miércoles, 31 de agosto de 2011

Sangre estúpida



El mal no se explica; el mal existe, está ahí desde siempre. Nos inquieta más que nada en el mundo por qué la gente hace las cosas que hace. Cómo una madre mata a sus hijos; cómo se le da un tiro en la nuca a un policía; cómo es posible que la misma policía mantenga ocultos crímenes inhumanos a su cargo. Eso ocurre, lo sabemos e intentamos mantenernos lo más lejos posible de esa otra realidad del día a día; nosotros somos hijos de la normalidad, sólo aspiramos a que el día vuelva a repetirse como el anterior, que nuestro final sea tranquilo, sin sobresaltos. KINATAY no hace más que recordarnos el hedor de las cloacas; claro que no nos gusta, por supuesto; pero esa peste no va a irse fácilmente una vez hayamos tocado lo que está irremisiblemente podrido. KINATAY es más que un descenso a los infiernos, mucho peor, porque constata la impunidad, el vacileo de los que tienen la sarten por el mango; y es terrible porque sobrevuela la innecesariedad de lo truculento, la cotidianidad del horror. Peping (nunca un nombre fue tan afortunado para un film) es un animoso estudiante de la Academia de Policía, acaba de casarse y aspira a ascender en una ciudad, Manila, donde lo normal es caer en el fango de la miseria. El asunto del dinero es omnipresente en la historia, casi más importante que la sucesión de crímenes. Peping habla de dinero constantemente, del que aún no tiene pero tendrá, del que le presta su cuñado para la boda, del sobresueldo en trabajos especiales. Uno de estos trabajos, de manera imprevista, arrastrará a Peping al corazón mismo de la iniquidad cuando una brigada se lleve por la fuerza a una prostituta hasta una casa en ninguna parte. A partir de ahí, será testigo de lo que empieza como un interrogatorio pero acabará de la peor manera posible. Mendoza opta por dejar a Peping como un cobarde, agazapado, mudo, sumiso, incapaz de actuar, con el estupor ensombreciendo su ánimo... Gracias, señor Mendoza, estamos hasta los huevos de héroes, de gente que vence su miedo, coge una pistola, se carga a los malos y salva a la chica; en el mundo del Hollywood dorado es así, pero no en la vida real. El mal es mucho más poderoso que el bien, porque los métodos del mal son avasalladores, y eso tira para atrás al más pintado.
Luego están los críticos de cine, que se aburren porque en KINATAY no sale Chuck Norris dando hostias y haciendo que triunfe el bien. Efectivamente, aquí es el mal quien prevalece, y además no estamos muy seguros, ya al final, de cómo ha afectado una sola noche de terror a Peping, si podrá soportar ser el mismo de antes... A mí me ha parecido una película necesaria, no excelente, pero sí coadyuvante con estos tiempos tan raros que vivimos ahora.
Saludos chungales.

Taken

martes, 30 de agosto de 2011

A la tercera va la vencida



Tres, nada menos; tres veces he tenido que ver MULHOLLAND DRIVE para concederle cierto margen, para dejar de crucificarla, para cogerle puntos a favor y para pensar que no es de lo peor de David Lynch. Después de todo lo que he dicho de esta película, me parece que no es moco de pavo, teniendo en cuenta, entre otras veleidades, la incomprensible deriva de un director de cine que ha ido mutando poco a poco en un superego con patas y tupé... Así y todo, me niego a "contar" la película, a desbrozarla; y eso que no es tan complicada como pretende ser, lo que pasa es que está contada en plan guasón, para que te fijes en un aspecto sin importancia mientras las claves campan a sus anchas delante de tus narices pero disfrazadas de detalle sin importancia ¿Ingenioso? De acuerdo, lo es; pero no es menos cierto que puede asomar la pedantería clásica de los listillos. A Lynch le podía haber salido un thriller melodramático de campeonato, porque la historia tiene un plus de sentimiento que al de Montana le suele faltar la mayoría de las veces; en lugar de ello, se enfatizan una enormidad de bifurcaciones que casi nunca llevan a ninguna parte, o al menos no tienen tanta importancia como la que se le quiere otorgar. Derivar sobre los motivos esotéricos, finalmente no más que trastornos psicológicos, es lo que le resta emoción y hondura; mismo caso que los momentos puramente "lynchianos", que ya cansan un poco porque nos los conocemos de memoria y parecen calcos de otros (las canciones en directo; las apariciones de ultratumba...). Insisto, es una pena, porque aquí sí que hay una historia poderosa y no un argumento basado en una anécdota, como ocurría en INLAND EMPIRE y sobre todo en LOST HIGHWAY. Se ve claramente en la confusa y extremadamente extraña secuencia final: podemos percibir cómo Lynch intenta arañar desesperadamente la realidad que tanto se ha empeñado en dejar atrás sin éxito, porque para cuando deja de especular y FILMA como un director de cine, se desinfla y obtiene la mera apariencia de un serial barato. Encontrar el término medio, el equilibrio, siempre ha sido una virtud reservada a los mejores contadores de historias; en MULHOLLAND DRIVE ocurre exactamente lo contrario: se han tirado demasiados muebles por la ventana y ahora, que ya han llegado los invitados, nos hemos quedado hasta sin mesa para servir el té.
Saludos desdobladamente desdoblados.

