miércoles, 28 de marzo de 2018

Culpabilidad, responsabilidad e impunidad



Dostoyevski planea incesantemente sobre las imágenes de NELYUBOV (SIN AMOR), la última y magistral película del director ruso Andrei Zvyagintsev, en la que el espectador siente un terror y repugnancia infinitos, pero no por lo que ve, sino por lo que se omite. Los conceptos implantados por el autor de "Crimen y castigo" se van desplegando con paciencia desde el demoledor arranque, en el que una idea queda fija: nadie quiere a Alyosha, hijo único de una pareja que está a punto de divorciarse. No le quiere su madre, no le quiere su padre, y un día Alyosha desaparece misteriosamente, casi como si desaparecer, evaporarse, pudiese ser la única solución, dejar de ser un estorbo para unos padres que únicamente se enfocan en su felicidad personal. Zvyagintsev construye entonces la totalidad de la película sobre este principio absoluto de egoísmo, y no permite que exista ninguna duda sobre ello; culpabiliza directamente a los padres, pero los deja efectivamente impunes, apenas enfrascados en echarse la culpa el uno al otro. No es un film de secuestros, ni aparece ningún psicópata, ni tampoco policías heróicos capaces de resolver cualquier misterio. El único misterio aquí es entender cómo se puede tratar a un niño como a una mierda, culpándole incluso de su propia desaparición, porque lo que SIN AMOR refleja y rebervera es el fastidio de tener que emplear tu precioso tiempo, en lugar de hacerte la cera o salir de fiesta, en buscar a tu hijo desaparecido. La idea es repugnante, pero la reflexión se hace necesaria, pues toca algunos puntos clave acerca de una sociedad enferma de inmadurez...
Brutal.
Saludos.

martes, 27 de marzo de 2018

Wajda. Brillo y dominio #30



De nuevo filmando fuera de su país, Andrzej Wajda se fue a Alemania (la aún República Federal) para adaptar una novela de Rolf Hochhuth, un título bastante engañoso y bajo cuyo amable epígrafe latía una tremebunda crítica hacia la sociedad alemana que comenzaba a vivir el nazismo y sus terribles medidas, enmascaradas por el milagro económico que convirtió al país teutón en una de las mayores potencias mundiales. EINE LIEBE IN DEUTSCHLAND (UN AMOR EN ALEMANIA) arranca con la pasión arrebatadora de la mujer de un soldado que se encuentra en permanente campaña y un joven polaco, que apenas superaba el estatus de prisionero en semilibertad, o más bien esclavo sin derechos. El film narra los encuentros clandestinos de los amantes, que son finalmente sorprendidos, lo que acarreará un destino fatal para ambos, y entronca con otro plano narrativo, en el que el hijo de ella, ya un hombre maduro, viaja hasta su Baden natal para descubrir qué le ocurrió realmente a su madre, ya que su siempre le fue ocultado, tan sólo para constatar que, incluso muchos años de terminado el nazismo, Alemania es un país que sigue temeroso de levantar según qué alfombras. Protagonizaba una madura Hanna Schygulla, por aquel entonces la gran estrella del cine alemán, y encabezando un estupendo reparto, con el joven Piotr Lysak, Armin Mueller-Stahl y el habitual Daniel Olbrychski. Una película injustamente olvidada en la filmografía de Wajda y que merece la pena volver a revisarse, por el espinoso tema que trata, pero también por su calidad, que no es poca.
Saludos.

lunes, 26 de marzo de 2018

Manual de lucha y libertad #17



Se acaba este monográfico, quizá el que más placer y alegría me ha dado de todos los que he hecho; una mirada a la insobornabilidad y dignidad de un cineasta al que no habría que olvidar nunca, sino seguir reivindicando en esta España que nos están cocinando en libertad vigilada, que no es la verdadera libertad. De libertad habla LIBRE TE QUIERO, el testamento (no podía ser otro) de Martín Patino, que está en las antípodas del lamento o el derrotismo, y que prefiere zambullirse en el corazón del 15M, un evento mucho más importante y decisivo de lo que nos vendieron los medios "oficiales". Los medios prefieren verlo como una manifestación multitudinaria, la expresión del hartazgo de un país que vive a diario entre casos de corrupción, recortes a la sanidad y la educación, rescates bancarios, pleitesía a los poderes eclesiásticos y el mimo hacia unos cuerpos de seguridad a los que se instrumentaliza para represaliar a la ciudadanía en lugar de servirla. El director salmantino ofrece una experiencia deliciosamente inmersiva, sin tirar de ningún discurso adoctrinador, y deja que sea la cámara quien registre a las personas, ciudadanos como usted y como yo, hartos, cansados de mentiras, de engordar frente a la (esa sí) adoctrinadora televisión, mientras ese estado del bienestar del que tanto se habla se derrumba y se va convirtiendo, sin que nos demos cuenta, en el coto privado de una minoría que nunca se fue, sino que esperó su turno con la connivencia de una clase política ultraprofesionalizada. Aquel 15M no necesitaba gustarle a nadie, más bien al contrario, pero haríamos muy mal en despreciar la expresión del sentir popular, su unión, porque un pueblo unido puede con todo, incluso con las mentiras. Frente a los antidisturbios, bien pertrechados para defender al Corte Inglés, las letras de Agustín García Calvo, cantadas por Amancio Prada, son el contrapunto perfecto para ilustrar una realidad que define las dos Españas actuales, porque la división real existe, y somos los partidarios de la cultura contra los partidarios de las porras y las pelotas de goma...
Saludos.

domingo, 25 de marzo de 2018

Rincón del freak #306: Un relato oxidado y herrumbroso



Sin querer entrar en la más que dudosa deriva personal de Victor Salva, lo cierto es que apenas queda nada de aquel cineasta fresco y sin prejuicios que se sacó de la manga una más que aceptable película de terror repleta de atmósferas, tributos y sorpresas de guion. La tercera entrega de JEEPERS CREEPERS no aguanta la comparación, y más bien parece una parodia hecha del peor modo posible, con autoindulgencia y sin sentido del humor. La historia es más de lo mismo, pero mucho peor, y no hay nada de la sensación de excepcionalidad, que Salva sugería a través de la leyenda "Cada 23 años, sale para alimentarse durante 23 días", sino que el demonio protagonista da un poco de pena, por el poco pavor que despierta al lado de uno de los cuerpos de policía más patéticos y gerontológicos que podamos imaginar. Una pequeñez que va directamente a las plataformas de VOD y que, si acaso, podría aprovechar el escaso tirón que aún pueda quedarle a una franquicia que personalmente ya no me interesa lo más mínimo. Advertidos quedan...
Saludos.

