sábado, 31 de diciembre de 2011

La cima



No se me ocurre un título mejor que FANNY OCH ALEXANDER para clausurar este año que para El Indéfilo ha sido intenso a más no poder. El final del año, el comienzo de otro; las convenciones familiares, los susurros esquinados, las buenas intenciones ahogadas por los gritos de autoridad. La represión, la infelicidad, el asesinato de la inocencia. Hombres y mujeres reunidos, débiles y fieros, con carne ante ellos; ellos son carne, ojos que buscan otros ojos, manos que tocan el desamparo. Fin de año; fin de fiesta. Bergman entendía que sólo puede buscarse la verdad mostrando la mentira, los mentirosos, los que se escudan en sus propios rituales para encontrar un sentido apacible a su insoportable naturaleza. Bergman es Alexander, el niño observador, rebelde, verdadero; Alexander ve cómo se suceden los acontecimientos, cómo se despliega el gran espectáculo humano, primero en las interminables cenas familiares, luego en la representación de marionetas. Y conoce la supresión de lo que conformaba hasta entonces su mundo, lo que hace que valore positivamente lo que antes le resultaba insoportable; enfrenta lo relativo, lo imperfecto. Suecia como lugar mítico enclavado en el final de una época, como pequeño marco de las grandes tragedias humanas. Personajes que van y vienen, que ocultan secretos tras las puertas, que desvelan sus deseos y flaquezas y obran minúsculos milagros cotidianos. Enfermedad, muerte, decadencia y alegría y goce de los sentidos; automatismos y titubeos, luz y oscuridad y chistes privados y moralinas sustitutivas. La gente ya existía antes que nosotros en todas partes, y estaban vivos, vivían con sangre por sus venas y organizaban reuniones familiares para no tener que reconocer que iban a salir del mundo de la misma forma que ingresaron en él. Y Bergman pone la cámara justo ahí, en el caudal de la incertidumbre humana, y ajusta la luz de gas para obtener infinitas tonalidades, para mostrar sólo lo justo u obligarnos a cerrar los ojos ante tanta claridad.
Se cumplen treinta años de esta obra maestra absoluta y no se me ocurría una fecha mejor que ésta, la última, para traerla, cabecera incluida, y volver a recomendarla; no se puede entender el cine del siglo XX si no se ha visto con el respeto que merece. Sean felices.

Symphony Nº 2 (II)

viernes, 30 de diciembre de 2011

Teorías conjugadas sobre la relatividad



Se acaba el año, lo que pienso aprovechar para desapegarme aún más de unas fiestas que ni comprendo, ni comparto, así que me parece mejor canalizar estos turbios deseos en forma de películas que realmente sí me han conmovido y hasta, en el mejor de los casos, sorprendido. Es el caso de SLACKER, en mi opinión lo mejor que ha rodado el prolífico y muy de actualidad Richard Linklater. Segundo largometraje, SLACKER corrige y aumenta lo apuntado tres años antes en la seminal IT'S IMPOSSIBLE TO LEARN TO PLOW BY READING BOOKS, y da una lección de frescura e inventiva a la inagotable camada de lo que, con los años, devino en una sospechosa burbujita llamada mumblecore. Primero porque Linklater sí que tiene un montón de cosas que contar, después porque la habilidad consiste en hacernos creer que la cámara realmente sobrevuela una ciudad cualquiera (en este caso, Austin. TX.) para detenerse caprichosamente en la infinita sucesión de conversaciones que se producen un día cualquiera y sin que necesariamente deban tener una conexión entre ellas. Lo maravilloso de SLACKER es su "armadura", el traje que viste y con el que Linklater apacigua el verdadero y turbulento mensaje, latente tras esa revolución inacabable que es la comunicación entre las personas. Más allá de la mera anécdota, de los chistes privados y (de ningún modo) cierto cancionero popular que suele ajar lo que ha de pasar por novedoso. Revolución sí, pero absolutamente privada y a su modo llena de melancolía por un futuro estancado en el presente; se repiten las mismas constantes, la gente le cuenta sus historias a otra gente que entrará en contacto con más gente, las historias mutarán y se convertirán en otra cosa, y lo que amamos como "original" o "copia perfecta" no es más que el juguete oral de todas las situaciones en las que nos hemos ido desenvolviendo a lo largo de nuestra vida. Richard Linklater es consciente de que no se puede abarcar un absoluto, así que prefiere el discurso directo y sin ambages, lo que Woody Allen o Cassavetes entendían (cada uno a su manera) como una sucesión lógica de acontecimientos, aquí, además, envuelto en la cercanía de una cotidianidad en la que nos podemos reconocer al tiempo que disfrutamos de una prosa ágil y nada autocomplaciente. Y, sí, ya sé que no les he descrito ni uno solo de los múltiples parlamentos visuales de esta magnífica película (yo no me atrevería a llamarlos sketches), pero es que la gracia y el placer está precisamente en ver la película, anegarse de ella y luego salir a la calle... y contárselo a alguien...
Saludos de tú a tú.

Slack motherfucker

jueves, 29 de diciembre de 2011

Creer es cuestión de método



Uno puede imaginar sin problema alguno a dos entusiasmados hermanos llamados Joel y Ethan embobados ante una proyección de WISE BLOOD, la película "maldita" de John Huston. Y uno puede rastrear las huellas de este insólito y personalísimo film en gran parte de la filmografía de dos cineastas que han de pasar (a pesar de los pesares) por absolutamente originales. Es ese gorjeo casi imperceptible, luminoso y oscuro a partes iguales, ahondando en el detalle más alejado y alejándose asimismo de los lugares comunes y los mullidos abrazos visuales. Lo primero es la novela de Flannery O'Connor, su retrato de la locura antes que de la fe, o de cómo ambas se entrelazan y confunden en según qué ámbitos. Lo segundo es adaptar un texto escurridizo y malsano con la suficiente amplitud como para no acabar siendo sesgado y monótono; Huston filma a pie de acera a los predicadores callejeros como si en realidad fueran pistoleros quietos en su púlpito, francotiradores de la palabra en forma de anzuelo, del pensamiento inédito. Luego está quedarse con un aspecto por encima de los demás para que sirva de hilo conductor; verdad o mentira, creerse uno sus propias soflamas o sólo servirse de ellas como agitado medio de vida. Hazel Motes, que se coloca un enorme sombrero hongo y se guarda un viejo revólver, es el charlatán y el fanático, el imposible creador de la Iglesia sin Cristo capaz de disparar a quien rebata sus ideas; Asa Hawks, por el contrario, es el listo que se hace pasar por ciego para recaudar para él y su hija, Sabbath Lily. Lo que hace irresistible a WISE BLOOD es la imposibilidad de detectar dónde está la bondad y dónde la maldad, ni siquiera dónde están la verdad y la mentira; puede que se trate tan sólo de un lúcido y autodestructivo retrato sobre la desesperación y los desesperados reafirmando sus titubeantes puntales ante una ciudad que les es indiferente. Tan terrorífica como jocosa, WISE BLOOD se presta a ser redescubierta más de treinta años después de su inadvertida realización, quizá sirva para entender de dónde vienen ciertos "torrentes creativos".
Saludos en predicado.

In'n'out of grace

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Más allá del vaso



1984. John Huston está hasta los cojones de que le llamen "maestro" y le traten de venerable anciano. Hollywood reparte mal sus palmadas y comete el error de subestimar al viejo cascarrabias, el gran inconformista. Así que Huston le coloca la guadaña pertinazmente a Guy Gallo y le conmina a que extraiga todo lo legible de la gran obra imposible de Malcolm Lowry, porque piensa hablar sobre el alcohol como no se había hecho antes en el cine, y qué mejor obra que UNDER THE VOLCANO, más que una novela, un delirio tremendista y asfixiante acerca del punto más bajo de un alcohólico incapaz de dar marcha atrás. El cónsul Firmin, héroe inexplorado de sí mismo; una personalidad/caos tan desquiciada como mortalmente lúcida, y un hombre que es capaz de mantener su dignidad justo cuando la había perdido por completo. Y México... Con sus calaveritas y sus tequilas y cantinas desiertas; con un calor satánico y un perfumado ambiente a fiesta interminable. A sobacos sudados y chicharras exhaustas y faldas de mil volantes. Es en ese infierno paradisíaco donde Huston incrusta a un Albert Finney que pocas veces ha estado mejor, y lo maneja a lo largo de ese día inacabable repleto de botellas y reproches, de necedades y lúcidos y amargos pensamientos, que en realidad son las reflexiones de un hombre acabado que brinda por última vez por una cultura y una sociedad (las suyas) que le han decepcionado profundamente. Incapaz de asumir su propio fracaso, el cónsul Firmin decide que su último día estará repleto de sonrisas y de tiovivos; que ha de dejar a su bella y joven esposa en mejores manos que las suyas, temblonas y arrugadas. Y es ese acercarse la noche, imperceptiblemente, como un animal al acecho, ese coloquio con los que ya estuvieron en el infierno, lo que dota a UNDER THE VOLCANO de un aura irresistible, difícil si se quiere, pero tan necesaria en medio de toda esta mediocridad... De hecho, no me cabe duda de que a Lars von Trier le encantaría haber firmado una película con un sello autoral tan potente, no hay más que ver sus primeros trabajos y compararlos con esta tremenda adaptación literaria; más aún: reindagación de los códigos creativos de dicha obra. Véanla, y la de mañana también...
Saludos bajo el flexo...