Two girls

lunes, 29 de agosto de 2011

Ruinas humanas



Toni es un antiguo politoxicómano de azarosa y agitada vida, cuyas andanzas parecen haber quedado definitivamente atrás, justo donde comienza un continuo entrar y salir en hospitales. Durante seis meses, que terminarán siendo los últimos de su vida, seremos testigos de su declive físico entre bombonas de oxígeno, intensas caladas de hachís y elocuentes monólogos acerca del precio de la libertad, en su caso pagado además con una rotunda soledad, sólo rota por la omnipresencia de Foxi, una diminuta perrilla, y un vecino que le ayuda a llevar la casa y que también comparte la afición por el hachís.
De factura sorprendentemente tímida, teniendo en cuenta el jugoso personaje que ocupa la práctica totalidad del metraje, HOY EL DÍA SE REPITE DIFERENTE pretende ser espeluznante rascando en la vida, o al menos en lo que la pantalla deja como residuo de "realidad". Y, sí, en verdad es una historia tremenda, con lo justo de sordidez y el gran impacto que supone la empatía y ganas de vivir que transmite un personaje que, sin embargo, parece no poder dejar atrás un poderoso sentimiento de autodestrucción. No sé si se trata de un documental necesario o no; si quizá la truculencia (e imposiblemente sin ella) es lo único que logra dejarnos viéndolo sin que nos preguntemos si merece la pena la historia de un yonki que recuerda momentos y esplendores pasados (por ejemplo en África) y cuyo último trayecto no contiene ni un solo gramo de glamour. Ésa es la tibieza que queda tras su visionado; y es una lástima, porque la idea tiene rasgos de los grandes del género (Morris, Mekas), pero mucho me temo que no va a trascender demasiado, ni siquiera en la época más dorada del documental.
Saludos repetidos.

Lament

domingo, 28 de agosto de 2011

Rincón del freak #34: A ninguna parte y de ninguna de las maneras



El summum del frikismo (antes de Troma, claro) fue la Hammer, claro que entonces lo de freak no se llevaba, sino que se trataba de producciones modestas, sin muchas ambiciones artísticas y sí mucho afán por entretener. Y la Hammer también tuvo su declive, por supuesto; porque más allá del encanto de aquellas películas hechas con cuatro duros, lo que finalmente se produjo en los estudios británicos fue una fritada de incongruencias a cual más estrambótica. Efectivamente, eres consciente de tu estatus, sabes que es una baza en lugar de una rémora, así que empiezas a explotarlo conscientemente; ése es el principio del fin. Y en este fin de fiesta encontramos, por ejemplo, demencialidades como THE LOST CONTINENT, dirigida por un español, Miguel Carreras (convenientemente rebautizado como Michael) y que procedo a describir menudamente. Primero hay un barco, un cascarón que se dirige a algún sitio y que lleva a unos pasajeros de ambigua catadura, lo que iremos descubriendo por sus cortantes encuentros; por debajo, el huraño capitán esconde un cargamento de explosivos de manera ilegal. Hasta aquí, la verdad es que, sin ser nada del otro mundo, al menos tenemos un digno intento de cine de suspense que podría haber dado sus frutos si hubiera seguido por ahí, pero esto es la Hammer'68, señores, así que el barco se va a hacer puñetas y unos cuantos supervivientes van en una barquita salvavidas que les llevará al continente perdido, una especie de mar de los sargazos con un montón de barcos atrapados. Pásmense, porque allí resulta que hay insectos gigantes y unos moradores como cavernícolas que caminan por encima del limo con ayuda de unos globos de helio; y además el rey es un niñato, y también salen unos españoles directamente del siglo XV que no sé qué pintan, y un tipo vestido de nazareno que me hizo desear la hoja de afeitar en mi muñeca y preguntarme por qué diablos estaba yo viendo esto... Qué cosas...
Saludos absolutamente perdidos.