sábado, 24 de marzo de 2018

No tan rosa



THE BLACK CAULDRON fue uno de los contados fracasos en taquilla de Disney, pero se veía venir. Estrenada en plena fiebre del género "Espada y Brujería", en la que la serie "Dragones & Mazmorras" suponía su máxima expresión para el público más joven, la factoría del ratón pensó que quizá ya era hora de oscurecer un poco sus habituales tramas, esencialmente enfocadas a un público familiar. Basada en la serie de libros de Lloyd Alexander, TARON Y EL CALDERO MÁGICO (como fue bautizada aquí) terminó siendo un deslavazado y algo indigesto entre cruce entre la fantasía tolkieniana y la iconografía de héroes y princesas típica de Disney. No es que el argumento sea de una inventiva impresionante, todos los motivos y personajes han sido usados en multitud de títulos similares con mejor fortuna, aunque un reciente (y necesario) visionado me ha mostrado algunos aspectos interesantes. Sobre todo el loable esfuerzo por desalmibarar la historia, con un villano bastante más terrorífico de lo habitual, el Rey Oscuro, y un par de detalles cuando menos curiosos e inesperados, como la lasciva actitud de una voluptuosa bruja con un pobre bardo, que acaba literalmente como una rana entre sus generosos pechos. Creo que el film se mantiene, más de tres décadas después, con el dubitativo etiquetado "de culto", y es más apreciado precisamente por quienes no solemos rendir pleitesía indistinta a la Disney. Yo, en realidad, lo veo como un entretenimiento simpático, que se ve sin mayores esfuerzos, y que tiene, eso sí, una deliciosa partitura a cargo del maestro Elmer Bernstein, además de la anecdótica presencia de un joven Tim Burton en su nómina de dibujantes, algunos años antes de ser conocido.
No está de más recuperarla.
Saludos.

viernes, 23 de marzo de 2018

La muralla



Amas "The Wall" mientras puedas seguir convencido de que Pink Floyd es "The Wall", al menos en la medida en que ambos fenómenos sean capaces de retroalimentarse recíprocamente. Luego te haces fan del grupo, indagas, y descubres que Pink Floyd eran unos pipiolos que tuvieron la enorme suerte de que se les cruzara un tal Syd Barrett, uno de esos tipos capaces de desviar unos centímetros el eje de la Tierra. Y te haces aún más fan, pero descubres una brecha insalvable, algo que en tu madurez golpea tu sesera y te hace preguntarte (y esto es extensivo a muchos grandes grupos de la época) por qué no continuaron bajo otro nombre. Pink Floyd es un grupo que pasó de un ego a otro aún mayor, y entre medias se entretuvieron en facturar unas cuantas obras maestras, con la única peculiaridad de que el antiguo testamento de Barrett iba desvaneciéndose y se gestaba el nuevo, que iba a pertenecerle por entero a Roger Waters y supondría el finiquito residual de la banda justo después de la grabación de dicho álbum doble. Porque lo que ya vino luego fue anécdota, como anécdota es el enésimo proyecto faraónico de Waters, la filmación de "su versión" (no sé si hay otra) de "The Wall" en directo. No me extenderé, tan sólo les diré que hace muchos años que Waters no se dedica a ser un creador, sino más bien un recreador, de su propia obra, es bien cierto, pero el visionado en alta definición de ROGER WATERS THE WALL (tal es el título) apenas aporta nada que no estuviese en el disco o no hiciese ya el grupo en directo, aunque concedo que esta obra apenas pudo ser interpretada por entonces, dado el deterioro de las relaciones entre Waters y el resto del grupo.
El concierto en sí no está mal, con músicos de gran altura y el habitual gusto por la minuciosidad del propio Waters, que se erige en el protagonista absoluto; el espectáculo multimedia es imaginativo, con la construcción de un enorme muro a tiempo real que va engullendo a la banda. El problema es simplemente de ubicación, ya que el concepto original nos hablaba del aislamiento del artista con un entorno cada vez más ajeno, mientras el Waters actual aprovecha para hablarnos de refugiados, guerras civiles o escándalos políticos, lo que deja el show en la parte del mitin irrenunciable.
Por quedarme con algo, yo hubiese prescindido del concierto y me hubiese enfocado en el Waters íntimo, que roza la melopea en un bar italiano, para luego echarse a llorar leyendo una carta de su padre... No sé, yo he tenido sobredosis de Pink Floyd durante más de treinta años, allá ustedes si deciden ver esto...
Saludos.

jueves, 22 de marzo de 2018

Un sol cegador



50 años antes, Roberto Rossellini puso en imágenes un encargo de la televisión pública francesa, tal y como su elocuente título indica, LA PRISE DE POUVOIR PAR LOUIS XIV narra, ni más ni menos, la deriva absolutista del posteriormente llamado Rey Sol, justo tras la muerte del poderoso Cardenal Mazarin, sucesor de Richelieu, que ostentaba la totalidad del poder eclesiástico y, por tanto, tenía influencia directa en la toma de decisiones de la Corte. Un joven Luis XIV le visita en su lecho de muerte y descubre en sus últimas palabras gran parte de las penurias que el pueblo francés venía padeciendo desde años atrás; el insostenible derroche por parte de la nobleza y el descuido de una industria que fortaleciera la economía, unidos a una red de sobornos e intrigas, hacen que el joven monarca adopte una serie de medidas impopulares entre los nobles, pero que otorga mayor poder de decisión a verdaderos hombrs de estado, que aconsejan y promueven una política de mayor austeridad y sentido común. Este es, en definitiva, el tema principal de este extraordinario film, cuyo arranque remite por completo al de Serra, aunque con diferentes personajes, y que se nutre de la maestría narrativa y compositiva de un Rossellini en el final de su carrera, atento a los detalles importantes y ensayando una desecación dramática que hace pensar inmediatamente en Robert Bresson, circunscribiendo el guion a una sucesión lógica, la que estalla con esa "toma de conciencia" y desemboca en la construcción del Palacio de Versalles, lugar emblemático en el que Rossellini culmina esta magnífica y muy olvidada película.
Saludos.

