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domingo, 19 de febrero de 2023

Rincón del freak #542: El bikini antediluviano


 

Maldita sea, porque se nos van yendo los mitos, y eso significa ni más ni menos que nos vamos haciendo mayores. Se ha muerto "El cuerpo", Raquel Welch. Actriz discreta, recluida en un cuerpo de diosa, que hizo de los sesenta una década para admirar la curva en todo su esplendor. Su imagen es icono, llenando portadas como la de ONE MILLION YEARS B.C., demencial guion cavernícola, que explotaba tanto el genio de Ray Harryhausen como la imposibilidad de imaginar a una mujer de las cavernas con ese peinado, ese bikini... Qué más da si por el árido paisaje canario campan iguanas gigantes, tortugazas de 100 metros o pterodáctilos aleteantes. Lo que importaba era adivinar qué escondía ese mínimo vestuario, mientras la Welch soltaba monosílabos inventados o salía del agua tras proveer a la tribu de algún pececillo. Es un cine que, sí, ha quedado prehistórico, prácticamente indefendible, pero con un encanto especial y que no me atrevo a contradecir. Dirigía Don Chaffey, que lo hizo bastante mejor en otra con el genio del stop-motion, pero esto fue un taquillazo desorbitante, demostrando dos cosas. La carne siempre ha vendido, y la ausencia de sentido común también.
Por aislar, atentos al estupendo trabajo de música y efectos de sonido de Mario Nascimbene, que hubiera sido más apreciado en un film menos descacharrante.
Saludos.

jueves, 16 de mayo de 2013

El indiscreto encanto de la artesanía



Hay cosas, pertenecientes a nuestra sacra memoria sentimental, que es mejor no tocar, sino dejar que los dulces helechos del entusiasmo se agolpen a su alrededor, formando un invisible manto de virtudes que a nosotros siempre nos parecieron indiscutibles. Por ejemplo, en JASON AND THE ARGONAUTS (película que en estas fechas cumple nada menos que cincenta años), la distancia entre el trabajo de Ray Harryhausen y el del resto del equipo (director, guionistas, incluso actores) es tan abismal, que sólo la mirada inocente de un niño podría obviar una desigualdad tan notoria y mezclarlo todo sin ningún pudor. Bendita inocencia, porque JASON... es una película torpemente realizada, con unas interpretaciones livianas y con un desarrollo apresurado y poco sustancioso, algo que queda de manifiesto en su abrupto final (en 1' 45", Jasón pasa de dar el último espadazo a lanzarse por un acantilado, besar a la chica y ser juzgado "jocosamente" por Zeus y Hera...) y que convierte al film en una inofensiva sucesión de sketches de aventuras en los que apenas importa su conexión argumental. Hasta ahí todo lo reprobable, porque luego uno ve al gigante Talos adoptar la pose del Coloso de Rodas y no puede reprimir un emocionado "guau". En apenas cuatro secuencias, Ray Harryhausen se adueña de la película y se convierte en el auténtico creador de la misma; sólo la excepcional partitura de Bernard Herrmann se le puede comparar cualitativamente. Para el recuerdo quedarán las dos arpías nocturnas que robaban al sabio Phineas y la Hidra de siete cabezas, que custodia el deseado vellocino de oro (con unos espumillones tremebundos). Sin embargo, el momento cumbre es, sin duda, la lucha de Jasón contra los soldados-esqueleto; verles adoptar la postura de combate es un momento imborrable de la historia del séptimo arte. Es por todo ello que JASON AND THE ARGONAUTS retiene la extraña cualidad de permanecer en nuestra memoria sentimental mucho mejor conservada de lo que, desgraciadamente, luego podemos comprobar al revisionarla. Aun así, algo bueno tendría cuando tardó nada menos que 18 años en ser estrenada en España...
Descanse en paz, maestro...
Saludos desde el Olimpo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!