jueves, 30 de septiembre de 2010

George Clooney, Colin Firth, Morgan Freeman, Jeremy Renner...



Sí, esta reseña tenía que titularla así, no cabía otra. Da igual los méritos (muchos en todos los casos) acumulados por cuatro nombres de enjundia en cuanto a interpretación de cara a los oscar; no había nada que hacer. Si ves CRAZY HEART, sales con un nudo en el estómago, una agradable sensación de vulnerabilidad que hace tiempo demandabas en alguna película; quieres volver a verla, porque crees que algo esencial se te ha escapado y porque te ha gustado mucho; te ha emocionado ver una historia bien contada y sin fuegos de artificio. Pero tampoco hay que engañarse; quieres verla cien veces más porque Jeff Bridges está inconmensurable. Su Bad Blake es, junto al Daniel Plainview/Day-Lewis, el personaje más rotundo de esta década; la diferencia estriba en que Bridges es humano y el otro era un demonio, más o menos. Scott Cooper hace muy bien en disfrutar del espectáculo y filmar ese torrente de sentimientos y sensaciones derivados de un actor en estado de gracia, y que además resulta que tiene un póker de secundarios de los que hacen historia: una estupenda Maggie Gyllenhaal, un Colin Farrell absolutamente creíble como estrella emergente y, sobre todo, un Robert Duvall (verdadero impulsor de este proyecto) que es una delicia verle actuar con esa serenidad tan característica.
Ésta es la historia de Bad Blake, una vieja gloria del country que sobrevive tocando en boleras y sitios aún más extraños, y que sólo tuerce el gesto si le invitas a un trago de McClure, un enigmático whiskey de ignotas propiedades. Blake es invitado a telonear a su antiguo pupilo, un new star resultón y con coleta, lo que no le hace mucha gracia, pero el dinero siempre tiene la última palabra y Blake ha rozado el desastre en pueblos de mala muerte, incapaz de cantar una letra por culpa del alcohol y sacado a patadas del escenario. Esta oportunidad puede ser la última para él, porque además Blake se plantea sentar la cabeza (o lo que quiera que eso signifique para él) junto a una joven aspirante a periodista y madre soltera. El periplo de Blake entre abigarrados escenarios, desayunos con McClure, el polvo tragado en su vieja camioneta y la ristra de personajes que va encontrándose por esa América cuasimítica, conforma un maravilloso cuadro contemporáneo acerca de perdedores que aún se resignan a dejar la pelea y, sobre todo, el sabor de la camaradería. Blake es Bukowski y es "El Nota"; es el último cowboy en ruta y el hombre que sólo puede beberse la vida a grandes tragos; y su peripecia es emocionante y desgarradora, y sabemos que tendremos que volver a ver CRAZY HEART una vez más, antes de que nos olvidemos de este personaje inolvidable. Gracias, Mr. Bridges.
Saludos on the road again.



(Esta entrada está dedicada con cariño a mi amigo Charly Lonestar, que disfrutó tanto como yo)

The last cowboy song

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Irse



Ayer mismo nos referíamos a una película realmente importante en el marco europeo actual, con las señas de identidad de las difusas fronteras que cada uno se afana en traspasar de la manera que puede; hoy, desgraciadamente, tenemos que hablar desde el otro lado, que también existe, y que es el de la demagogia de trazo grueso, que no sólo no ayuda a entender mejor el problema sino que lo embrolla de la peor manera, que es guiando al espectador por un único camino a seguir, al tiempo que le hace creer en un progresismo de nuevo cuño y la consiguiente libertad de acción. Pero todo eso es falso; mientras los hermanos Dardenne dejan que los personajes actúen según su propio dibujo, en este otro cine, categoría a la que pertenece WELCOME, del francés Philippe Lioret, el aliento viene dado por mostrar lo que nos choca por ser poco habitual; y su argumento así nos lo indica. WELCOME empieza bien, con un grupo de jóvenes kurdos que ha llegado hasta Francia y cuya intención es seguir hasta Inglaterra camuflados en un camión. La cosa se tuerce y son detenidos; mientras esperan la repatriación, el que luego será el protagonista decide no quedarse de brazos cruzados y urde un descabellado plan: cruzar el Canal de la Mancha a nado. Es entonces cuando entra en contacto con un monitor de nado sumido en su propia crisis personal, que es una separación que no lleva nada bien. Hasta aquí, se mezclan impúdicamente los intereses que han de servir a la historia como fin en sí mismo; se nos elude el derecho a preguntarnos si alguien se equivoca en alguna decisión y el supuesto "cine social" se transfigura sorprendentemente en una especie de "Karate Kid" nadador que no sólo afrontará la proeza de turno, sino que reconducirá al monitor/mentor a la senda del buen camino, que consiste en recuperar a su mujer y no caer en la bebida... WELCOME es realmente significativa en tanto que inconsciente retrato de esa Europa ciega y burda, asfixiada en sus propias inventivas que la eximen de cualquier responsabilidad mientras espera la redención, que como en toda fábula moral ha de caer del cielo sin más; como ni siquiera es entretenida, me tomo la libertad de no recomendarla ni para un aburrido día de huelga...
Saludos natatorios.

Welcome home

martes, 28 de septiembre de 2010

El reverso del sueño



Hoy, para variar, y sobre todo para dar un poco de lustre y prestigio a este cada vez más aburguesado blog, les hablaré de una película necesaria, que hay que ver, pero que ante todo debe ser hecha dados los inciertos tiempos que corren y la fina línea que separa la denuncia social de la demagogia más apestosa y oportunista. LE SILENCE DE LORNA, que llega a las pantallas dos años después de su realización, es la nueva vuelta de tuerca de los hermanos Dardenne sobre el estado de las cosas y el chapoteo silencioso de esos seres sin patria en mitad de un entorno que no es el suyo, en tránsito hacia una "recién adquirida normalidad" e intentando zafarse de un pasado que nunca se sabe si realmente era peor que lo que está por llegar. No encontraremos aquí los vergonzosos golpes de demagogia de cierto "cine social", incapaz de hablar realmente del asunto sobre el que se supone que van a hablarnos y rellenando los agujeros con los gestos manidos de unos actores que no pueden despegarse de "su actuación", lo que viene a ser "su circunstancia". LE SILENCE DE LORNA descoloca, incomoda, nos señala directamente sin que parezca que lo hace; ésta es la sórdida historia de una Albanesa que vende su nacionalidad belga en matrimonios de conveniencia, primero con un yonqui, de quien los intermediarios/proxenetas le explican que es el elegido por lo próximo de su muerte, y de quien Lorna irá entendiendo lo que significa el comercio humano, le deshumanización proveniente de este "todo vale" en pos de un puñado de billetes y unos documentos. El yonqui, efectivamente, muere, pero no estamos tan seguros de que no haya sido provocado, y Lorna es instada a volver a contraer matrimonio, esta vez con un mafioso ruso que pretende adquirir la nacionalidad belga para eludir a la justicia. El marco se amplia y las propuestas de los Dardenne también lo hacen. El tramo final de LE SILENCE DE LORNA es como un mal sueño filmado en tiempo real; agrupa, con un tesón y un pulso francamente encomiables, la caída emocional en picado de una mujer vapuleada por elementos que creía controlar; no sólo vemos e intuimos la tragedia, sino que se nos avisa de que todo esto existe al lado de nuestras vidas llenas de ocio, tranquilidad y, próximamente, incluso huelgas reivindicativas. Los Dardenne vuelven a hablar sobre las cloacas de la Europa del nuevo milenio justo cuando nadie parece darse cuenta de cuáles son las claves y dónde se encuentran. Sí, es una recomendación personal que les hago, pero les advierto de que tendrán que darse una ducha caliente para convencerse de que ese mundo que acaban de ver no es el suyo...
Saludos sin fronteras.