Lost in fog

sábado, 27 de agosto de 2011

Maravillosa pirotecnia hedonista



Tenía ganas ya de hincarle el diente a uno de los iconos más perversos y duraderos de esto del cine; y si te lo dicen antes de hacer la peli coges y te vas echando leches. Porque ahora todos quieren ser Tony Manero, pero el único que se atrevió entonces a serlo fue John Travolta, que le echó un par de narices al asunto y se enfundó en ese improbable traje blanco con camisa negra (el mundo al revés). SATURDAY NIGHT FEVER es la crónica del derecho a mandarlo todo a tomar por saco y disfrutar a lo bestia; templos del sábado noche repletos de diosas vaporosas bajo un cielo de espejos. Iconos; momentos atrapados en el tiempo que no sólo reflejan una época, pues es un rito que se hace desde siempre, pero las pistas de baile de entonces tenían algo especial, algo que las ha mantenido intactas hasta hoy. Es lo mejor de una película sumamente irregular, no demasiado hábilmente dirigida por el discreto John Badham, que pretendía vender una especie de historieta social, con un chaval de pocas luces que sueña con salir disparado del monótono agujero en el que vive y que se transforma, como un superhéroe cualquiera, de dependiente a rey de las pistas. Tony Manero se peina hacia atrás; Tony Manero marca paquetón; Tony Manero trata a las chicas con desdén, y por eso todas lo adoran; Tony Manero sabe que lo bueno no dura mucho, así que exprime el sábado noche como si se acabara el mundo. Y luego están las canciones de los Bee Gees, perfectas, evocadoras, irrepetibles; el cine americano es así: tienes una historia del montón, un director sin talento y unos actores normalitos, pero hay un nosequé que dota al conjunto de un atractivo que no tendría de haber sido rodada en Suecia o en Argentina. Se llama atmósfera, o correspondencia, la misma que conectaba, 17 años después, a Tony Manero, el chuleta irresistible, con Vincent Vega, el asesino... A lo mejor fue en eso en lo que se convirtió Tony Manero y no nos habíamos enterado...
Saludos enfebrecidos.

Can't nobody love me like you do

viernes, 26 de agosto de 2011

Chispazos de dialéctica



Quién lo diría. Si en los pequeños detalles es donde se aprecian las grandes virtudes, esta máxima se amplía en el caso del muy redundante Lars von Trier, cada día que pasa más insoportable e impredecible, a partes iguales. Un tipo con su talento no puede ir enmascarándolo con salidas de tono innecesarias y apologías de causas no ya perdidas, sino directamente absurdas. Y, de vez en cuando, hace cine.
No he visto aún MELANCHOLIA, pero me temo lo peor, no sé por qué; sin embargo, hace unos meses me acordé de que tenía pendiente una película del danés, y me puse manos a la obra. Y mira tú por dónde, resulta que DIREKTøREN FOR DET HELE (El jefe de todo esto) es una comedia estupenda, amarga, triste, punzante, socarrona y, probablemente, y aunque sólo fuese por su extrema lucidez, la mejor película de su director junto a EUROPA. Invocando el teatro del absurdo, von Trier parte de una descabellada premisa para ir transformando progresivamente lo que parece su enésima extravagancia en una inquietante reflexión sobre lobos con piel de cordero que han de sobrevivir a las dentelladas de la vida. Resulta que el dueño de una empresa ha de despedir a algunos empleados, pero como es un tipo sumamente apocado decidió guardarse las espaldas tras un personaje ficticio, haciéndose pasar él mismo por empleado, así que, llegado el momento, contrata a un actor de medio pelo para que interprete dicho papel, quedando el verdadero limpio de responsabilidad. Todo esto se embrolla maravillosamente cuando asistimos a todo un corolario de tiras y aflojas por parte de una plantilla tan heterogénea como desquiciante, lo que da como resultado que el actor dude de su valía para el encargo, para después creerse su propio papel y disfrutar de "los placeres de ser el jefe".
Como digo, una película que pasa en un suspiro, con un guión ingenioso y bien estructurado y unas interpretaciones a la altura del caleidoscopio emocional mostrado. Además, von Trier se permitió la introducción del Automavisión, un debatible instrumento, un computador encargado de decidir, en lugar del director, los enfoques y hasta los encuadres. No estoy muy seguro de su utilidad, pero pensándolo bien no deja de ser paradigmático usarlo en un film que versa sobre todo acerca de la elusión de responsabilidades del hombre moderno. Muy recomendable, en todo caso, para los que habían perdido la fe en este señor.
Saludos del jefazo.