miércoles, 21 de marzo de 2018

El sol muerto



Un dato: Albert Serra ya filma en Francia, con todas las de la ley. El Ministerio de Cultura (el de aquí) se lame los muñones mientras aguanta el vendaval de los Goya, como si nada. Yo lo llamo Hara-Kiri...
Una pregunta: ¿Se puede filmar la agonía? ¿los últimos instantes que preceden a la muerte? Quizá, y para contentar a los pacatos, lo que Serra debería haber hecho es filmar la muerte de José Manuel Fernández, ignoto albañil jubilado de Fregenal de la Sierra, en lugar de cometer la osadía de fijar su cámara en Luis XIV, el Rey Sol. Afortunadamente, a Serra esto le da igual, y sigue siendo coherente con su propia idiosincrasia, que es la deconstrucción de algunos de los mitos más intocables de la historia de la humanidad; iconos a los que ya no se les pueden dar más vueltas sin marearlos, y que merecen na mirada más transgresora e independiente, precisamente por su inmortalidad adquirida. Serra lo ha hecho con Don Quijote, Los Reyes Magos, Drácula... Era hora de abordar un personaje real (en toda la extensión de la palabra), y en LA MORT DE LOUIS XIV, el director de Banyoles desecha su habitual gusto por el pictorialismo mural de grandes espacios naturales, capaces de empequeñecer a la más grande leyenda, y opta por centrarse en el lecho de muerte del rey, que simplemente espera su último aliento mientras un vaivén de médicos, criados y consejeros se arremolinan alrededor del enigma de una pierna gangrenada con la que no saben qué hacer, quizá por el miedo a mutilar a un ser superior, aunque ello lo esté sumiendo en una agonía que Serra filma frontalmente, como lo hubiese hecho Dreyer, con un Jean-Pierre Léaud imposible de categorizar, porque lleva 60 años reinventando el oficio de actor.
Esta es una obra maestra, abismalmente monótona, como debe ser, así que exige un esfuerzo que la mayoría de espectadores no están dispuestos a tener. Yo aviso, la experiencia merece la pena, no todos los día se tiene la oportunidad de observar cómo se apaga un sol...
Saludos.

martes, 20 de marzo de 2018

Wajda. Brillo y dominio #29



DANTON es, por derecho propio, una de las películas más apasionantes de toda la filmografía de Andrzej Wajda, y uno de los acercamientos más descarnados e imparciales a algunas de las figuras imprescindibles de la Revolución Francesa, que luce aquí muy lejos del ideal paradisíaco imaginado demasiado a menudo por artistas cegados por el fulgor de tamaño hecho histórico. El guion, firmado a cuatro manos, además del propio Wajda, por Jacek Gasiorowski, Agnieszka Holland y Jean-Claude Carrière, y basado en la obra Sprawa Dantona, de una de las mayores especialistas en la Revolución Francesa, la escritora polaca Stanislawa Przybyszewska, nos sitúa en el crucial segundo año de dicho acontecimiento, justo cuando las posturas de Robespierre y Danton se vuelven no ya irreconciliables, sino directamente antagónicas. Robespierre, que pretendía llevar el dogma de la Revolución hasta sus últimas consecuencias, chocaba frontalmente con el progresista y desprejuiciado Danton, un político "muy poco político", que gustaba de mezclarse con el pueblo y defendía que la Revolución había sido hecha para liberar al hombre, no para seguir esclavizándolo. En mitad de la hambruna que se extiende por unas polémicas medidas económicas, Robespierre aprovecha para intimidar a la sociedad, recrudeciendo las ejecuciones públicas y maquinando un "gobierno paralelo en la sombra", aunque con la firme oposición de Danton y sus cada vez menos fieles seguidores.
El film es un intenso duelo interpretativo entre dos colosos: Gérard Depardieu, que parece nacido para interpretar a Danton, y un fabuloso y contenido Wojciech Pszoniak; y los tremebundos enfrentamientos entre ambos actores/políticos van alcanzando algunos momentos simplemente impresionantes, donde se hace patente la gran diferencia entre ambos. Un Robespierre enfermizo por fuera, pero con voluntad (y mano) de hierro, y un Danton corajudo y frontal, casi diríase que animal, pero con la debilidad del hombre que no es consciente de hasta qué punto queda expuesto ante su enemigo.
No hace falta ser un apasionado de la películas históricas para detectar el antológico trabajo colectivo que Wajda llevó a cabo gracias a los apoyos de la TF1 y el Ministerio de Cultura francés... más o menos como aquí, vaya...
Saludos.

lunes, 19 de marzo de 2018

Manual de lucha y libertad #16



OCTAVIA, de 2002, se intuye como culminación, o ajuste de cuentas final del cineasta con su tierra, Salamanca, una patria chica que Martín Patino describe como un pequeño e inaccesible universo plegado sobre sí mismo, satisfecha con su imperceptible paso del tiempo y apegada a unas tradiciones que no se cuestionan jamás. Y de eso va esta irregular cinta, de cuestiones irresolubles y decisiones irreversibles; del desapego que siente la Octavia del título, mestiza, bastarda y falsamente acogida por caridad hacia su madre, de la que se intuye algún pasado escabroso con algún que otro patriarca de marmórea venerabilidad. A la mansión familiar llega Rodrigo, que tuvo que irse por no disidir incluso de los suyos, y que ahora está demasiado mayor para comprender la rabia y frustración de la joven Octavia, pero que internamente envidia su coraje para rebelarse contra una ciudad y un entorno que la relojean con repugnante condescendencia. Pero irregular película, sí, con un reparto irreconciliable, que no se aprovecha de su heterogeneidad, mientras al etéreo guion le cuesta una enormidad concretarse en algo mucho más tangible y reconocible que el habitual punzante discurso contranostálgico de su autor. Merecería de una revisión más reposada y desprejuiciada para encontrarle sus aciertos, que son muchos, pero, sin ser un mal film, se queda a mitad de camino de casi todo.
Saludos.

domingo, 18 de marzo de 2018

Rincón del freak #305: Si hoy es Domingo, esto es Suecia...