Too much alcohol

lunes, 26 de diciembre de 2011

Estado de cuentas



La única razón por la que no relego a AGNOSIA a la categoría de desecho fílmico es, y quería remarcarlo muy al principio, porque bazofias mayores nos hemos tragado por venir de donde venían, y cuyo único mérito parecía proceder de su elevado coste de producción, pese a que la mayoría de las veces uno incluso llegue a preguntarse en qué diablos habrían gastado el dinero. El ambicioso film de Eugenio Mira al menos es capaz de una recreación digna de una ciudad (Barcelona) a finales del XIX; esto es (para que se hagan una ligera idea): Hay ocasiones en los que, a lo largo de sus cien minutos, te quedas mirando las calles, las casas, los trajes, las gafas... Todo, vamos... hasta que te espabilas y reparas en que ya no sabes por dónde va la narración; y aún peor: si has sufrido dicho proceso de obnubilación, puede que tengas la sensación de estar viendo tres cortometrajes en la duración de un largo o, lo que es peor, una sucesión de capítulos de esas horribles series patrias que tan de moda parecen estar en esos horrísonos mediodías catódicos. Al principio se nos promete un misterio gravemente elaborado, con la invención de una lente ultrapotente y la negativa de su inventor a que sea utilizada con fines bélicos (jojojo!!!). La cosa sigue con Eduardo Noriega con cara de preocupación y chistera; es el principal valedor de la empresa de dicho inventor y además es el novio de su hija, que sufre una extraña enfermedad llamada agnosia, a causa de la cual le resulta imposible interpretar adecuadamente los signos que le llegan del exterior (ópticos o acústicos), por lo que debe vivir aislada del mundo exterior hasta que se le encuentre una cura. Por último, entrará en escena un sirviente con aviesas intenciones, aunque tampoco importe mucho. El problema de todo esto es el siguiente: Si toda esta amalgama de situaciones nos es presentada con cierto envoltorio de "ese último cine pseudoterrorífico de producción española", y luego resulta que no hay miedo, la intriga es bostezante y nos da igual que la pobre chavala esté acosada por todas partes ¿qué nos queda que apreciar de AGNOSIA? Poco, muy poco; si acaso la intención, que no es mala; lo que sí es mala es la ejecución, como si yo diese un concierto con un Stradivarius... Me da un poco de lástima, porque Mira tenía un corto que estaba francamente bien, pero de momento habrá que seguir esperando para que ofrezca un producto menos artificioso (y aparatoso) que este. La escena final (y con esto se lo resumo a ustedes) es uno de los cúmulos de despropósitos más vergonzantes que he visto desde hace tiempo.
Saludos deformantes.

Submerge

viernes, 23 de diciembre de 2011

Convulsión, estertor, generación



Los cambios generacionales, sus cataclismos y consecuencias, han sido, con toda probabilidad, la excusa perfecta para conjugar estados de ánimo personales que, por sí solos, no darían para invertir dinero ni esfuerzo alguno. Desde hace unos años venimos asistiendo al soliloquio de un puñado de ¿directores? ¿cineastas? ¿montadores ingeniosos? a los que se les ha colgado la etiqueta mumblecore, que no es más que lo antes comentado, esto es: presupuestos inexistentes, cámara en mano, actores no profesionales, tramas vagas y un sordo cirrido a lo lejos que parece querer decirnos: "Si tenéis oídos entrenados captaréis la poesía de todo esto". Lo bueno es la voluntad, el empeño; lo malo es que toda esta parafernalia la hemos visto cientos de veces, y con mejores resultados. Como lanzadera no está mal, pero habrá que ver en qué queda todo esto dentro de un tiempo. Y como ejemplo ilustrativo de todo esto, hablaré brevemente (no da para más) de DANCE PARTY, USA, la ópera prima de Aaron Katz, que pasa por ser uno de los niños mimados (nunca mejor dicho) de este movimiento. Adolescentes verborreicos y suprahormonados que hablan de chorradas y se emborrachan porque no tienen dinero para drogas duras; los chicos sacan pecho, son gallitos que se pavonean tras una miríada de conquistas y encuentros sexuales a cual más disparatados y las chicas se ponen la manita delante de la boca y entornan los ojos para susurrar cosas tan interesantes como las tres cervezas que se bebieron en la fiesta de la semana pasada. Verano en Oregon. Camisetas y vaqueros. tiovivos y lenguetazos. Si me la pones dura te diré que tu culo es el mejor del estado... Al menos son sólo 65 minutos, que no da para creernos que estamos ante un tratado filosófico-generacional, pero uno echa en falta un mínimo gesto hacia el otro lado, algo que nos indique por qué tenemos que mirar hacia ese lado y no hacia el nuestro, que es donde mira todo el mundo en esta película que ni es comedia, ni es drama, ni es nada. Katz acaba de estrenar su tercer largo, COLD WEATHER; puede que de ahí se saque alguna conclusión menos cruda ¿Será fiel a sus principios aunque signifique un suicidio irreparable? ¿Será capaz de asumir riesgos y transformar carencia en virtud? Veremos...
Saludos amébicos.

Here comes the summer

jueves, 22 de diciembre de 2011

El que la hace la paga



Quería hablarles hoy acerca de una película que no sé si se ha llegado a estrenar aquí, pero que me parece interesante por el espinosísimo tema que toca y por la manera tan valiente que tiene de afrontarlo. Y por lo que de tristemente actual tiene, debería añadir, puesto que LES 7 JOURS DU TALION indaga en nosotros mismos, en cómo resolvemos en sólo un rápido y furioso pensamiento (sentimiento, más bien) cuando nos corta la digestión la noticia de una niña que ha sido violada y asesinada por un tipo al que es mejor no poner calificativos, puesto que carece de los mismos. Nuestra reacción suele ser casi siempre la misma: "Deberían dejarlo en un cuarto con los familiares..." Es posible, de hecho ésta es la premisa sobre la que girarán los angustiosos 100 minutos de este durísimo film. Bruno Hamel es médico, vive con su mujer y su hija Jasmine, de ocho años; un día se encuentra con la cara del asesino y violador de su hija mirándole desde un informativo, sonriente, ufano, feliz... Está detenido y le caerán un montón de años, pero Hamel no está dispuesto a quedarse en casa y languidecer hasta que un día no pueda más y tenga que suicidarse. Sabe quién merece sufrir, así que orquestará un elaborado plan para raptar al asesino y tenerlo a su disposición durante siete días, pasado los cuales lo matará y se entregará, así de sencillo. Justo lo que haríamos cualquiera de nosotros en esa terrible situación... ¿o no? El valor, la valentía de LES 7 JOURS DU TALION es no ponerse límites absurdos, sino enfocar a ese padre desesperado, lleno de odio, dispuesto a infligir a otra persona un dolor que raye lo insoportable, hasta que le suplique la muerte; y, al mismo tiempo, desarrollar de manera totalmente creíble la espiral de nihilismo hacia la que derivarán esos siete días, porque ni siquiera convertir a alguien en un mero trozo de carne sanguinolenta hace que su pequeña vaya a volver, y, a menos que se sea un sádico patológico, tampoco a arreglar una vida destrozada para siempre. La película nos pregunta directamente ¿realmente lo haríamos si tuviésemos la oportunidad? Les advierto de que no es muy agradable de ver, pero es infinitamente más creíble que mucha de la basura yanqui que nos solemos tragar.
Saludos semanales.

In only seven days

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El slasher histórico



¿Está todo inventado ya? Desde luego, el machaqueo continuado acerca de los mismos temas de siempre sí que lo está. CENTURION, de Neil Marshall, o "El nuevo pasito adelante de un director tremendamente esforzado pero carente de la chispa necesaria para deslumbrar ". Y es eso, porque CENTURION es una sólida cinta de acción (acción, aventuras, mamporros, espadazos... esas cosas...) sin muchos desparrames psicotrópicos ni licencias innecesarias; un entretenimiento de principios del siglo XXI para gente del siglo XXI, sea eso lo que sea. Así que yo me pregunto ¿qué falla entonces en CENTURION para que nos olvidemos completamente de ella un par de días después de verla? Lo dije a propósito de THE DESCENT, y creo que aquí vuelve a ocurrir el mismo y curioso efecto; donde la mayoría de la gente ve a un director arrojado y valiente yo veo a un tímido patológico que, curiosamente, no hace películas provenientes de un tímido. El cine de género, el de aventuras, no es para los tímidos ¿Qué CENTURION habríamos visto si en lugar de mostrar a Michael Fassbender en todo su esplendor atlético le hubiesen dado la oportunidad de explotar su intimidante capacidad para la réplica dramática? Una película muy diferente, desde luego, lo que ya es elucubrar demasiado por mi parte; Marshall tiene todo el derecho del mundo a realizar la película que le salga de las narices, pero algo se resquebraja en mitad de unas imágenes en pulcro HD si empezamos a mirar hacia otro lado, porque a lo mejor la atención no se logra mediante "lo técnico", a veces funciona tirar de nuestro interior y acordarnos de que una frase puede cortar tanto como el hacha más afilada ¿Que es entretenida?... Pues no lo sé, la verdad; al menos no dura tres horas, pero mantengo que este director sigue quedándose a medias, sin contentar a ninguno de los dos lados de la platea, pero hay algo que me hace confiar en él para un futuro no muy lejano... no sé...
Saludos britanos.

