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viernes, 24 de enero de 2020
¿Quienes somos?... ¿Adónde vamos?... ¿De dónde venimos?... si es que puede saberse...
Hace unos días nos dejó el gran Terry Jones, uno de los principales creadores de esa formación única e irrepetible que fueron, siempre serán, Monty Python. Y, bueno, aquí nuestros homenajes siempre han sido a golpe de película, así que, teniendo en cuenta que los grandes títulos del grupo ya habían aparecido por aquí anteriormente, no nos queda otra que ir con MONTY PYTHON'S THE MEANING OF LIFE. Y es ésta una película que, aun despertando muchas suspicacias sobre si significaba cierto agotamiento de ideas, desde el día de su estreno (recordemos que se alzó nada menos que con el Premio Especial del Jurado en Cannes en 1983) es puntualmente citada como el perfecto compendio de todas las inquietudes y obsesiones de los creadores, por ejemplo, de LA VIDA DE BRIAN. Abriéndose con un genial prólogo, que equipara el trabajo funcionarial con el de las galeras en un buque, el film se despliega en sucesivos episodios desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por temas capitales como el apel de la medicina, la guerra, el sexo o la religión. Todo trufado de ese sentido del humor genial, agudo y certero, tan divertido como corrosivo, y que incluyen escenas tan demenciales como una clase que asiste impávida al coito entre el profesor y su mujer, una familia numerosa y pobre (sí, como cuarenta hijos) que es observada por los conservadores protestantes, que no tienen hijos por una abstinencia que no son capaces de reconocer, o la explosión final (literalmente hablando) de un tipo de gula infinita, en uno de los momento más memorablemente asquerosos de la historia del cine. Afortunadamente, a Gilliam sólo le dieron la parte técnica, y el experimento no se fue en exceso de las manos; a Terry Jones le deberemos siempre ser ese "Python" en la sombra y detrás de las cámaras, y eso no tiene precio...
Siempre en nuestro recuerdo.
Saludos.
sábado, 31 de agosto de 2019
Películas para desengancharse #53
TWELVE MONKEYS es uno de esos títulos que han permanecido intactos en nuestra memoria colectiva y sentimental desde su estreno, allá por 1995, y marca un antes y un después en la forma de afrontar los viajes en el tiempo en cine, ahindando más en el componente filosófico e incluso poético, y menos en los fuegos de artificio tan caros a este tipo de propuestas. Más que ciencia ficción, a mí me parece una honda y lúcida reflexión sobre nosotros mismos como enfermedad incurable de este planeta, y de cómo los efectos de dicha enfermedad son irreparables, y cuánto más desesperanzador y triste resulta a los ojos de un viajero del tiempo, que conoce el trágico futuro sin poder convencer a los habitantes del pasado de que ellos serán los causantes de su propia desgracia. 12 MONOS es puro Gilliam, pero traspasado por la inmanencia apocalíptica del original de Chris Marker, que aún necesita menos elementos para enarbolar su magistral discurso, en esa obra maestra que es, siempre será, LA JETÉE. Aquí, Gilliam, sin serse infiel, se domestica, la baja al suelo y se apoya en tres actores que curiosamente le fueron impuestos contra su voluntad por la Universal: Brad Pitt, Madeleine Stowe y especialmente un glorioso Bruce Willis, en uno de sus trabajos más celebrados. El motivo de figurar en este monográfico es claro: que se desenganchen los "citadores" profesionales, esos tipos de mirada y memoria tenebrosa que no paran de citar películas que vieron hace mucho como la repanocha, pero sin molestarse en explicar nada más. Ésta es, sin más, una en la que salen Brad Pitt y Bruce Willis...