No se lleven a engaño, les venderán THE RITUAL de muchas maneras, pero no como lo que es. El norteamericano David Bruckner lleva una década de actividad como director, aunque esta es su primera experiencia en solitario, ya que había participado en tres largos colectivos. Y curiosamente se nota, no sé si Bruckner era el encargado de los guiones, porque aquí lo hace Joe Barton, proveniente de la televisión y al que le falta enjundia para crear un todo creíble en esta trilladísima historia de terror programático. Efectivamente, habrá quien lo venda como un cruce entre la tensión acumulativa de THE DESCENT y el horror atávico de THE VVITCH, pero no es ni una cosa ni la otra, sino un previsible y aburrido batiburrillo de lugares comunes, y me evito más referencias por lo obvio, pero el asunto gira en torno a cuatro amigos que deciden emprender un viaje por una apartada ruta boscosa de la Suecia profunda para honrar la memoria de otro amigo, muerto trágicamente cuando se ve envuelto en un atraco. Una vez allí, los árboles susurran, las tiendas de campaña vuelan, las cabañas crujen y las brújulas se vuelven locas... ¿A que les suena? Bueno, podría haber sugerido un poco más y mostrar menos, sobre todo en su prescindible tramo final, con algunas decisiones simplemente sonrojantes y un monstruo que no va a pasar a la historia.
Lo peor, con mucho, los cansinos flashbacks, que no hay quien los aguante.
Lo mejor, Rafe Spall, aún a años luz del genio interpretativo de su padre, pero apuntando interesantes maneras.
Saludos.

sábado, 17 de marzo de 2018

La certeza de estar equivocado



Todas las películas que subyacen dentro de EL ABRAZO DE LA SERPIENTE quedan pronto difuminadas, trituradas bajo el poderoso mensaje que late insistentemente en este crudo y hermoso relato sobre, efectivamente, el fin de la humanidad, de una forma de entender la humanidad. Ciro Guerra no se conforma con el retrato conradiano, como tampoco se extasía con la aplastante belleza del Amazonas, principio y fin de una fábula que siempre intenta dar un paso más allá, como sus personajes, en constante búsqueda de algo que quizá no exista, o que a lo mejor es otra cosa. La Yakruna es una flor de míticos poderes que crece en algún remoto rincón de la selva, y el film, escindido en dos tiempos narrativos, cuenta la peripecia de dos botánicos que la buscan obsesivamente. Ambos, con cuarenta años de diferencia, lo hacen junto a Karamakate, el último superviviente de su tribu, un chamán que vive apartado de los hombres y que abomina a los explotadores del caucho. A lo largo de ambos viajes, Guerra propone una experiencia que va más allá de lo iniciático, que funde a sus personajes con una selva que los observa impasible y que consigue que entendamos los oscuros motivos por los que el progreso también es sinónimo de extinción.
Una película hermosa, y también terrorífica, y con sentido del humor. Y se hacen muy pocas películas así hoy día...
Saludos.

viernes, 16 de marzo de 2018

Aquel verano perfecto



Todos hemos tenido un verano adolescente, de descubrimiento, de experimentación. En esos veranos era muy probable que tuviésemos cara de tonto, que tanto equivale a decir que fuimos fugazmente felices, en algunos casos puede que por primera y última vez. Ha habido tantas cosas que hemos merecido tener y se nos han escurrido como arena entre los dedos, que nos hemos sentido culpables, empequeñecidos, observados como un insecto por un entomólogo; toda idea bella desechada, todo impulso refrenado. Y entonces, se acabó el verano.
Sólo un reproche a CALL ME BY YOUR NAME. El cine no es publicidad, y no se puede contentar a todo el mundo; cuando Luca Guadagnino entienda esto será un cineasta mayúsculo. Mientras tanto, contar con un excepcionalmente escrito guion de James Ivory es algo de lo que no muchos directores pueden presumir y aprovecharse. El film lo sostienen los actores, no sólo en estado de gracia, sino ajenos a toda homologación categórica, mientras Guadagnino lucha esforzadamente por buscar la perfección en cada imagen sin resultar relamido, lo que no logra siempre.
Y luego está la historia. Y ésta es una historia de Amor, con mayúsculas, porque, pese a que ustedes aún no lo crean, dos personas pueden amarse de forma pura, aunque para ello deban hacerlo a escondidas. No hay mucho más, ni mucho menos, excepto una película que pasa en un suspiro, como uno de aquellos veranos, a caballo de un puente de Monet... Bueno, sí hay algo más. Una escena hermosísima, en la que un maravilloso Michael Stuhlbarg habla con su hijo, cosa que recomiendo encarecidamente a todos los padres que estén leyendo esto...
Saludos.

jueves, 15 de marzo de 2018

El horror del placer



LA REGIÓN SALVAJE, último film de Amat Escalante, mezcla diversos géneros para crear uno totalmente nuevo. Un salto al vacío (otro) tan desconcertante como en último término estimulante, y que sitúa al director mexicano en una madurez compositiva que nos hace augurar que sus mejores trabajos aún debemos esperarlos. Ahí va eso: Un asteroide flota en el vacío. Cae a la Tierra. En un apartado cobertizo, una familia guarda el secreto del espacio exterior, una criatura capaz de proporcionar un goce sexual ilimitado. Aparte, Escalante nos narra la escabrosa historia de amor homosexual entre un hombre y el hermano de su mujer. En un momento dado, los personajes se cruzan, y, como si una specie de influjo tomara parte, todos van abocados al desastre. El dato diferenciador es la criatura, quizá un pretexto psicologista, cuando lo que más importa es la imposibilidad de unas relaciones humanas normales en mitad de un lugar donde imperan las normas de la violencia y el disgusto. Es esa "región salvaje", repleta de miseria moral, en la que incluso un ser inhumano puede llegar a ser lo único que de verdad merece la pena. Confirmándose como un maestro de la controversia, Amat Escalante evita todo lugar común, aunque los transite todos, desde el melodrama a la tragedia, pasando por el terror y el humor surrealista, una amalgama de tonos y frecuencias que dan como resultado un film insólito, inclasificable, pero al mismo tiempo de una calidez extraña, tanto lo pudiera ser estar abrazado a un montón de tentáculos...
Saludos.

