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domingo, 6 de febrero de 2011

Alégrame el día #5



Increíblemente, y contra todo pronóstico, Eastwood retomó casi con sesenta años a un Harry Callahan con más canas y sarcasmo, y con menos balas y puñetazos. El problema, como en la segunda y tercera entrega: la incompetencia de un director que sólo sirvió para dorarle la píldora al bueno de tito Clint a lo largo de los convulsos ochenta y, de paso, darle algunos de sus mayores y más inesperados taquillazos, como fueron ANY WHICH WAY YOU CAN (La gran pelea) y PINK CADILLAC. Justo entre medias, THE DEAD POOL cerraba, más por cansancio que por intenciones, un ciclo innecesariamente largo. Uno esperaría encontrar un Harry Callahan menos festivo, un poco más socarrón e impredecible; en lugar de ello, Van Horn perpetra una trama delirante en torno a un director de cine de terror de serie Z (un joven Liam Neeson) que es sospechoso del asesinato de su estrella, un yonkarra chupado y patillero encarnado por... ¡Jim Carrey!... Repuestos del susto inicial (el clip grabado por Carrey, con un maniquí émulo de la niña del exorcista, y bajo los convulsos compases del "Welcome to the jungle" de Guns'n'roses, es simplemente impagable), vemos a una primeriza Patricia Clarkson como la típica reportera metomentodo intentando ligarse al pobre Callahan, que bastante hace con esquivar las ráfagas de ametralladora y hasta un cochecito explosivo de juguete, en la que es la mejor escena de la película; por no hablar de la típica asignación de compañero, aquí un trasunto de Jackie Chan que no tarda ni dos minutos en demostrar sus dotes karatecas. THE DEAD POOL es oscura (por la poca iluminación, no crean) y de un infantilismo que no le pega a un personaje que merecía un fin de fiesta más acorde a su condición de icono; y es que muy iconoclasta hay que ser para llegar vivo a esta quinta película sin perder la soberbia e inimitada perspectiva que comenzó el gran Don Siegel (al que desde estas páginas indéfilas nunca nos cansaremos de reivindicar), regalándonos un Harry Callahan que sólo podía tener los rasgos y maneras de Clint Eastwood, otro grande.
Y colorín colorado, este monográfico se ha acabado.
Saludos.

sábado, 5 de febrero de 2011

Alégrame el día #4



Parecía que se acababa, pero siete años después el propio Clint Eastwood decidió "pulir" un personaje que por derecho propio también era suyo. "Su" Harry Callahan contenía trazas de lo que posteriormente sería la mejor época de su autor; esto es: personajes taciturnos, desencantados pero con un elevado sentido de la justicia; un mal menos concreto, más abstracto y menos condescendiente. Por contra, SUDDEN IMPACT adolece de la mala leche de sus predecesoras; éste es un Callahan más reflexivo y que usa antes una aguda observación que el cañón de su Magnum. El problema viene de otro lado, fundamentalmente del raquítico y sobado guión de Joseph C. Stinson, más pendiente de los detalles escabrosos que de una buena construcción de personajes; la sobria dirección de Eastwood salva gran parte del film, pero también hay que atribuirle el error de incluir aquí a una Sondra Locke cuyos méritos para ser actriz todos sabemos desde siempre... Ella es una pintora pija-neurótica que se siente amenazada por el misterioso asesino al que Callahan ha seguido la pista hasta un tranquilo pueblo/residencial, se queja mucho del clima y de sus traumas infantiles, pero la muy pájara no pierde ocasión de meterle mano a nuestro incauto detective... Yo de la Locke es que no puedo decir nada bueno... ya saben. En fin, un correcto thriller, con menos turbulencias que títulos pretéritos pero con menos licencias; gana en buen cine policíaco pero pierde en la escala piramidal de iconos vivientes, cambiándolos por ese ente, un poco espectral, que ha ido recorriendo el cine de su autor hasta desembocar en un tal Kowalski... Pero ésa es otra historia, y yo tengo algo más que contarles mañana...
Saludos de impacto.

viernes, 4 de febrero de 2011

Alégrame el día #3



Lo primero, una aclaración: teniendo en cuenta la "originalidad" de los títulos en español de las aventuras de Harry Callahan (ésta, sin ir más lejos, fue "Harry el ejecutor"), espero que no confundan el original, THE ENFORCER, ni con la magnífica película que Raoul Walsh filmó veinticinco años antes con Humphrey Bogart, ni con el infumable bodrio de 19 años después con ese trasunto de actor llamado Jet Li.
Hecha la aclaración, se presentaba esta tercera entrega al calor del rotundo éxito que seguía teniendo la franquicia y que tampoco anduvo del todo mal en taquilla, aunque a Eastwood, ya muy dedicado a sus propios proyectos como director, le dejó un poco escamado la posibilidad de quedar atrapado en un cierto arquetipo. THE ENFORCER es, a mi juicio, la más floja de la serie junto a la última y su discreto tándem de directores se ve más preocupado del efecto de los "sketches", ya un poco trillados, e imitados hasta la saciedad por subproductos similares, que por poner en pie una historia mínimamente original. A Callahan le han asignado compañeros de todo tipo, negros, chicanos, asiáticos... así que faltaba poner en solfa su supuesta vena machista y le encasquetan una mujer... Sí, impensable hoy día, pero hace treinta y cinco años Dirty Harry se permitía soltar un latigazo en forma de frase ("Le diré qué ocurre si la tumban a usted: que no podré evitar que tumben también a su compañero..."), mientras dudaba de una chupatintas recién salida de la academia sólo para dar buena imagen y prestigio. Por supuesto todo esto deja paso a una posterior camaradería, con Callahan ejerciendo de "padre protector" (¿cuántas veces hemos visto a Eastwood en ese papel en pantalla?) y dejando boquiabierta a la pobre Tyne Daly con sus "particulares métodos". No hay mucho más que contar de THE ENFORCER, un discreto film al que sólo salva el carisma de su protagonista y el poderoso retroceso del Magnum 44, claro. Y mañana más.
Saludos ejecutados.