Away we go again

jueves, 25 de agosto de 2011

El fin, los medios, las consecuencias



Impensable sería ver una película como UNTHINKABLE hace veinte años... o no. Me refiero a que a lo mejor es menos probable mostrar según qué cosas (no por su truculencia, sino por su falta de corrección política) actualmente. En este sentido, UNTHINKABLE, sin ser nada del otro jueves, tiene un par de momentos en los que te ves (oh, noble espectador) azorado por lo que parece ser una promesa de excesos visuales y hasta morales; una especie de "Baba-Yaga" moderna, donde sólo puedes esperar lo peor incluso de parte de los buenos, algo que queda un poco difuminado tras los atracones de excesividad tarantiniana y que podía haber dado un excelente thriller de suspense de haber sido un elemento al menos sopesado.
Sin tiempo para asimilar la premisa inicial (un terrorista islámico detenido afirma tener tres cabezas nucleares programadas para explotar en distintos puntos del país), el tiempo empieza a correr de manea inexorable y parece imposible lograr información, por lo que entrará en escena un turbio personaje encargado de dicha tarea, sólo necesitará carta blanca... Sí, tortura en Yanquilandia, el país de los derechos humanos; y ya sé que se trata de un pirado que va a matar a un montón de gente, no soy yo quien va a enarbolar la bandera de la integridad moral, el problema no es ese. El problema es qué clase de película se nos quiere vender; porque Tarantino introducía clases magistrales de tortura sin ninguna justificación, y ahí está la gracia, el malo y el bueno, o el malo haciéndole pupita a otro malo, da igual. Si hubiésemos tenido una ración de "haga usted lo que tenga que hacer y no se detenga hasta lograr su fin", entonces sí que podríamos hablar de "lo impensable", pero UNTHINKABLE es sorprendentemente tímida justo cuando parece haber traspasado la barrera de arrecifes de los prejuicios norteamericanos. Una lástima. El asunto lo salva un trío protagonista de altura: Carrie-Anne Moss con constante cara de preocupación y el plato fuerte, que son un estupendo Michael Sheen, que salva con nota un papel en el que jamás nos lo hubiésemos imaginado, y un recuperado para la causa Samuel L. Jackson, cuyo personaje resulta curiosamente paradigmático, y si no ¿hasta dónde hubiese llegado este film si solamente hubiesen corrido las cortinas y hubiesen dejado "trabajar a los profesionales? Nunca lo sabremos.
Ni pensar en saludos.