Foil

lunes, 27 de septiembre de 2010

Corazón de chatarra #2



Como no podía ser de otra forma, el hombre de hierro se perpetuó en su sonoro taquillazo con un par de tracas de infarto... o eso decían, claro. La primera fue introducir a Mickey Rourke como villano, un improbable científico ruso con mechas, botox y haces lumínicos a modo de látigos como truenos. La Paltrow seguía por ahí, pero el picante viene por la introducción de Scarlett Johansson como una secretaria que no es lo que parece. Otro malo, aunque en las antípodas del anterior, es el ascendente Sam Rockwell, decidido a quedarse con la porción hollywoodense que ya hace tiempo que dejó desierta un tal Gary Oldman. Y, bueno, tenemos el cachondeo de ver a Samuel L. Jackson haciendo de Nick Fury (con lo bien que le habría ido ese papelito a Clooney) y un montón de pirotecnia y efectos visuales de nuevo cuño, con una espectacular escena en una pista de carreras y un enfrentamiento final entre Iron Man y un montón de réplicas.
Hasta ahí, lo normal, lo lógico para este tipo de productos, porque si ya viste la primera ¿qué esperabas en una segunda parte? IRON MAN 2 es estrujar algo que ha funcionado bien, exprimir la catarsis de un público entregado y una crítica no demasiado malévola con esta nueva franquicia... Pero vamos a ver... ¡La cosa cansa ya un huevo! ¿Qué diferencia hay entre una peli de superhéroes y otra, exceptuando el buen o mal hacer de sus respectivos intérpretes? La respuesta la tienen, cómo no, los lectores de siempre de este tipo de comics; y es que hay un abismo conceptual entre la belleza de la liturgia del coleccionista/cazador del número tal, edición cuál, que llega a su casa con el tomo plastificado y, como buen fetichista, lo acaricia, lo huele, lo saborea, lo amasa entre sus pacientes y delicados dedos... Comparen eso con una sala llena de canis tirándose palomitas y haciendo ruidos simiescos, mientras tus tímpanos retumban por culpa del THX de los huevos (señor Lucas, sonar bien no es sinónimo de sonar fuerte) y desearías no estar ahí, sobre todo cuando enciendan las luces... Ahí, creo yo, radica la prostitución de un género al que Hollywood le está exigiendo demasiadas alegrías sin ni siquiera preguntarse qué clase de misterio mágico llevó a Stan Lee a sublimar el mito nietzscheano con dibujos a todo color que hoy son reverenciados como lo que son: arte. Puede que un día veamos una película de superhéroes a la que identifiquemos sin problemas como arte... Sigamos esperando.
Saludos del magnate.

Soul experience

sábado, 25 de septiembre de 2010

Corazón de chatarra #1



Una de las franquicias más exitosas, iniciadas en esta especie de fiebre "comiquera" que le a dado a Hollywood no por otra cosa que no sea una preocupante escasez de ideas originales, ha sido la dedicada a Tony Stark y su coraza de combate de color rojigualda; en estos dos días de asueto intentaremos hablar un poquito del porqué, pero sobre todo del cómo los superhéroes, ese reducto que sólo lo era de frikis fanáticos, ahora resulta que campan por las pantallas como si siempre hubiese sido así.
Lo primero que llama la atención es la elección de Robert Downey Jr. en el papel principal, un acierto por el carácter burlón, despreocupado y arrogante de este heredero de un imperio tecnológico y genio asimismo de la construcción mlitar avanzada. Pasados los años, IRON MAN tiene como punto a favor el poner de relieve que los avances de hace cuarenta años son igual de efectivos en plena era digital; por contra, y pese a su dinámico arranque, Jon Favreau es incapaz de resistirse a los gastados clichés de este nuevo tipo de cine y se comba a la pirotecnia fácil y la animación por computadora, lo que le va restando gracia y salero hasta llegar a un final que hemos visto cien veces antes. En esta primera entrega, el hombre de hierro se erige en salvador/vapuleante de los pobres talibanes de turno, después de sufrir en sus carnes (o sus chapas) secuestro y tortura a granel; para terminar de enredarlo todo, Stark descubre que sufre una insuficiencia coronaria pero que estar conectado a su engendro mecánico le mantiene con vida; en vez de ser un buen ciudadano y legar este chollo médico a la humanidad, se calla con dos cojones y dice: "a vivir, que son dos días... y soy millonario". En resumen, que salen caras conocidas, que nos sangran los tímpanos, que los movimientos de cámara (por decir algo) curan el estrabismo, que Stan Lee sigue igual de viejo que cuando gobernaba Marvel y que los rayos que salen de las manos son la excusa perfecta para no tener que mostrar una carnicería cada diez minutos y así contar con los jóvenes de hoy en día. Da un poco de pena ver los esfuerzos de Downey Jr. por mostrar su estupenda vis cómica y luego desaparecer tras una máscara para repartir leña a esos malos reunidos del mundo, que además de malos de conciencia también lo són de acción, porque siempre reciben de lo lindo. Ah, y sale Gwyneth Paltrow haciendo de Gwyneth Paltrow...
Mañana más; saludos coraceros.

Iron man

viernes, 24 de septiembre de 2010

Oficio y cojones



Hoy les quería hablar de una de esas pelis que a mí me apetece mucho hablar; porque me resulta fácil, placentero y porque supone un pequeño cara a cara con el otro lado del cine, el que sin perder su vocación comercial es capaz de facturar un entretenimiento de calidad de recio sabor clásico. Normalmente, este tipo de películas suele quedarse en un mediano ostracismo y acaba por convertirse en carne de estantería dvdstoriana o plastificada y regalada con el periódico de turno; porque así es como descubrí recientemente CONFIDENCE. Y resulta que, sin esperar nada del otro mundo, CONFIDENCE es una magnífica película de cine negro al más puro estilo "timadores", donde nada es lo que parece y cada paso dado puede ser el último, literalmente. James Foley, que nunca ha pasado de director correcto, aunque tampoco se le conocen grandes resbalones, dirige con pulso firme un film al que no es fácil no hacer caer en la mediocridad de la trampa de guión, a lo que contribuye el guión de Doug Jung, tan elástico como coherente. Pero si hay que destacar un aspecto es el gran acierto de casting, donde encontramos unas muy buenas interpretaciones de Rachel Weisz, Andy Garcia, Paul Giamatti y con un tour de force que sería memorable si este título no hubiese quedado tan olvidado: los chisporroteantes encuentros entre el escurridizo personaje interpretado por Edward Burns y el enigmático, mortífero e insólito gangster (éste no va con chaqueta, sino camisa floreada) al que da vida un estupendo Dustin Hoffman.
CONFIDENCE es un vertiginoso tobogán de engaños, apariencias, ambiciones y persecuciones al más puro estilo de aquel cine que tan bien les salía a Frankenheimer, Fuller o Lumet; una delicia que les invito a rescatar si no la vieron en su momento si no tienen otro plan mejor para el fin de semana, que ya se barrunta grisáceo por doquier.
Saludos en voz baja.

