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jueves, 24 de junio de 2021

Películas para desengancharse #80


 

NATURAL BORN KILLERS es de 1994. Por aquella fecha, creo que tuve una de las impresiones más fehacientes de que mi criterio solía coincidir poco con el mayoritario. Esta película (siendo muy condescendientes) fue un éxito, una conmoción; ganó premios en Venecia, estuvo nominada en los globos de oro, y el público en general pensaba que asistía a una vuelta de tuerca cool al mito de Bonnie & Clyde, y no a una bazofia, histriónica y cocainómana, que era lo que me pareció entonces. Y he vuelto a ella todos estos años después, sólo para constatar que no volveré a verla, porque me ha parecido aún peor que entonces. Tarantino tenía una historia, pensó que quedaría bien en el cine, la Warner le compró el guion, contrató a Oliver Stone, éste hizo lo que le dio la gana, Tarantino sigue litigando para que su nombre no aparezca en los créditos, y el resto es historia. La historia de un desastre, inconexo y pagado de sí mismo, del que los únicos que han logrado sobreponerse (Downey Jr y Harrelson) reniegan como de la peste, por mucho que, admitámoslo, su popularidad subiera como la espuma. Juliette Lewis no supo desengancharse a tiempo, y luego tuvo que hacerse una desintoxicación integral, que dura hasta hoy. Les evito, claro, el disgusto de desgranarles la historia, como tampoco les quiero agriar el almuerzo con el vomitivo trabajo de fotografía de Robert Richardson, porque algo debió tomarse en el rodaje. Pero me gustaría finalizar este "desenganche perfecto" con el tema de la BS"O", que aquel año también arrasó en ventas, y que se editó con los insertos de diálogos de forma rigurosamente cronológica... Entonces podía tener su gracia, pero ahora es una pijada sin ningún sentido intrínseco. 
Si heróicamente no la han visto aún, háganse un favor y continúen en el buen camino. Si aún piensan que es una gran película, que dios les coja confesados...
Saludos.

domingo, 5 de mayo de 2019

Rincón del freak #354: El apéndice asesino



Si no nos dijeran que está dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Michael Caine, quizá la percepción sobre THE HAND, de 1981, cambiaría considerablemente. No puede ser de otra forma teniendo en cuenta su demencial guion, que nos hablaba de un dibujante de comics que pierde la mano con la que dibujaba en un accidente de tráfico y, separado de su mujer y viviendo solo en una cabaña, sospecha que dicha mano (que por cierto nunca llegó a recuperar) es la causante de una serie de misteriosas muertes que suceden a su alrededor. Y bueno, es verdad que el giro final es medianamente ingenioso y la dirección e interpretaciones están por encima de la media habitual de lo que normalmente es carne de serie B. El problema es que las risas salen involuntarias en algunas escenas de esas que cimentaron la fama de Stone como un tipo egocéntrico y caprichoso. En fin, una curiosidad de esas semiolvidadas, que de vez en cuando nos gusta rescatar del baúl de los recuerdos y constatar que quizá no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor.
Saludos.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Estás jodido... ¡Que les jodan!...



Las elecciones norteamericanas me han abierto unas ganas tremendas de volver a ver películas que, por alguna razón que ahora se me escapa, sabía que tenía injustamente limbificadas, y que era el momento de darles una segunda oportunidad desde mi "madurado" punto de vista (obvien risas, please). Y precisamente una segunda oportunidad es lo que lleva buscando Sean Penn, en uno de los papeles más torturados que le recuerdo, en U-TURN, aquella pesadilla neobarroca que está a punto de cumplir nada menos que dos décadas y que es una de las que más me gustan de Oliver Stone, lo cual acabo de corroborar hoy mismo. El argumento no es nada del otro mundo, y lo hemos visto muchas veces: un tipo se queda varado en mitad de la nada, en este caso un pueblo, Superior, en pleno desierto de Arizona. Guarda un secreto que, francamente, queda claro desde el primer y antológico encuentro con un genial Billy Bob Thornton, que se compromete a arreglarle el Mustang. Yo no me centraría tanto en los maquiavélicos intereses cruzados que se desatan tras la llegada de este forastero, y sí en el ejercicio de "sensibilidad bruta", sin pulir, que Stone extrae de la novela original de John Ridley, amplificando la sensación de fantasmagoría, de no-lugar del que el protagonista no sólo no va a hallar el modo de salir, sino que sufrirá toda clase de humillaciones y agresiones. Este film es como un tratado sobre la mala suerte y la fatalidad, entendidas ambas como reflexión moral dostoievskiana y desembocando en una angosta reducción al absurdo y uno de los finales más grotescos del cine americano reciente. Añádanle un reparto de auténtico lujo y una banda sonora maravillosa a cargo del maestro Morricone, como si pudiéramos conjurar a Leone con Lynch y Edgar G. Ulmer, un film tan increíblemente exagerado que yo me atrevo a decir que ese tono casi de serie B es más patente en la teleficción actual que en el cine. Que yo diga todo esto de una película de Oliver Stone ya tiene su mérito, porque sale hasta Jennifer Lopez...
saludos.