Centurion

martes, 20 de diciembre de 2011

Complejo, no enrevesado



Con la película de la que voy a hablar hoy, espero aclarar las dudas que pudiesen haber surgido respecto a la de ayer, pese a que ni tengan nada que ver una con la otra ni creo que pueda haber alguna duda de por qué aquélla es un galimatías perfectamente olvidable y ésta una obra maestra imperecedera y, sí, drásticamente rompedora. Primero por su complejidad. MONSIEUR VERDOUX descoloca al más pintado; crees estar viendo a un Chaplin maduro evocando sus gags de antaño y ¡zas!, de repente entra la seriedad más absoluta, con cabida para el melodrama, la denuncia política (la crisis económica, omnipresente hoy día, sobrevuela toda la película), el sarcasmo hacia la zafiedad y frivolidad de las clases altas y, en definitiva, la tremenda lucha interior de un personaje al que sólo mueve un único motor: el amor incondicional a su familia y el deseo de que no les falte nada. Para ello, el polifacético Verdoux, antiguo cajero de banco, se convertirá en una especie de Ripley refinado y despiadado, que seduce a insatisfechas ricachonas con el fin de asesinarlas y quedarse con su dinero. Uno de los aspectos clave reside en la habilidad tanto del Chaplin actor como del director para lograr que en todo momento el asesino no nos caiga mal, y, en cambio, el ramillete de "víctimas" (mención especial para la "insoportable" Martha Raye) terminan incluso por justificar los actos de Verdoux. En realidad, Chaplin juega con los tiempos narrativos a las mil maravillas, algo que proviene de su etapa muda y que consigue que nos olvidemos de un asesinato a sangre fría al principio del film (prácticamente el único, exceptuando el que luego comete para zafarse del policía que lo detiene) y empecemos a conocer a ese otro Verdoux, el que toma café en terrazas parisinas, regala toneladas de flores y se apiada de una muchacha que le abre su corazón a la bestia, en una escena con reminiscencias tanto a A WOMAN OF PARIS como a THE KID. Del demoledor final, rodado con una elegancia inusitada, no les digo nada; sólo me gustaría terminar resaltando la vigencia de esta obra extraña, afilada y angulosa, capaz de hacer pasar de la risa desatada a una gélida seriedad en cuestión de segundos; una obra en la que difícilmente podría salir mal algo, teniendo en cuenta que se trataba de una idea original de Orson Welles. Y aun así, MONSIEUR VERDOUX sigue siendo "la película rara" de uno de los grandes genios del séptimo arte; y es que hasta Chaplin tenía sus cosas... Imprescindible.
Saludos desde la floristería.

La mauvaise réputation

lunes, 19 de diciembre de 2011

Como una herida abierta



El comienzo de LOVE EXPOSURE es prometedor, lo reconozco. Sion Sono despoja de artificios la imagen y muestra a un insólito sacerdote cristiano japonés hablando con su hijo. Sobrevuela Bergman, Eustache... el cine de la palabra, que no necesita explotar cohetes para deslumbrar. Me cercioro, sin embargo: 237 minutos... ¡237 minutos!... El problema no es la duración, no me cansa un metraje determinado, sino cómo se va a mantener el nivel, de qué forma LOVE EXPOSURE va a ser capaz de responder a lo que tantísima gente ha dicho sobre ella. Pasan los minutos. Nada. Lo que estoy viendo ya lo he visto muchas veces; ya no hay palabra, sólo imagen; y la imagen queda suspendida un segundo y medio, justo para provocar que el espectador retenga esa imagen y la abduzca en función de su propio disco duro. De nuevo el manga, y a quien le apasione pues está claro que lo pasará muy bien con esta barrabasada, pero a mí me produce un sopor muy profundo ver a un alfeñique con flequillo gesticulando mientras le hace fotos por debajo de las faldas a ingenuas marineritas. Igual de cansino es que otra marinerita coja una katana y saje safenas y yugularescomo pidiendo perdón... Y detrás de todo ello, no sé si por venganza personal o qué, cruces y motivos cristianos, solo que sacados por completo de contexto ¿A qué se refiere? En realidad ¿de qué diablos va LOVE EXPOSURE? ¿No podía haber hecho una miniserie y vendérsela a la HBO? Ustedes hagan lo que quieran, pero son cuatro horas de chavalería desbocada por el camino de sus hormonas, como Verano Azul pero con katanas... Que dios les coja confesaos...
Saludos expositores.

Do you love me now

domingo, 18 de diciembre de 2011

Rincón del freak #48: Por qué a Jesús Franco le hacen homenajes y a otra gente no



Internet es el paraíso y el infierno, el todo y la nada, lo trascendente y lo superfluo danzando sin otro fin que dar cabida, conciliábulo y expansión a cualquier cosa que a usted, "sincara" insatisficible, pudiera o pudiese ocurrírsele tener al alcance de un clic cualquiera. Una vez dicho esto tan largo y chorrica, lo que sí creo es que con la coña esta de que los accesos sean por la patilla conlleva un reverso muy pero que muy tenebroso. Eso sí que da miedo, y no tres jovenzuelas (tipo medio... casadera... de urbanización de mediados de los setenta y cole de Barbies, vannette incluida...) tirando de una cadena que se han encontrado en un bosque. Sí, voy a contarles de qué va un horror llamado WAKE THE WITCH, enésima aproximación (ya cansa un poco) a la cosa esta de las brujas que están en letargo una pila de años hasta que a alguien con alma de dominguero le da por despertarla. Al menos Jesús Franco sacaría a la bruja en cuestión, con su maquillaje de todo a cién y ropajes del un... dos... tres... responda otra vez; y, sí, tendría su gracia y nos iríamos tranquilamente a por un solomillo al whisky a Casa Urbanejas, la tasca de al lado del derribo... Pero no, "despertar a la bruja", según el ideario yanqui de urbanización, consiste en que tus familiares cojan la gripe y se metan bajo el edredón, tu hermano se vaya el fin de semana sin decir nada y a ti te parezca rarísimo, cortar con el novio y que el perro coja el moquillo... La bruja... lo que es la bruja no sale, pero hay unos zombis antisistema que miran a la gente desde lejos y luego se van por ahí... Ah, y la prota tiene un Beetle de los nuevos, que para mi gusto nunca molarán tanto como los antiguos, con esos faros redonditos y esas capotas de goma tan chulas... Vaya, que no pierdan el tiempo con esto, mejor inviten a comer a un Yanomami, sale más rentable...
Saludos aviares.

The black witch

sábado, 17 de diciembre de 2011

Sin tesis no hay paraíso



Enfádense. Indígnense. Pataleen. Sean incorrectos... Lo que sea, pero, por favor, no se repitan. Y saquen de contexto a Bava y a Argento, a ver si sigue siendo tan consistente su entramado visual, su iconosofía perpetrante. AMER lo ha hecho, ha obrado el milagro (o la herejía, pensarán algunos). AMER no está rodada en los sesenta ni en los setenta, ni siquiera en los diabólicos ochenta, sino en 2009; y como no puede ofrecer un tributo digno a sus maestros, prefiere despeñarse por lo desconocido, prescindir de todo argumento e indagar en los porqués del desasosiego visual del giallo, no como vehículo para estructurar cierto terror, sino para algo mucho más inteligente: activar resortes ocultos en nuestro subconsciente. Un asesinato puede no ser sólo un asesinato, ni un asesino, ni una víctima; a lo mejor puede ser una crítica hacia la represión sexual, o un alegato contra la alienación. En este sentido, los jóvenes Cattet y Forzani emprenden su particular salto al vacío en tres partes bien diferenciadas. La primera es un un delirio visual claustrofóbicamente situado en una extraña casa, donde una niña espía los juegos amorosos de sus despóticos padres mientras huye, de habitación en habitación, de una anciana (o eso suponemos) que la persigue sin que sepamos bien los motivos; casi una pesadilla a tiempo real (si es que es posible tal cosa). El segundo segmento nos presenta a la niña adolescente, en plena explosión sexual y en un marco muy diferente: un típico pueblo mediterráneo, circundado por carreteras sinuosas y acantilados sobre un mar de azul intensísimo. Aquí la película satura las imágenes de un brillo extra y muestra la indefensión de la chica ante las embrutecidas miradas de los hombres; otro tipo de pesadilla que dará paso al último "capítulo". Aquí, el homenaje a Argento parece aún más explícito, puesto que se hace patente la figura amenazante del asesino, que perseguirá a la ya mujer, que vuelve al caserón familiar. Envuelta en azules anochecidos, esta conclusión se bifurca en el giallo propiamente dicho y en su equivalente psicológico, posiblemente la desfloración (la navaja/pene omnipresente) y el miedo al sexo concebido como acto brutal, que concluirá con una serie de malentendidos. AMER no es una película muda, pero nadie habla, ni su método narrativo usa la expresión hablada; hay, eso sí, ojos nerviosos filmados en primerísimo plano, bocas, cabellos sueltos flotando, venas destacándose... Un cine de lo físico que apunta a lo psicológico; Bava y (sobre todo) Argento, por supuesto, pero con la plena consciencia de que ese cine, muerto y enterrado desde hace tiempo, sólo puede ser concebido hoy día desde el guiño herético de una tesis sin lamentos. Véanla si pueden.
Saludos inquietantes.

