Mostrando entradas con la etiqueta Michael Radford. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Michael Radford. Mostrar todas las entradas
sábado, 22 de febrero de 2014
El acemilero
LA MULA es una pequeña historia en una pequeña película sin más aspiraciones que contar lo que tiene que contar de la mejor manera posible. Y digamos que lo consigue. Escondida entre la frondosidad de nominaciones, la película que Michael Radford se negó a terminar aspiraba sólo al premio a mejor banda sonora, y ahora nos preguntamos qué podría haber sido de esta pequeña película con un acabado más homogéneo y un mejor montaje, pero eso nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que se trata de una película que aunque hayamos visto cientos de veces tiene el as infalible de la seguridad en sí misma, de lo que está contando, y no porque la estupenda novela de Eslava Galán se base nada menos que en la pintoresca peripecia de su propio padre en un bando nacional al que llegó casi sin saberlo. LA MULA habla de él, de Juan, y de la mula blanca que encontró por casualidad mientras recogía setas para su Teniente, y también de cómo conoció a una hermosa muchacha en un baile porque llevaba un traje prestado de un Alférez que hablaba sin cesar de la República. También están los moros que venden condones usados (pero lavados con vinagre...) y los zarcillos que arrancaban a las mujeres de los rojos, y también está la medalla que le dieron a Juan sin merecerla, sólo porque se topó con un grupo de rojos que estaba harto de guerra y se rindió para salvar la vida. Todo eso está en esta pequeña película, que a ratos recuerda a LA VAQUILLA y a ratos parece ¡AY, CARMELA!. Y Mario Casas está sembrado con su acento andalú, y María Valverde hace estupendamente de niña mimada, y aunque esto de la Guerra Incivil en el cine está ya muy sobado se agradece cuando el horror y la miseria dejan paso con elegancia a ese sentido del humor tan negro y tan español... aunque sea en una película tan pequeña como ésta, claro.
Saludos.
domingo, 6 de julio de 2008
El ojo te ve

Veinticuatro han pasado desde esa fecha y los malos presagios no hacen más que confirmarse. Todos tenemos un Gran Hermano en el salón dispuesto a engullirnos con sus 24 pulgadas de narcóticos cerebralmente administrados. Nadie escapa a esto. Es posible que el espionaje del estado al individuo aún no llegue a los límites descritos en la novela, pero sí que es curioso observar hasta qué punto la acomodada burguesía prescinde de su capacidad crítica y acepta cuanta información (sea ésta verídica o no; útil o no) pase en cascada ante sus bovinos ojos.
Que los libros, poco a poco (y esto es inverosímil), se estén convirtiendo en objetos minoritarios, es un síntoma inequívoco de una gran enfermedad a nivel social. Que los "nuevos intelectuales" sean un grupo de gilipollas teledirigidos que repiten incesantemente los mismos lemas vacíos desde un plató lleno de lucecitas, con un centenar de zombis aplaudiendo raudos (aunque sin cambiar el gesto) en cuanto ven aplaudir a un tío con unos cascos, no es más que el reflejo de lo que los políticos (ojo, todos sin excepción) quieren para gobernar a gusto, sin voces discordantes. A no ser, claro está, la de esas patéticas mesas de "debate", donde sólo me ha faltado ver a alguien sacando la chuleta por debajo de la mesa.
La revolución, una vez apagadas las hogueras del 68, debe ser pequeña, también invisible, compuesta de negativas aparentemente insignificantes y de alguna que otra reflexión por nuestra parte. No hay líderes que puedan hacer suya esa doctrina de la individualidad, por lo que volvemos al modelo que Orwell defendió (incluso combatiendo en la guerra civil española) constantemente, desprendiendo una fe y un amor hacia la raza humana casi suicidas.
¿La película? Bueno, un poco forzada por la incomprensible obligación de rodarla en aquel mismo año. Se ve actualmente con cierta nostalgia inducida. Contiene la última actuación de Richard Burton y cuenta con uno de los mejores actores de aquella época: John Hurt.
Poco más. Siento que esto haya sido un poco panfletista (no era mi intención original) y prometo que el cine, el buen cine, será el motor inamovible de estas indéfilas páginas, que refrescan más que un daiquiri al borde de la piscina.
Saludos ochenteros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!