Back seat confidential

jueves, 23 de septiembre de 2010

Dulce pájaro de juventud



Que cuando Ken Loach se pone, se pone de verdad, es algo sabido en todas partes y que de nuevo nos hace preguntarnos sobre la extraña naturaleza de este veterano director con aureola de mítico y tantos detractores como incondicionales. He pasado de puntillas en este blog sobre su extensa filmografía, y no puedo ocultar que esto haya sido motivado en gran parte por dichos picos de calidad, tan desconcertantes que uno no sabe bien, al ver un trabajo suyo, si está ante un agitador, un provocador, un filósofo o un mero estafador de ONG barata. No sé, pero hay títulos que me atrevo a defender ante casi cualquiera; por ejemplo el que filmó hace ya ocho años. SWEET SIXTEEN es un golpe a las conciencias adormiladas, que además está ágil y solventemente filmada, y que cuenta la áspera historia de un adolescente, próximo a cumplir esos años, que deja aparcada su juventud para ponerse a trabajar y darle un hogar a su madre, que saldrá en breve de la cárcel. Ésta es una historia pequeña, de suburbio, de perdedores y de vencidos, de inocencia fagocitada por la dureza del sistema y de sueños truncados casi antes de ser soñados. Porque Liam, el chaval en cuestión, descubre que trabajar sólo le dará para vivir en una caravana, pero vender droga acortará los plazos hacia el paraíso; el problema es, como siempre, el dinero fácil, primero como mensajero de esos capos de medio pelo, después concibiendo un plan descabellado junto a su colega: quedarse con un alijo importante y dedicarse al negocio por su cuenta. Pudiera parecer una especie de enésima vuelta de tuerca al género de los delincuentes de baja estofa y demás ralea, pero Loach acierta al mostrar con naturalidad los problemas de verdad, por encima de los tópicos sobre traficantes, pistoleros de barrio y demás; uno de sus aciertos con mayúsculas que puede ser tomado (no se me caen los anillos por decirlo) como un claro antecedente de cierto nuevo cine británico, de saludable factura, y que podría tener su ejemplo más inmediato en, por ejemplo, la laureada FISH TANK.
Dieciséis saludos.

Sweet sixteen

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Los tontos, los engañados y la dignidad de los olvidados



Hace ya algunos años, un tal Luis García Berlanga reventaba los canijos conceptos sobre materia de arte cinematográfico y compromiso ideológico con un punzante ensayo acerca de cómo se desenmascara y se pone en evidencia a todo un régimen represivo usando un inocuo encargo de corte folclórico, destinado en un principio a todo lo contrario, esto es: ensalzarlo con mieles, parabienes y unturas varias. Es una fórmula que ha dado sus blanduras demagógicas las más de las veces y otras, las menos, obras magistrales sobre lo divino y, sobre todo, lo muy humano. No es que sea yo un entendido en cuanto a la situación fronteriza uruguayo-brasileña, pero hará unos tres años se presentó en festivales de medio mundo una curiosa película que ahondaba en todos estos temas y que obtuvo una más que aceptable acogida. La película en cuestión era EL BAÑO DEL PAPA, en la que se narraba la miseria de los habitantes de Melo, un pequeño pueblo donde se recibe la noticia de que Juan Pablo II iniciará su gira sudamericana en un sitio tan singular e improbable; los habitantes se afanan para preparar productos de todo tipo, augurando cantidades astronómicas de visitantes que han de ser no otra cosa que "el maná caído del cielo" que acabará con angustias y estrecheces. Beto es un hombre que lucha cada día haciendo largas distancias entre un país y otro en bicicleta, pasando productos de estraperlo  y esquivando como puede a los policías corruptos, a los que ha de pagar en especias para que le dejen cruzar. El día en que Beto se queda sin bicicleta y sin recursos, la necesidad le hace concebir una brillante idea: construir una letrina junto a su casa para la esperada y multitudinaria visita. Así, este emocionante y muy bien dirigido film transita ágilmente por la comedia nada bufa y el drama de una situación que nada tiene de chistosa; todo hasta llegar a un desolador e inesperado final que supongo se podrán imaginar teniendo en cuenta el principio de esta reseña. Un film altamente recomendable que habla de muchas cosas y las denuncia casi todas, aunque en apariencia creamos estar ante "la comedia sudamericana del año". Nada más lejos de la realidad.
Saludos higiénicos.

Nancy Whiskey

martes, 21 de septiembre de 2010

La intención sumergida



Varias cosas confluyen en LE HÉRISSON, varias y demasiado variopintas para asimilarse con facilidad dentro de un todo. Porque hay quien la encuentra adorablemente entrañable, insoportablemente cursi y hasta asépticamente moralinizadora. Demasiado para enmarcarla en un aspecto reconocible y que prenda en el subconsciente; quizá por eso pasó sin pena ni gloria y casi nadie se ha enterado de su existencia. No voy a defenderla mucho no vaya a ser que también yo me equivoque, pero creo que es de justicia tanto remarcar sus vicios, que son algunos, como ensalzar sus virtudes, que son tantos otros.
La verdad es que la ópera prima de Mona Achache se regodea en exceso en una serie de hallazgos (o debería decir "hallazgos de serie"), más allá, mucho más allá de la estimable interpretación de Josiane Balasko, que finalmente supone el único soporte de un cuento moral y costumbrista, porque la niña termina por repeler cuando en un principio pareciese lo contrario, y el vecino japonés yo no me lo creo, porque la gente o tiene debilidades humanas o sus "divinidades", a fuerza de sucederse, acaban por volverse en su contra, que es lo que tiene la caricaturización involuntaria.
Achache nos propone la enésima historia de "cultura redentora", tan improbable como efectiva si encuentra al público adecuado, claro; una pieza de cámara sin mucho refinamiento en la que una "pobre niña rica" descubre que lo guay no es tener dinero sino leer muchos libros, que es lo que hace la huraña y desgarbada portera de su lujoso edificio y con la que entablará una furtiva amistad literaria. El japonés viene ya luego y no sé si contar algo... No, definitivamente; sólo añadiré que, aunque se deja ver sin muchos problemas, LE HÉRISSON contiene un tumor incurable que la bandea por el páramo de la tramposería menos defendible, porque, sin ánimo de desvelar nada. sólo diré que la niña sólo sirve para provocar lástima con su plan, repetido en el guión hasta la náusea, y luego todo queda en agua de borrajas, lo que no es más que un recurso fácil de narrador mediocre y debemos achacarlo a la novelista Muriel Barbery, quien supuestamente se basó en su propia experiencia, cosa que a estas alturas nos da igual, la verdad.
Saludos pinchados.

Rockets


Rockets - Hedgehog & Frog (HD Version) from Distinct Imagination Group on Vimeo.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Más de lo mismo



Soy consciente de que el título de esta reseña es de las que tiran para atrás, pero estoy seguro de que todo se irá aclarando a medida que la vayan leyendo. 30 DAYS OF NIGHT es una de esas adaptaciones del cómic en las que, aparentemente, parece que nada pueda fallar. Efectivamente: falla. El asunto es el siguiente y lo enlazo con la entrada de hace pocos día acerca de DAYBREAKERS: si el vigor (y este tipo de cine ha de ser forzosamente vigoroso) sólo puede extraerse de una puesta en escena/estética salida directamente del cómic, y deja de lado los motivos referenciales importantes, como el porqué de una situación tan insólita (aunque ya trillada en la gran pantalla) como es que un grupo de vampiros informalmente maqueados se vaya a un sitio tan remoto como Alaska a libar hemoglobina; porque la cosa es cuanto menos divertida: sí, vale que llega un periodo de oscuridad de 30 días, pero... ¡es que se van todos, joder! ¡es que sólo se quedan en el poblado unos cuantos, y algunos porque pierden el avión! ¡es que son vampiros gilipollas!... Calma, calma... A ver, no, es que la cosa va de que es de noche todos los días y salen los vampiros y la gente se esconde y poco más. Hay un héroe mal peinado (Hartnett) un vampiro con cara de ir cada día a Wall Street (Huston) y unos secundarios que, como el director, un tipo que debutó con la estupenda HARD CANDY y luego ha caído en la mediocridad más absoluta, no ha tenido la deferencia de presentar antes, pues como que nos da igual que se los cepillen, vaya. Así que todo queda en algunos fotogramas solventes, gracias sobre todo a la fotogenia de la nieve a media luz y la sangre a raudales, y en un desarrollo planito planito que termina en un final terrible, por lo malo; muy mal rodado y peor resuelto como especie de desesperanza romántica a lo BLADE RUNNER. Así que, hombre, si no tienen nada mejor a mano pueden hacer el esfuerzo de perder dos horas tontamente, pero yo les recomiendo un título que bebe de las mismas fuentes pero que tiene un poderoso mensaje filosófico: THE MIST, de Frank Darabont.
Saludos oscurantistas.