Giallo

viernes, 16 de diciembre de 2011

Poder absoluto



No entiendo por qué SALÓ, O LE 120 GIORNATE DI SODOMA es, a estas alturas, una película tan perseguida, si por mí fuera yo la pondría en los colegios... ¿no les parece? Tomando de la mano esa frase que tanto me gusta y que tantas veces he puesto en este blog, Pasolini entendió perfectamente que el hombre-masa está dormido a perpetuidad, por lo que es incapaz de emitir un juicio crítico hacia lo que le rodea, aunque esto vaya claramente en su contra, por lo que se dejó de palmaditas y cogió el mazo... y golpeó. Además ¿es que no se ve sin problemas? Independientemente del sadismo que impregna cada minuto del film, lo que más me llama la atención es la imperante, casi omnipresente voluntad de poder desplegada por unos personajes deliberadamente arquetípicos, remarcados con rotulador. Lo que aterroriza en SALÓ... no es el acto, es la palabra. La palabra manda, la palabra resquebraja cualquier convención social; la palabra es mucho más poderosa que la tortura o las vejaciones físicas. Y es especialmente significativo el silencio de los esclavos (incluso de los guardias) frente a la verborrea esputada por los cuatro "señores", sólo punteada por los tremendos relatos de las viejas prostitutas. El sometimiento sobreviene a partir del silenciamiento, el resto es la particular exhibición de atrocidades que constituye el mazo de Pasolini golpeando; más o menos vitriólico, enlodado, sardónico o cuantos adjetivos se le quieran poner a un puñado de imágenes que, parézcales mentira o no, son de una belleza estética desarmante. Retrato lucidísimo de los crímenes que el hombre es capaz de inventar hacia sí mismo, SALÓ es una espiral de depravación nihilista que contiene algunos momentos realmente memorables, como la escena de travestismo o las torturas observadas con anteojos a distancia; una distancia obligada, como si Pasolini hubiese accionado un dispositivo artificial sólo para ser observado desde fuera. Y no me parece una cima del malogrado director italiano, le sobra contundencia y le falta mirar de frente al espectador que anhela algún tipo de reflexión final y no un torpe baile entre dos idiotas, pero aun así sigue siendo, casi cuarenta años después de su controvertida realización, uno de esos escasos films con la capacidad de removernos en nuestra acomodada (y nunca bien asumida) posición moral ¿Repugnante? No, amigos; repugnante es EAT, PRAY, LOVE... Yo las ponía en sesión doble en los colegios, a ver qué pasaba.
Saludos dulces y cariñosos.

Atrocity exhibition

jueves, 15 de diciembre de 2011

El empeño al servicio de la pulcritud



¿Qué se puede añadir a lo ya dicho sobre THE SHINING? Poco, creo; más aún si creemos firmemente, como es mi caso, de que no se trata de una película en absoluto compleja, tan sólo de una estilización y puesta al día del género terrorífico que supuso un decisivo paso adelante en cómo entenderíamos dicho género hasta el día de hoy. Lo primero que me gustaría es dividir y diferenciar sus dos sustentos: la imagen y la palabra. La novela de Stephen King indaga mucho más en la sinrazón de su personaje principal, Jack Torrance, y lo dota de ese aura inconcebible de maldad intrínseca, un poco al margen de lo que el hotel Overlook desprende como continente de unos actos pretéritos que, efectivamente, caben ser explicados, aunque sólo sea para que luego Torrance no sea un lunático más, sino "el lunático" con mayúsculas. En el film, por el contrario, dicho clima de extrañeza parece converger hacia la brutalidad de una personalidad fragmentada y reconstruida en torno a un poderoso deseo de destrucción. Sólo muy al final de la película, Kubrick parece querer advertirnos del hotel y sus intrahistorias, mientras que su nada desdeñable metraje prefiere atenerse a lo que sus escasos personajes significan, no tanto entre ellos, sino alrededor de una soledad casi insoportable ¿Historia de fantasmas? ¿Ajuste de cuentas fuera de campo? ¿Simple violencia con el joven Alex observando desde un rincón? THE SHINING ha ido extrayendo vetas de valor a lo largo de estos años gracias a lo que para producciones con menos calado sintético suele ser un hándicap: la imposibilidad de conciliación de sus ramificaciones narrativas, conscientes de serlo o no. Así, Kubrick apenas necesita quince minutos de violencia física, puesto que cuenta con un megahistriónico Jack Nicholson para dejar claro el deterioro psíquico de su personaje; mientras tanto, un niño avanza por un pasillo en un triciclo (van Sant 25 años antes de su supuesto hallazgo) sin que sepamos si pesan más los misterios tras las puertas, las figuras surgidas tras las esquinas o las extrañas fotografías que evocan todas las intrahistorias que subyacen bajo este expresivo y expresionista clásico del terror moderno. Desde luego, un sugerente retrato acerca de la maldad y el absurdo de querer explicarla. Véanla siempre que puedan.
Saludos hospedados.

Snow song Pt.1

miércoles, 14 de diciembre de 2011

(Una) Historia



Pues resulta que, allá por el Siglo XI, hubo una chavala que llegó a ser Papa... o eso dicen los intrigantes, los herejes, los rojos... Tiemblen, tiemblen, que los masones y tarotistas llegan cargados de cuentos para no dormir; les sacarán la sangre y las mantecas a los infantes de cada aldea, dejarán estériles los sembrados y yacerán con las vírgenes, sin que haya de quedar una sola... En fin, que digo yo que si diez siglos después esto no ha llegado a suceder será porque lo del nombramiento del Papa es simplemente perdurar eternamente mediante la exclusión. Simple y efectivo. Aparte de estas consideraciones, y teniendo en cuenta que el buró vaticano siempre me ha olido a lo que huele algo que existe desde hace dos mil años, como yo a lo que acudo aquí cada día es a desparramar unas líneas sobre cine, pues hablaré, aunque poco por hoy, de una medio película medio miniserie llamada DIE PÄPSTIN, que da cuenta a su manera de esta cosa tan preocupante para los católicos y tan nimia para los no creyentes. 150 minutos de pulcritud visual, ni un gramo de grasa y ni un solo dato sangrante, únicamente los esfuerzos denodados de la joven Juana, que se hizo pasar por hombre para ingresar en el clero y cuya gran inteligencia y (claro) sentido piadoso (sea esto lo que sea), la elevarán hasta ser nada menos que Papa, con la pega de que en Roma lo que era Juana se hacía pasar por Juan, claro... Resumiendo: un tostonazo de los de mediodía con café y mantecados, sólo apto para digestiones lentas y con nulas claves para lo que es vendido como "¡Il grande misterio!"... En lugar de perder el tiempo con esto, les recomiendo que echen un vistazo a POPE JOAN, del nunca valorado Michael Anderson, y con una espléndida Liv Ullmann en el papel principal. Hala.
Saludos papales.

An audience with the pope

martes, 13 de diciembre de 2011

El dios demonio



Dios no tiene cara, no tiene cuerpo ni circunstancia mediante la que se pudiera, llegado el caso, discutir el porqué de sus actos. El demonio tampoco. Quizá sean la misma cosa, o dos partes de un todo perfectamente definido. Desde luego, algo irrechazable es la idea (católica, por supuesto) de que las deidades sólo encuentran su propia razón de existencia por el hecho de que han de manejar los actos de los hombres, esas pobres y miserables criaturas incapaces de forjar un solo minuto de su insignificante vida por sí mismos. Puede que el único director de cine que ha indagado acerca del libre albedrío, el azar, las conductas morales y sus últimos significantes de índole religiosa haya sido Robert Bresson; y el culmen de su parca obra, sin que signifique su gran obra maestra, puede que sea L'ARGENT, donde adaptaba (es un decir) "El billete falso", de Tolstoi. Hay un billete falso, un montón de malas intenciones, engaños, avaricias, calumnias. Hay un chivo expiatorio que pagará con la cárcel el imposible resarcimiento de un delito que no ha cometido en principio, pero que se tornará cruelmente en una acusación en toda regla que habrá de llevarle a la cárcel, donde irá progresivamente convirtiéndose en un verdadero criminal. Me niego a admitir rastro alguno de cierta "lección moral" en este áspero y "ultrabressoniano" (a la postre, su título póstumo) relato visual; más aún: lo que Bresson pone de manifiesto es que dios y el demonio habitan el mismo cuerpo, que su dirección de los actos humanos no responde al bien ni al mal, sino a las complejas interactuaciones dentro de una sociedad, capaces de cambiar al mejor de los hombres en un delincuente sin remilgos. El dinero interactúa con el consentimiento de unos padres, capaces de acusar a un hombre y llevarle a la perdición por encubrir a su propio hijo; el jurado interactúa con los prejuicios típicos de una sociedad burguesa, perfectamente capaz de definir qué lugar ocupa un obrero cualquiera y qué lugar ocupa un estudiante de clase alta; ni que decir tiene cuál será la tendencia de unos dependientes (la mitad del plebiscito) a la hora de inclinar su acusación.
L'ARGENT no es cine visual, no es un entretenimiento primario para solazarnos comiendo palomitas, así que quizá sea mejor que no se tomen la molestia de buscarla para verla, no vaya a ser que un billete falso se interponga entre ustedes y su plácida vida burguesa...
Saludos en bancarrota.

