domingo, 31 de marzo de 2019

Rincón del freak #349: The ugly people vs. the beautiful people



Hay algo francamente asqueroso enterrado en alguna parte de A STAR IS BORN, la pantomima que se han sacado de la manga Bradley Cooper, Lady Gaga y quién diablos sabe. Y lo peor es que es algo fácilmente resumible, como esos manuales que lo enfatizan todo a conciencia mientras los leemos pensando en otra cosa. Todo va bien mientras las imágenes huelen a sudor, garitos, alcohol y Gov't'mule, que es lo que le da a Cooper para enarbolar el enésimo chicoconocechica que se alarga durante una noche en la que pasan cosas y se dicen cosas, pero hablamos apenas de media hora sobre un montante de 130 minutos. El resto es tener que creernos todo lo que pasa como si fuese normal, natural y circundante, pero lo que yo veo no es más que el signo de estos tiempos, en los que hasta lo que se vende como verdadero está prefabricado y teledirigido. Sí, incluso esta película, que ya se ha hecho tres veces antes y nunca tan pedorra como ésta. Y no, de verdad que Lady Gaga es insoportable, y n va a ser mejor actriz porque lo digan nosecuantos críticos de cámara. Y la condescendencia con la que se filman los momentos supuestamente "amargos" rozan la bitácora de un Pocoyó enfermo de alabanzas, cuya poca sesera le da para los vítores, pero no para los significados.

PD: El título del post está robado de un maravilloso disco de The Czars.
PD2: La música de Lady Gaga es una mierda, y no hay nada que la pueda ensalzar adecuadamente, ni siquiera Tony Bennett.
PD3: ¿Sabría alguien decirme cuándo dejamos de ser deliciosamente vitriólicos en los blogs?... ¿No será que nos llegó la hora del puto aburguesamiento?

Saludos.

sábado, 30 de marzo de 2019

El hombre murciélago #8



No me atrevería a afirmar si esta entrega es peor que la anterior, pero el cachondeo fue mucho allá por 1997, cuando se estrenó BATMAN & ROBIN, ya sin rastro de Burton y con la Warner entregada a un frenesí acumulativo sin orden ni concierto. Elijan: desde el soez opening, que muestra sin pudor glúteos, pechámenes y partes pudendas embutidas en putilátex, pasando por los terribles personajes de Schwarzenegger (que se atrevió a emular a Hamlet... ¡!...) y quien quiera que hiciese de un Bane que daba pena y risa al mismo tiempo, o terminando por la cara de aguantar las ganas de reírse de un George Clooney que definitivamente nunca estuvo hecho ni para hacer de Batman ni de Bruce Wayne, y encima le ponen de novia florero nada menos que a Elle McPherson... Lo cierto es que lo poquísimo salvable de esta entrega era una Uma Thurman perfecta como la pérfida Poison Ivy, y suyos son los escasos momentos salvables de este despropósito que amenazó con destrozar al hombre murciélago en pleno auge de su figura. Efectivamente, lo de Alicia Silverstone haciendo de Batgirl metidísima con calzador, con esos mofletitos y esa dicción terrorífica que tiene... no, ni siquiera la salva su propio momento putilátex, qué va... Terrible, pero terrible, aunque sé que hay gente a la que le encanta y no se atreve a decirlo...
Saludos.

viernes, 29 de marzo de 2019

Las cloacas del poder



No me gusta el cine de Adam McKay, no lo he ocultado cuando filmaba aquellas patrañas con Will Ferrell y no lo voy a hacer ahora por mucho maquillaje que le ponga a sus actores y actrices. Y, no sé, porque es una sensación extraña la que me ha dejado VICE, como de no saber si me están contando algo muy en serio o se están riendo de mí. Así las cosas, las caracterizaciones están soberbias y las interpretaciones son magníficas, pero a McKay le cuesta decidirse por un tono uniforme y sereno; más bien diríase un extraño cruce entre el Scorsese más "lupino" y un desarraigado J. Pakula, y todo por intentar no salirse de un guion que no puede ser más que el que es, por mucho que sus protagonistas intentaran convencer al mundo de que era otro. La historia la conocemos, al menos la reciente, y por eso me resulta mucho más interesante el extenso arranque, justo hasta unos jocosos títulos de crédito que anuncian el falso fin de carrera de Dick Cheney, que parecía más que jubilado hasta que un ex borracho le llamó personalmente para postularse como su vicepresidente ¿Qué podía salir mal aparte de la inmunda falacia de la invasión de Irak tras el ataque a las Torres Gemelas? En fin, todo eso y más es VICE, nueva propuesta hollywoodense de ese cine ya característico y que yo doy en llamar (aunque el mérito es todo gusano) "de narices de goma". E insisto, aunque es demasiado e innecesariamente larga, pueden disfrutar con un impagable corolario de interpretaciones, especialmente la de unos estupendos y muy contenidos Christian Bale y Amy Adams.
Por cierto, de ocho nominaciones a los oscar sólo ganó el de mejor maquillaje. Será casualidad...
Saludos.

jueves, 28 de marzo de 2019

La película de nuestras vidas



Declaraciones de amor al cine hay muchas, una barbaridad, diría. Que hagan que nos enamoremos también nosotros, un poco menos, incluso apenas. A Zoe Berriatúa le sobra entusiasmo, magnitud de enamorado, filigrana proveniente de la palpitante víscera; tan sólo le falta tocar las teclas como un virtuoso, que son los únicos capaces de emocionar incluso desde la frialdad ejecutiva. EN LAS ESTRELLAS es su último trabajo y resume a la perfección a un cineasta al que se le intuyen grandes ideas pero al que aún habrá que seguir esperando como creador total y completo. Nominada tan sólo al Goya a mejor música original, está contada desde el punto de vista de Víctor, una especie de fantástico y fantasioso pordiosero que sobrevive junto a su hijo de nueve años, Ingmar. Y no es casual el nombre del chaval, pues Víctor vive por y para el cine, y todo en su vida se mueve según el cine, solo que, visro desde fuera, Víctor parece poco más que un desequilibrado alcohólico, incapaz de cuidar de su hijo y con la losa de la añoranza de su mujer desaparecida. Lo mejor del film es el arrojo de Berriatúa para conjugar el drama social con la fantasía pura, desprendida de los descabellados relatos que intentan mitigar una desolada realidad, con algunos momentos bellamente rodados y que remiten directamente a Méliès y su iconografía. Sin embargo, al arañar la verosimilitud se esfuman las expectativas y queda un film entretenido pero presa de sus insoslayables altibajos, y ni siquiera logra salvarlo un Luis Callejo que sigue demostrando que es un actorazo capaz de engrandecer cualquier personaje que le echen, y éste no es precisamente fácil.
Saludos.

miércoles, 27 de marzo de 2019

La(s) familia(s)