Dusk

viernes, 17 de septiembre de 2010

El espíritu del vino



La capacidad evocadora de una película reside, en gran parte, en la demostración de una superación, la superación (o sublimación) de su propia circunstancia, ese halo invisible que no la deja encasillarse en un apartado fácil de asimilar por el espectador medio, que a menudo se ve maravillosamente descolocado por lo que no puede ver y ni siquiera sentir, pero sí intuir. Un título perfecto para explicar esto es SIDEWAYS, una película pequeña, modesta, de aspiraciones meramente terrenales pero que se sobrevuela a sí misma con una agilidad asombrosa. Y es que el mérito de Alexander Payne, que aquí se revela como un gran director de actores, es pulsar delicadamente los muchos estados de ánimo de una historia que a veces es simpática, a veces patética, otras rozando lo horrísono y lo sórdido, para zambullirse inesperadamente en los desconcertantes planos que nos muestran lo poco que le hace falta a cualquiera para ser feliz y lo mucho que nos complicamos la vida en el camino hacia ello.
SIDEWAYS cuenta la enésima historia acerca de una improbable pareja de amigos, de muy diferente catadura, que emprende un viaje por los viñedos californianos para probar vinos, reconciliarse con ellos mismos y demostrarnos el discreto encanto de la mediana edad justo cuando crees haberlo perdido todo por el camino. Thomas Haden Church es el típico ligón ya venido a menos, una especie de Máximo Valverde sin muchas luces pero con la llama del deseo aún intacta, y que va a tomar este viaje como fin definitivo de ciclo, puesto que (al fin) va a casarse. Paul Giamatti, por el contrario, aún sufre las secuelas de su separación, porque creía que estas cosas no pasaban y porque su poco espíritu le lleva siempre a ver el vaso medio vacío, así que piensa que una buena cura puede ser perderse entre caldos de probada excelencia (de los que es un aceptable entendido) hasta toparse con el insuperable Pinot. Por el camino, esta extraña pareja conocerá a dos mujeres y el clima anecdótico-cómico del film deja paso a la reflexión sobre qué somos realmente y si podemos cambiar el rumbo de nuestras vidas sólo con proponernoslo. Con SIDEWAYS te emocionarás, te reirás sin perder demasiado la compostura y pasarás un par de horas de lo más entretenidas, lo demás no son más que milongas de cuarentón amargado...
Saludos vinícolas.

Winelight

jueves, 16 de septiembre de 2010

Vampiros en las antípodas




DAYBREAKERS partía de una interesante premisa, donde en un futuro, aquí sólo a nueve años vistos, los vampiros, mediante un virus pandémico, se han convertido en la abrumadora mayoría que habita la Tierra, mientras que los escasos humanos son "cosechados" con el único fin de recolectar su sangre. Pero hay un problema: los humanos están a punto de extinguirse. Así que científicos vampiros (vaya tela cómo suena esto) investigan un posible sustitutivo sintético que alimente igual y no necesite del "concurso" humano. La gracia de todo esto reside en que el guión de los hermanos Spierig intenta por todos los medios no quedarse en los fatigosos clichés de este género, el de vampiros, que tan de moda se ha puesto de un tiempo a esta parte; y lo logra en parte, al principio sobre todo, con las inquietantes imágenes de una sociedad vampira calcada a la nuestra, vendiendo sangre en las antiguas hamburgueserías y con policías vampiros que intentan mantener el orden en unas calles repletas de hambrientos/mendigos que no pueden permitirse su ración de plasma y caen famélicos. Hace su aparición Ethan Hawke, el científico que está a punto de ultimar la dichosa fórmula, en un papel que a mí me recordó bastante al de GATTACA, que verá peligrar su improbable sueño de una futura convivencia entre vampiros y humanos a cargo del poderoso presidente de la corporación (Sam Neill), que pretende otra cosa: dejar el sintético para la muchedumbre y conservar las cosechas humanas para las clases altas ¿A que no les parece tan diferente de la situación actual entre primer y tercer mundo? Pues eso, que los primeros 35/40 minutos se ven con la suficiente curiosidad como para no fruncir el gesto, lástima que todo se vaya al carajo en la segunda parte, donde todo cae por el sumidero de la comercialidad más trillada y asistimos a un delirante espectáculo de ballestas, efectos digitales y hemoglobina a cascoporro, un improbable cruce entre los JOHN CARPENTER'S VAMPIRES y I AM LEGEND, que da más dolor de cabeza que otra cosa y donde hay cabida hasta para la "reconversión" de los chupasangres a nuestra insulsa y mortal vida diurna ¿saben cómo? Pues véanla y luego me cuentan, aunque sólo la recomiendo para un domingo aburrido de los de verdad.
Saludos y bon appetit.

Bad penny

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nada era lo que es



THE MEN WHO STARE AT GOATS o "Contrata a actores conocidos para que la gente no se dé cuenta de que lo que estás contando es una soberana soplapollez".
He leído por ahí algunas cosas sobre este sketch de Muchachada Nui que se ha estrenado en cine y que han protagonizado nada menos que George Clooney, Ewan McGregor, Kevin Spacey o Jeff Bridges; con este ramillete, en los setenta, Coppola hacía APOCALYPSE NOW y Scorsese, en los noventa, GOODFELLAS, lo que no deja de ser significativo para pulsar el terrible estado del cine actual. Como decía, he leído cosas como "guiño a los Coen..." o "sátira política inteligente..."; y, francamente, hay que cogérsela con papel de fumar, o estar muy aburrido, o, simplemente, no tener absolutamente nada que decir. Retrotráiganse, si no, a aquella curiosa y ninguneada cinta que fue THREE KINGS, también protagonizada por Clooney. Ahí sí puedo ver la sátira porque no es despegada ni del ritmo ni de la intención, mientras que en THE MEN... sólo veo una sucesión de gags al más puro estilo Jerry Lewis, por no decir Jim Carrey, enclavados en un exasperante montaje que hace que sus 90 minutos te parezcan una eternidad. El guiño viene de la peor manera, en la insistencia, nunca en la sutilidad; este film es un elefante en una cacharrería, con Clooney intentando demostrar que un día podrá ser como Cary Grant y revisitando su papel en BURN AFTER READING; Bridges haciendo por enésima vez de "El Nota" y McGregor perdido por ahí hasta que llega el guiño (fíjense qué cosa). Clooney le dice: "nos hacíamos llamar los Jedi"... Y McGregor le responde balbuceante: "Euh... ¿crees que yo podría ser un Jedi?"... Y es cuando lanzamos miradas a nuestro alrededor para descubrir que más gente se ha ruborizado.
Lo mejor: la trenza de Bridges y ver a Clooney bailando como un nerd.
Lo peor: que es taaaaaaan aburrida...
Saludos de "La Chivi"...