Chalkdust torture

miércoles, 24 de agosto de 2011

El cuerno de la abundancia desprovisto de sentido



No me extraña que Steven Soderbergh se quiera retirar del negocio; será lo que ustedes quieran (en mi caso, jamás santo de mi devoción), pero tonto no es el muchacho. Corriendo estos tiempos tan difíciles, Soderbergh ha entendido que las fórmulas se agotan, que no basta con el reciclaje y es necesario, para un director de más de veinte años de carrera, jugar al despiste y saltar por sobre los géneros de la forma más personal posible. En este sentido, THE INFORMANT! no es tanto una película de Soderbergh por todo esto, sino por los síntomas que despeja si atendemos cuidadosamente a su cáscara formal. Personalmente me da igual esa motivación tan norteamericana de "desvelar la verdad", y creo que a Soderbergh también; esto no es EL DILEMA o LA TAPADERA. No veremos a los malos corriendo detrás de los buenos para que éstos no derramen toda la información que han logrado obtener; en lugar de esa estampa tan cinematográfica, los "malos" se encogen de hombros porque tampoco ellos consiguen entender a un tipo que aparentemente nos está diciendo la verdad, pero que después se descubre que no es así, y liando aún más el asunto, no sólo es que se ponga en solfa toda una filosofía de vida, la que nos ha llevado directamente a la crisis económica que ahora padecemos (el arribismo salvaje), sino que apenas entendemos qué diablos quiere ese tipo de aspecto banal (un Matt Damon irreconocible), puesto que no busca un reconocimiento inmediato, ni hacer un uso ostentoso de la fortuna que ¿involuntariamente? logra amasar a costa del surrealista desplume al que somete a la empresa que no ha cesado de ascenderle primero y que luego se ha vuelto en su contra. Complicado ¿verdad? Por suerte, Soderbergh, que siempre ha sido mejor guionista que director, repara del embrollo en el que nos ha metido y nos ofrece los mejores minutos de este sudoku cinéfilo ya muy al final, con un Matt Damon magnífico y un personaje lastimero que ha enloquecido creyéndose su propia mentira y que es incapaz de calibrar todo el revuelo que ha desatado y de ver los límites del mismo. Un personaje desquiciado y con más sombras que luces, lo que termina por emborronarnos las propias querencias del film y su director, puede que preparando de una vez por todas su dulce retiro por incapacidad empática. Veremos.
Saludos chivados.

Informer

La linterna mágica



En ANSIKTET (El rostro), Ingmar Bergman decidió sumergirse de lleno en uno de sus temas predilectos; la necesidad o no de las ilusiones en un mundo austeramente descreído, la contraposición de valores entre lo burgués y lo bohemio y el viaje a ninguna parte, a lo desconocido, le sirven al maestro sueco para poner en pie un juego de espejos absorbente y a ratos desquiciante, donde (también) el espectador es engañado varias veces hasta quedar desorientado respecto a lo que ve en pantalla. Y eso que no creo que se trate de una de sus obras más espesas; contrariamente, ANSIKTET se inscribe en una especie de intersección entre el fantástico, el terror gótico y la comedia bufa; es únicamente el discurso filosófico de su autor el que dota de una entidad arrebatadora lo que en otras manos habría sido un divertimento.
Se nos cuenta la extraña historia del extraño Dr. Vogler y su no menos estrambótica troupe, que viajan en una destartalada carreta presentando un espectáculo de magia basado en ciertas habilidades magnéticas, lo que ya suena raro de por sí. Vogler oculta su verdadero rostro bajo una peluca y una barba postizos y jamás pronuncia una palabra; su joven ayudante es en realidad su esposa, haciéndose pasar por un muchacho; terminando con la inquietante abuela Vogler, una suerte de bruja experta en sortilegios y brebajes que cree firmemente en la resurrección de la carne, Tubal, que es una especie de representante que sólo piensa en retirarse de la itinerancia y el cochero Simson. Al llegar a un pueblo serán recibidos por el Cónsul Egerman, el zafio Superintendente Starbeck y el médico Vergerus, dispuesto a destapar las mentiras de dicho espectáculo. Bergman es mucho Bergman, y ANSIKTET se desplaza constantemente de un lugar a otro; no es que no se decida, es que es consciente de que la verdad es sólo una, pero la falsedad también, e igual de interesante; así que prima una rara inquietud por desvelar, comenzando por la verdadera identidad de Vogler, pero también por apoyar el escarnio que los artistas, heridos en su orgullo (aunque sustentado por lo voluble), tienen preparado a sus escépticos anfitriones, lo que desemboca en un final que podría haber filmado un Murnau, pero también (ojo) un Woody Allen desatado y juguetón. Hay quien la considera uno de los pocos fiascos del Bergman de aquella época, pero curiosamente ha ido ganando con el tiempo, sobre todo por su inclasificable y desconcertante idiosincrasia, que la sitúa, si preferimos, un poco al margen de otras obras más "bergmanianas", sea eso lo que fuere.
Saludos por la cara.