jueves, 20 de agosto de 2015

Clámenme por la factura



En un juego deliberadamente tosco y complaciente, impongamos la necesidad al avance; exactamente a como un crítico de cine defiende cada semana, con uñas y dientes, su parcela, el pequeño terruño al que su instinto pertenece de por vida. Asimismo, el no-experimento de Oliver Stone, SAVAGES, reta al funcionarial de mente a que explique "¿por qué, Mr. Stone?", o "¿por qué ahora?". Pues a mí me parece que era ahora... o nunca. Oliver Stone ha decaído (si es que eso es posible dentro de una filmografía tan irregular como la suya), pero su último largo estrenado (de 2012, a la espera de SNOWDEN) no debe estar incluido en el dudoso hit-parade de sus fiascos, porque, desde luego, este sangriento cóctel de tríos cachazudos, rastas impregnadas en marihuana, playas opíparas, narcos con frases, narcos sin frases, máscaras de calaveritas, falanges cercenadas, miradas "¡y tú más!", jacuzzis, bestias, pistolas, macarras, coca, secuestros, cola, extorsión, pizzas, margaritas, aires acondicionados, camionetas, policías, teleobjetivos, gente con cáncer, pelucas y muchas, muchas narices rotas, es lo más decente que Stone puede ofrecer a día de hoy. Y pongamos, que ni hagiografía a retrasados mentales y/o dictadores, ni nos la cuela como un protocomunista que quiere reventar el sistema desde dentro. Lo que el director de PLATOON, U-TURN o la infravalorada W. factura aquí es, ni más ni menos, un thriller molón, de amplio abanico generacional y que da sopas con honda a la miríada de pseudo-thrillers-molones que infestan la blockbusterciada cartelera cada maldita temporada. Así que yo me quedo con ella, porque es entretenida, porque tiene arrestos para no sonrojarse de sí misma y porque Benicio del Toro, una vez más, está el tío que se sale. Él solo se come todo lo que le pongan por delante... ¿Los tres protagonistas?... Es que si me los cambian por otros, creo que ni me entero...
Saludos.

martes, 19 de junio de 2012

Tener o no tener #2



Ustedes simplemente lean el título de la reseña. O se tiene o no se tiene, y lo que tenía WALL STREET no lo tiene WALL STREET 2: MONEY NEVER SLEEPS. La primera era un certero retablo de maldades, iniquidades, almas vendidas y destrozadas y personas irredentas al borde del autoexterminio; esta ¿secuela? es otra cosa, otra película y hasta otro argumento distinto. Lo que Stone nos propone es complicado de digerir, porque tenemos a Gordon Gekko recién salido de la cárcel, firmando libros y dando conferencias, es decir: según Oliver Stone (o así lo supongo yo), a la mayor estafa de la Historia se le pueden poner cara, nombre y apellidos, encarcelarlo veinte años y a otra cosa. Demasiado fácil, porque Gekko era una hermanita de la caridad comparado con los gobiernos conniventes y los populismos encubiertos; él era muy malo, sí, pero al fin y al cabo no era más que un tipo que quería hacerse multimillonario sin un solo escrúpulo, mientras que el infierno estaba muy lejos de su despacho, precisamente en los despachos donde Stone jamás meterá una cámara. Jamás. Por lo tanto, teniendo en cuenta que la ingenuidad peyorativa le lleva a imaginarse una especie de broker antisistema ¿?, con la cara imberbe de Shia LaBeouf, que es mejor actor que Charlie Sheen pero es imposible que nos lo creamos, yo al menos no podía creérmelo. La cosa mejora ligeramente cada vez que interviene Josh Brolin, que es una especie de relevo de Gekko, pero como el protagonista es otro pues sale poco y carece de un peso real. En definitiva, que esta innecesaria segunda parte patina estrepitosamente por culpa de un incomprensible afán de concreción, lo que la inscribe más cerca del folletín estilo "Dallas" o "Dinastía" que de un desbrozamiento inteligente acerca de los porqués de que este sistema económico (y social) nos haya convertido en esclavos de nosotros mismos. Miren fijo y sostengan el pulso, puede que mañana sea otra cosa.
Saludos e Íbex.

