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domingo, 1 de noviembre de 2020

Rincón del freak #428: Por encima de todo, profesionalidad


 

Nos ha llegado la triste noticia del fallecimiento de Sean Connery, uno de los actores más célebres y carismáticos surgidos de la escuela británica. Connery tuvo una carrera de lo más fértil y variopinta, aunque su encarnación más universal sea la del agente 007, lo que nos obliga a dos cosas: adelantar lo antes posible el macromonográfico sobre James Bond y, de momento, dedicar esta semana a repasar algunos títulos clave del actor escocés. Y estoy seguro de que no debe ser ZARDOZ su film más recordado, pero creo que merece la pena revisitarlo, e incluso enclavarlo en esta sección dominical, porque si algo es ZARDOZ, es muy pero que muy rara. Corría 1974, y John Boorman era uno de los nombres que con más fuerza sonaban para una carrera en Hollywood; a esto hay que sumar que Connery se encontraba en pleno divorcio de su primera mujer, y a la penuria económica podríamos añadir lo que en términos castizos no puede ser denominado más que como una sacada de chorra. Boorman escribió un guion que sobre el papel era una genialidad, una especie de revisión de EL MAGO DE OZ (el propio título así lo indica) en clave de aventura en un planeta Tierra del que se han suprimido las emociones, los ricos son, además de ricos, inmortales, y el resto de gente se divide entre los renegados y los adoradores del dios Zardoz, que emplean las tardes en masacrar a dichos renegados. El problema surge desde el primer fotograma, con un arranque que uno podría identificar entre Terry Gilliam y una porno gay, con una cabeza gigantesca voladora que escupe armas y unos tipos a caballo, medio en pelotas y con una frondosa coleta... Y, sí, Connery sale de esa guisa durante todo el metraje. Y si habláramos en serio, diríamos que lo peor es tomársela en serio, aunque Boorman lo haga, para desgracia suya. Tiene algunas ideas interesantes, y algunas decisiones estéticas que, aunque no han envejecido bien, tienen un delicioso aroma camp. Y te puede alegrar una tarde de domingo, y ole los cojones de un señor que venía de tomar dry martinis con chaqueta blanca, y aquí parece una señora con bigote (juro que de hecho llega a vestirse como una intérprete de muñeiras)... 
En fin, una bizarrada tremebunda, de la que cuesta encontrar defensores, y que a mí me parece ideal para acompañar en este penúltimo viaje a Mr. Connery...
Saludos.

jueves, 1 de octubre de 2009

La religión de los cobardes

Una de las posibilidades más interesantes del cine es la de enfrentar al hombre con sus miedos y debilidades sin que éste pueda añadir nada en su defensa; así, y aunque el malo siempre sea "el otro", uno ve la película en cuestión y al intuir la denuncia no le queda otra que azorarse, además de enmascarar su vergüenza.
En 1972, el británico John Boorman ya se había hecho cierto hueco en la industria americana con las tremendas POINT BLANK y HELL IN THE PACIFIC; lo normal habría sido acomodarse un poco y ejercer de buen artesano en la Warner, algún drama familiar o un lucimiento para algún actor o actriz de incipiente carrera. Sin embargo, Boorman se embarca en un proyecto francamente complicado, contando nada menos que con Burt Reynolds y Jon Voight, por entonces en la cima de su carrera. DELIVERANCE es un film inusual, donde nada es lo que parece o podría parecer a priori; una salvaje declaración de principios sobre la maldad humana en estado puro. Para que nos entendamos, hablamos de las terribles desventuras de un grupo de aburridos urbanitas que deciden pasar un fin de semana en plena naturaleza, cazando, pescando y alejados del mundanal ruido. Después de vista, DELIVERANCE se recuerda sobre todo por su durísimo (y sorprendente) desenlace, con algunas de las escenas más explícitas del cine americano de la época, escenas impensables ahora, por ejemplo. Pero hay un desasosiego aún mayor, el que experimentamos cuando reconocemos que hemos construido ciudades para estar a salvo de una naturaleza a la que no somos capaces de dominar. Al igual que esos cazadores que son finalmente cazados, el espectador cae en la trampa de esperar una buena cinta de acción principalmente dirigida al público masculino y se encuentra con una reflexión sobre la violencia sin sentido, cuando los seres humanos son capaces de quedar por debajo de un animal cualquiera.
Saludos defensivos.

jueves, 9 de octubre de 2008

Los reinos imaginados

Como ésta es una película que me apasiona, empezaré este delicioso recorrido diciendo que una de las imágenes más estremecedoras del cine está contenida en ella. La película, por supuesto, es EXCALIBUR y me refiero a la cabalgata de los caballeros de la mesa redonda con el trasfondo musical de Carl Orff, que ya es eterno y no me atrevería a decir quién le debe más al otro, pues Carmina Burana, hasta la inclusión de este fragmento, no pasaba de ser una extravagancia de snobs decadentes.
Sea como fuere, el caso es que John Boorman filmó en 1981 una película excelente, con excelentes actores y una excelente ambientación. La concisión (necesaria) con la que acometió el complejísimo texto artúrico de Sir Thomas Malory ha hecho, contrariamente a lo que piensa la mayoría, que EXCALIBUR no haya envejecido ni un ápice; al contrario, rezuma esa teatralidad, en ocasiones casi sombras chinescas, que me recuerdan (inevitablemente) al ALEXANDER NEVSKI de Eisenstein o a la fantástica NIBELUNGEN de Fritz Lang. La narración es abrupta, casi arrastrada, nos empapamos del "aire" celta que era verdaderamente el que pertenecía al mito de Arturo y sus caballeros; y, sin embargo, el ritmo nunca se resiente, estamos ante una película muy muy entretenida. No sabría por dónde empezar a describir sus aciertos, pues se tratan de muchos y de muy diversa índole. Los actores, por ejemplo, están soberbios. Nigel Terry (Arturo) da la talla, aunque luego poco más se supiera de él; fantástica una entonces desconocida Helen Mirren, de la que poco se puede decir ya a estas alturas; o el que creo que literalmente se sale de la pantalla, Nicol Williamson como un jocoso, socarrón e inolvidable Merlin.
Sobre el mito artúrico mucho (y muy malo) se ha visto en la gran pantalla (los nombres están en mente de todos), pero pocas veces hemos sentido como auténtico algo que, por otra parte, no es más que una leyenda; a ello contribuyó el excelente guión de Rospo Pallenberg y la inclusión de piezas clásicas como la mencionada al principio de la reseña o el Tristan e Isolda de Wagner. Boorman, director polémico e irregular, es autor se algunas obras muy buenas y otras... digamos no tan buenas. Entre las primeras figurarían DELIVERANCE o THE EMERALD FOREST y entre las segundas, las fallidas EXORCIST II: THE HERETIC (brrrrrr...) o THE TAILOR OF PANAMA (qué mala es, por dios). Todo esto si obviamos, claro está, su obra maestra POINT BLANK, aunque quizá les suene más si digo A QUEMARROPA.
Ahora que tan de moda se han puesto esos subproductos supuestamente "históricos", no estaría de más echar un vistazo a esta obra irrepetible que en ningún momento oculta el carácter mítico de la leyenda (ahí están las licencias), sino que lo utiliza en su beneficio, dotando al film de un acabado casi "prerrafaelita" que a mí me parece maravilloso.
Saludos desde Camelot.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!