Saludos.
domingo, 7 de abril de 2019
Rincón del freak #350: Crónica de una triste figura
Es una lástima lo de THE MAN WHO KILLED DON QUIXOTE, una película que llevaba varias décadas rondando la cabeza de Terry Gilliam y quizá, visto lo visto, allí debía haberse quedado. La verdad es que no hay por dónde coger este monstruoso desastre, de nobles intenciones pero paupérrimos resultados, y que quizá apenas confirme una certeza, que su directior hace tiempo que no tiene nada que contar. El reparto es espectacular, la fotografía de Nicola Pecorini magnífica, el deseo de transgredir el clásico inmortal de Cervantes es a priori celebrado, pero... ¿cómo decirlo?... ¡Es que está muy mal hecha! El ritmo es atropellado, los diálogos forzados, los actores parecen estar improvisando constantemente y sus dos horas y pico se eternizan innecesariamente, alargando lo que apenas parece una anécdota atrabiliaria, una más del director norteamericano, que, mal que nos pese, sigue rodando lo que le da la gana, malgastando su propia estela. En los Goya se llevó los galardones a mejor dirección de producción y maquillaje y peluquería, pero creo firmemente que lo que resonaba (y rechinaba) era ese inglés macarrónico de todos y cada uno de los habitantes de ese pueblecito manchego donde se desarrolla su demencial trama. Será que Gilliam nos tiene en demasiada buena estima...
Saludos.
martes, 15 de julio de 2014
El sentido del humor
Una de las virtudes más acusadas de los británicos es su tendencia a reírse de ellos mismos... por si todo lo demás ha fallado. El pico más alto dela irreverencia inglesa es (creo que no hay ninguna duda sobre ello) Monty Python. Ellos crearon una escuela acerca de cómo no dejar títere con cabeza y que sea divertido; te ríes de cosas muy serias, o que al menos nos llevan diciendo toda la vida que son muy serias. Hace poco volví a ver (no sé si van ya 7 u 8 veces) MONTY PYTHON AND THE HOLY GRAIL, la primera película oficial del genial conglomerado, y siguen sin notársele los casi cuarenta años que lleva encima. Si no la han visto no saben lo que se están perdiendo, 90 minutos de locura en incorrección total en la que le dan un "repaso" (nunca mejor dicho) a la leyenda artúrica y todo aquello que, un poco después, John Boorman nos pintó tan solemne. Aquí el Rey Arturo no va a caballo, sino que el ruido de los cascos lo hace su lacayo con dos cocos, aunque después tendrá que explicar de dónde diablos ha sacado dos cocos en plena Britania, cuando se trata de un fruto tropical... aunque, claro, a lo mejor el coco fue transportado por una golondrina... El humor de Monty Python proviene, esencialmente, del escepticismo y lo grotesco, de unir conceptos, de la manía preguntona de los niños que tanto fastidia a los adultos, y éste es uno de sus grandes trabajos, uno de los más divertidos sin duda alguna. Mi película favorita de Monty Python, por escenas como la del Caballero Negro ("¡Defiéndete!"... "Pero... ¡si no tienes brazos"... "¡Bah! ¡Es sólo un rasguño!"); los Caballeros que dicen "NI" (absolutamente acojonante); la bestia sanguinaria, que resulta ser un inocente conejo; o la condena a la hoguera de una bruja mediante el método de la balanza ("¡Sí, es una bruja! ¡Me convirtió en tritón!"... "¿Y qué pasó?"... "Bueno... mejoré..."). Si sólo pueden ver una película en sus vacaciones yo repetiría esta obra maestra cada día; no se me ocurre nada más refrescante...
Saludos.
sábado, 23 de junio de 2012
Se nos escurre por los dedos...