Valientes

martes, 14 de septiembre de 2010

Renovación



Y el cine, como todo ser vivo, se reinventó a sí mismo para poder subsistir al peso de su propio engreimiento. Así que un entusiasta grupo de jóvenes franceses que escribía sobre cine y había visto casi todo lo que se había filmado decidió coger una cámara y plasmar ellos mismos cómo debía producirse el nuevo sistema de regeneración desde el concepto más básico. Porque no han sido los grandes estudios los que han salvado al cine de la mediocridad, sino los "aficionados" y su amor incondicional hacia el séptimo arte. Era 1958 y había nacido la nouvelle vague.
Oficialmente, LE BEAU SERGE es considerada la obra fundacional del movimiento, algo que a Chabrol le ha traido al pairo siempre que algún impertinente le sacaba el tema; porque el maestro nunca quiso saber nada  sobre movimientos ni filiaciones y también porque su ópera prima poco o nada tenía que ver con los trabajos de Godard, Rivette o Rohmer; además, antes de Chabrol ya estaban Bresson y Resnais, lo que ha terminado por difuminar esta especie de leyenda urbana de ámbito cultural.
Y hablando del film, que indudablemente traemos hoy aquí por los motivos que todos ustedes conocen, ni es de lo mejor de Chabrol, ni de lo más conocido, pero sí que marca decisivamente las líneas maestras de su colosal producción. La en apariencia inocua historia del joven que regresa tras varios años a su población natal para descubrir el desmoronamiento de todos sus mitos, le debe más al cine italiano de posguerra que al vendaval de libertades de los jóvenes cahiers; Chabrol se interesa más por las consecuencias que por los personajes, y emplea su luego habitual interrogatorio invisible para que el espectador indague más allá de lo que está viendo, para que se dé cuenta de la precisa disección a la que somete a todo un entorno social, mientras los acontecimientos se desarrollan con aparente normalidad. LE BEAU SERGE es la historia de un regreso, pero también de las cosas que no se pueden recuperar por mucho que nos empeñemos; las cosas y, sobre todo, las personas que hemos perdido por el camino, para siempre.
Desde el blog, saludamos al maestro.

Couleur café

lunes, 13 de septiembre de 2010

Hambre atrasada #3



En el afán de idiotización al que se llega sobando descaradamente un personaje devenido icono, que es una forma suave de decir "Let's make money", la supuesta sofisticación, cuya conquista se antoja tan difícil de lograr en un entorno hostil como es Hollywood, da paso a las soluciones técnicas, de manual, al mismo tiempo que se hace más accesible una figura que extraía su potencia del retorcido vínculo con la maldad y la misantropía. Me hubiese tragado un "Hannibal ejecutivo" o un "Hannibal campesino", todo está en la capacidad del artista para manipular (como tan bien hacía Lecter) a la audiencia y llevarle a su terreno, el bendito engaño del séptimo arte.
Nada de esto hay en HANNIBAL RISING, que se supone tristemente inevitable desde que los yanquis han descubierto el filón comiquero de los "Origins"; una pseudofranquicia, o franquicia dentro de la franquicia, donde la broma ya va demasiado lejos como para que podamos conectar de alguna manera la soberbia y terrorífica economía de gestos de un gran actor, como es Hopkins, y el rollo folclórico-atormentado de la centroeuropa azotada por el nazismo, donde igual te encuentras un supervillano que come pollo que una chinita la mar de simpática; por no hablar de ese marco idílico que incluye castillos de decorado y campesinos que van de un lado para otro. Todo clavadito a esa nadería intrascendente que fue GIRL WITH A PEARL EARRING, lo que hace que nos olvidemos de tanta matraca sin que nuestra conciencia fílmica se vea sacudida en demasía.
Me preguntaban el otro día si iba a comentar MANHUNTER, de Michael Mann y rodada cinco años antes que la obra maestra de Demme, pero me va a ser imposible porque no la he visto, e irme al Filmaffinity a copiar y pegar pues como que no me lo planteo de momento. Así que aquí acaba este enjuto repaso al desastroso devenir de un personaje al que mejor le habría ido si no lo hubiesen sobado tanto.
Saludos en pepitoria.

Sabor de amor

domingo, 12 de septiembre de 2010

Hambre atrasada #2



Enorme revuelo y expectación causó en el momento de su estreno la continuación de las exquisitas fechorías de nuestro caníbal favorito; porque la versión de Ridley Scott prometía aún más emociones fuertes que su predecesora, con una vuelta de tuerca a su sádico refinamiento y la habitual universalización del cine del director británico, lo que habría de hacer del doctor Lecter una especie de mausoleo viviente; un solemne e intocable villano para la historia del cine.
Una lástima, porque esta basura se la resumo yo a cualquiera en un par de líneas. No sólo Scott nos vuelve a tomar el pelo con una trillada historia (y, ojo, que los guionistas eran nada menos que Steven Zaillian y David Mamet) en plan "vamos a poner muchas cosas, que salga mucha gente, nos vamos a Italia, rodemos en un teatro grande y lo liamos todo, que no se enteren de nada". Porque yo no me enteré de nada; sí, que sale otra vez Clarice (correcta Julianne Moore) y caritas de palo por doquier, y que Lecter es mu malo y mata a la gente y se las come... Pero pasa una hora de esta larguiiiiiiísima película y te sigues preguntando si era necesario tanto despliegue técnico y eso. Sin embargo, Scott será lo que ustedes quieran, pero el tío no deja ni un cabo suelto, así que nos guía paternalmente por su estrecho agujero de gusano (estrecho por corto de miras) hasta una de las secuencias más gilipollas (y ésta es la palabra de hoy) que he visto en mucho tiempo. Supongo que recordarán esa mesa con la cena puesta, y Lecter dando vueltas y perorando acerca de que el mal es relativo y blabla... Nada, mera superchería para lo que realmente deseaba mostrarnos Scott: ¡Ray Liotta con el cerebro fuera!... Porque para eso están los amigos, para demostrar que no eres gilipollas; y si hace falta irse a la tremenda y enseñar tu cerebro para que lo vean todos, pues se hace.
Saludos poco hechos.

Volver

sábado, 11 de septiembre de 2010

Hambre atrasada #1



Iniciamos aquí un mini recorrido por las películas inspiradas a partir de aquella seminal obra maestra que fue THE SILENCE OF THE LAMBS; y lo que más tienen en común dichas secuelas (precuelas en dos casos) es, lamentablemente, el escaso interés suscitado, lo que años después sólo deja unas cuantas preguntas acerca de su inutilidad; en este caso, y aunque pudiera parecer lo contrario, el film de Jonathan Demme era redondo y finiquitado, por su propio bien y salvaguarda de la excelsa calidad que atesoraba. Y voy a comenzar por la del medio, porque es la precuela y porque es la única de las tres que mantiene un mínimo de calidad, incluso con el lastre de una dirección convencional por parte del habitual del cine de acción yanqui más gregario Brett Ratner; sin embargo, se beneficia de un reparto impresionante, con nombres como los de Edward Norton, Harvey Keitel, Ralph Fiennes, Philip Seymour Hoffman, Emily Watson y, por supuesto, Anthony Hopkins, aunque su Hannibal Lecter, en este caso, no pase de tener un rol secundario y algo brumoso. Se cuenta aquí lo mismo que en la original (tengamos en cuenta de que está extraída también de otra novela de Thomas Harris), sólo que cambian los protagonismos y la mayoría de personajes. La novedad consiste aquí en que Lecter, encerrado, sirve a su antiguo captor para desentrañar la críptica conducta de un asesino en serie que se hace llamar "el dragón rojo" y que varía sus métodos al tiempo que intensifica progresivamente sus sanguinarias masacres. Así, si exceptuamos la inquietante recreación de Fiennes y la solvencia de Norton, la trama, que comienza con un aceptable grado de intriga, va sucumbiendo al peso de lo convencional de manera vergonzante, hasta llegar a un desastroso final de corte televisivo al que ya llegamos completamente curados de espanto. En 1991 debió detenerse la cosa, pero hay algunos que no aprenden en la vida, así que... Pero lo contaremos mañana...
Saludos draconianos.

