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lunes, 20 de febrero de 2012

Arenas blancas



Once años son muchos, demasiados para arriesgar un retorno cinematográfico que, en realidad, no es tal, más bien un renacimiento basado en la aceptación de las normas y de las propias limitaciones. Mateo Gil siempre ha sido el rincón oscuro de Alejandro Amenábar, su Pepito Grillo particular, digamos que el apoyo logístico a la hora de las referencias. Al igual que aquél, al canario le han podido siempre sus ansias por ser el primero de la clase, el que ya sabía la lección y quería pasarse los cursos sin estudiar; NADIE CONOCE A NADIE lo tenía todo para ser un bombazo, pero es muy mala porque aquello ya lo habíamos visto infinidad de veces. Once años después, Gil decide darle la vuelta a su concepción cinematográfica; BLACKTHORN es un proyecto terriblemente arriesgado, casi suicida, pero contiene una fe en sus propios principios básicos que la dotan de esa agradecible coraza de honestidad capaz de mantenernos una hora y media sin bajar la guardia. Dicho esto, vayamos a lo importante: BLACKTHORN no sería más que una peliculilla sin Sam Shepard. O mejor: Sam Shepard es BLACKTHORN, su esencia y su razón de ser. Cuando a veces hablamos de iconos cinematográficos se nos suele olvidar que antes estaba la persona, el actor, y que un director ha de extraer el máximo provecho del mismo; desconozco si Mateo Gil se pasaba las horas de rodaje repantigado, con un palillo entre los dientes y disfrutando del espectáculo, pero el haber podido contar con un actor del calibre de Shepard (amén de sus canciones) le ha dado ese extra del que normalmente carecen las producciones españolas. Y por si no han visto aún esta trepidante, hipnótica y muy clásica cinta, sepan algunos esbozos sobre ella. Por ejemplo que por fin Eduardo Noriega parece superar su timidez formal; o que la fotografía del maestro Juan Ruiz Anchía alcanza momentos de belleza casi sobrenaturales, sobre todo en la estupenda persecución por el desierto blanco boliviano. Efectivamente, maravíllense; se trata de un western español rodado en Bolivia y, a mi entender, una de las cuatro mejores películas españolas de este año.
Saludos sin destino.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!