MANBIKI KAZOKU (UN ASUNTO DE FAMILIA) fue la última ganadora de la Palma de Oro, lo que no siempre significa nada en concreto más allá del galardón en sí; sin embargo, el último film de Hirokazu Kore-eda ha ido deslumbrando a lo largo de los numerosos festivales por los que ha pasado, hasta colarse en las nominaciones al oscar a mejor película de habla no inglesa. Y la película de Kore-eda (todo su cine lo es) transita de lo trascendente a lo banal, de lo bello a lo horrísono, o de lo intenso a lo anticlimático; y lo que es más insólito, lo hace sin aparente esfuerzo. Parece que cuenta la historia de una familia desestructurada que sobrevive en los suburbios que nunca nos enseñarán de Japón (ni de ningún lado), pero luego parece que el motivo central es el amor con el que acogen a una pequeña que parece abandonada en un oscuro callejón. Y hemos dicho desestructurada, pero el cariño con el que se protegen estas personas no se corresponde con ello; porque también parece que lo que se quiere poner de manifiesto es que quizá sean las familias "normales" las que no actúen como tales, dejando de lado las relaciones humanas. Los miembros de esta "familia" mantienen un curioso vínculo social, trabajando pero también robando ("lo que aún está en una tienda no pertenece a nadie"), y lo que el director japonés muestra es su día a día, sin énfasis ni grandes discursos, simplemente atendiendo a los detalles de una palabra susurrada, una caricia furtiva o una mirada cómplice. En el mundo normal, el de los políticos y banqueros que se jactan de tener las manos limpias, ellos serían delincuentes, pero sería terrible por nuestra parte no apelar a la poca humanidad que aún nos pueda quedar. Además, está esa banda sonora de Haruomi Hosono...
Saludos.

martes, 26 de marzo de 2019

La clase de Lubitsch #9



DIE PUPPE (LA MUÑECA) me parece una de las más deliciosas comedias de la etapa alemana de Lubitsch, y desde luego una de las que mejor definen sus inquietudes de aquella época. Imposible no caer enamorado de la inolvidable Ossi Oswalda (les sugiero que recaben información sobre la agitada vida de esta actriz) en el papel de la hija de un fabricante de muñecas a tamaño natural (nótese el componente sexual ya por entonces), al que acude un tipo bastante mojigato, pero que se ve acosado por una horda de muchachitas tras el anuncio de su padre de que heredará toda su fortuna en cuanto contraiga matrimonio. Toda la parte en el taller de muñecas es simplemente hilarante, sobre todo con el papel del pícaro aprendiz (claro trasunto de aquel Sally), que embauca a la joven antes mencionada para que se haga pasar por la muñeca que su padre ha confeccionado a imagen y semejanza, y que él ha descuajaringado mientras fantaseaba con ella, por decirlo suavemente. Hay un puñado de escenas tremendamente imaginativas y divertidas, como la de los caballos interpretados por personas o el vitriólico tratamiento que Lubitsch da al clero, encarnado aquí en un grupo de monjes a los que los ojos les hacen chiribitas ante la posibilidad de quedarse con la dote. La película está basada en un cuento de E.T.A. Hoffmann y, cien años después, mantiene fresca su adorable ingenuidad e irreverencia. Magnífica.
Saludos.

lunes, 25 de marzo de 2019

Vacíos acumulados



El cine debería ser así, o al menos debería intentarlo. O al menos debería intentar serlo de vez en cuando. Se habla mucho de financiación, de medios, de brillo o cartón, cuando la verdad, como decía otro, está ahí fuera. O dentro más bien, porque el milagro de VIAJE AL CUARTO DE UNA MADRE radica en intentar fotografiar lo que no se ve, lo que esrtá dentro. Cine intimista, me dicen, pero es una etiqueta que se queda corta, porque hay una gran y sorda conmoción en esta historia de intramuros, con dos actrices descomunales destrozando métodos y tics, encontrando sus verdades en inapreciables gestos, miradas y silencios que pueden ser tan tiernos como lacerantes. Los seres humanos no somos perfectos, por eso amamos, y no somos simples depredadores, por eso hacemos daño sin que a veces nos demos cuenta ¿Que qué cuenta esta película? Cuenta una soledad compartida, una esperanza de cambio lastrada por el tiempo mediocre que nos ha tocado vivir, y también cuenta que el amor más bello e inquebrantable (aquí el de madre e hija) es el último cenáculo de los héroes, y aquí hay dos más grandes que Los Vengadores...
Saludos.

domingo, 24 de marzo de 2019

Rincón del freak #348: Los amores de una joven ingenua



Lo prometido es deuda, y por eso recae aquí y hoy un director tan reverenciado como vilipendiado, maestro para unos y mero pornógrafo sin talento para otros. El cine de Russ Meyer ha levantado ampollas (y otras cosas) entre una sociedad estadounidense que probablemente nunca estuvo preparada para su personalísima visión de la vida. Pero como me he dado cuenta de que Meyer todavía no había aparecido en este blog, y me he propuesto ir frecuentándolo adecuadamente, inauguraremos su casillero con una de las malas y menos conocidas, que no sé si lo uno es consecuencia de lo otro. FANNY HILL, rodada en 1964, adaptaba el célebre texto de John Cleland, acerca de las desventuras de la inocente y pulcra chica de pueblo que se encuentra rebotando, tras la muerte de sus padres, por las infames calles del Londres del XVIII, donde una joven sin oficio ni beneficio apenas tiene la alternativa de servir o ir de cabeza a "una de esas casas a las que acuden los hombres". La película no comienza mal, con ese tono satírico y exagerado de Meyer y una ambientación más que aceptable para el presupuesto que se traía entre manos, pero ésta es una de las que no pudo saltarse las normas de guion, así que el montante se alarga innecesariamente, entre carreritas a cámara rápida y unas actrices con poco talento recitando unos textos demasiado largos. Ni siquiera tiene un tono verdaderamente subido, y su protagonista, la actriz italiana Leticia Román, no pasará a la historia como un acierto de casting. Yo apenas la recomendaría para los muy fanáticos...
Saludos.

sábado, 23 de marzo de 2019

El hombre murciélago #7



El Batman de mediados de los noventa era un murciélago incapaz de levantar el vuelo. Agotada la fórmula del tenebrismo de Burton, la Warner le dejó el siguiente encargo como productor, mientras confiaba las riendas al irregular (pero taquillero) Joel Schumacher. El resultado fueron dos películas que hacían presagiar lo peor, que no fue otra cosa que la extrema banalización de lo que se presumía un homenaje y no pasó de penosa parodia. BATMAN FOREVER se resume en una frase, la que le dice Chris O'Donnell a Val Kilmer: "¿Vas a muchos bares de moteros?"... Creo que sobran las explicaciones, y este vínculo homoerótico entre ambos personajes, luego mil veces recreado, lo eclipsa todo, dejando la función en un culebrón para modistillas. No se puede desaprovechar tan vilmente a Tommy Lee Jones, intrascendente en un Dos Caras de chichinabo, ni a Jim Carrey, que por entonces era una superestrella, aunque su Riddler es "excesivamente excesivo" y cargante por momentos. Incluso es exasperante dejar pasar a Nicole Kidman como femme fatale, dejando al descubierto una nula química con uno de los peores actores posibles para encarnar al hombre murciélago, aunque aún se podría hacer peor... Una película que se ve con un poso amargo de decepción y que, por encima de otras consideraciones, es simple y llanamente aburrida, por lo que me reservo recomendarla, a no ser que sean ultra fanáticos, claro...
Saludos.

