...
Saludos.

miércoles, 30 de mayo de 2018

El color de la forma #9



En 1967, Sergei Parajanov filmó un cortometraje simplemente titulado HAKOB HOVNATANYAN, que era el nombre de un ignoto pintor armenio del siglo XIX. En apenas diez minutos, Parajanov recrea el estilo pictórico de Hovnatanyan, basado en retratos de la nobleza, y que contienen un extraño aura de tensa calma, al tiempo que denotan una maestría en el detalle inusuales, que el director explora en pequeños encuadres de dichos retratos. Finalmente, decide salir de las pinturas y abrirse a algunos rincones de Armenia, donde filma personas y animales (caballos, fundamentalmente) para encontrar el misterioso silogismo de este pintor, repudiado y sepultado por el tiempo, y que sólo ha tenido algún reconocimiento a mediados del siglo XX, cuando se empezó a valorar su impresionante dominio del retrato. Asimismo, el corto anticipa la gran obra cinematográfica del propio Parajanov, a la que ya empezaba a dar definitiva forma en su inquieta mente, y que será lo que les contemos exactamente en una semana.
Saludos.

miércoles, 23 de mayo de 2018

El color de la forma #8



Resulta imposible, además de inútil, conspirar acerca de qué podría haber llegado a ser KIVSKI FRESKI (FRESCOS DE KIEV) de no haber sido saboteada, mutilada y finalmente prohibida por las autoridades soviéticas, que en pleno 1966 determinaron que aquel amasijo de imágenes (que para algunos se alineaban con el surrealismo y para otros eran el germen de algo totalmente novedoso), compuestas en su mayoría por planos fijos tomados en un estudio, atentaban contra la honorabilidad y credibilidad del régimen... ¿Les suena? Sea como fuese, años después, un antiguo estudiante de cine logró comprar lo que se había salvado del material rodado por Parajanov, ya por entonces muy cuestionado e incluso investigado por el aparato coaccionador del régimen comunista, incapaz de digerir a nadie que no estuviese dispuesto a contar y cantar las "bondades" de lo que no era más que una dictadura. Yo les animaría a ver estos quince minutos en el Tubo, pese a que es cierto que resulta imposible encontrarle un sentido más allá de su poderoso sentido de la composición y su maravillosa y libérrima jerigonza de asociación de ideas. Los artistas, el estado, la represión... Y eso que ha pasado más de medio siglo...
Saludos.

miércoles, 16 de mayo de 2018

El color de la forma #7



Casi todo el mundo coincide en que la verdadera filmografía de Sergei Parajanov comienza con TINI ZABUTYKH PREDKIV (LOS CORCELES DE FUEGO, y también conocida como LA SOMBRA DE NUESTROS ANCESTROS OLVIDADOS), un deslumbrante, vigoroso e inclasificable poema visual acerca del amor, el amor puro, que todo lo puede y todo lo vence. Ya su enclave es complicado, una remota zona rural en los Cárpatos ucranianos a mediados del siglo XIX, un lugar duro y sombrío, dominado por la superstición y el yugo omnímodo de la religión católica ultraortodoxa, y donde las diferencias económicas son simplemente insalvables. Un hombre, efectivamente pobre y ateo, hastiado de su penuria, instiga al potentado local, hasta que éste lo mata en público, quedando impune por su condición social. La familia queda desamparada, aunque a esas alturas sólo la conforman la desconsolada mujer y su hijo Ivan, que, contraviniendo cualquier juicio, experimenta un amor puro e irrefrenable por Marichka, la hija del hombre que asesinó a su padre. Parajanov filma en estado constante de alucinación, y su estilo se alinea con Tarkovski y Jodorowsky, con un primitivismo "sofisticado" y un gusto por la antropología en bruto, con una cámara que no para de moverse o permanece en radical estatismo para extraer unos primeros planos como postales eternas. Es muchas cosas, tanto una lección de vanguardia consecuente, un homenaje a los Hutsul (etnia ignota donde las haya) o un hermoso paseo por esos sentimientos que van más allá del tiempo o las localizaciones geográficas. Hay mucho de eso en una gran cantidad de títulos actuales, pero al lado de esta maravillosa película parecen apenas un manual visual de autoayuda.
Saludos.

miércoles, 9 de mayo de 2018

El color de la forma #6



TSVETOK NA KAMNE (UNA FLOR EN LA ROCA) es, dentro de sus limitaciones, que son muchas, un curioso panfleto que, entre otras cosas, hablaba de la inauguración de una mina en un pequeño pueblo. Las otras cosas son las zalamerías de un joven para con una guapa moza, que sin embargo sólo quiere trabajar en la susodicha mina, mientras los intereses creados van surgiendo en cuanto los poderes fácticos (políticos y sacerdotes, sobre todo) pretenan sacar tajada del ambiene de prosperidad. Sí, en la Unión Soviética el adoctrinamiento era anticapitalista, y en torno a dicha premisa la gente se entretenía con leves amoríos o parcos musicales. No fue Parajanov un adalid válido para dicha cuestión, pero quizá hubiese imposible haber llegado a sus grandes obras sin curtirse en el noble arte del currelo alimenticio.
Saludos.

