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lunes, 12 de abril de 2010

Demasiado serio para bromear

Casi al principio de este blog hablé, coincidiendo prácticamente con su estreno, de la puesta al día, cinematográficamente hablando, del mito bukowskiano; un mito un poco cansino a estas alturas, la verdad, sobre todo porque ahí siguen estando sus libros, que es lo importante. FACTOTUM ha sido un muy buen arreglo a algunos desaguisados anteriores, construyendo una buena historia y encajando al personaje, al mito, sin estridencias ni aspavientos, al menos no más de los que ya le pertenecían. Unos veinte años antes, el irregular Barbet Schroeder intentó el más difícil todavía: le puso cara al gran borracho con el incipiente y desastrado Mickey Rourke, lo adornó con una Faye Dunaway que termina por robarle, desafortunadamente, el protagonismo al antes mencionado y, por si fuera poco, le dijo al mismísimo Bukowski, reconocido detractor del séptimo arte y sus tejemanejes, que le escribiese el guión. El resultado fue BARFLY, un acongojado, ceñido, controlado y a veces desconocido paseo por lo que pretende pasar por un (otro) capítulo del aspirante a escritor que se pasa la vida en bares (aquí el Golden Horn y sus habitantes pasan a ser el verdadero protagonista), peleándose con el camarero nocturno y charlando tranquilamente con el diurno. Efectivamente, sabemos que no hay mucho más, y que por eso la adaptación al mundo de este escritor tiende más a la parodia manoseada que a la brutal ternura de sus mejores páginas; así, lo único que consigue llamar la atención es el chascarrillo aislado, el sketch, mientras que el desarrollo del guión da unos bandazos tremendos, hasta llegar a la tardía y sonrojante parte en la que Chinaski se encuentra finalmente con una especie de editora de veinticinco años, superpija y que por supuesto se acuesta con él pese a su deplorable aspecto físico; con cosas como ésa no es de extrañar que Bukowski jamás quisiera reconocer esta película como un verdadero trabajo suyo y plasmase dicho descontento en su recomendable novela de no-ficción "Hollywood", donde se despachó a gusto con todo quisque y no dejó títere con cabeza. En fin, se ve con curiosidad pero no hace justicia a una personalidad tan interesante y a la que aún le falta el gran film bukowskiano.
¡Camarero!... ¡Una ronda de saludos; invito yo!
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!