viernes, 22 de marzo de 2019

Drogas de diseño



No hay píldoras endulzadas en MARY POPPINS RETURNS, pero el escapismo sintético continúa por la falla de emergencia como oda al fracasado, al bohemio, al despreocupado como paradigma del optimismo inútil. La película está bien, tanto como lo podría estar la original, pero no logro discernir la verdadera aportación al panorama cinematográfico, excepto por carecer de ideas originales y decir "bueno, podemos hacer otra vez Mary Poppins". Y es que no parecen haber pasado 55 años por la original de Robert Stevenson, porque es exactamente lo mismo, correcto e intachable como esa niñera que desciende de los cielos en paraguas y nos convence de las bondades del escapismo y encarna al malo en, cómo no, un banquero sin escrúpulos. Emily Blunt es como Julie Andrews pero estilo dominatrix, los niños son iguales de repelentes y están Ben Whishaw y Emily Mortimer haciendo de extraña pareja (básicamente porque son hermanos); los números musicales son super correctos y los insertos animados remiten a tiempos pretéritos, muy Disney classics. David Warner haciendo de almirante, Meryl Streep como la prima de nombre impronunciable y Dick van Dyke como gran sorpresa final. Aunque, reconozcámoslo, la verdadera estrella de esta película es el estupendo Lin-Manuel Miranda, que protagoniza todos y cada uno de los mejores momentos de esta ¿miniatura a lo grande? De todas formas, es curioso que de las cuatro nominaciones (vestuario, diseño de producción, banda sonora y canción) no se llevara absolutamente nada. Sí, se ve, se olvida y luego la vida sigue tan ajena al mundo de Mary Poppins...
Saludos.

jueves, 21 de marzo de 2019

Llegar o huir



Me da la impresión de que Damien Chazelle quería contar algo en FIRST MAN que se nos ha escapado, o a lo mejor es que no hay más, que es el problema de dramatizar una historia de la que conocemos exactamente cómo va a acabar. Sí, es la historia de Neil Armstrong, de su durísima preparación para la misión espacial Apolo 11, que le llevaría, junto a Aldrin y Collins a, efectivamente, la Luna. Y es que hay poco más, porque ¿qué diablos vamos a dramatizar sobre una historia que conocemos? Porque por mucho gran paso para la humanidad que sea, la sensación general es que hay dos horas y media de difícil digestión, sobre todo la larguísima ¿"secuencia"? en la que Armstrong se prepara para lo que luego apenas llega a la media hora, y que es lo más interesante. La recreación que Chazelle hace de la misión en sí encuentra el punto inmersivo que se apunta en la espléndida secuencia de arranque. Después, entre medias, está "eso" que se nos escapa, y que yo achaco a una preocupante falta de profundidad psicológica, lo que unido a la inexpresiva omnipresencia de Ryan Gosling deja esta película como un extraño artefacto a mitad de camino de todo, aunque muy bonita y pulida, por lo que quizá el oscar a los mejores efectos visuales sea tan correcto como previsible. Todo en perfecta sintonía, como debe ser, pero frío y desolado como la superficie lunar, que también...
Saludos.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Qué bien lo pasamos



THE PARTY es la típica película que un director veterano emprende como desafío personal, o proyecto aparcado largo tiempo, toda vez se constata que, aunque su prestigio siga intacto, las llamadas de las productoras se espacian y se corre el peligro de caer en la banalización y consecuente olvido. Y yo que me alegro, ya que Sally Potter nunca ha sido una directora prolífica (10 largos en casi cuatro décadas), pero su tendencia ha oscilado entre los relatos "de calado" (ORLANDO, VIDAS FURTIVAS) o el minimalismo de cámara (YES), un eclecticismo que se ve reflejado en sus guiones, capaces de abarcar multitud de temas y motivos sin grandes alardes. Y THE PARTY fue de las seleccionadas en los Goya a mejor película europea, aunque hubiese sido absurdo que ganara teniendo al lado una obra maestra instantánea e indiscutible. Aun así, y reconociéndole algunos altibajos en el tono, Potter trasciende el mero drama teatralizado y universaliza el espacio único mediante un sardónico, sarcástico y muy afilado uso de las palabras, el que hacen sus siete personajes, casi todos magistralmente dibujados. La excusa argumental gira en torno a la fiesta que organiza Janet (Kristin Scott Thomas) tras ser nombrada nada menos que ministra del gobierno británico. Junto a ella están su marido (un disperso Timothy Spall, aunque su personaje lo justifica), dos amigas que son pareja (Cherry Jones y Emily Mortimer), su mejor amiga y mayor aduladora (Patricia Clarkson), su pareja, una especie de "sanador alternativo" (Bruno Ganz) y el marido de otra amiga (Cillian Murphy) a la que nunca veremos, pero sobre cuya invisible presencia girará una trama que pasa, en poco más de una hora (otra proeza) de la banalidad a los escupitajos verbales, en los que se mrzclan impúdicamente las mentiras, los prejuicios y en definitiva la desnudez de unas "vidas ejemplares", construidas casi siempre sobre una total falta de honestidad. La película se nutre sabiamente de este excepcional puñado de actores y actrices, y de su interactuación saltan esquirlas de veracidad, más veraces cuanto más truculento es el parlamento, y tan sólo le achacaría una cierta dificultad para que la modulación hubiese sido totalmente imperceptible. Pero qué diablos, la verdad es que es una delicia de película que se ve en un suspiro...
Saludos.