Born to rock

viernes, 10 de septiembre de 2010

El vil metal



Tres amigos..., perdón, tres compañeros de piso, a cada cual más diferente (un obseso del orden, una obsesa del trabajo y un patán sin oficio ni beneficio), deciden aliviar los problemas derivados del alto coste del alquiler, al ser un piso de semilujo en una zona privilegiada, incorporando un cuarto elemento a su heterodoxa reunión. En una escena fragmentada, que se me antoja crucial y de sutil inteligencia, asistiremos a las típicas entrevistas de este tipo, donde ningún aspirante parece satisfacer una serie de insalvables requisitos, hasta que al fin aparece uno, el compañero de piso perfecto, educado, silencioso, discreto y lo mejor de todo: casi nunca está. Esta apertura, casi bufa, tirando descaradamente a la comedia (por un momento nos parece estar asistiendo a un capítulo de friends), sirve a Danny Boyle para acometer su ópera prima jugando al despiste. Emulando al maestro Hitchcock, Boyle nos plantea un plácido (tirando a aburrido) panorama, para, en un momento dado, dar un tremebundo golpe de timón que nos deja con un palmo de narices y que hace ingresar al film en el thriller de suspense y, llegada la hora de las tortas, en el gore más descarnado. Y se preguntarán: ¿qué diablos ocurre para este giro? Bien, sin ánimo de despedazar un guión repleto de sorpresas, el elemento clave es la súbita muerte por sobredosis del nuevo inquilino, unida al descubrimiento por parte del pintoresco trío de una maleta con mucho, pero mucho dinero; la controvertida decisión que posteriormente habrán de tomar y, sobre todo, una serie de circunstancias que Boyle logra hilvanar con milagrosa coherencia y con un pulso firme a la par que sombrío.
SHALLOW GRAVE sirvió para descubrir el talento de aquel incipiente y pizpireto director, que conquistaría nada menos que la Concha de Plata en San Sebastián'94, e indudablemente anticiparía su gran obra (que no es otra que TRAINSPOTTING) y definiría su dinámico y descarnado estilo, el que le ha convertido en uno de los nombres imprescindibles del último cine de calidad que no quiere perder cierta vocación comercial.
Saludos compartidos.

Hat pin

jueves, 9 de septiembre de 2010

La derrota nuestra de cada día



Siempre he considerado que la mejor manera de hacer una denuncia, al menos en el ámbito artístico, ha de ser con más sutileza que contundencia, sin abandonar el objetivo principal de dicha denuncia pero tanteando las claves y constantes de lo que de otra manera parecería accesorio y finalmente se revela como fundamental. Es ésta una loable conquista del cine europeo frente a los envites, mucho más correosos, menos circundantes, del americano, igualmente importante pero a cuestas con sus propios códigos éticos. Sin embargo, hay un cine estadounidense que a veces logra colarse en las esferas importantes a fuerza de aprovechar la fuerza de "los nombres", sin que esto merme su verdadera vocación, que no es otra que la anterior parrafada.
HALF NELSON estuvo ahí, aun con su ínfimo presupuesto y sus incómodas asperezas, se codeó con las grandes apuestas de un 2006 que al fin encumbró a Scorsese (y no con su mejor título) y que premió al excesivo Forest Whitaker, a cuyo oscar optaba sorpresivamente el protagonista (y prácticamente motor del film) de este oscuro tratado inmisericorde, que parece nadar en las trilladas aguas del drama escolar, con sus problemas raciales y demás, pero que va revelando poco a poco su auténtica intención: abordar el descarnado descenso en picado de un joven profesor hacia una terrible adicción a las drogas. Ryan Gosling, que empezó a despuntar con la dulzona THE NOTEBOOK, debió presentir el arenoso futuro de "medio sex symbol" del nuevo siglo que le esperaba, así que desde entonces ha cuidado un poco más sus papeles; y curiosamente, tuvo que ser en su título menos comercial donde se viera recompensada su pericia interpretativa con una merecida nominación al galardón por excelencia. Gosling es capaz de hacer que nos creamos (una vez más) la podredumbre detrás del sueño americano, con sus seres vulnerables, perdidos, incapaces de responder a las altas expectativas que los "hombres de provecho" han de soportar en su camino a la ciudadanía ejemplar. La hermosa e improbable historia de amistad del profesor yonqui, que sabe que todo irá a peor, y la huraña adolescente negra, cuya familia gira en torno al tráfico de drogas, elude muy acertadamente el tono sensiblero y dogmático que los americanos suelen infligir a estos temas. No hay ganadores en HALF NELSON, ni héroes; sólo algunas personas normales que son incapaces de ayudarse a sí mismos, y que por eso se hacen tanto daño, seguramente sin merecerlo.
Saludos con llave.

After the rain

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Experimentos gaseosos



De nuevo vamos a intentar retomar algunos de los títulos más recientes y destacados que han pasado por las pantallas. Le toca hoy a un curioso título, como fue AN EDUCATION; incursión británica de la danesa Lone Scherfig, directora de largo recorrido televisivo y que saltó hace unos años al largo con las insólitas y originales ITALIENSK FOR BEGYNDERE o WILBUR BEGAR SELVMORD. Y en verdad que estamos ante un film con la suficiente enjundia y pocos aspavientos como para no haberse quedado en un preocupante (y creo que injusto) ostracismo, sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de premios a los que ha ido optando, oscars incluidos. Lo primero que llama la atención es el poderoso texto, de aparente inocuidad y venenoso trasfondo, ideado por el novelista Nick Hornby; presentando de manera magistral una serie de personajes sin estridencias pero perfectamente creíbles. Ésta es la historia de una chica de 16 años (una sorprendente y contenida interpretación de la joven Carey Mulligan), de clase media, que está a punto de ir a Oxford y que conoce a un treintañero encantador e irresistible, de modos moderadamente libertinos y una labia que consigue que ni siquiera el espectador (y esto es un tanto a su favor) logre atisbar qué diablos se propone realmente mientras los minutos pasan y la improbable pareja asiste a fiestas de sociedad y se divierte en aquel Londres de 1961. El tono de festiva normalidad esconde inteligentemente la oscuridad proveniente de un personaje (magnífico Peter Sarsgaard) del que poco sabemos y al que terminaremos por compadecer en un tramo final que no es de lo mejor del film, pero que sirve para cerrar cordialmente la difícil e incómoda elipsis trazada por el guión y que deja a cada uno en su sitio. Y este extraño acto conservador le resta muchos puntos a una cinta exquisitamente filmada e interpretada, porque supone un paso atrás ante la tormenta ya desatada y que permite a cualquiera irse a dormir con la conciencia tranquila y la sensación de que, finalmente, la cordura ha de imponerse a la siempre peligrosa libertad absoluta. Por unos momentos, tenemos la sensación de un Godard o un Fassbinder filmando en pleno siglo XXI para los nuevos y monitorizados espectadores, atentando más al fondo que a la forma; desgraciadamente, todo queda en una inocua aventurilla hormonal, y volvemos, una vez más, a los grandes maestros, implorándoles misericordia...
Saludos educados.

