Mostrando entradas con la etiqueta Hitoshi Matsumoto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Hitoshi Matsumoto. Mostrar todas las entradas

domingo, 19 de junio de 2016

Rincón del freak #240: ... ¿Parará, papá?... Parará, Pachín...



El caso es que SYMBOL, la única película que había visto hasta ahora de Hitoshi Matsumoto, me había gustado, moderadamente, haciendo un esfuerzo titánico por superar su marciana filosofía, pero era una marcianada entretenida al fin y al cabo. Ahora bien, hay según qué cosas que uno no puede tragar con condescendencia, porque se corre el riesgo de no ser lo suficientemente críticos. En R 100, su último ataque terrorista, este señor imagina a un japonés de triste existencia, ya que su mujer está en coma y debe mantener a su hijo pequeño con la única ayuda de su suegro. Vale, y me vale también que tenga una tendencia masoquista extrema, que le lleva a contratar los servicios de una "empresa" que le hace un extraño contrato, según el cual se compromete a estar supeditado a los caprichos de dicha empresa durante un año, con la gracia de que varias dominatrix se presentarán a hacer de las suyas sin avisar, en cualquier momento y lugar. Problema gordo: Matsumoto quiere hacer una crítica tremebunda al "Japo way of life", pero cae en la misma trampa que intenta tender a lo que suponemos censura, y el producto final pierde rigor y se va convirtiendo en la parodia que no debería ser. Es el fino encaje de bolillos que a Berlanga le salía tan bien: tomarte completamente en serio para poder reírte de los demás. Es cierto que ayuda bastante conocer la singular idiosincrasia de este showman todoterreno para no perderse por su universo de bizarradas sin límites, pero yo apenas la recomendaría a quien esté ampliamente iniciado en estas cosas, no vaya a ser que de una anécdota salga una canción en bucle...
Saludos.

domingo, 26 de enero de 2014

Rincón del freak #141: La comedia que le hubiese gustado dirigir a Terrence Malick



¿Qué es lo más raro, insólito y descabellado que puedo filmar? Algo así debió pasarle por la cabeza a Hitoshi Matsumoto cuando concibió SHINBORU (SYMBOL), su segundo largo tras la no menos alucinante (y alucinada) BIG MAN JAPAN. Y si no, sólo hay que intentar conectar sus dos "historias" paralelas al final para darnos cuenta de cómo el cine japonés, en bastantes ocasiones, discurre justo al revés del americano. A Matsumoto no le importa que el ridículo ronde buena parte del metraje, no si la expectativa no surge desde el principio, sino que aumenta hasta un clímax final que dota de sentido al conjunto y, por supuesto, deja con un palmo de narices al más pintado. Y esto es como sigue: un tipo bastante feo (el propio Matsumoto) y con un pijama hortera se despierta en una especie de habitación blanca, tan blanca que apenas pueden apreciarse ni paredes, ni suelo, ni techo. De repente, de las "paredes" surgen unos pequeños querubines (sí, han leído bien) que parecen mofarse del aturdido protagonista; a los angelitos, una vez desaparecidos, les siguen sus sexos (ver foto), que una vez pulsados hacen aparecer "cosas" (en realidad aparecen desde una jirafa o un masai, a un cuenco con sopa de fideos o una regadera). Si esto ya les parece estrambótico intenten extrapolar todo lo dicho a un México polvoriento en el que una monja que fuma y jura en arameo va a recoger en su camioneta a un cascadete luchador que jamás se quita la máscara y al que le espera una dura jornada de lucha... Y no cuento más, porque tampoco iban a entender nada; ahora bien, debo decir que pocas veces pongo en esta sección una película que me haya gustado, y ésta me ha gustado porque es entretenida y te hace reír y asombrarte, como cuando un niño va por primera vez al cine. Y aunque la peli sea mu pero que mu rara, merece la pena echarle un vistazo... aunque sólo sea para comprobar que Malick sigue siendo un coñazo...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!