miércoles, 14 de marzo de 2018

En un mundo mental paralelo



Al comentar la última entrega de Star Wars me di cuenta de que aún tenía pendiente el deslumbrante debut de Rian Johnson, una película tan absolutamente diferente de cualquier otra, aun con sus preclaras influencias, que resulta complicado atribuirle una etiqueta más allá de sus constantes flirteos con el cine negro clásico, y más concretamente con EL HALCÓN MALTÉS, de la que extrae gran parte de su encanto y poder visual. BRICK es, no obstante, una experiencia agotadora para una retina poco acostumbrada a la opacidad narrativa y el ritmo intenso pero sosegado que desprende su escurridiza trama. Lo que parece es que Johnson deseca hasta lo ínfimo la historia (es autor del guion) y la reduce a una intimidante ráfaga verbal, constreñida por una jerga interna sinuosa y alterada, y que más bien parece la única forma de rellenar el insoslayable vacío formal, repleto de calles desérticas, túneles abandonados y edificios a medio habitar. Partiendo de la misteriosa aparición y desaparición de una chica, a la que apenas vemos unos segundos, la investigación emprendida por su antiguo novio (un omnipresente Joseph Gordon-Levitt) le llevará hasta un mundo paralelo al "oficial", repleto de drogas, extorsión y violencia, tras el que se intuye la mano de un oscuro personaje, The Pin (un inquietante Lukas Haas), que oficia como gran capo y narcotraficante de los "ladrillos" del título. Una película bastante incómoda de ver, que no se pliega a ningún lugar común y a la que sólo le falla la bisoñez de su autor a la hora de remachar contundentemente su desenlace, que incluso llega a dejar aún más cuestiones por resolver. Yo no me atrevería a calificarla como el "gran clásico contemporáneo" que muchos no han tardado en señalar, y menos viendo que, poco a poco y como cabría esperar, Johnson ha tirado con fuerza de las riendas...
Saludos.

martes, 13 de marzo de 2018

Wajda. Brillo y dominio #28



En 1981, el movimiento sindical Solidaridad, con el carismático Lech Walesa al frente, se consolidaba como fuerza real, desde que un año antes lograran forzar al gobierno a firmar una serie de acuerdos sin precedentes, que no sólo mejoraban las condiciones laborales, sino que transformaban a todo un país sumido en una dictadura encubierta. Ese mismo año, Andrzej Wajda filmó CZLOWIEK Z ZELAZA (EL HOMBRE DE HIERRO), continuación natural (y muy necesaria) de su celebérrima obra EL HOMBRE DE MÁRMOL. Aquí, Wajda retoma la historia justo donde la dejó, con la aspirante a cineasta tras encontrar al hijo de Birkut, Maciek Tomczyk, con quien emprende una misión imposible: realizar un documento que no sólo limpie la imagen del olvidado trabajador estajanovista, sino que denuncie a todos los cargos públicos que actuaron impunemente en un estado corrupto hasta la médula. Paralelamente, la trama introduce al patético Winkel, periodista del régimen comunista que es chantajeado para que espíe las actividades de la cineasta, a fin de probar lo ilícito de sus intenciones y literalmente "borrar" su nombre y el de Tomczyk de la vida pública. El film es un intenso alegato de dos horas y media, menos nostálgico que su predecesor e imbuido del poderoso mensaje del que Walesa (que llega incluso a interpretarse a sí mismo) impregnó aquellas históricas jornadas del verano de 1980 en los astilleros de Danzig. Cine necesario, valiente, honesto, del que ahora mismo estamos prácticamente huérfanos y que, asómbrense, logró la Palma de Oro en Cannes y una nominación en los oscar... ¿Otros tiempos? Otros tiempos.
Saludos.

lunes, 12 de marzo de 2018

Manual de lucha y libertad #15



KOMPOSTELA, KAPITAL BRAVÚ fue un mediometraje documental, apenas un encargo de la Universidad de Santiago a la mayor gloria de los parabienes de la capital gallega, que Basilio Martín Patino, con la colaboración de los guionistas Ovidio Fernández y Celsa Martínez, convirtió en todo un señor alegato subversivo y respondón, precisamente contra los estamentos oficiales. El documento apenas encontró acomodo en la TVG de finales de los noventa y rápidamente pasó al ostracismo, que es lo más lógico en un país tan progresista como éste. El movimiento Bravú, capitaneado por grupos como Os Diplomáticos, Os Rastreros o Túzaros, surgió casi como inmediata respuesta al debilitamiento del Rock Radical Vasco de principios de los ochenta, y reivindicaba "lo gallego", pero con toda la sorna y mala leite que ya venían adelantando luminarias como Os Resentidos o Siniestro Total. Patino toma las riendas de este imperdible documento y, a golpe de ska, punk y algunas gaitas, panea un muestreo de una Galicia de más calamidades que calidades, donde el paro, las drogas y el desencanto levó a una parte importante de jóvenes a refugiarse en una música contestataria y contraria al acomodo de un entorno rural acostumbrado al dame pan y dime tonto. Y uno se pregunta, veinte años después, onde merda están os mozos agora...
Saludos.