Money

lunes, 12 de diciembre de 2011

¡Qué barbaridad!



No es que una película/artefacto como CONAN THE BARBARIAN nos suene a vista decenas de veces. No, aunque también. No es que se muestre en todo momento absolutamente incapaz de suscitar la más mínima emoción, sea ésta la que pueda ser. Ni que uno mueva los pulgares viéndola, como frente a su consola de videojuegos. Es todo esto, sí, pero hay algo más, debe haberlo. Debe haber algo de difícil definición para comprender, al menos, cómo se llega a una modificación plástica y semántica de una radicalidad tal que sea imposible encontrar algún rastro de lo que el cimmerio más famoso de todos los tiempos dio al séptimo arte hace ya treinta largos años; por supuesto, de risa sería intentar hablar de la obra maestra de Robert E. Howard, a la que ya no era fiel ni aquélla. CONAN THE BARBARIAN es a la saga "Crepúsculo" lo que ésta es a Disney Channel: una pose en busca del desprendimiento autoconsciente de toda frivolidad. El resultado es también idéntico: Ctrl+C/V descarado, incluso para el cinéfago de memoria más quebradiza. La desfachatez, por supuesto, también es la misma. Jason Momoa podría haber dado el pego, pero sólo confirma que el parecido físico es lo de menos, porque Arnold Schwarzenneger lo hacía infinitamente mejor, simplemente porque a Conan es mejor no interpretarlo, basta con sacar el lado garrulo de gama más básica. Aquí, nuestro bárbaro no sólo es valiente y decidido, sino que encima es cortés con las damas y hasta bien hablado; ni un taco o improperio, sólo un par de cejas zapateriles y un cuerpo sospechosamente aseado. Le acompañan un negro con acento jamaicano... (no me pregunten por qué), un ladrón con acento francés, que además no roba nada en ningún momento, una virgen que no duda en perder dicho "tesoro" a las primeras de cambio (por cierto, ni follando es brutal este Conan...) y Ron Perlman, haciendo lo suyo durante diez minutos; mientras que los malos se limitan a ser un padre y una hija, el padre busca una careta que luego no sirve para nada, y la hija tiene las uñas largas... Yo, por mi parte, nada más excepto recordarles que tanto las novelas de Howard como la excepcional serie de comics ("La espada salvaje de...", sobre todo) sí son puro Conan. Esto, no.
Saludos deshibernados.

Barbarism begins at home

viernes, 2 de diciembre de 2011

Demasiado idilio para el drama



... O para la poesía, la que tan fehacientemente, con tanta insistencia, se le ha de presuponer a un artefacto tan fallido, tan equivocado en sus preceptos, como lo es MAREA DE ARENA, una coproducción (glups!) entre México y Argentina, dirigida por un desconocido Gustavo Montiel Pagés y localizada en una Patagonia tan suavizada que antes pareciese que estuviésemos enclavados en la costa gaditana???... Fotografía a cargo de Carlos Rossini, con un montón de dunas ondulantes, puestas de sol inacabables y un mar de postín, o de postal. Actores haciendo lo que pueden, con Damián Alcázar al frente, pese a tener un rol más secundario que unos intrascendentes Daniel Kuzniecka y Edurne Ferrer. Y la trama... Aquí la cosa se despeña y no hay vuelta atrás, es el problema de tomarte demasiado en serio a ti mismo (ya que el director firma también el guion), puesto que mucha casualidad tenía que ser que en un pobladito patagónico coincidieran un fotógrafo artístico, una bailarina de strip-tease y un tipo dedicado al estraperlo siniestro, que no sé lo que es pero queda chulo así escrito... Con estos mimbres lo que no te va a salir es LIVERPOOL, desde luego, sino un episodio de telenovela de lo más ramplón. Que si me pusiste los cuernos, que si de aquí no te vas, que le compro una pistola a éste, o que edito un libro de fotografías pero la melancolía invade mis sentimientos cuando juego al Jenga con mi hijo... No sé, un peñazo que intenta muy vagamente seguir los pasos estilísticos de Iñárritu, pero que no sólo hace bueno a éste, sino que indica el peligro de (co)producciones encorsetadas y con muy poco que aportar, apenas un par de apuntes técnicos. Intrascendente.
Saludos arenosos.

Decidí

jueves, 1 de diciembre de 2011

Verde oscuro



GARAGE es una película pequeña, lo cual no tiene por qué ser sinónimo de "amable", que es algo que aquí nuestros directores parece que no quieren aplicarse cuando manejan presupuestos pequeños. Pequeña, sí; por su espartana localización (apenas la gasolinera donde trabaja el protagonista, el pub donde va después y su modesta casa), su puñadito de personajes y, sobre todo, la claridad y dedicación con la que aborda temas verdaderamente espinosos. Y olvidémonos del equívoco; GARAGE no es la enésima película de buen corazón con un protagonista que arrastra una pequeña deficiencia mental que, sin ser un tonto de remate, sí que necesita un par de minutos para comprender lo que ocurre a su alrededor. Y lo que ocurre no es, insisto, la típica sucesión de gags aprovechando dicha limitación; no, porque lo que ocurre es que Josie, visto con la distancia adecuada, es probablemente la persona más íntegra, bondadosa y elocuente de su pequeña comunidad; ergo: Josie es incapaz de ser feliz; no, desde luego, como lo son los demás. Y lo intenta. Lo intenta poniendo todo su empeño en la tediosa rutina de la desolada gasolinera donde trabaja, aunque no se dé cuenta de que es una ruina que tendrá que cerrar tarde o temprano. Lo intenta con los desgraciados (porque lo son mucho más que él) con los que conversa en el pub; y lo que él entiende como bromas entre colegas no son más que humillaciones hacia su persona. Lo intenta con el otro sexo, pero un par de frases pueden ser tomadas casi como un intento de violación. Y lo intenta, finalmente, con David, el introvertido adolescente al que el dueño de la gasolinera, liado con su madre, manda para que "aprenda" a desenvolverse junto a Josie. David parece, poco a poco, el único ser que toma en serio a Josie, pero ni aun así parece que nada vaya a salir bien. GARAGE, como decía antes, arrasó en los premios de la Filmoteca Irlandesa de 2008 por delante de otros títulos más obvios; y, francamente, no me extraña. Se trata de un lúcido y muy sensible relato sobre la estupidez humana, de lo poco que queremos entender al de enfrente y lo egoístas que somos aunque esto no nos traiga más que miseria moral. Aquí, Josie no es el idiota, lo parece pero no lo es; Josie no es más que la víctima de un entorno que no entiende. Hermosísima.
Saludos en el porche a media tarde.

Joe's garage

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Una entretenida espiral de sinsentido



De vez en cuando, me paso por los derroteros (magnífica palabra) de FilmAffinity, sobre todo cuando no me acuerdo de tal o cual nombre; de vez en cuando también leo algunas de las opiniones vertidas en dicha página, supongo que una de las más leídas y/o visitadas (que no es lo mismo) por todo cinéfilo que se precie y desee rescatar información de casi cualquier película. Como no domino bien el coreano, me he ido a dicha página para transcribir algunos nombres asociados al film AKMAREUL BOATTDA, o mejor, I SAW THE DEVIL, que pudo verse, como todos recordarán, en el Festival de San Sebastián del año pasado. Bien, Luis Martínez la califica de "magistral"; Carlos Boyero de "engendro". ¿Alguno de estos señores que se ganan el pan hablando del trabajo de otros ha contemplado la posibilidad de que I SAW THE DEVIL no sea más que un entretenimiento de corte explícito? Es decir, que a estas alturas no debería extrañarnos que una película de género (sí, lo es: del género Psychokillers) se regodee en sus propias técnicas visuales para explicitar lo que en otras épocas era tratado con el mucho más inteligente empleo del fuera de campo. Tampoco que lo haga a lo largo de dos horas y media que alaaaaargan hasta lo insoportable. Aunque se soporta. Se soporta porque queremos saber más, queremos saber qué límite tendrá la tortura a la que el policía someterá, en dosis, al asesino; pero también queremos saber si dicho policía se dará cuenta de que lo único que ha hecho es desencadenar a un monstruo que redoblará sus crímenes cada vez que escapa de su perseguidor. En este sentido, lo que Kim Ji-woon parece querer decirnos es: "Ya sé que todos vosotros sabéis, no sois tontos; pero el colmo consiste en convenceros de lo contrario precisamente con una sobredosis intensificada de lo que normalmente abomináis". Lo que ofrece I SAW THE DEVIL sería algo así como el cutoff censurado de SEVEN o cualquier otra cinta que recuerden con psicópata asesino de por medio; funciona porque, ya que es lo que es, al menos no se toma la molestia de editarlo por los dichosos remilgos. Pero claro, de ahí a tildar este pasote de sadismo (con su punto de masoquismo también) de magistral... pues tampoco es eso; magistral era M, donde no había una gota de sangre pero podíamos ver claramente al diablo en los ojos de Peter Lorre. Los de Choi Min-sik, en cambio, parecen haberlo visto ya todo, así que transmiten poquita cosa. Por destacar algo, destacaría la escena del primer asesinato, excelentemente rodada y con un gran dominio del tiempo; luego todo se atropella mucho más...
Saludos ya vistos.