miércoles, 2 de mayo de 2018

El color de la forma #5



Rodada en 1961, UKRAINSKAYA RAPSODIYA (RAPSODIA UCRANIANA) muestra ya descaradamente la tremenda personalidad de Parajanov, incluso estando aún al servicio de producciones pro-patrióticas e indisimuladamente folklóricas. Ni tan siquiera el muy convencional inicio hace presagiar el desconcertante desarrollo de este canto de amor a la ópera, y más concretamente a sus intérpretes. El film arranca con una joven aspirante a cantante que se presenta a un concurso en París, gracias a su excelente trayectoria en el conservatorio ucraniano (perdón, soviético) en el que ha estado estudiando; inmediatamente, la joven comienza a rememorar su infancia campesina, la influencia decisiva de las canciones que le cantaba su abuelo y los amigos y amores que luego tuvo que dejar atrás para cumplir su sueño. Hasta ahí, nada que no hayamos visto, pero luego Parajanov se desata y realiza un montaje paralelo entre las imágenes de la cantante en plena actuación y los terribles desastres del Frente del Este, con la invasión de la frontera rusa por el ejército alemán y la defensa y resistencia soviética. Una película extrañísima, mucho más de lo que parece en un primer momento, que parte de una premisa convencional para desembocar en un ejercicio de experimentación, aún primitivo, pero que continuaba adelantando al cineasta que estaba por venir sólo unos años después.
Saludos.

miércoles, 25 de abril de 2018

El color de la forma #4



El primer largometraje, propiamente dicho, que Sergei Parajanov dirigió en solitario fue PERVYY PAREN (EL PRIMER CAMARADA), un ligerísimo panfleto acerca de las bondades de la vida campesina en la Unión Soviética. Mezcla de musical y comedia romántica, demuestra que el cine siempre ha estado más allá de las ideologías, y que se puede facturar un producto digno incluso al servicio de un régimen, en este caso el comunista. Y aun con toda la carga ideológica, la "blancura" de los diálogos y lo absurdo del argumento, emerge la mirada (es cierto que aún en ciernes) de un cineasta tremendamente imaginativo, con un sentido de la escenografía adelantado a su tiempo y que parece en constante búsqueda de una estética determinada. Esto sólo se empezaría a vislumbrar de manera parente unos años después, en sus obras más maduras, pero no deja de ser curioso el visionado de pequeñas peliculitas como ésta, realizada a finales de los cincuenta, sobre todo porque supone la constatación de que había cinematografías al margen de la gran industria norteamericana.
Saludos.

miércoles, 18 de abril de 2018

El color de la forma #3



DUMKA fue otro documental dirigido por Sergei Parajanov (esta vez para el Studio Film de Kiev), limitado a la filmación del coro Nacional interpretando diversas piezas, con la soprano B. Roudenka y el tenor M. Yegorov al frente, interpretando temas de Filippenko, Kropyvnytsky o Zhukovsky. En definitiva, un bonito espectáculo para los amantes de la música clásica y un nuevo paso adelante en la gestación del gran cineasta que iba puliendo pacientemente su estilo. Por lo demás, poco más que añadir en esta pequeña rareza de apenas media hora.
Saludos.

miércoles, 11 de abril de 2018

El color de la forma #2



El siguiente encargo de envergadura que recibió Sergei Parajanov fue un mediometraje que exaltara las bondades de la artesanía ucraniana, famosa por su inagotable inventiva y perfección técnica. Escultores, alfareros, pintores, orfebres y otros artesanos son los protagonistas de ZOLOTYE RUKI (MANOS DE ORO), un excepcional documental que sorprende al artista en el mismo momento de crear su obra, y que va mucho más allá del simple panfleto nacionalista, donde Parajanov continúa puliendo sus obsesivos encuadres y dando forma, asimismo, a su particular concepción de la puesta en escena, en tanto que estructuración del tiempo y el espacio, mezclando y cotejando los rostros, las vasijas, los tornos y figurillas, las joyas y los lienzos. Una explosión de formas y colores, puro Parajanov.
Saludos.

miércoles, 4 de abril de 2018

El color de la forma #1



Iniciamos aquí un necesario repaso a la filmografía de un cineasta único, dotado de una visión poética que se ha mantenido vigente a lo largo de varias décadas, influyendo decisivamente en la concepción ética y estética de incontables cineastas, sin cuyo legado no habrían ampliado sus fronteras estilísticas. Se trata del director de origen armenio Sergei Parajanov (en adelante usaremos esta traducción de su nombre), un artista (conviene remarcar la palabra) que maridó con una sensibilidad única disciplinas como la pintura, la escultura o la literatura para crear una dimensión absolutamente alejada de los cánones principales de la ortodoxia. Parajanov debutó en la dirección con una deliciosa fantasía de apenas una hora, ANDRIESH, en la que compartía responsabilidades con el ucraniano Yakov Bazelyan, adaptando un libro del poeta Emilian Bukov. La película, casi declamada, contaba la historia del joven Andriesh, un pastorcillo que pierde su rebaño a manos del temible Huracán Negro, una especie de demonio espectral que se divierte fastidiando las vidas de la gente sencilla. Andriesh, ayudado por el poder de la flauta mágica que pertenecía al héroe Voinován, que ha perdido a su amada a manos del mismo demonio.
El film se ve con absoluto agrado y, pese a que la dirección de actores de Bazelyan deja bastante que desear, se intuyen algunas de las constantes del cine que Parajanov desarrollaría más ampliamente en títulos posteriores, como su gusto por las composiciones humanas, los rostros y una puesta en escena deslumbrante. Un film menor en su filmografía, es cierto, pero que avanzaba algo de la importancia de su coautor.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!