martes, 19 de marzo de 2019

La clase de Lubitsch #8



MADAME DUBARRY es una película extraña para lo que Ernst Lubitsch apuntaba en la mayoría de sus trabajos, y probablemente lo más cerca que estuvo nunca de rendirse a los encantos del "gran relato" o superproducción. Aun así, su visión de la humilde cortesana, hija ilegítima de un clérigo y cuyos encantos la ascendieron hasta ser favorita de Luis XV, dista de perderse en grandes magnitudes, ni siquiera en sus dos horas de duración, que transcurren en su mayoría en planos intimistas. Pola Negri y Emil Jannings protagonizan esta interesante y elocuente elipsis, la que va desde el "inocente" arribismo de la joven Jeanne Vaubernier, que escala posiciones en una corte caprichosa y decadente, hasta llegar a ser condesa, aunque sus precedentes consistían en seducir a todo hombre de posición que se le cruzara. El encuentro con el monarca es decisivo para el tramo final del film, en el que se ponen de manifiesto los sentimientos encontrados de una mujer que se debate entre su recién adquirida posición social y el amor que guarda para un hombre común, pero que es el único que la entiende. Sólo muy al final, Lubitsch se descoca y decide filmar el repentino estallido de la Revolución, con unos planos generales que, admitámoslo, no pasarán a la historia como lo mejor de su cine. Y es que hay una sentencia que advierte no pretender parecerse a un combinado entre Griffith y Eisenstein, ustedes comprenden...
Saludos.

lunes, 18 de marzo de 2019

Quítate tú pa ponerme yo



Deslumbrante en lo técnico e intrascendente en lo puramente narrativo, SPIDER-MAN: INTO THE SPIDER-VERSE fue la película que se llevó el oscar a mejor film de animación, y con la controversia que suele conllevar dicho galardón cada año, yo sólo he visto muy por encima a la maravillosa ISLA DE PERROS, aunque no estoy seguro de que ésta se pueda considerar puramente como animación, claro. Esta película son dos horas de libertad creativa, como digo, en una técnica de animación que intenta fusionar lo mejor del trazo manual con la potencia del digital, y que tímidamente entronca con cierta tradición del cómic más inteligente, el que desbanaliza a sus personajes y les llega a inquirir sobre su propia naturaleza de ser de ficción. Desde luego esto no es Alan Moore, ni siquiera Grant Morrison o Neil Gaiman, y eso que en el extenso devenir del trepamuros hay prácticamente de todo donde escarbar, pero al menos hay un refrescante tratamiento fractal en la idea de los multiversos, que no es nada nuevo, pero aquí queda plenamente justificado para la gozosa exhibición de personajes, que al final es lo más creativo. La historia en sí es más conservadora de lo que parece, y sus parámetros son clásicos, pero al menos se respeta el espíritu lúdico de un Spiderman al que, por mucho que le cambiemos la cara y el traje, nunca deja de ser nuestro "amistoso vecino". Es una buena piedra de toque, y un filón creativo al que habrá que estar atentos, porque me parece que puede deparar gratas sorpresas, depende de qué tenga en mente Sony, claro...
Saludos.

domingo, 17 de marzo de 2019

Rincón del freak #347: En respuesta al Domingo pasado



Efctivamente, la pornografía tiene sus límites, autoimpuestos además, y perfectamente reconocibles, por ejemplo, en la inabarcable ola del exploitation, de la que podríamos empezar a hablar un día para no terminar nunca. Los mitómanos dedicados no dudan en señalar a Russ Meyer como el gran dios de dicha corriente instalada en el underground, pero de Meyer hablaremos la semana que viene, así que hoy nos podríams quedar con un título aún más oscuro y desconocido. THE TOY BOX, rodada en 1970, era en principio una nadería con el único propósito de rellenar un huequecito en las mentes lúbricas de la época, pero, aun siendo mala como el demonio, me parece interesante hablar de ella, o aún mejor, de su desconocido director, Ronald Víctor García, que ya no volvió a hacer ningún largometraje más, pero sin embargo tuvo una distinguida carrera como director de fotografía, destacando sus colaboraciones con nada menos que David Lynch, y más concretamente en el celebérrimo episodio piloto de TWIN PEAKS, palabras mayores, y prodigándose en multitud de series televisivas. La película en sí tiene poco que contar, excepto que era una marcianada que intentaba mezclar terror, ciencia ficción y blandiporno, solo que es de una cutrez que casi molesta, lo que llega a convertirla en comedia involuntaria, y apenas salvaría una tórrida escena de la diosa Uschi Digard en solitario...
Saludos.

sábado, 16 de marzo de 2019

El hombre murciélago #6



Tres años después, Tim Burton cogió de nuevo las riendas de un proyecto con el hombre murciélago, aunque esta vez tuvo mayor libertad creativa, dado el enorme éxito obtenido; y si bien hoy día BATMAN RETURNS ha recuperado mucho del crédito que nunca tuvo, en aquel 1992 fue una película bastante incomprendida, y que terminó por alejar definitivamente a Burton de la franquicia y a dejar de nuevo al personaje en un prolongado suspenso. Y se trata de una película sumamente curiosa, pues no me atrevería a afirmar que el protagonista fuese el superhéroe, sino los dos villanos contra lo que lucha. El Pingüino, encarnado por un brutal Danny DeVito, capaz de transmitir el carácter repugnante e insano de este archienemigo de Batman, mostrando de nuevo su origen, en este caso realmente demoledor. Pero quien sobresale es Michelle Pfeiffer como Catwoman, un personaje sumamente ambiguo y arrebatador, capaz de embelesar a un frío Michael Keaton y hacerle perder hasta la máscara. Una película, ya digo, aún más oscura que su predecesora y que necesita un par de visionados para ser comprendida como una obra genuinamente reconocible de su autor, y no como un producto comercialmente teledirigido, que hubiese sido lo normal para hacer taquilla.
Saludos.