Jazz devil

martes, 29 de noviembre de 2011

El gran iconoclasta



Me entero de que Ken Russell ha muerto, y me preguntan por aquí: "¿Y quién diablos era Ken Russell?". Un director de cine, desde luego; pero también un metomentodo maravilloso, un diletante, un imperfecto necesario y un aperturista convencido, capaz de que las mayores tomaduras de pelo puedan ser hasta entretenidas. Russell tiene muchas películas, la mayoría semidesconocidas, pero, pese a que ya contaba con un importante bagaje como documentalista de lujo en la BBC de principios de los sesenta (fue el gran precursor de la ficcionalización del mismo), su puesta de largo como director de cine la hizo en 1967 con un extravagante film, el tercero que narraba las aventuras del escurridizo Harry Palmer y que atendía al sugestivo título de BILLION DOLLAR BRAIN. En realidad, yo no miraría aquí a 007 y sus estilizados métodos de lucha contra el mal, sino al camino abierto por Godard en ALPHAVILLE, donde el mal es mucho más ambiguo y la figura del héroe no está tan clara como pudiese parecer. Russell pervierte el material original y zarandea a un Michael Caine de mirada lánguida y gafas imposibles desde un modesto despacho londinense hasta Helsinki e incluso Texas; una fulgurante llamada telefónica le pone en órbita para entregar un misterioso termo de café, que en realidad contiene unos huevos con un potente virus. Palmer se encuentra con un viejo amigo (Karl Malden) y su atractiva y misteriosa pareja (Francoise Dorleac), para posteriormente acabar nada menos que con un reputado espía ruso (Oskar Homolka), y de allí a los dominios de un megalómano general tejano, de modos e ínfulas nazis, que pretende acabar con el comunismo empezando por Letonia y ayudado por el potente superordenador que da nombre a este fascinante film. Un film, eso sí, en el que uno debe dejarse ir sin hacer demasiadas preguntas; un divertimento de lujo que creo que no ha trascendido más por el poco respeto que le tiene al hermético género de espías. Sin embargo, y teniendo en cuenta la de veces que se le ha ido la olla a Ken Russell (con peores resultados), la revisión de BILLION DOLLAR BRAIN puede ser tan refrescante como reveladora; la obra de un inconformista, quizá no con tanto talento como a veces se le presupuso, pero sí poseedora de una visión propia que, además, esboza algunos dilemas a los que hemos llegado de cabeza cuarenta y cinco años después. Si pueden, rescátenla.
Saludos hipercomputerizados.

Billion dollar babies

lunes, 28 de noviembre de 2011

Un ejemplo olvidado



Cuando se habla de ironía, la ignorancia por parte de quien cita dicha sutil cualidad, tan sutil que no tarda en volverse contra el que pretendía usarla como arma arrojadiza. Es difícil ser irónico cuando se está en la cima y los parabienes son obtenidos de una u otra forma, limitando la necesidad de aumentar el grado de autoexigencia. Otros dirán que se trabaja mejor la ironía desde la marginalidad, sea más o menos radical, y que en verdad es sólo así como además el "elemento irónico" asume la única de sus naturalezas posibles: agredir al ufano usando sus mismos argumentos. Uno de los ejemplos más claros de todo esto lo podemos encontrar a lo largo de la extensa filmografía de Roger Corman, y sobre todo en uno de sus títulos más emblemáticos, para mí el más original desde luego. A BUCKET OF BLOOD traza, en apenas una hora de metraje, las líneas maestras de aquella sobrevalorada boutade cultural que fue la generación beat; y sorprende encontrarse con una esperpéntica representación de todo ello en mitad de la década que les vio brillar con más intensidad, los 50. Corman no esconde su vocación de outsider orgulloso de su pequeña parcela de libertad, lo que no deja de casar intrigantemente con toda su caterva; y en el otro extremo, el freak de verdad, no el que usa su pose, sino el que carece de un mínimo de inteligencia y/o chispa como para al menos "adornar" su total falta de talento. Sí, es cierto que en contadísimas ocasiones han surgido obras maravillosas desde la una naturalidad de todo punto rudimentaria; sin embargo, no es esto lo que interesa a Corman, sino teñir progresivamente de negro una historietilla de bohemios, vagos y oportunistas, mediante la que Walter (interpretado por el eterno secundario Dick Miller) es aceptado en un círculo lleno de hipócritas adocenados por una macabra jugarreta del destino. A BUCKET OF BLOOD mantiene intacta toda su frescura y desparpajo más de cincuenta años después de su realización, lo que la convierte en una de esas joyas imprescindibles de ese cine presuntamente pobre en recursos, pero rebosante de ideas y propósitos. Si no la conocían, ya tardan en buscarla.
Saludos sanguinolentos.

The bomb

domingo, 27 de noviembre de 2011

Rincón del freak #47: Aleteos #3 o "Hasta los mismísimos de las mariposas del copón"



No pasa nada, aquí me incluyen también la de ayer, que a lo mejor era hasta más mala... No sé, me da igual, vaya... Otro pestiñazo insufrible que no se sabe qué quiere contar ni cómo, sólo hacer caja en base al cachondeíto de lo de las mariposas, los viajes en el tiempo y demás ¿Y esto no es denunciable? Uno ve la portada del DVD de esta bazofia y todo encaja con la primera, los colores, los dibujos, las letras; y ve que pone THE BUTTERFLY EFFECT: REVELATIONS... ¡Toma ya y ole tus cojones!... "revelations", pero qué bien que queda eso. Como no quiero hacerles el Domingo más cuesta arriba de lo que ya lo es, se lo resumo en pocas palabras. Sale un tipo que le duele la cabeza, así que se va a un bareto de los que nadie sabe dónde están, porque tras tres o cuatro chupitazos y de hablar de gilipolleces, la camarera, rubia platino y con un 130 de pechera, se va con el colega y se lo tira. Ya tenemos casi media hora consumida, continuamos. En lugar de tomarse un ibuprofeno o una B12 o algo parecido, lo que este elemento hace es meterse en una bañera con agua fría, cosa que le permite ver cosas raras, como Rappel o Pepiño Blanco... Y me parece que había un asesino o algo así, pero tampoco me acuerdo; la cosa es que tras ver al muchacho meterse tres veces en la bañera con electrodos en la cabeza la pregunta retumba insistente: "¿Por qué? ¿Cómo me pongo yo a ver esto, por dios bendito?...". Y... ya está. Que no la vean, vamos...
Saludos mariposones.

Butterfly

sábado, 26 de noviembre de 2011

Aleteos #2



En un alarde de facultades totalmente insólito, les propongo que hablemos de una película sin hablar de ella, más que nada porque es muy mala y porque además tiene la desvergüenza de pretender ser la continuación de otra sin serlo, porque apenas tiene nada que ver. Me refiero a THE BUTTERFLY EFFECT 2, que supongo que muchos irían a verla atraídos por el título sólo para descubrir que aquello era, sólo podía ser, obra de un caradura. Y eso que se podría haber hecho algo decente, porque la cosa empieza con una inocente comida en el campo, una fotografía (véase imagen) y un momento que se quiere inmortalizar. Apenas dos o tres minutos, luego... ¡el horror! Da igual lo que pase, da igual que digan: "¡Hey, mira, viajo en el tiempo!". Porque es un plano con un hombre y luego otro plano con otro hombre; y nos da igual lo que le pase al tipo en cuestión, porque no sabemos qué diablos pinta ahí y tampoco sabemos qué pintamos nosotros viendo esto... Y lo único que nos redime es el consuelo de los tontos, que luego hicieron otra... Sí, sí, otra... Y peor, mucho peor... Y sólo por eso no pongo ésta mañana... Terrible, terrible...