jueves, 3 de febrero de 2011

Alégrame el día #2



Contra todo pronóstico, DIRTY HARRY se convirtió en un éxito masivo que superó todas las expectativas, así que la inevitable secuela sólo se hizo esperar un par de años. Harry Callahan iba camino de la franquicia, y MAGNUM FORCE lo iba a corroborar con creces. Pese a contar con un elaborado guión a cuatro manos a cargo (ojo) de John Milius, responsable después entre otras cosas de APOCALYPSE NOW o CONAN, y un tal Michael Cimino, la lástima es la rutinaria dirección de Ted Post, más cercana al formato televisivo más convencional que a la intrincada imaginería legada por Don Siegel. Aquí el dilema moral se convierte en un juego de espejos, puesto que Callahan ha de descubrir quién se esconde tras los asesinatos a sangre fría de diversos criminales a quienes la justicia no ha logrado poner entre rejas, así que la inteligencia del guión consiste en enfrentar unos más que discutibles métodos de impartir justicia. Otro "pequeño" problema es saber al poco de comenzar el film quién es el asesino, no porque se nos diga, sino porque es tan evidente que hiere nuestra inteligencia, claro. Callahan se desmarca ligeramente de su acojonante primera aparición, supongo que buscando una especie de "humanización", que llega mostrándole enfrentado a sus propios métodos; puede que la Warner, presionada por la polémica, y no queriendo perder el filón, le dijese al público que los malos seguían estando del otro lado y que el Magnum 44 estaba para impartir justicia. Especialmente reseñables son los tipificados retratos de los criminales (traficantes, proxenetas negros, mafiosos italianos, estafadores), un corolario de lo más granado de una época alusiva tanto al western como al cine negro clásico, cuyas coordenadas aspiraba a subvertir un personaje cada vez más cercado por unas leyes y una burocracia que ha de defender aunque le pese, aunque no entienda muy bien. Al igual que en su primera parte, el clímax se condensa en un intenso y revelador final; una vez más el machacado héroe observa la sinrazón con gesto de hastío, pero sabe que ha de volver a las calles, antes de lo que piensa...
Saludos "magnúficos".

miércoles, 2 de febrero de 2011

Alégrame el día #1



Un tipo con traje, bien parecido, gafas oscuras, patillas y un Magnum 44 bajo la chaqueta; nace un mito llamado Harry "el sucio" ¿Qué ha hecho de este personaje de dudosa moralidad y actos más que cuestionables uno de los iconos más reconocibles de los últimos cuarenta años? Cuarenta se acaban de cumplir desde que Clint Eastwood se puso a las órdenes del gran Don Siegel, del que ha reconocido repetidas veces que aprendió todo lo que sabe, para dar vida a un justiciero de impasible figura, implacable lenguaje y demoledores métodos. Puede que la respuesta esté en nuestro propio subconsciente; Harry reconoce al criminal, se enfrenta a él y lo elimina, digamos que "acorta sensiblemente" el proceso legal, por decirlo suavemente. Claro que lo pensamos, continuamente, no es políticamente correcto, pero el ojo por ojo proviene de la desesperación, de la impunidad a veces incomprensible. DIRTY HARRY fue una pequeña conmoción en aquellos años, no tanto por su explícita violencia como por lo difícil que era ubicar a ese enigmático personaje cuya idiosincrasia queda perfectamente reflejada en una frase "Harry odia a los negros, los indios, los chinos, los blancos... en realidad odia a todo el mundo"; su nuevo compañero, chicano, le pregunta por su etnia, pueden imaginarse la respuesta. En el arco temporal que abarca desde este seminal film hasta la reciente GRAN TORINO, Eastwood ha traspasado el umbral de su tenebroso apartamento, el único retiro donde logra un poco de paz y humanidad, esto es: sin nadie alrededor. Harry busca obsesivamente a Scorpio, un desquiciado asesino que mata sin móvil aparente y al que la justicia deja en libertad por la falta de unas pruebas que a él no le son necesarias para desenfundar su imponente Magnum 44 y acabar con el problema. Entre medias, un puñado de imágenes que han pasado a la historia del thriller, como el asalto al banco o el incesante acoso al que somete a Scorpio por su cuenta. Hoy día, los seguidores de este singular personaje son tantos como sus detractores, sería impensable imaginar un guión semejante sin que fuese tildado directamente de fascista; yo, que nunca he mezclado ideología y arte, veo más inmoralidad en MENTIRAS Y GORDAS que en DIRTY HARRY... Ustedes mismos.
Y mañana más. Saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!