Una de mis películas favoritas de las que salieron como colaboración entre el estadounidense Terry Gilliam y los británicos Monty Python (yo sigo viendo una escisión entre ambos, qué quieren que les diga), es TIME BANDITS, una deliciosa ¿comedia? ¿parodia? ¿superaventura? ¿crítica a los poderes fácticos? que cumple ya más de treinta años y que es todo un ejemplo de imaginación visual y narrativa; para mí, tiene más de Gilliam que de Cleese o Palin, aunque éste firme el guion junto al primero, lo que da como resultado una interminable sucesión (más bien catarata) de situaciones a cuál más delirante, con los viajes temporales como excusa para desplegar una deslumbrante imaginería. Aun así, TIME BANDITS parece querer decirnos cuán importante es nuestra imaginación y lo descuidada que la tenemos; cómo la rutina y el quehacer diario van dejándonos sin capacidad alguna para imaginar nada mínimamente original. Ésta es la aventura de Kevin, un chaval que ha de soportar a sus idiotizados padres, que sólo atienden a los parámetros televisivos, y que una noche es literalmente raptado por un grupo de enanos que viaja por el tiempo huyendo del Ser Supremo, que los tenía esclavizados. Así, y mientras asistimos boquiabiertos a estupendas y personalísimas recreaciones de la Antigua Grecia, la Francia de Napoleón o la Inglaterra de Robin Hood, se nos invita a un juego metatextual que me parece lo más interesante del film. La excusa de los viajes en el tiempo sirve para establecer un paralelismo con los "viajes interiores" que constantemente emprenden los niños, y que los adultos nos encargamos de tirar por tierra como los imbéciles sin fantasía que somos. Así, el hilarante combate final contra el Ser Supremo (un divertidísimo David Warner) no es más que el triunfo de la imaginación, que todo lo puede, contra la némesis de la misma, que es la aceptación de lo establecido. Insisto, si quieren pasar dos horas de diversión asegurada al tiempo que les hacen pensar un poquito sin tomarles por tontos, TIME BANDITS es una oportunidad que no pueden dejar pasar.
Saludos temporales.
sábado, 2 de octubre de 2010
Ingenio y entusiasmo
Probablemente sean ésos los elementos más destacables de la adaptación (libre, personal, casi irreconocible) que Terry Gilliam hizo del famosísimo e intraducible poema que Lewis carroll introdujo en su Alice... y que hablaba (por decir algo) de una especie de bicho gigantesco y desgarbado que mantenía aterrorizada a una población cada vez que le daba por pasearse a media tarde. JABBERWOCKY es un proyecto que sólo pertenece a Gilliam y donde el único punto de contacto con Monty Python es, aparte de los lacerantes saltos humorísticos, la inclusión de Michael Palin en el papel principal. Se nos cuenta una delirante historia medieval, con un tonelero (ya la profesión es hilarante) incapaz de ganarse la vida y que buscará fortuna en el reino de turno, donde descubre con horror la leyenda de la bestia, a la que ningún caballero ha logrado derrotar; el rey ofrece a quien consiga tamaña proeza la mano de la princesa, que está enclaustrada en una torre. Así, entre andrajos, dientes cariados, patatas podridas, caras tiznadas y todo el elenco habitual de Gilliam, la historia se sostiene principalmente en una sucesión de gags perfectamente reconocibles y que ya estaban en MONTY PYTHON AND THE HOLY GRAIL, pero que aquí ya tienen bastante menos gracia. Yo entiendo que en el cine de Gilliam, la cutrez debe ser interpretada como un elemento más que sirve al director británico para enfatizar lo sarcástico en base al gusto por lo innoble; la pena es que el abuso de esto sólo ha funcionado para algunos títulos, y no creo que sea el caso del que nos ocupa. JABBERWOCKY se ve con curiosidad y algo de estupor, aunque algunos fanáticos la tildan de obra maestra incomprendida y maldita; no aventuraría yo tanto, aunque sí es cierto que la primera vez que la vi (tendría yo 8 ó 9 años) se me quedó grabada la destartalada "lucha final" entre el tembloroso tonelero y esa bestia que Gilliam fue capaz de construir con los trapos que le habían sobrado del vestuario... La infancia y sus esquinas emocionales...
Saludos bestiales.
miércoles, 31 de marzo de 2010
El mono número doce

Saludos de Janeiro...
sábado, 23 de enero de 2010
Desastre de cajón

Saludos imaginarios.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!