viernes, 15 de marzo de 2019

Aquella vieja América



También se fue de vacío, aunque esta vez de los oscar, THE BALLAD OF BUSTER SCRUGGS, con la que los hermanos Coen recuperan gran parte de la sorna que les hizo famosos con sus primeros trabajos, aunque es cierto que el carácter episódico le resta empaque al conjunto, y se atisba un nivel irregular, con algunos momentos de traca y otros que pertenecen desde ya a lo mejor de su filmografía. Con la excusa de presentar un libro de relatos sobre el viejo Oeste, la película intenta capturar diversos instantes de un tiempo mítico y pretérito, del que se ha hablado, escrito y filmado mucho, pero del que se ha mitificado aún más. La historia que abre es la que presenta al personaje del título, Buster Scruggs (un hilarante Tim Blake Nelson), mitad trovador del cancionero clásico y mitad pistolero cuasi infalible, cuyo carácter desenfadado no le libra de tener que batirse en duelo constantemente. Un arranque estupendo y que determina el tono general de la película, que sin embargo baja bastante en el siguiente episodio, excesivamente descuidado y en el que James Franco interpreta a un atracador que encuentra más dificultades de las previstas para llevarse el dinero de un desvencijado banco en mitad de la nada, con la única oposición de un anciano cajero. Podría haber dado para mucho más. El tono cambia radicalmente en el tercer segmento, donde Liam Neeson interpreta a un buhonero que se gana la vida ofreciendo actuaciones del "fenómeno que encontró en las calles de Londres", un joven sin extremidades que recita largos pasajes de Shakespeare y remata con un famoso parlamento de Abraham Lincoln. Sin embargo, la audiencia va disminuyendo y el buhonero tendrá que tomar una decisión drástica, que los Coen son capaces de rodar con elegancia y suma inteligencia. Luego, de nuevo hay un cambio radical, con un irreconocible Tom Waits interpretando (magistralmente, en mi opinión) a un viejo buscador de oro, que cree haber dado con un filón en la orilla de un apartado río. Aquí brilla con luz propia la excepcional fotografía de Bruno Delbonnel, alcanzando cotas casi de puro hiperrealismo e ilustrando un episodio francamente memorable. Le sigue el que creo que es el mejor de todos los episodios, o al menos el de guion más elaborado, con una joven tímida y poco agraciada (estupenda Zoe Kazan) que se embarca en una caravana junto a su hermano, para casarse con un supuesto prometido que éste se ha encargado de buscarle, pero el hermano muere enfermo y ella queda totalmente desprotegida. Pero uno de los guías de la caravana termina por cogerle cariño y le hace una proposición conveniente para ambos cuando la caravana llegue a su destino. El desenlace, sin embargo, tan inesperado como brillantemente resuelto, da cuenta de las muchas vueltas que puede dar el destino, incluso cuando hagamos lo posible para que éste no cambie. De lo mejor que han rodado los Coen en muchísimo tiempo, y los que hayan seguido su filmografía pueden corroborarlo y confirmarlo. Y para terminar, un episodio que, sin estar mal rodado, da la sensación de quedarse a medias de casi todo lo que propone. Un típico relato oral a cinco bandas en el interior de una diligencia, en el que coinciden un trampero, una señora de edad que va a reunirse con su marido, un jugador de cartas, dos cazarrecompensas y el cuerpo del último tipo al que han dado caza y que deben entregar. Imagino que los Coen querían clausurar el film con una especie de lección moral y metafísica, e intuyo que no pueda leerse literalmente, sino como ese "final de trayecto" que a todos nos llega de un modo u otro.
En definitiva, una estupenda película, que no entiendo cómo no ha tenido mayor repercusión, y que vuelve a insuflar vida a unos cineastas a los que todavía les queda muchísimo por contar.
Saludos.

jueves, 14 de marzo de 2019

Jugarse las papas



¿Películas cobardes o películas valientes? Una disquisición tan simplista como vana para indagar en la validez y calidad de una obra cinematográfica, pero a la que se aferra mucha gente sin ganas de entrar en análisis o reflexiones más profundas. El cine de Asghar Farhadi es a menudo consensuado como "valiente", al menos mientras ha rodado en su país natal, Irán, con las muchas dificultades que ello conlleva. Sin embargo, no seríamos justos si esperáramos, si no la misma película, una excusa argumental semejante a estas películas, que creo que es lo que le ha pasado al tomar la extraña y desprejuiciada decisión de rodar su último film en España, con actores españoles (y menudo elenco) e impregnándose admirablemente de eso que supongo que existe y que llamamos "lo español". Así las cosas, TODOS LO SABEN se presentaba en los Goya con ocho flamantes nominaciones, para terminar yéndose de vacío y lo que es peor, como inquietante invitada de piedra a un certamen que creo que no ha entendido nada de su discurso. Quizá no le haya hecho bien la evidencia del tándem Cruz/Bardem (por cierto, más que correctos), o la desesperanza inconclusa de su áspero desenlace, pero la verdad es que estamos ante una magnífica película, a años luz, por ejemplo de la ganadora, y en la que el director iraní vuelve a proponer un ingenioso y malévolo juego de estructuras, donde nada es lo que parece y la misma moral del espectador es puesta a prueba, a riesgo de caer en la trama tramposa, que no lo creo. Es otra historia sobre desapariciones, sobre cuentas pendientes y heridas que nunca cicatrizan, y cuyo motor central es mejor dejar en las sombras, porque contarlo implica destrozar el verdadero valor de cómo Farhadi hace interactuar después a su extenso (e insisto, magnífico) reparto.
Véanla, aunque sólo sea para corroborar a un maestro de la narrativa en imágenes.
Saludos.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Una cierta leyenda



Una de las películas más insólitas que entraban a concurso este año en los Goya fue ERREMENTARI, curiosísima producción vasca (y no es gratuito), auspiciada por la figura de Álex de la Iglesia y que merece un punto y aparte. Nominada tan sólo a los mejores efectos especiales, la película aprovecha el rico léxico de las leyendas locales para construir un relato terrorífico absolutamente clásico, y que por momentos llega a recordar incluso a la legendaria productora Hammer. Rodada originalmente en euskera, cuenta la historia de un misterioso herrero que supuestamente hizo un pacto con el diablo en mitad de las Guerras Carlistas, y que, de regreso a su aldea, ahora vive recluido y apartado de todo el mundo. Hasta que un día aparece un inspector del gobierno, que afirma tener indicios de que el herrero en realidad ha robado una gran cantidad de oro al ejército Carlista, lo que despierta la avaricia entre los lugareños, que se unen al inspector para descubrir cuál es el verdadero secreto que se oculta en la tenebrosa herrería, sin sospechar que la realidad supera al mito. Y más o menos esto es lo que ofrece Paul Urkijo Alijo en su primer largo, tras varios cortos que se movía en la misma línea, entre el fantástico y el terror; un film con una ambientación magnífica, buena fotografía y una música de Pascal Gaigne memorable, pero que nadie ha tenido en cuenta en la Academia. El gran problema del film es la disparidad de tonos, sin acertar a decidirse por uno, el director salta del terror clásico a la comedia estrambótica o incluso al aguijonazo histórico, lo que le resta empaque y coherencia. Sin embargo, es de resaltar la valentía de mostrar algunas cosas tal y como suponemos que aparecerían en el imaginario localista, en lugar de sofisticarlas innecesariamente, lo que termina por darle un exagerado y entrañable aire camp, muy acorde con algún título reciente de su productor. Una película que, sin inventar nada, eleva considerablemente el paupérrimo panorama del cine de terror español, lo que, créanme, no es poca cosa.
Saludos.

martes, 12 de marzo de 2019

La clase de Lubitsch #7




MEYER AUS BERLIN era, hasta no hace muchos años, una de las muchas películas que se consideraban perdidas de la época alemana de Lubitsch, y prácticamente la última en la que el propio director interpretaba al entrañable, mujeriego y caradura Sally Meyer. En esta ocasión, ya casado, Sally se aburre como una ostra de su vida marital, por lo que finge una enfermedad con la que consigue una deseada prescripción médica: viajar a la montaña y respirar aire puro. Sally, urbanita convencido y vago vocacional, aprovecha para instalarse en un albergue tirolés plagado de señoritas, a las que intenta cortejar mediante la trola de ser un experto montañero, lo que desemboca en una sucesión de desastres a cual más estrambótico. Un film que no llega a una hora de duración y que supone otro estupendo y desenfadado divertimento, además de sorprender (aunque ya no nos sorprenda tanto) por lo atrevido de agunas secuencias, como en la que Sally se toma su tiempo para descalzar a una dama o la que ilustra una entrada, que, equívoco mediante o no, cualquiera cavilaría como un intercambio de parejas en toda regla,  y hablamos de 1919...
Saludos.