domingo, 11 de marzo de 2018

Rincón del freak #304: Pioneros del torture porn



No son pocos los títulos que han copado esta sección dominical a los que nos hemos referido con la etiqueta torture porn. Poco menos que un subgénero deudor del gore o el slasher, dosificado con inteligencia ha dado escenas memorables para directores como Abel Ferrara, Martin Scorsese y, sobre todo, Quentin Tarantino, que elevó la anécdota al paraíso de las obras de arte eternas. Pero este subgénero, por norma general, apenas ha dado curiosidades más o menos bizarras, pero con muy poco cine en sus truculentas imágenes. Si el gore es la violencia sin censura y el slasher ensaya un ideal temático en el que no cabe nada más que el asesino y su víctima, el torture porn es exactamente lo que su nombre indica: gente torturando a gente (y disfrutándolo). Y es curioso que uno de los primeros títulos que obtiene dicha etiqueta provenga de la procelosa productora Troma, de la que siempre se ha podido esperar casi cualquier cosa, aunque rara vez volviesen luego a tocar el tema. Estrenada cuasi clandestinamente en 1976 con múltiples títulos tan sugerentes como THE INCREDIBLE TORTURE SHOW, BLOODSUCKING FREAKS o el más escueto SARDÚ, a día de hoy es considerada una cinta de culto por lo hipercutre de su propuesta, reducida a una cámara de los horrores donde el Sardú del título, un tipo inclasificable, se dedica a torturar jovencitas junto a su inseparable Ralphus, un enano simplemente desagradable. Con la excusa de ofrecer un espectáculo radical, una especie de "circo de los horrores", el tal Sardú se encargará de demostrarle a un crítico bastane escéptico que las mutilaciones, desmembramientos y demás delicias no son un truco, por o que decide raptarlo para que vea in situ su exhibición de atrocidades. Joel M. Reed (de ser ese su nombre real) no volvió a filmar nada más (a dios gracias), quizá por la escabrosa leyenda que el film arrastra desde entonces, donde hubo acusaciones por violación, extorsión y poco menos que trata de blancas. El reparto, donde no faltaban jovencitas sin vestir, estaba compuesto por algunas actrices porno y una bailarina que buscaba desesperadamente una oportunidad, del resto se decía que eran estudiantes universitarias que querían ganar unas perrillas, pero aquello acabó como el rosario de la aurora, y aún hoy hay programas de "investigación" que intentan aclarar la muerte en extrañas circunstancias de sus dos protagonistas... Pero no, no se pierden nada si no la ven, excepto un montón de pintura acrílica roja...
Saludos.

sábado, 10 de marzo de 2018

Hasta luego, Lucas #9



Y, bueno... STAR WARS: THE LAST JEDI. La octava entrega "oficial" de la saga más famosa de todos los tiempos tiene un gran acierto y un gran fallo, que la dejan con una nota media de ni fú ni fá, o más bien de que se podía haber hecho algo bastante mejor. Y ya toca hablar un poco del sentido intrínseco de esta serie de películas, cuyo comienzo se remonta a más de cuatro décadas, por lo que inevitablemente algo se ha ido quedando por el camino. Y es precisamente por eso que se advierte que quien sea que maneja los hilos desde que Lucas desistió de seguir dirigiendo ha optado claramente por una dicotomía complicada, la que amalgama una mirada decididamente progresista con la dudosa recuperación de los viejos fetiches. Se ha intentado ambas cosas, sustituir una figura tan poderosa como Darth Vader por Kylo Ren, mientras Poe Dameron intenta hacer olvidar a Han Solo o Rey emula a aquel Luke Skywalker. Nuevo por viejo, aunque bien podría ser al contrario, y tampoco se libra de ello la dirección, que ha ido variando en las últimas entregas, desde el "recuperador y rendido admirador" J.J. Abrams hasta un inesperado Rian Johnson, con el más que inspirado paréntesis de Gareth Edwards. Abrams retomará el próximo episodio el año que viene, y previsiblemente habrá una especie de gran broche muy clásico y muy reverencial, nada que no podamos esperar. Mientras tanto, lo que el director de BRICK o LOOPER ha ensayado es mezclar las tramas sesudas y elucubradoras con los fuegos de artificio; increíblemente, para ser quien es, la primera parte es enredosa y poco esclarecedora, y el film adquiere algo de oxígeno en su parte final, cuando se desenfundan los sables láser y se nos concede algo de acción. Entre medias, una aceptable película de aventuras, pero con un motivo principal que nos conocemos al dedillo ¿Previsible?... Pues sí, qué quieren que les diga...
Saludos.

viernes, 9 de marzo de 2018

Memorial formal



Me pregunto qué sería de COCO sin su apabullante despliegue de registros técnicos, porque todo lo concerniente a su estructura y escritura, a sus resortes emocionales y distribución de momentos álgidos, ya lo hemos visto en otros títulos de Pixar, y mejor, debería añadir. Creo que se está empezando a notar demasiado la mano de Disney, y que al estudio creado por John Lasseter le cuesta cada vez más desarrollar puntos intermedios y argumentaciones originales. Ahora bien, quizá COCO deba ser separada de obras mayores como WALL·E, la trilogía TOY STORY o UP, y abanderar otro apartado en el desigual binomio Pixar/Disney. Es conocida la afición de la todopoderosa factoría a indagar en distintos aspectos culturales del mundo para incrementar su alcance mediático, aunque dichos aspectos a menudo no sean más que una excusa que queda soterrada bajo una potencia visual incontestable, aunque a veces desmesurada. COCO habla sobre el paso del tiempo, los lazos famliares y la persistencia de la memoria; los otros tres títulos que he citado también, pero ninguno necesitaba el soporte de pertenecer a una cultura determinada. Esto no tendría por qué jugar en su contra, y no lo hace, excepto cuando las referencias se hacen excesivamente obvias, con el día de los muertos y toda su parafernalia al frente, un submundo de tonos fluorescentes en el que desparecen los motivos lúgubres y se evoca la fiesta que comienza tras el último aliento. COCO es una espléndida película de animación, y podría sonar insoportablemente pedante despedazar un trabajo tan complejo y rico en matices, y no seré yo quien lo haga, desde luego, pero esperaré una nueva obra maestra de Pixar, aunque no le vayan a dar el oscar...
Saludos.

jueves, 8 de marzo de 2018

Un amor sin barreras



En el día de la mujer, UNA MUJER FANTÁSTICA. Me alegré una barbaridad de que el film de Sebastián Lelio ganara el oscar, porque creo que no partía como favorita, pero trata algunos temas cruciales para entender cómo de mal nos solemos comportar entre nosotros cuando no nos da la gana de reconocer que en el fondo somos malas personas. Quizá esta película chilena esté en las antípodas de cualquier perfección o refinamiento formal, y de hecho creo que Lelio, ya desde su anterior film, GLORIA, está más interesado en moldear a sus personajes desde dentro que en ofrecer otro "molde más", que sería más acomodaticio, pero también menos estimulante. Se ve desde primera hora qué es lo que Lelio nos va a narrar, la incomprensión con la que se encuentra Marina a partir del repentino fallecimiento de su pareja, un par de décadas mayor que ella y con el que estaba a punto de mudarse y formalizar su relación. Lo importante en esta película es eso, mirar de frente y llamar las cosas por su nombre, como Marina lo hace, con la obstinación y fiereza que da estar en posesión de la verdad, frente a los intolerantes y los obtusos. No tengo absolutamente nada más que añadir, quien quiera cambiar una coma se puede encontrar cambiando un nombre, un adjetivo, un género. Yo no lo haré, porque las mejores mujeres son mujeres como Marina...
Saludos.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Como dos gotas de agua