My girl lollipop

martes, 7 de septiembre de 2010

El terror tiene malas formas



Espero que me acepten el chiste, aunque sea malo, pero es que me da la sensación de que John Carpenter es uno de esos directores con una sospechosa tendencia a "irse de rositas", sea cual sea la calidad de sus trabajos. Y esto me atrevo a afirmarlo con un film que es de los menos conocidos suyos y que, supongo que oliéndose el percal, el muy tuno optó por un seudónimo tampoco muy afortunado, nada menos que Allan Quatermass. Y es que PRINCE OF DARKNESS es una ida de olla tan deshilachada, tan cutrecilla, sin nada del encanto de serie B al que Carpenter acostumbra a sus calladas legiones de seguidores, que todo desemboca en un desastre sin pies ni cabeza y abusando, como única coartada de existencia, de los tópicos más burdos del peor cine de terror, el mismo al que Carpenter ha contribuido sensiblemente a dignificar a lo largo de más de cuarenta años de carrera. Y se lo resumo para no prolongar la agonía más de lo debido: Un cura dice que Satán está está en una especie de cilindro verde que da vueltas. Llegan científicos para hacerle pruebas al cilindro. Carpenter se saca de su ancha manga la teoría de que el Diablo no es más que un "ser" proveniente de allende las estrellas. Hasta aquí lo bueno. Lo malo empieza cuando la cosa esta no sabe para dónde tirar y Carpenter (que en remiendos es un experto) mezcla zombis con exorcistas y científicas buenorras y descamisadas. Y si les digo que sale hasta el ínclito Alice Cooper haciendo de homeless asesino, pues ya está el cotarro de insensateces hasta la bandera.
Nada, un título menor que jamás ha pasado a la historia por nada (y tiene ya 23 añacos) y que supuso un paso atrás en la desbordante filmografía de su realizador, que afortunadamente logró reponerse a tiempo y seguir con su particular filosofía fílmica.
Saludos tenebrosos.

Pop life

lunes, 6 de septiembre de 2010

Leviatán



Puede ser la monumental obra de Herman Melville uno de los acercamientos más lúcidos acerca de la infinita, titánica lucha del hombre contra la naturaleza. Han oído bien, he dicho lucha; porque queda bonito y amable el idílico panorama que pretenden dibujarnos y vendernos los ecologistas, que no digo yo que no tenga su utilidad, pero la historia del ser humano, desde que apareció sobre la faz de la tierra, está marcada por la sangre, el sufrimiento y la crueldad; y si no, nos habríamos quedado (como dice un anuncio) en unos monos mu simpáticos.
Pero hablando de MOBY DICK, que es lo que nos interesa, la dimensión mítica del monstruo sobrenatural contra la obsesión fanático-religiosa del capitán Ahab, su intermitente lucha en el inacabable territorio del océano, sus referencias culturales, morales y filosóficas, puede que se trate de la más perfecta piedra Rossetta para intentar entender cuál es el motor de este mundo. El odio, la venganza, la destrucción por la perpetuación y el sello (la lacra) de la divinidad incluso en las acciones más mundanas. Y mientras Melville desmenuzaba con precisión quirúrgica la inabordable mitología de la profesión ballenera, John Huston, otro irreductible, se centraba en el aspecto aventurero de la novela y en el inigualable mosaico de personajes que pueblan la cubierta del Pequod (otro espacio mítico) en busca de la gran ballena blanca. Y, aparte de constituir un vigoroso retrato de la época y regalar una interpretación a todas luces insuperable, la de un infernal Gregory Peck, MOBY DICK traspasa la pantalla más de cincuenta años después y nos traslada a una lucha sin cuartel que sólo puede resolverse con la mítica secuencia de Ahab atrapado por los mismos arpones que ha ido clavando en el lomo de la ballena y arrastrado para siempre a las profundidades. Y es que hablamos de un clásico en toda regla, un film que se ve igual por la tarde que por la noche; solo, acompañado de un sesudo cinéfilo o con los niños llenándolo todo de palomitas. Y eso, francamente, no tiene precio.
Saludos de un cetáceo de secano.

Moby Dick

domingo, 5 de septiembre de 2010

Piel de serpiente



(Comienzo inusual de reseña bloguera) ¡Ánimo, que ya nos quedan menos pelis de Lynch por comentar!
Bueno, como al de Montana le hemos dado caña cada vez que se le ha ido la perola, hoy le pasaré la manita por el lomo y voy con una de las que más me gustan suyas. WILD AT HEART me parece la divertidísima parodia (anticipada, claro) de LOST HIGHWAY; porque cuando Lynch pone en pantalla sus escasas y preciadas gotitas de humor la cosa gana pero una barbaridad. Y también es el desmadre post-BLUE VELVET; y un cruce entre MAD MAX y THE WIZARD OF OZ; y muchas cosas más que sólo caben en dos horas de libertad narrativa y cachondeo verborréico. Y uno se pregunta: ¿Cómo es posible que Nicolas Cage haya terminado por ser uno de los actores mejor pagados de Hollywood? ¿Por qué no ha vuelto Lynch a contar con Willem Dafoe, con lo "lynchiano" que es este tipo? y sobre todo nos maravillamos ante el genio de Lynch, que es capaz de hacer de Laura Dern una bomba sexual, que ya es mérito.
El argumento no puede ser más simple, y por lo tanto fascinante. Sailor tiene una chaqueta de piel de serpiente, un descapotable y está en libertad condicional, así que va en busca de Lula y se van a recorrer esas carreteras sin fin ni principio; por el camino se toparán con los zumbaos de turno, que son la verdadera familia de Lynch, en especial Bobby Perú, una terrorífica creación de Dafoe que supone el punto fuerte de un film irregular pero con un encanto e imaginación visual que la han convertido ya no sólo en título de culto, sino casi en lugar de peregrinación para rockeros con alma de poeta o almas sensibles con ansias de libertad.
A Sailor y Lula, como a Romeo y Julieta, les persigue la inclasificable familia de ella, con detectives/asesinos incluidos, lo que les llevará a una indeterminada huida a ninguna parte que ha de desembocar en un final desconcertante, que a mí no me gusta especialmente y que supone uno de los pocos desbarres de Lynch, lo que se agradece una enormidad. Y si tuviese que destacar una escena, creo que la cosa está clara; la pantalla se enciende al rojo vivo cuando Bobby Perú sorprende a Lula sola en su cuarto y literalmente la obliga a decirle "Fuck me". Mítico.
Saludos sin plomo.