lunes, 11 de marzo de 2019

La música que somos



Aunque en el fondo me da igual, me jode un poco que se obvie o menosprecie a una película cuando de lo que estamos hablando es de un acontecimiento. Esto viene a colación del baboseo a un film estupendo pero sospechosamente preprogramado, con todas sus constantes conscientemente funcionales, como es ROMA, mientras se nos ha diluido una película que es un acontecimiento, en mi opinión la mejor del año pasado, y a mucha diferencia de cualquier otra cosa que se les ocurra. ZIMNA WOJNA (traducida, GUERRA FRÍA) es una obra maestra absoluta, pero de los absolutos que hacen daño. Y a uno le dan ganas de cerrar el chiringuito tras ver una cosa tan hermosa y, por tanto, tan incomprendida, porque no sé si me quedan muchas más cosas por decir después de asistir con el corazón en un puño a esta pequeña historia de amor que es más grande que cualquier subnormalidad grandilocuente que Hollywood pueda ofrecer. En menos de hora y media (y esto ya es la repanocha), Pawel Pawlikowski sobrevuela un arco temporal de 15 años, centrados en las idas y venidas de dos enamorados condenados a no estar juntos; diferentes como la noche y el día, y sin tener nada claro, excepto que se quieren. Hay exilio, pero no importa. Y hay telón de acero, pero tampoco importa. Sólo importan esas miradas, que sólo se dedican los enamorados, y que aún cobran más importancia cuando sabemos lo poco que van a durar, únicamente para aguardar otros cuantos años, hasta el próximo encuentro.
No me puedo andar con medias tintas con maravillas como ésta, y tampoco merece la pena mayor extensión argumental. Todo está ahí, en la hora y media más sublime y desgarrada del cine de los últimos... yo qué sé, pero véanla aunque sea lo último que hagan.
Obra maestra absoluta.

domingo, 10 de marzo de 2019

Rincón del freak #346: ¿Tiene límites la pornografía?



Por contestar a la pregunta del enunciado, no en mi opinión, al tratarse de una forma de entender la representación basada tanto en la explicitud como en lo grotesco. Y precisamente de ello va GUROTESUKU (en la traducción, GROTESCO), película nipona de hace ya una década, que quizá venía a sacudir los cimientos del cine de terror extremo, pero que apenas queda como un burdo soft porn en lo esencial, enmascarado de torture porn en lo exógeno. Lo hemos visto muchas veces (Mad Doctor que secuestra a una pareja y las somete a todo tipo de vejaciones imaginables sin razón alguna), pero hay una diferencia entre el producto de consumo rápido y el que se las da de guardarse su porción de "arte". Este, aquí, se despendola por mutilaciones a lo bestia con fondo de música clásica y un par de escenas que circundan el porno suave, aprovechando que su protagonista femenina es (o eso me dicen) toda una estrella del género en su país. Lo más difícil en este tipo de productos siempre es encontrar algo de psicología narrativa entre un mar de vísceras y hemoglobina, y Shiraishi (autor de la interesante LA MALDICIÓN) lo intenta desesperadamente, en un guion lastrado por la planicie de ideas e interpretaciones. Como mayor ejemplo, la sonrojante escena del hospital, donde dos personas que han sido mutiladas hasta lo soportable mantienen una conversación como si los hubieran operado de apendicitis ¿Lo mejor? que dura un poquito más de una hora...
Saludos.

sábado, 9 de marzo de 2019

El hombre murciélago #5



El BATMAN de Tim Burton cumple por estos días nada menos que treinta años, una celebración que cobra más sentido ahora que entonces, cuando se la compara con el cariz sombrío que el personaje ha ido tomando y no son pocos los que no dudan en señalar esta versión como la que conectaba (evidentemente sin saberlo) con el espíritu de Bob Kane y lo preparaba para el de Frank Miller. Aquello fue un verdadero acontecimiento que viví en primera persona, la fiebre por el hombre murciélago excedió todas las expectativas y lo puso en primera línea del panorama superheróico, mucho antes de que éstos tuvieran su actual explosión mediática. BATMAN es un film controvertido, para nada perfecto, con un protagonista que dejó a todo el mundo con una ceja arqueada (¿en serio? ¿Michael Keaton como Bruce Wayne?) y una puesta en escena deliberadamente grotesca y repleta de decorados, aunque esto era esperable viniendo de Tim Burton. El punto fuerte, sin embargo, fue la elección de Jack Nicholson para interpretar a un Joker que le viene como anillo al dedo a su habitual histrionismo, un villano complejo y que supone, si no su mejor versión, desde luego una especie de modelo a seguir. Aquello fue un hype en toda regla, se cumplían las bodas de oro del personaje y la Warner necesitaba un pelotazo para reflotar su imagen, deteriorada por diversos fracasos en taquilla; el resultado fue un compendio no siempre afortunado de talentos ¿Que Prince estaba en lo más alto? Pues lo metemos en la banda sonora (por cierto, todo un clásico la composición de Danny Elfman). El resto es historia, y también Kim Basinger más florero que nunca, pegando grititos sin sentido (¿se acuerdan de aquellos gritos femeninos en el cine?) o Keaton con cara de no saber muy bien cómo hacer de tipo hipermusculado, aunque para eso se inventaron las prótesis. Lo mejor de su irregular metraje es lo que Burton se apropió de esa obra maestra del cómic llamada "The Killing Joke", publicada sólo un año antes, pero eso, amigos, son ya palabras mayores...
Saludos.

viernes, 8 de marzo de 2019

Un fuego tan frío



Ramón Salazar es un director paciente, y lo es tanto en la cadencia de sus entregas, y cómo ha ido gestionándolas con el tiempo, como en lo atemperado, rozando lo extático, de su último film, en el que se cruzan referencias tan potentes como Bergman, Cassavetes o el Altman más incómodo. Aparte de que me viene que ni al pelo en un día como hoy, LA ENFERMEDAD DEL DOMINGO es un film áspero, moroso, opresivo hasta lo disgustante, y todo es apresado por un guion magníficamente tozudo, pero sobre todo por dos actrices superlativas y que cargan con el extraordinario peso emocional de esta historia de reencuentros indeseados y rencillas que bordean el exorcismo vital. Con un arranque magníficamente rodado, Salazar nos presenta a Anabel, una mujer ya madura y de estatus social elevado, que recibe la visita de su hija Chiara, a la que abandonó cuando sólo tenía ocho años, pidiéndole una única cosa antes de no volver a verla jamás: que pase diez días con ella en su casa, situada en un apartado rincón de Francia.
La película tarda en decidirse sobre qué dirección tomar, lo que juega en su contra al ralentizarla en demasía, pero va encontrando pequeños asideros en los silencios, miradas y un juego dialéctico parco pero cargado de intención. Y evidentemente están dos impresionantes actrices, una Bárbara Lennie que ha cuajado un año impresionante (sorprendentemente sin reflejo en los Goya) y Susi Sánchez, actriz de largo recorrido como secundaria y que borda un personaje que parece alborde del abismo de unos fantasmas que la han acompañado toda la vida. Su Goya como mejor actriz ilustra esta película de actrices y este día de mujeres. Felicidades a todas.
Saludos.

jueves, 7 de marzo de 2019

Grrrrrrrr!!!!