The butterfly FX

viernes, 25 de noviembre de 2011

Aleteos #1



Un poco de cine comercial del que conoce todo el mundo para abrir y cerrar el fin de semana, que tampoco viene mal. Una opinión: THE BUTTERFLY EFFECT podría haber sido una gran película si no se hubiese inclinado ante los mantras de la cuota de una manera tan descarada. Casi pidiendo disculpas, Mackye Gruber y Bress rebajan la intensidad de un Shyamalan o un Fincher para demostrar que la truculencia también puede ser muy "mona". Y qué mejor que otorgarle el protagonismo al rostro mojabragas del momento, un limitadito Ashton Kutcher que bastante hace con no delirar demasiado intentando convencerno de lo que nunca será: un buen actor. La escaramuza mediante la que se forma todo este tinglado, a veces fascinante, a veces confuso, la mayoría ininteligible, es una habilidad para viajar en el tiempo que no se sabe de dónde sale pero que, aparte de tener un infalibilidad que para sí la quisiera el gobierno entrante, al final se convierte en algo rutinario "Vale, venga... me voy a 1978... ¿podéis tender la colada antes de que vuelva?...". No sé si me explico; THE BUTTERFLY EFFECT es lo que es, y lo es a la perfección, por lo que yo no le puedo pedir más de lo que puede e incluso debe ser, un blockbuster muy entretenido y con un par de momentos desaprovechadísimos, como el pudor demostrado a la hora de indagar más en el interesante y oscuro personaje interpretado por Eric Stoltz. Debo aclarar que hasta hace escasos meses sólo había oído hablar de esto muy vagamente, pero como casi todo el mundo la ponía casi como una cult movie, me puse manos a la obra; dos conclusiones: la gente es un pelín exagerada y (y esto es más preocupante) acabé con la inquietante sensación de que este tipo de cine es el que más daño le ha hecho a los métodos de distribución del cine. Pero como lo malo sólo puede ir a peor, mañana más...
Saludos insectívoros.

Butterfly

jueves, 24 de noviembre de 2011

Más que una bandera #3



Krzysztof Kieslowski puso con TROIS COULEURS: ROUGE el punto final a la "trilogía de los colores" e, inesperadamente, el epílogo a toda su filmografía, truncada por su repentina muerte. Y, francamente, pese a no haber podido ver todos los trabajos del director polaco, me sigue pareciendo su cima creativa. ROUGE... es una película única en su especie, no logro darle una etiqueta apropiada, y precisamente ahí reside su mayor valor, en su poder no de seducción, sino de hipnotismo. Casi como si de un juego de serpientes y escaleras se tratara, Kieslowski nos introduce en la vida de Valentina, una modelo fotográfica, con un elaborado e ingenioso juego de espejos que funciona admirablemente en una sucesión de conversaciones de teléfono aparentemente insustanciales e inocentes vistazos por la ventana a los actos ajenos. No sabemos qué diablos pretende Kieslowski, no hay drama ni tensión, y además la frivolidad asoma tras el día a día de lo que nos es presentado como una  "chica bien". Sin solución de continuidad, Valentina atropella a un perro y lee la dirección del dueño en el collar; todo dará un vuelco. Es el azar en su máxima expresión, pero también algo que no suele verse en una pantalla: cómo afectan las circunstancias a los personajes según éstos nos han sido definidos anteriormente. Jean-Louis Trintignant elabora una actuación memorable casi sin inmutarse, que es por lo que esta obra maestra será recordada para siempre. El dueño del perro es un siniestro juez retirado que parece haberse abandonado a sí mismo en una autodestructiva posición nihilista; solo, su única ocupación consiste en espiar a sus vecinos interviniendo sus teléfonos, una ocupación tan repugnante como esclarecedora. Valentina se verá atrapada en el agujero negro y nada será igual para ninguno de los dos a partir de entonces. Lo que me sigue maravillando de esta película es la suavidad con la que concilia ángulos de vista tan radicalmente contrapuestos, un ejercicio de madurez narrativa que me parece ejemplar en el cine del último siglo XX; por supuesto, se eleva por encima de las otras dos, y como hermoso colofón, se permite incluso mostrar, ya al final, a los protagonistas de las otras dos partes. Véanla, es una maravilla.
Saludos rojos.

Your lips are red

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Más que una bandera #2



En TROIS COULEURS: BLANC, Kieslowski reinventa la comedia y voltea todo lo que podríamos haber preconcebido tras el "capítulo azul". Puede que lo único que se mantenga intacto en este corrosivo y mordaz film sea el metafórico juego al que se prestan las evocadoras imágenes del director polaco, esta vez incidiendo en la particular idiosincrasia de su propio país, reflejada perfectamente en el pasmado rostro de Karol, el desdichado peluquero que de golpe y porrazo se encuentra en la miseria, abandonado por su mujer francesa y en un país del que lo desconoce todo y donde no logra encajar de ninguna manera. De nuevo la catarsis, la ruptura radical con todo lo que sostenía una vida y una forma de entenderla. Y de nuevo Europa (con qué actualidad resurgen estos tres títulos en estos tiempos tan inciertos), pero no una Europa ansiosa por comprenderse a sí misma, sino la Europa rencorosa, y con motivos. Karol, el summum de la desgracia, una especie de alfeñique de escasa personalidad, sólo es capaz de olvidarse del incomprensible amor hacia su ex-esposa urdiendo un maquiavélico plan desde su Polonia natal, plan que no desvelaré pero que es más que una venganza, es una autoafirmación negando al otro. BLANC... es el la que considero menor de las tres de esta excepcional serie de films, pero en modo alguno una película fallida, simplemente una extravagancia tanto en fondo como en forma, que sólo logro entender como una especie de ajuste de cuentas de la Europa del Este hacia la soberbia "vieja Europa occidental". El principal problema que le veo es compatibilizar la chispeante historia de amor/odio con los motivos territoriales, aparte de que el tándem Zamachowski/Delpy no termina de funcionar, puede que Kieslowski los mantiene tanto tiempo separados que luego nos cuesta regodearnos en la venganza con la que culmina esta curiosa comedia negra, única en su especie y más fácil de ver que sus adláteres. Y mañana más... y mejor.
Saludos blancos.

My white bicycle

martes, 22 de noviembre de 2011

Más que una bandera #1



Lo que más me interesa de TROIS COULEURS, en su conjunto, es su magnífica vocación compositiva como extenso poema o mapa emocional, lo que queda patente en aspectos que para Kieslowski son básicos, mientras que para la inmensa mayoría de directores/autores no es que pasen desapercibidos, sino que da la impresión de ser hasta molestos. Comenzar hay que comenzar con TROIS COULEURS: BLEU, un subrayado de cómo nace la depresión tras la ausencia, de la catarsis después de perderlo todo. Julie va tomando conciencia de que su marido y su hija están muertos, el hallazgo de Kieslowski es mostrar esta terrorífica asimilación con su curso natural, tomándose su tiempo, y que esto le sirve para introducir el tema que realmente le interesa: Europa como continente/Francia como contenido; y de ahí a cualquier dilema humano. En mitad del discurso de identificación identitaria (y este film tiene ya 18 años), el individuo resurge frente a los estados y sus límites; es un elogio del destierro, y tres o cuatro instantes mágicos nos lo muestran con una sutileza para la que hace falta un poco de sensibilidad. El castillo vacío (vaciado), por donde Julie borra toda su vida anterior, consciente de que no tiene sentido seguir añorándola; su único interés es venderlo cuanto antes. La extraña e intensísima escena en la escalera, cuando Julie se queda fuera de su propia casa por ir a curiosear unos ruidos en el exterior; con apenas tres movimientos de cámara, Kieslowski traza la imposibilidad de la independencia absoluta y el desamparo del ser humano ante lo que desconoce. Por último, Julie acepta enfrentarse a las composiciones que en un principio deseaba destruir, el último eslabón con su vida anterior; al sonar las estremecedoras notas compuestas por Zbigniew Preisner, no sólo nos son mostrados los motivos por los que no rompía con una vida idealizada, sino todo lo contrario, sino que además retoma una liturgia mediante la que renacer, esta vez de verdad, sin renuncias a lo que no es más que parte de su vida, a observar los añicos sin temor.
Hablar aquí del espectacular trabajo de Juliette Binoche, premiada junto al film en Venecia, es casi una reincidencia que no tiene nada de casual, así que ni me extenderé ni intentaré ensayar ningún "broche" ornamental; primero porque el film no lo requiere, o no lo entenderíamos en toda su compleja amplitud, pero también porque el de hoy no es más que el primer paso en este tríptico fundamental en el cine europeo del siglo XX. Así que me despido hasta mañana recomendándoles que vean ésta y también las otras dos.
Saludos azules.

Días azules

lunes, 21 de noviembre de 2011

El maravilloso mundo de los idiotas



He vuelto a ver FARGO, que era algo que me había prometido hace mucho tiempo; creo que es la tercera vez. La primera no me enteré de nada, no sabía qué movía a los personajes a ser como eran (ojo, no a hacer lo que hacían), ni tampoco me mojé las bragas con su espartana puesta en escena. La segunda aún fue peor, pues, sabiendo como sabía el desenlace, sólo me quedaba disfrutar con el trabajo de los Coen, pero me seguía pareciendo una película demasiado rutinaria (y más con la perspectiva de todos sus films posteriores) como para elevarla a los altares. Cine negro hay mucho, de muy diversos pelajes, dosificados por presupuestos, calidad del guion o la indescifrable atmósfera que a veces le da ese toque único con regusto a buen whiskey; pero cada vez está más difícil sorprender. FARGO tiene ya quince años, como digo la he vuelto a ver por tercera vez y tampoco me dice gran cosa, pero al menos le reconozco un valor que quizá pasé por alto: su extraordinaria concisión. En un mundo actualmente dominado por el relleno innecesario, movido quizá por una injustificada justificación de presupuestos en plena crisis económica, los Coen no ponen más que lo que necesitan, que no es mucho; apenas una hábil escisión entre el delito que se va a llevar a cabo y la subsiguiente cadena de crímenes y la entrada en escena de la agente Marge, a la que le bastan dos interrogatorios y un golpe de suerte para "encontrar" a los desastrados malhechores. Me gustó mucho otro aspecto, pero está tan descuidado que en el segundo tramo de la película ya no parece interesar, y sin embargo podría haber salido una magnífica sátira social; me refiero a los oscuros intereses del suegro de Jerry Lundegaard, que no sólo lo arrinconan en su propia familia sino que le llevan incluso a desearle la ruina económica. Ahí había material inflamable para meter el dedo en la llaga, pero también es cierto que la película habría sido otra muy diferente; en lugar de ello, los Coen se son fieles a sí mismos y se empecinan en su desfile de retrasados mentales que hablan sin mirarse, como si decir sandeces todo el rato fuese algún tipo de síntoma de normalidad. No sé, francamente, no me parece una bazofia ni mucho menos, se ve sin mayores problemas y es entretenida, pero está a años luz de, por ejemplo, MILLER'S CROSSING, aunque no tengan nada que ver, ni en fondo ni por supuesto en forma. Y que conste que esta reseña no viene dada por los resultados de ayer... no sean suspicaces...
Saludos nevados.