Corazón loco

sábado, 4 de septiembre de 2010

No lo intenten en casa



Tim Robbins es un tipo que trabaja en una plataforma petrolífera, sufre un accidente y pierde la visión. Sarah Polley es una inmigrante en busca de oportunidades que se apunta a una larga temporada en la plataforma, cuidando a Tim Robbins. Javier Cámara sale haciendo pizzas en la plataforma petrolífera para los grasientos y musculados machos que allí habitan y trabajan; de vez en cuando sale al exterior a sentarse en una butaquita y contar chistes. Leonor Watling sale un par de minutos como si hubiese salido yo. Julie Christie (una de las cinco mujeres más bellas de todos los tiempos) necesitaba financiación para un bungalow en Can Pastilla y contactó con una amiga que siempre está dispuesta a echar una manita. La amiga es Isabel Coixet, alias "nadadesexoanalporfi". Ah, también están las ratas de la cosa esa que se llama Academia del Cine Español, que le dieron cuatro Goyas, director y película incluidos... Produce Almodóvar Bros.
Intrascendente es la palabra que mejor define LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS; una intrascendencia tan nimia como la incapacidad para poetizar en base a una plataforma petrolífera y sus circunstancias y tan impotente como ver dos excelentes actores dejándose todo su talento (Polley y Robbins) para hacer creíble, sustancioso cuando menos, un relato (el guión es autóctono y también se llevó un Goya...) que, una vez hemos visto que todo el mundo, según la catalana, debe tener un trauma por narices, toca rellenar los espacios vacíos, que en este caso ocupan el 90% del film/anuncio/billorda, y que al final, en vez de dejarte hecho polvo te vas de la sala con un cabreo monumental por varias y justificadas razones. Te preguntas: "¿En qué diablos se gasta el dinero la gente?" y añades: "Otra vez me han timado" y peor aún: "Lo malo es que con este dinero estafado la Coixet seguirá haciendo anuncios y...". Sí, iba a decir películas, pero la Coixet ya hace tiempo que cambió de oficio y ahora es la publicista trascendente del reino.
Saludos desde el Golfo de Mexico (que por cierto no he oído a esta señora decir ni mú al respecto).

In my secret life

viernes, 3 de septiembre de 2010

La entrada al infierno



Desde el primer, amenazador fotograma, Alfred Hitchcock nos avisa de que, una vez hayamos traspasado el umbral de Manderley, nada volverá a ser lo mismo. Antesala del terror in crescendo, que obtendría su máxima expresión en PSYCHO un par de décadas después, REBECCA supone el más sustancioso acercamiento del director inglés (sobre todo tras su particular "conquista de América") al horror gótico, manteniendo todas las reconocibles constantes del libro de Daphne du Maurier y añadiéndole el preciso toque "hitchcockiano" de extrañeza, amén de una atmósfera opresiva y una presencia que no es tal, la Rebecca del título, que más que fantasma se erige en omnipresencia invisible y verdadero motor sensato del film.
El argumento no es mucho más original que el de títulos similares de la época: Un ricachón (Laurence Olivier) que se queda viudo trágicamente, conoce en una fiesta de alta sociedad a una humilde dama de compañía (Joan Fontaine), que vivirá un cuento de hadas al contraer matrimonio con el susodicho. Manderley es la gigantesca y tétrica mansión a la que irán a vivir, donde un ama de llaves (Judith Anderson) que no les recomiendo que contraten, efectuará una sutil y pavorosa influencia sobre la recién llegada, la nueva señora, que tendrá que vérselas con su complicado nuevo estatus y el recuerdo, casi tangible, de esa Rebecca que jamás se ve pero que (y esto sólo está al alcance de los genios) nos pone los pelos de punta cada vez que una puerta de Manderley se abre.
Hablamos de uno de los grandes títulos de Hitchcock, capaz de sacar petróleo de dos sosos como Olivier y Fontaine (posiblemente la única actriz bien peinada de toda su filmografía) y que instituyó las bases de ese cierto "género gótico" que aúna tantos adeptos como detractores. Nosotros nos quedamos con ese inolvidable plano inicial, un alarde de intención, que nos da la bienvenida... a Manderley...
Saludos desde el pórtico.

Threat to creation

jueves, 2 de septiembre de 2010

La América superflua



TRANSAMERICA fue otro título que pasó como el viento de Abril, rápido y sin dejar huella, aunque los que pudimos verla hace cinco años nos llevamos una gratísima sorpresa al descubrir, por una parte, un guión bien trenzado, sin concesiones al exceso ni a la bufonada cómica, teniendo siempre en cuenta el resbaladizo terreno que pisa; y por otro lado, la inmensa, milimétrica y emocionante interpretación de la televisiva Felicity Huffman, que es capaz, por sí sola, de llenar la pantalla dando una lección de qué significa actuar (en mayúsculas), que es dar vida creíble a lo que no la tiene. El desde entonces inédito Duncan Tucker, autor también del guión, decide felizmente encomendar su austeridad de medios al trabajo de los actores, tal y como suele ocurrir en los títulos independientes que logran subsistir a través del tiempo. Lo que sigue es la historia de Bree, un transexual que espera con ansiedad (y cierta angustia) que le llegue el momento en que pueda cambiarse de sexo; en estas, Bree descubre que tiene un hijo adolescente y que engendró antes de reorientar su sexualidad. Hasta aquí, si no hay temple y tono, todo puede caer en el folletín modernillo y moralista, pero Tucker nos sorprende derivando sutilmente la trama hasta convertirla en una extraña y alucinada road movie, con estos dos improbables personajes en busca del reconocimiento (propio y ajeno), al tiempo que Bree se reencuentra con su propia y casi olvidada familia, enclavada en el Sur profundo y cargada de repugnantes prejuicios. El durísimo e inevitable enfrentamiento de Bree con sus padres, incapaces de aceptar al ser humano, aunque sea su propi@ hij@, termina por dejar un mal cuerpo en el espectador que no nos esperábamos en la primera parte del film, más orientada a entretener tomando como base la espectacular composición de Felicity Huffman, quedeja atrás el lastre de "las desesperás" y se revela aquí como gran actriz. Un título más a rescatar del ostracismo.
Transaludos.

Tumeurs

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Aquapark Buggy-Buggy



"De cómo un guionista saca chanza, optimismo y cupones premiados hasta de la situación más chunga" sería un más que acertado título para definir cuáles son los horrísonos vicios del cine español de última hornada; infectado por la inenarrable televisión que nos ha tocado padecer, sí, pero no nos engañemos, que aquí nos sale un guionista y un director tras cada clinclón o lata pateada. A los que se quedaron absortos con la ópera prima de Daniel Sánchez Arévalo, el bendito tiempo los ha ido desencantando y poniendo a cada uno en su sitio, sobre todo tras esa cosa terrible, carta de defunción, que fue GORDOS. Y eso que AZULOSCUROCASINEGRO (título insufrible donde los haya) empieza muy bien, mejor de lo que cabría esperar; presentando con agilidad un variopinto abanico de personajes, cada uno con su circunstancia (televisivos, sí, pero bien dibujados), Sánchez Arévalo se coloca en mitad de un triángulo mágico, el que iría (y lo trazaremos nosotros, no impoorta) desde Almodóvar hasta Borau, pasando por Fernando León, Bajo Ulloa o el mejor Colomo. Así, sin saber muy bien si es comedia (aunque nos riamos, y los chistes son ingeniosos), drama tirando a dramón (que chirría la figura del padre ¿por qué todo el mundo tiene un padre impedido?) o costumbrismo coral sin más, con aciertos como el del gran Antonio de la Torre y meteduras de pata como esa improbable presidiaria que es Marta Etura; episodio éste especialmente sonrojante porque, tratándose como se trata de cine español, todos sabíamos hacia dónde derivaría lo de la cárcel, estaba claro.
Así que, como tampoco el protagonista es que sea un superdotado a la hora de transmitir sensaciones, la idea inicial se adentra en terrenos cada vez menos claros, con personajes que van y vienen sin mucho aquél y con los apuntes humorísticos definitivamente borrados y convertidos en una circunspección de novelita veraniega. En resumen, que una idea que se presume original se revela como más de lo mismo por culpa, sobre todo, de una exasperante incapacidad para epatar al espectador, si quiera con chascarrillos reconocibles; porque recitar a Auden en una charcutería seguro que está muy bien va con estos tiempos de igualdad y solidaridad... pero, hablemos claro, es una gilipollez supina.
Saludos casi amables.

Harlot

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!