Una de las decisiones más insólitas de los oscar de este año ha sido la inclusión de BLACK PANTHER como candidata a mejor película ¿En qué diablos estaban pensando? ¿en cuotas?... Francamente, creo que esto de la inclusión y el buenrrollismo se nos está yendo de las manos, porque una cosa es la "visibilización" (que hasta ahí lo entiendo), y otra muy distinta pretender que la calidad de una cinta esté supeditada casi exclusivamente a dicha mamarrachada. Como película de superhéroes está bien, quién lo niega, pero es una más, uno de los muchos satélites que van componiendo la historia personal de los integrantes de un supergrupo, en este caso The Avengers. Y poco más, porque la estructura argumental es la de siempre y los estereotipos son los de siempre, y me da exactamente igual que los mamporros los repartan mujeres de etnia negra en su mayoría, porque seguiré pensando que es una película de mamporros, los reparta quien los reparta. Así las cosas, véanla si disponen de dos horas y cuarto (chicle de los gordos) de evasión que no les gaste muchas neuronas. Eso sí, hay muchísimos paisajes generados por computadora, que podrían haber rodado en África, ya que son tan "visibilizadores", y los actores (y actrices, ejem) no están para matarlos... Bueno, el pobre Forest Whitaker sí... Además, que me da dentera ver a norteamericanos hablando en inglés con acento de Nairobi, cosas mías.
Lo mejor, como siempre, lo más desaprovechado: Andy Serkis, que está tremendo.
Saludos.

miércoles, 6 de marzo de 2019

O cinema ao lado #13



En portugués, "colo" significa "regazo". No es casual, pues, conceptualmente, Teresa Villaverde postra a sus personajes ante la última situación, la más desesperada, quizá buscando la gracia del descanso que se encuentra en ese regazo maternal del que tantas veces se carece. COLO es el film más radical y afrentado de esta directora lisboeta de ya larga carrera, una especie de cruce entre el estructuralismo de Jaime Rosales y el nihilismo del primer Haneke, que por momentos roza lo bressoniano y siempre intenta ir un paso más allá en su personalísima visión de un estado de las cosas desalentador. Con el ruido de fondo de una crisis económica en forma de termita emocional, Villaverde apoya todo el relato en el vórtice creado en el seno de una familia aparentemente normal (padre, madre e hija al borde de la mayoría de edad), pero que se hunde a cada paso dado, sin que podamos atisbar algún tipo de redención o esperanza. No tan cruda como EL SÉPTIMO CONTINENTE o LA SOLEDAD, sí que es posiblemente el más certero aldabonazo que el cine luso ha legado recientemente como daguerrotipo de un momento en concreto (esa crisis de la que lentamente se va recuperando), a modo de testimonio insoslayable o mitocóndrico emplasto que parece dar vueltas alrededor de la nada, como sus desorientados personajes, cuando en realidad el movimiento es de caída irrefrenable hacia el embudo de la miseria. Una película difícil de ver, por su ritmo cansino y larga duración, pero que se hace necesaria como reflexión, mucho más como la lección de vida que no pretende ser y acaba siendo. A mí, personalmente, me ha servido como gran colofón a un repaso francamente estimulante por una cinematografía que tenemos aquí al lado, aunque muchos no quieran verla...
Saludos.

martes, 5 de marzo de 2019

La clase de Lubitsch #6



El último film que Ernst Lubitsch filmó en 1918 fue nada menos que la adaptación de la más famosa obra de Prosper Mérimée. Esta CARMEN (se presume que existen unas treinta versiones cinematográficas más o menos fieles) se aferra al texto original con sorprendente veracidad y redunda en el delineaje de la mujer fatal que es esa gitana cigarrera, de la que se decía que era el mismo diablo, por la destructiva manipulación que ejercía sobre los hombres. Era 1918, claro, y eran los estudios de la AG, claro, y aun así es capaz Lubitsch de remontarnos a la abigarrada Sevilla de principios del XIX, sin grandes alardes pero también sin errores gramaticales remarcables. Y de nuevo es Pola Negri, aquella enigmática judía polaca, la que se contonea y mira con una mirada que puede ser la última, y la que pone el acento justo de exotismo y eternidad en una historia en sí eterna, que hablando de cuatro anécdotas jurisprudencia todo un universo, donde las mujeres mandan, por mucho que terminen también sucumbiendo. Se permite incluso Lubitsch un amago de corrida de toros, de las de entonces, cuya inventiva solventa sin necesidad de toro ni nada... Ya sólo por eso merecería sacarlo a hombros, maldita sea...
Saludos.

lunes, 4 de marzo de 2019

Cervantinos en América



No son pocos los que han tomado como una incongruencia lo ocurrido en los oscar con el galardón a mejor película, sin dudar en que tiene poco sentido la segmentación dispersa de éste respecto al de mejor director. Sin que sirva de precedente, y aun sin llegar a explicármelo yo mismo, creo que este año (siempre teniendo en cuenta que no eran todas las que son) no está mal tirado el premio a GREEN BOOK, que me ha irritado bastante menos que la de Cuarón, al que sin embargo le otorgo la cualidad de ser un director infinitamente más dotado que Peter Farrelly, del que si nos hubieran dicho hace 25 años (momento en el que inició su particular "exploración de la imbecilidad humana" junto a su hermano Bobby) que sería capaz de filmar algo como esto, simplemente no lo hubiéramos creído. GREEN BOOK es una típica buddy movie, pero también es una típica road movie, y de ese clima de complicidad, ansias de libertad y crónica de un tiempo determinado, sin creerse el más listo de la clase, Farrelly filma a la antigua usanza, como un artesano de toda la vida, tocando la fibra a golpe de honestidad y ese humor escatológico (aquí en pequeñas dosis) que fue su sello de identidad. Pero sobre todo, GREEN BOOK, de ser algo remarcable, es el descomunal trabajo de dos actores absolutamente desatados, un finísimo Mahershala Ali, que va agigantando a cada escena su complejo personaje, y un antológico Viggo Mortensen, probablemente en uno de los mejores papeles de su ya incontestable carrera. Y la epopeya vital de un genio del piano y el tosco italoamericano criado en las calles que le lleva en una insólita gira por un Sur racista y falsamente amable, parece, una vez más, otra vuelta de tuerca al mito de Don Quijote y Sancho Panza. El primero, de modales exquisitos y algo excéntricos, cuyos molinos de viento están en la imposibilidad de traspasar las barreras que le imponen su color de piel; y el segundo, repleto de prejuicios, la mayoría impuestos (porque "es lo que hay"), pero que poco a poco comprende y se también se hace comprender. El gesto más hermoso de esta estupenda película es ése, no pulir ni una arista, sino dejar que la experiencia las vaya desbastando.
Y sí, es muy recomendable.
Saludos.

