Mostrando entradas con la etiqueta Galder Gaztelu-Urrutia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Galder Gaztelu-Urrutia. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de noviembre de 2024

Pollo relleno


 

La secuela que no se debía haber hecho. Me pregunto qué, aparte del comisionismo plataformero (obvio), ha impulsado ponerse con una película que ni continúa a la primera, y ni mucho menos propone ningún giro argumental que aporte nuevas sensaciones a lo ya visto. EL HOYO 2 hace aguas por todos lados, empezando por una historia incomprensible, que alguien más espabilado que yo habrá entendido, pero para mí es un sinsentido repleto de frases solemnes declamadas por actores que "pasaban por ahí". Y esa es otra, porque he tenido que ponerme los subtítulos para enterarme de de qué diablos estaban mascullando entre dientes, y visto que no eran más que gilipolleces me los podría haber ahorrado. No hay nada aquí de la primera entrega, ni de la valentía que destilaba, ni de la mala baba de un guion que destrozaba cualquier expectativa biempensante. Esto es un batiburrillo con ínfulas, que la gente verá arrastrada por el impulso de su predecesora, pero que queda como un borrón sospechoso e indefendible.
Podría cebarme con algunas escenas que parecen de comedia involuntaria, pero un film tan mediocre tampoco merece mayor escarnio del que ya se procura a sí mismo.
Saludos.

viernes, 10 de abril de 2020

Arriba y abajo



Puede que sea EL HOYO, debut en el largo de Galder Gaztelu-Urrutia, la película que más, y más gratamente, me ha sorprendido en lo que llevamos de año. Una distopía de altos vuelos semánticos, aunque su mayor valor quizá sea el pudor con el que mantiene sus cartas en secreto, sin tirar de exhibicionismo, excepto en su tramo final, puede que el único guiño a los amantes de una acción que aquí queda supeditada al poder de la palabra y lo que ésta sugiere. Y es que lo que hay fuera de esa extrañísima ¿cárcel? vertical no importa tanto como lo que sucede dentro de sus múltiples niveles, donde el sistema de reparto de comida es tan elocuente como cruel: una plataforma va descendiendo por el hueco en mitad de cada habitación, conteniendo abundantes alimentos, que evidentemente van menguando y deteriorándose a medida que bajan de nivel, hasta quedar reducidos a nada mucho antes de llegar abajo del todo. Es conveniente no aclarar más de lo preciso, pues su premisa argumental contiene todo el poder de un guion, por otra parte, que se nota esculpido con mimo, y que encuentra un puñado de fascinantes interpretaciones, como la de Iván Massagué (una grata sorpresa) o un increíble e inquietante Zorion Eguileor, que compone un personaje que se queda en la retina durante mucho tiempo. No es una película sublime, y a veces se disparata más de lo debido, cuando podría haber sido horror psicológico de primer nivel, pero me parece maravilloso que algo así se haya podido realizar en nuestro país, y abre la esperanza a que otro modelo de producción sea posible.
Muy buena película, sí señor.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!