lunes, 18 de junio de 2012

Tener o no tener #1



WALL STREET, de Oliver Stone, puede que sea, en toda la historia del cine, la película que más vigencia haya cobrado veinticinco años después de su realización. Ojo, no estoy diciendo que no haya envejecido, porque sí ha envejecido, pero es de resaltar el tino que el realizador estadounidense tuvo a la hora de programar una especie de bomba de implosión lista para estallar en cualquier momento. WALL STREET es lo que es, y ustedes se la saben de memoria; el frenético disparadero de las finanzas y un minucioso retrato de  su centro neurálgico, los depredadores, el todo o nada, todo por el dinero, nada si no lo posees. Y moverlo para poseerlo, mover un dinero que en realidad no existe, que son sólo números en una pantalla mediante la que toda una economía ha de sostenerse. Pero nadie hablaba de especulación antes, aquello era sólo la cuna del capitalismo, pero definir capitalismo produce un terror primario, sobre todo a quienes vivimos inmersos en el mismo. Stone filmó los mejores diálogos de su accidentada carrera mientras un engominado Michael Douglas hacía chocar acero y cristal con una mirada glacial y una sonrisa inhumana; la postura de Gordon Gekko no es meramente la de un especulador, sino la de un carnívoro a punto de rematar a su víctima tras oler sangre. La frase es que el dinero es bueno, lo que desvía la atención sobre si la gente que maneja el dinero es buena o perversa; aquí es donde el film alcanza sus mejores cotas y se emborracha de un expresionismo abstracto de pantallas, cifras, tirantes, papeles arrugados... Stone nos inquiere con su habitual arrogancia: "¿A quién diablos le importan los políticos ahora? Aquí es donde se cuece lo importante; éstos son los nuevos hechiceros, capaces de vender la nada como el todo..." Efectivamente, en 1987 todo esto podía ser una especie de juego cruel, un poco al sonido de Mailer haciendo sonar los zapatos junto a Kissinger; por desgracia, un tipo tan sospechoso como Oliver Stone se puso el traje de futurólogo... y acertó... Lástima que después se lo creyese como un mantra... Pero ésa es otra historia que les contaremos mañana...
Saludos fluctuantes.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Yo me lo guiso... aunque sea precocinado



No sé si será por la edad, que empieza a ponerme tristón y nostálgico, o qué sé yo, pero me da de vez en cuando por acordarme de películas que vi en el cine hace ya una pila de años, cuando todavía se podía ir al cine. Y hoy le ha tocado a una película de esas que sólo se permiten personajes (en toda la extensión de la palabra) de la catadura de Oliver Stone. THE DOORS se toma todas las licencias que puede (y alguna más), y logra a medias captar la esencia de aquel grupo irrepetible, abanderados de los viajes lisérgicos y la contracultura psicodélica que en los años sesenta se propagó especialmente por la West Coast. Vale; forma. En cuanto a forma, Val Kilmer se enfrenta a un mihura, un personaje tan excesivo que precisamente por ello un actor no puede excederse interpretándolo, y sale bien parado a medias, estupendo cuando Jim Morrison nos es mostrado en todo su esplendor, pero sonrojante en las distancias cortas (las licencias). El resto del grupo está un poco ahí, arrinconado (MacLachlan teñido de rubio...), sale Meg Ryan con florecillas en el pelo... Luego hay una recreación del famoso concierto en el que Morrison fue detenido que no está mal... Y, llegado a un punto, a Stone se le va la pinza y empieza a poner imágenes del desierto, de un indio, un águila y tal y cual, como "filmando" un superviaje de ácido, que es lo más estúpido que puede proponerse un director pero que aquí sirve para rellenar media horita de chorreces... Mi opinión es que Morrison se sigue mereciendo un actor a la altura de su salvaje y breve biografía, algo que aquí no ocurre, aunque THE DOORS se vea ahora, veinte años después, con una mezcla de indulgencia y hasta simpatía.
Saludos de par en par.