domingo, 3 de marzo de 2019

Rincón del freak #345: Matar dos mitos de un tiro. El hombre murciélago #4



Y en estas cosas, en 1972 que era, el tándem infalible Hanna/Barbera se sacó de la manga una cosa inenarrable que, francamente, no podía salir bien. Por un lado, se revitalizaba a uno de los personajes (grupo, más bien) más importantes y con más éxito de la casa, el mítico Scooby-Doo, y nada menos que en una especie de crossover junto a Batman y Robin, en lo que se prometía como uno de esos títulos destinados a ser de culto. Por otra parte, la franquicia pretendía inaugurar un nuevo modelo para sus personajes, el del largometraje, más ambicioso y con la mira puesta en la gran pantalla. El resultado no pudo ser más desalentador, porque SCOOBY-DOO MEETS BATMAN es una auténtica bazofia oportunista e indigna de una marca creativa repleta de joyas invaluables. Repartida en dos episodios de unos 45 minutos (otra decisión incomprensible), deja al hombre murciélago y su compañero en una pírrica anécdota de estaticidad desesperante y apenas un par de frases, mientras que al Gran Danés lo reitera en sus registros habituales, pero perdiendo el elemento sorpresa, ya que la trama (por decir algo) invoca como villanos a unos Joker y Pingüino también bastante insulsos, por no decir ridículos. Me imagino que no habrán sido pocos los fans (fanáticos) que habrán sucumbido a la revisión de este estropicio, por lo que me permito recomendar a quienes aún no la hayan visto que no pierdan el tiempo. Y a partir de la semana que viene ya empezamos de verdad con los films, que es lo mollar del asunto, para qué negarlo...
Saludos.

sábado, 2 de marzo de 2019

El hombre murciélago #3



Sí, amigos, en 1966 se realizó el primer largometraje propiamente dicho de Batman, Robin y todos los demás. Y esta película, que se tituló (como no podía ser de otra manera) BATMAN, debería estar mañana, sin duda, pero hay un par de cuestiones que me lo impiden. Primero, que la de mañana es aún más bizarra, pero sobre todo que este "Batman", interpretado por un Adam West que es hoy reverenciado como el más genuino y fiel a los preceptos invocados por Bob Kane, es perfectamente consciente de qué tipo de artefacto es y cuál es su cometido, sin mayores ínfulas ni preocupaciones metafísicas. El BATMAN de 1966 (que ya venía avalada por una no menos mítica serie) era una desternillante comedia pop, repleta de absurda candidez y un cierto cinismo quizá sólo apto para ojos muy atentos e inconformistas. Aquella película incluía ya al mítico Batmóvil (y al Batcóptero, y a la Batlancha), y junto a West brillaban un elenco tan irrepetible que luego ha sido inevitablemente citado en multitud de ocasiones. Burt Ward daba vida a un Robin al que es imposible no otorgarle su papel de icono gay; la bellísima Lee Meriwether estaba perrrrfecta como Catwoman; y el trío de supervillanos lo componían Frank Gorshin como Riddler y unos geniales César Romero y Burguess Meredith, dando vida a unos icónicos Joker y Penguin. Y dirigía un superclásico de la televisión, Leslie H. Martinson, curtido en series míticas de los cincuenta como Maverick y que luego estuvo en casi todas las series más famosas de los 60, 70 y 80 que ustedes puedan recordar.
Para la posteridad quedarán la vis cómica de West (que muchos afirman que era involuntaria) y un puñado de escenas que rozan el surrealismo, como el ataque de un tiburón de gomaespuma fuera del agua o ver a Batman corriendo de un lado a otro con una gigantesca bomba, sin encontrar un lugar donde lanzarla... Yo suelo recomendarla para momentos de bajona... ¡y funciona!
Saludos.

viernes, 1 de marzo de 2019

Me lo dices o me lo cuentas (del sentido de la obviedad)



El cine de Alfonso Cuarón ha ido mutando de una manera extraña, quizá la explicación esté en la asunción de un lenguaje de las formas, los sonidos, las sensaciones, en detrimento de un cine "hablado", con las muchas connotaciones que dicho adjetivo conlleva. Cuarón está, lo quiera o no, en el stablishment hollywoodense, y hay un malestar muy complicado de explicar que me impide verle como un autor plenamente emancipado, pues me parece que, insisto, de un tiempo a esta parte, está rodando para gusto y deleite del espectador norteamericano (y atención, que aquí me despeño) huérfano de sabores genuinos y sobado por la dictadura del digital. Estoy intentando diseccionar, más que el "qué", el "por qué" de una película como ROMA ¿Es mejor lo que cuenta o cómo lo cuenta? Y no me refiero a la historia en sí, sino más bien a cómo su más que previsible pudor le impide entrar de lleno en una memoria que se nos quiere vender como terrible, pero obvia la carga implícita de racismo y explotación, que es (o yo no veo otra) la gran excusa argumental de un film que no tiene más argumento que el de cualquier culebrón de tres al cuarto. Ahora bien, eso es lo que cuenta, y personalmente me conmueve lo justito, pues todo lo que ocurre es previsible y conocido; el gran mérito de Cuarón es cómo lo cuenta, la dialéctica de sus planos en un blanco y negro purísimo y que desmonta al mito de Lubezki, mientras el sonido parece husmear de un lado a otro, en una agónica fiesta del ensayo y repetición de lo que entendemos por "fresco". Y, sí, ya sé que la opinión generalizada es favorable y sospechosamente correcta en los análisis, y que la reata de premios no invita precisamente despacharse como abogado del diablo. Por eso, de momento y a falta de nuevos visionados, no me parece la gigantesca obra maestra que me han vendido, pero sí una película soberbia, un reto personal del señor Cuarón, al que no me cansaré de pedir que le hagan llegar buenos guiones... (guiño al respetable)... O eso, o melodía miserabilista de pollas y mierdas, de bebés muertos y padres ausentes... Porque a lo mejor no era más que eso, una venganza alargada en exceso...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!