Guillermo del Toro sorprendió en la gala de los oscar, no parecía probable que la Academia optase por su visión hiperromantizada y oblicua de las relaciones humanas, que es, en el fondo, de lo que realmente trata THE SHAPE OF WATER, que sólo una vez vista puede rendir cuentas con los más escépticos. Por ejemplo, a mí me ha servido para reconciliarme con su cine, que encuentro tan fascinante como previsible, con un montón de buenas ideas puestas al servicio de historias que ya nos sabemos de memoria. Y reconozco que me costó, porque el primer tercio del film me hacía presagiar lo peor, una especie de cruce imposible entre AMELIE y LA MUJER Y EL MONSTRUO; o cruzar a Candy Candy con Bernie Wrightson... Un disloque, vaya. Sin embargo, el guion remonta a base de ideas francas y un saludable gusto por no engañar al espectador; ésta es una historia que hemos visto muchas veces, sí, pero del Toro logra insuflar un punto de vista tremendamente reivindicativo, y trufa toda la cinta de referencias más que necesarias. Empezando por el maravilloso elenco de actores y actrices, que son, a mi entender, el punto fuerte, con una Sally Hawkins que nunca será suficienemente reivindicada, un Michael Shannon patético y terrorífico, un Michael Stuhlbarg maravilloso y enternecedor, y la irresistible vis cómica de Octavia Spencer, capaz de desencasillar un papel encasillado por naturaleza. Aunque, señores, pónganse en pie ante el colosal despliegue de un señor actor llamado Richard Jenkins, cuya sensibilidad extrema consigue otro logro impensable en estos días: elevar una plegaria a la sutilidad de matices. Todos ellos, junto a la magnífica partitura de Alexandre Desplat y el juicioso e inteligente guion de Vanessa Taylor y el propio del Toro, hacen volar esta compungida historia de amor, sobre todo de amor propio, el que mantiene en pie a los que son rechazados por ser diferentes. Ahí, exactamente ahí, radica la incalculable valía de esta gran gran película.
Esta vez sí, completamente de acuerdo, señores de la Academia...
Saludos.

martes, 6 de marzo de 2018

Wajda. Brillo y dominio #27



DYRYGENT, de 1980, es un contenido y delicado tratado sobre la autorización de la experiencia enfrentada al ansia de la juventud, en el que un inmenso John Gielgud daba vida a un director de orquesta polaco que lleva medio siglo exiliado en Estados Unidos y, tras mucho meditarlo, decide realizar un último viaje a su patria para conocer de primera mano la realidad de una Polonia muy diferente a como él la recordaba. Pero también es la historia de una mujer, hija del amor de juventud del director, violinista de profesión y casada asimismo con otro joven director de orquesta, que acoge al legendario visitante con una mezcla de temor reverencial y desdén inexperto. Se establece así un complejo juego de correspondencias, porque el marido carece del talento natural del viejo director, pero no lo reconoce, mientras éste alberga esperanzas de que quizá él pueda ser su sucesor, mientras la mujer se debate entre ambos hombres, a los que admira por muy diferentes motivos. Es un film que contiene un ritmo interno armónico y algo melancólico, como una carta de despedida o una lección vital que se muestra en escenas de un talento narrativo inigualable, como la larga secuencia en que el matrimonio se encamina a su casa sin para de discutir y, una vez allí, se desnudan mecánicamente, con la mente puesta en la discusión, y sólo para descubrir que en realidad prefieren seguir discutiendo a hacer el amor... así que se miran amargamente y vuelven a vestirse... Por escenas como ésta es que el cine es considerado un arte...
Saludos.

lunes, 5 de marzo de 2018

Manual de lucha y libertad #14



Mucho antes de que la teleficción conociera su actual época dorada, Basilio Martín Patino se sacó de la manga un experimento tan inclasificable como brillante, un telefilm-crisol, en el que se mezclan ficción, realidad, actualidad, reflexión filosófica, acción poética, criminología y crítica de arte. Una barbaridad, incomprendida y ninguneada aquí (no cabía esperar menos), pero que obtuvo un reconocimiento internacional plasmado con el primer premio en el Festival de Televisión de Cannes, que también existe. LA SEDUCCIÓN DEL CAOS partía de la figura de Hugo Escribano, un camaleónico Adolfo Marsillach, un intelectual controvertido, que es acusado del asesinato de un colega suyo y su amante, que no es otra que su propia esposa. Pero quedarse en la excusa criminal sería rascar sólo la superficie de este ejercicio intencional y decididamente crítico. Escribano le sirve a Patino para erigir todo un desafío a las convenciones, y el rsultado es un desenmascaramiento literal de la España pacata y pagadora, y que encaja como un guante con las demenciales cifras pagadas por unas obras de arte cuyo valor real queda inmediatamente desvirtuado. Un film extraño, desubicado, pero igualmente estimulante, y por cuyo anticipador metraje pasaron celebridades como Íñigo, Fanny Rubio, Lidia de Miguel, Sisa (encarnado en Ricardo Solfa) y hasta la mismísima Manuela Carmena haciendo de ella misma, esto es de jueza, mucho antes de convertirse en alcaldesa.
Saludos.

domingo, 4 de marzo de 2018

Rincón del freak #303: Asincronía espasmódica y desbastes lisérgicos en un polvoriento rincón de El Paso