Three button hand me down

lunes, 22 de agosto de 2011

Los síntomas del soporte



Casualidad de casualidades. Entrada 500 del Indéfilo dedicada al cine norteamericano... y, sin pretenderlo, habría de recaer en la que muchos avispados, resecos sus tanques de mitomanía desde tiempo ha, no han dudado en señalar como, no ya la sensación de la temporada, sino, en un alarde de inconsecuencia, el maná cinéfilo/espectacular que salvaría los cuellos de productores lánguidos, espectadores alienados y, por supuesto, críticos sin ideas. Sí, era ese cine que Steven Spielberg se inventó hace unos treinta y pico años y con el cuál crecimos; la diferencia consiste en que aquel público no es este público, y lo que entonces era una entrega fascinada y fascinante, ahora no es más que la urgencia por rentabilizar una pléyade de recursos visuales que corren el riesgo de no servir absolutamente para nada. En este sentido, SUPER 8 no aporta nada al género "Spielbergiano" que lo mejore o reafirme, máxime cuando el genio de Ohio (curiosamente, el estado donde se desarrolla esta película) parece haber renunciado a sus propias convicciones para intentar filmar de una manera mucho más consecuente, lo que no necesariamente le ha dado sus mejores títulos.
En fin, que de repente nos encontramos en mitad de 1979, con esos personajes megaestereotipados que rezuman integridad y solidaridad por los cuatro costados; loable, pero la integridad del siglo XXI es la misma que la de entonces, solo que ya no estamos dispuestos a tragarnos cualquier cosa porque no nos queda nadie igual de ingenuo a quien contárselo. Hay un bicho, que apenas se ve y que no aporta nada al film; si lo hubieran eliminado a los veinte minutos ni se habría notado. Hay un montón de lugares comunes provenientes de títulos que ustedes conocen igual de bien que yo. Los actores están cada uno en su papel, y nadie reclama el protagonismo, que es lo suyo cuando de solidaridad y buenas maneras hablamos. Pero no hay emoción y sí mucho ripio; nos sabemos de memoria lo que va a salir de la boca de cada personaje antes de que hable, y nos imaginamos las marcas en el suelo, como en una mala obra de teatro que aspira a recrear un clásico. Así, lo mejor es lo que ningún J.J. Abrams de la vida va a atreverse a usar como núcleo duro de una historia bien contada; los delirantes rodajes de ese pizpireto grupete de chavales, una peliculita de zombis en adorable Súper 8, son la auténtica metáfora de la supuesta pérdida de la inocencia en la que han querido embarcarnos. Pero para eso no hace falta que descarrile un tren con un alienígena dentro, basta un beso inocente o la pérdida de un amigo... No hay más...
Saludos nada nostálgicos.

De viaje

domingo, 21 de agosto de 2011

Rincón del freak #33: Otra de las que ve Benedicto XVI para relajarse en los aviones



A ver... pastelón de los que se resumen en un par de líneas. Los jóvenes pijillos estadounidenses no hacen botellona, se van a los hospitales abandonados (a mí me preocupa que haya tantos, teniendo en cuenta lo de la seguridad social...) a pasar la noche, que es lo que mola. En el cartel promocional pone que algunos hospitales no tienen planta trece; añado que aquí somos más modestos y no llegamos ni a la diez, lo que tampoco sé qué coño quiere decir, claro... Y nada, que allá van estos insensatos, que prefieren los pasillos oscuros y mugrientos a una marisquería en el centro, por lo que tampoco nos conmueve demasiado el hecho de que se los vayan cargando. Yo propongo a todas estas productoras de mierda, que producen mierda, que se lucran con la mierda, que te venden la mierda como si fuera Chanel Nº5, que (después de irse a mamarla profundamente) por favor nos/se hagan un favor de valor incalculable y se dediquen a los cortometrajes; son más baratos, más digeribles y sobre todo más cortos. Esta basura atiende al onomatopéyico titulito de BOO, y lo mejor, lo más reseñable, es cómo la distribuidora patria se ha estrujado la sesera para cambiarlo y sustituirlo (aprovechando la tipografía) por un proustiano HABITACIÓN 333... Jejejejeje! Si es que no tenemos remedio...
Que ustedes lo pasen bien. Saludos.