lunes, 15 de febrero de 2010

La pasión del ignorante

Van surgiendo, sí; hoy me acordé de PLATOON... será por los Goya, porque ganó cuatro oscars, por el momento chungo del cine en este momento, por el sargento Elías... Yo qué sé... El caso es que me acordé de PLATOON y de la madre de Oliver Stone... No sé si podría resumir el argumento de esta marcianada socialmente aceptada como "una gran película bélica"...
Charlie Sheen, ese tipo que hacía parodias de Rambo ¿?, es un novato que tiene miedo hasta de su sombra, pero a la media hora se rasga las vestiduras y es todo un machote que fuma, bebe y dice tacos antes de jugarse la vida. Tom Berenger es un tipo que va de sobrao, tiene una cicatriz en la cara y se quiere cargar a un tal Elías... no se sabe por qué pero es así; al fin y al cabo, Stone puso a la Jolie como madre de Colin Farrell ¿?... Bueno, y llegamos a Elías, que parece un santo, tiene nombre de profeta, una sonrisa de lagarto y la cara de Willem Dafoe. Si Stone fuera un tipo inteligente podría haber rodado un interesante y pajillero ad motivum acerca de ese rostro salvaje y humano, con la selva de fondo y música de Philip Glass... en cambio, opta por decirnos que el honor mola aunque mates a mujeres y niños y que la muerte de un soldado americano vale más que la de un vietnamita y que eso se subraya adecuadamente con el plano que acompaña estas líneas. Para colmo, se (nos) obsesiona con Delerue y su melancólico tema, perfecto para cámaras lentas y helicópteros elevándose...
Bueno, lo cierto es que PLATOON es lo que es, ni más ni menos, ni mejor ni peor, ni arte ni entretenimiento, o las dos cosas; algo que sólo se atreve a filmar un americano sin ruborizarse. Una película sin argumento que es capaz de dos cosas francamente curiosas: abusar de la voz en off para terminar por no contar nada y de unos planos enfrentados, descaradamente homoeróticos, para inculcarnos lo bonicos que son los machotes untados en grasa. Aunque yo me guardo mi teoría, que es más simple: Es Oliver Stone... simple y efectivo...
Saludos acribillados.

martes, 30 de diciembre de 2008

Y si todo esto es cierto...

... pues nada, se demostrará finalmente que los estados unidos que jamás serán vencidos son un hervidero de incongruencias que se verifican a sí mismas mediante toneladas de información inservible que termina por tapar y confundir.
Francamente, me importa poco quién mató a Kennedy y menos después de tanto tiempo; ¿qué más da? Kennedy fue uno de los presidentes con más frentes bélicos abiertos y, sin embargo, no son pocos los que siguen diciendo que fue el mejor de todos; el más carismático sí, probablemente.
Luego está la película con la que Oliver Stone debía haberse retirado y ahorrarnos la cantidad de peñazos que hemos tenido que soportar desde entonces.
En JFK, todo lo ocupa la obsesión del fiscal Jim Garrison por demostrar que el asesinato de Kennedy en Dallas no fue la solitaria obra de un magnicida, sino que existía una enorme conspiración de ramificaciones incontables. Vale, muy bien, eso demuestra ¿qué? Stone no tuvo ningún empacho en presentar la película a los oscar y obtener hasta un par de premios, por lo que presumimos que se trata de un reflejo artístico de su autor, hiperdramatizado y convenientemente montado ¿o no? El film, como film en sí, es magnífico, de ritmo hipnótico y una solvencia para ir encadenando ideas sin precedentes, pero de ahí a pensar que Stone es un visionario media un mundo. Sobre todo porque ha pasado el tiempo y JFK ha quedado como lo que es: un soberbio entretenimiento de tres horas acerca de la ignominia humana. Aparte, claro está, de contener la única evidencia palpable de que Kevin Costner sabe actuar... que también tiene su mérito.
Saludos conspiradores.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!