El Santo Grial del frikismo cinéfilo consiste en la compulsiva obsesión por encontrar, de una vez por todas, la peor película de todas las existentes, la madre de todas las desgracias fílmicas y la piedra Rosetta de cómo no hacer una filmación. Tal y como la leyende artúrica nos viene a decir, quizá el Grial no exista más que en la imaginación de quien idealiza algo hasta terminar por deformarlo y hacerlo ingresar en la neblina de lo dudosamente legendario. MANOS: THE HANDS OF FATE es un artilugio tan sumamente cutre y deleznable, que ni siquiera llega a la categoría de mala película. De hecho, ni siquiera creo que llegue a la categoría de película...
Cuenta la leyenda que el proyecto nació de una apuesta entre un cineasta y un comerciante de fertilizantes... y terminó como director el último. La apuesta consistía en hacer una película con el mínimo dinero posible. Vista hoy, a mí me parece que se pasaron de presupuesto... La apasionante trama empezaba con un tipo (el propio "director"), su mujer, su hija y un caniche negro que viajan en un descapotable, y aunque la niña diga que tiene frío el padre prefiere tener la capota quitada. Entonces llegan a un... no sé, un sitio, aunque antes les paró un oficial de policía que por motivos de presupuesto llevaba un sombrero de los chinos. También sale una pareja morreándose, varias veces en el metraje, pero es intrascendente, como todo lo demás. El personaje estrella es el guardián del "sitio", un tipo que gesticula como si tuviera síndrome de abstinencia y también viste como tal. Luego sale un tipo con bigote y Doberman, pero que más que miedo transmite algo de ternura involuntaria, como esos funcionarios de Hacienda que pretenden sonar rudos. Hay unas mujeres vestidas de tul blanco que simulan tener peleas en el suelo y otras cosas que es mejor no mencionar por lo sonrojante.
En fin, un disparate que fue filmado casi sin iluminación artificial, con una 16 mm. antediluviana, que apenas podía grabar medio segundo seguido, y con un doblaje (efectivamente, no había equipo de sonido) que ríete tú de los desmanes bollywoodenses...
Búsquenla, si de verdad quieren experimentar en primera persona el genuino sabor de la chorrimanguera o la batamanta, esta es su película... Y ya creo que la he llamado película demasiadas veces...
Saludos.

sábado, 3 de marzo de 2018

Nomeolvides



A GHOST STORY merecería un punto y aparte en el panorama de actualidad, al menos para intentar descifrar la deriva de David Lowery, un director, más que inclasificable, indetectable, curiosamente a medio camino del cine de autor con tufillo y la comercialidad camuflada en multitud de capas eximidas del tic vagamente consensuado. Lo que Lowery quiere contar no es para nada insondablemente profundo ¿O sí? Lo que se nos cuenta es el paso del tiempo, la necesidad del amor como bálsamo que una los escasos momentos de felicidad y, sobre todo, una idea tan hermosa como terrible: sólo seremos eternos mientras no pasemos al olvido total. Lo curioso de todo ello es que Lowery aborda estos temas sin grandilocuencia, incluso con un motivo principal no exento de sorna: el protagonista muere repentinamente, deja de existir en pantalla y se convierte, cómo no, en un fantasma. Un fantasma como dios manda, debería añadir, con su sábana y todo; un ente silencioso, con pequeños movimientos, que vuelve al que ha sido su hogar por una razón que desconoce, aunque lo que se nos da a entender es que el único motivo por el que aún existe (es un decir) es que su pareja aún no le ha olvidado. Luego, es cierto, hay dos o tres momentos algo forzados, como de relleno, en los que la supuesta trascendencia de mostrar la intemporalidad de quien está más allá del tiempo aporta poco al desarrollo de la historia. Es un film bonito de ver, que no molesta ni incomoda, y que transita exactamente el lugar que pretende habitar; quizá como su protagonista, sabe que espera algo pero el qué.
Saludos.

viernes, 2 de marzo de 2018

Un grito en el silencio



WIND RIVER es una de esas películas que difícilmente no pueden gustarte, y eso, por paradójico que parezca, es su talón de Aquiles. El debut en la dirección de Taylor Sheridan tiene muy claro lo que quiere contar y cómo contarlo; la sobriedad de las actuaciones, el esfuerzo por no caer en las trampas de guion, el acento justo en los momentos de mayor dramatismo, son constantes a lo largo de este thriller de corte clásico y formas reconociblemente contemporáneas. El descubrimiento del cadáver de una joven en extrañas circunstancias nos permite acceder al hermético mundo de un lacónico pero eficiente cazador (espectacular Jeremy Renner) y su reducido entorno en un apartado área montañoso de Wyoming, donde se encuentra una reducida reserva india. Es entonces cuando descubrimos su pérdida, que le lleva a involucrarse decididamente en la investigación llevada a cabo por la joven agente del FBI, encargada del caso. No hay grandes descubrimientos en este film, ni elocuentes dilemas morales, y esa es su mayor baza, centrarse en el misterio de cómo pudo suceder dicha muerte y descubrir al culpable. Así que lo único que yo podría achacarle es su falta de pretensiones, más allá de construir un guion sólido, pero quizá sea demasiado pedir a un director primerizo, porque lo que queda claro es que WIND RIVER se ve de un tirón e incluso se hace un poco corta. Buen debut, en todo caso.
Saludos.

jueves, 1 de marzo de 2018

Algunas injusticias menores...



Absolutamente fallida. No hay otro calificativo mejor para definir a JUSTICE LEAGUE. Y es una verdadera lástima lo que la Warner, Zack Snyder y quien más sea responsable, le están haciendo a la reputación del "grupo de superhéroes por excelencia". Revisando, hace apenas un año y medio estábamos por aquí abominando de aquello de Batman contra Supermán, que al lado de ésta parece una oda al buen gusto. Los diálogos son pretenciosos, pedantes, y cuando te das cuenta de que no son más que chorradas ya es demasiado tarde; los chistes no tienen gracia y están metidos como a destiempo. Los personajes aparecen y desaparecen a voluntad, y ninguno tiene peso suficiente para convalidar las muchas escenas de relleno. Para colmo, les da por escoger un villano aburridísimo, exasperante, una recreación digital que pegaba más en un capítulo de Pocoyó... No sé, pero alguien ha empezado a perder el Norte y a cargarse mitos, y Marvel no hace más que seguir acumulando aciertos y reinventándose como factoría de franquicias, mientras DC va tomando nota y copiando, aunque mal.
Pensaba que no diría esto nunca, pero echo de menos al tipo que dirigió WATCHMEN, porque la acaba de hacer buena.
¿Lo mejor?... La cara de Amy Adams mientras le toca el pecho a Henry Cavill... Los numerosos upskirts ¿involuntarios? de Gal Gadot...
¿Lo peor?... Podría decir "todo lo demás", pero no, porque el personaje de Flash y el actor que lo encarna hace que te den ganas de que lo maten en cualquier instante...
Y no continúo que me enciendo...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!