K 333 third movement

sábado, 20 de agosto de 2011

Tiempos nuevos, tiempos salvajes



COLLATERAL es una película que había empezado a ver unas cuantas veces sin llegar a verla entera; el oltro día cambió la cosa. Decidí entregarme al mundo de Michael Mann, al que no le importa lo más mínimo "hipotecar" su integridad intelectual con tal de que los parámetros de su cine se mantengan bien sujetos a ese mundo, en el que imperan los cambios de ritmo, la tensión creciente y el respeto a la verosimilitud de una trama que siempre flirtea con el desastre. Iconoclasta, lacónico y expresionista, Mann logra en este film sublimar lo que inició hace ya bastante tiempo con aquella barbaridad que atendía al nombre de Miami Vice, le pese a quien le pese, una de las series más acojonantes de todos los tiempos. Y sublimar es jugársela nada menos que con una pareja imposible, formada por un muy creíble Jamie Foxx y un Tom Cruise que se mueve como pez en el agua encarnando a un implacable asesino que ha de eliminar a una serie de testigos en una sola noche. Cruise parece entender por una vez que un buen actor no ha de dar la cara, sino dejar que su personaje lo haga por él; y este personaje, un caramelo, no habla, sentencia; y tiene un extraño sentido del humor y del honor; y es una máquina de matar, pero podemos leer entre líneas, en su aviesa mirada, que lo más difícil para él no es matar sino mantener intacto su estatus moral, en este caso rozando posturas nihilistas. Es por ello que puedo atisbar mucho del personaje de Cruise en el propio dilema de Mann, una vez postulado su discurso, por mantenerlo a flote, defenderlo en una industria cada vez más banal. COLLATERAL puede que sea su mejor película, la más redonda, la más entretenida, la más original y la que abrió ese nuevo género dentro de otro género, en el que ni los malos son tan malos, aunque sean malos, ni los buenos tienen cojones para ser malos, aunque les gustaría. Sé que la han visto, así que les ahorraré las monsergas y sólo les diré que para un sábado por la noche está de puta madre... Dicho queda.
Saludos a sangre fría.






United States of Eurasia+Collateral Damage

viernes, 19 de agosto de 2011

La era del miedo y la muerte



Comienzo del curso indéfilo 2011/2012... A falta de Liga, sed bienvenidos una vez más.
Hoy, una bonita película de esas que ahora gustan mucho y que la gente va a ver al cine.
El caso es que me esperaba otra cosa cuando me dispuse a ver BLACK DEATH, algo mucho peor, como la basura que protagonizó Nicolas Cage no hace mucho. Sin embargo, no seríamos justos con un film que se esfuerza con todo lo que tiene a su alcance por desmarcarse del cliché; y lo hace acercándose a propuestas tan poco convencionales como EL NOMBRE DE LA ROSA o AGUIRRE, de Werner Herzog. Por supuesto, ésta es una peli de espadazos, sin muchos efectos raros pero destinada a entretener más que a inquietar. El problema es creerte tu propia circunstancia, lo que hace derivar lo muy entretenido de la primera hora en un galimatías existencial a lo Shyamalan (sí, demasiadas referencias y demasiado inencontrables entre sí), solo que sin un giro final definido, sino apelando a una suerte de "Ah, que usted creía en Dios... Pues entonces allá usted..."; un interesante debate que necesita, evidentemente, un poderoso guión y un director sin miedo a las grandes preguntas, lo que tampoco encontraremos aquí. Lo que sí encontraremos, y por eso merece la pena dejarlo claro, es un grupo de actores, comandados por un excelente Sean Bean, que son el punto fuerte de la película; una recreación impactante y verosímil de una Edad Media devastada por la Peste Negra; unas escenas de lucha muy creíbles, con gente que se cansa y rozaduras que luego hay que curar. Es decir: blockbuster de calidad y con ínfulas autorales que nos hace esperar lo mejor de este joven director británico, siempre y cuando sea capaz de mantener una cierta e higiénica distancia con Hollywood, lo que tipos como Nolan no han logrado, y por eso BLACK DEATH nunca podría haber sido filmada en despachos de caoba. Y ustedes lo saben.
Véanla una noche de verano de éstas aburridas, no les decepcionará.
Saludos infectados.



Chronic infection

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!