Strange weather

domingo, 20 de noviembre de 2011

Rincón del freak #46: Imaginación contra la crisis en días de abnegada obstinación electoral



Jodorowsky emigra a México para codearse con la vanguardia sesentayochista que todo lo podía (todo lo pudo) entonces; Fernando Arrabal le presta un texto suyo y decide ponerlo en imágenes; la cosa termina como el film que hoy conocemos como FANDO Y LIS. Barro, pintura negra, taparrabos, caras raras, saltos por doquier, efectos de sonido (tape mix), extras hasta debajo de las piedras (literalmente) y ese honorable gusto por que no se entienda nada de nada, que es la única forma de asegurarte que después te llamarán para tener que explicarlo. No es que sea mala, es lo que es: una película de Alejandro Jodorowsky. Y sobre el chileno mantengo una teoría que da para múltiples interpretaciones y debates; porque el séptimo arte habría ganado muchísimo si no se hubiese emperrado en dirigir sus propias películas y se hubiese limitado a crear desde la sombra; los mundos que crea Jodorowsky no existían antes, aunque sólo sean reinvenciones más o menos ingeniosas de paraísos artificiales dentro y fuera de la Historia de la humanidad. FANDO Y LIS necesita tirarse de cabeza por un barranco y prenderse fuego sólo para explicar la eterna pamema chico/chica. No es la sorna buñueliana, ni el bisturí godardiano o el vaciado bressoniano, es la incapacidad de susurrar, la necesidad agónica del gesto por el gesto, bonito y simpático ahora que estamos tan alejados de aquella cifra mítica, pero como cine, FANDO Y LIS ha envejecido tanto como los sistemas tetramétricos de su director. Véanla sólo si tienen mucha curiosidad o tienen que aguantar al pelma cultureta de turno que no para de calentarles la oreja con las bondades de este experimento.
Saludos en carretilla.

Love cry

sábado, 19 de noviembre de 2011

Futuro pluscuamperfecto



Desconfíen de DEMONLOVER, no es la película que parece ser; no la que promete ser, porque Olivier Assayas no promete nada, sólo lo insinúa para terminar jugando con el intelecto del espectador. Bien hecho, creo yo, porque de alguna manera volvemos a las raíces, a ser un poco más inteligentes en base a lo avispados que demostremos ser. Tampoco demuestra nada DEMONLOVER, no es un cuento que empieza y acaba, ni siquiera pretende enseñarnos ningún tipo de lección. DEMONLOVER es una conjetura, exactamente igual que el experimento de Godard en ALPHAVILLE o Tarkovski en STALKER (notablemente superiores, si me permiten la observación); un autor se abandona en los brazos del género para, seguidamente, saltar de los mismos y subvertirlo como fin en sí mismo. DEMONLOVER no sólo habla de la manipulación digital y hasta se disfraza con los distinguidos oropeles de la liturgia, sino que no se salta ni una coma de lo que podría haber sido un nuevo thriller supuestamente futurista ¿Entonces qué? Pues entonces, justo cuando (tan listos que somos) creemos haber apuntalado bien los tres o cuatro trucos del escurridizo director francés, resulta que esto no era ni MATRIX, ni JOHNNY MNEMONIC, sino el adelanto de, por ejemplo, INLAND EMPIRE, mejor hecha, claro. Efectivamente, pueden leer la sinopsis si quieren, pero les hará el mismo efecto que si ven la película sin sonido: no se van a enterar de nada. En lugar de eso, les propongo que se esfuercen por abstraerse de todo artificio y se concentren en el rostro de Connie Nielsen, ahí está la clave. Quedan avisados.
Saludos endemoniadamente amorosos.

Paradise circus

viernes, 18 de noviembre de 2011

Un cuento de horror romántico



Haga usted una película, a comienzos de los años sesenta, ambientada en el siglo XIV y que trate sobre una oscura leyenda medieval. Mezcle brutalidad, reflexión teológica, agnosticismo, romanticismo y no pase de las catorce páginas de diálogos. Por supuesto, en Blanco y Negro... Si encuentran otro caso parecido, aparte de JUNGFRUKÄLLAN (EL MANANTIAL DE LA DONCELLA), avísenme, pero lo van a tener difícil.
Siempre uno o varios pasos por delante, Ingmar Bergman ideó una claustrofóbica, brutal y bellísima película a la que sólo se puede y se debe acceder con una entrega absoluta. Y es que todo comienza por los cauces del fanatismo religioso, con una extraña ofrenda a una virgen por parte de otra, una joven princesa que ha de recorrer un peligroso camino por el bosque. No me gustaría contar demasiado, porque lo cierto es que los meandros narrativos por los que discurre esta obra maestra, además de adelantar muchas claves del cine que se haría posteriormente, es una caja de sorpresas, donde las apariencias, las ilusiones, tan presentes en el cine del maestro sueco, hacen que dudemos hasta de lo que nos es presentado como hechos irrefutables. Pocas veces he visto mejor representada una supuesta Edad Media, y no por un derroche de medios técnicos, sino por un tratamiento de los personajes que poco tiene que ver con, por ejemplo, el Siglo XX; moral y religión entrecruzadas, indivisibles en un cuento verdaderamente terrorífico, que hace enmudecer a los ignorantes, a los que creen saber algo sobre cine, el cine como artefacto y no como facto. Desmontar esto no es fácil, pero empezar viendo JUNGFRUKÄLLAN ayuda a cambiar la embotada percepción que podamos tener acerca de la "adaptación" de un tiempo pretérito. Y todo esto sin hablar de la impresionante labor de los actores, con Max von Sydow en todo su esplendor y Birgitta Valberg dando vida a esa doncella que apenas entiende el despiadado curso que tomará su vida. Especialmente significativa es la "dreyeriana" escena final, una especie de metáfora que resuena mucho tiempo después de haber visto esta extraordinaria película. Imprescindible.
Saludos inagotables.

Meadow of love

jueves, 17 de noviembre de 2011

Una muerte idílica



Hoy voy a hablar aquí de una de esas películas que deberían estar en casi todos los blogs, y por una razón muy sencilla: si no fuese así, no la conocería nadie. Esto es así por su nula distribución y por su propio carácter, afable, reposado y repleto de buenos sentimientos; es decir: todo lo contrario a lo que le suponemos al presuntamente potente último cine europeo. Esta peliculita, como esas novelas de apenas cien páginas que nos dejan totalmente satisfecho al acabarlas, atiende al nombre de EMMA'S GLÜCK, y nos narra la aturullada peripecia de Max, un tipo cualquiera que trabaja vendiendo coches, que está más solo que la una y que un día recibe la tremenda noticia de que apenas le quedará un mes de vida por un repentino cáncer de páncreas. Tras un mediano desfalco, decide largarse a toda prisa a un país exótico y languidecer rodeado de los placeres que nunca tuvo; sin embargo, el azar querrá que todo se vaya al traste y termine en la granja de Emma, una robusta y dulce chica (maravillosa interpretación de Jördis Triebel) que se las arregla como puede entre sus animales, mientras una orden de embargo pesa sobre su maltrecha propiedad. Afortunadamente, EMMA'S GLÜCK ofrece mucho más de lo que promete, porque lo que promete es la enésima historietilla de chicoconocechica de ámbitos diferentes, con todos los equívocos que podamos imaginar; en lugar de ello, y pese a que el elemento cómico (¡una película alemana!) está presente constantemente, siempre hay una especie de amargor indescifrable flotando alrededor de estos dos personajes que sólo buscan un trocito de felicidad. No podríamos imaginar un final tan amargo, por ejemplo, en una película americana del mismo corte; es por ello que este film, que cuenta ya con cinco años y sigue siendo lo último rodado por su joven director, posee la extrañísima cualidad de no defraudar a plateas tan diferentes como puedan ser los que esperan un cine genuinamente romántico y otro del desapego, tan frecuente en este cambio de siglo. Cine muy recomendable y muy sorprendente; véanla si tienen la oportunidad.
Saludos afortunados.

For Emma

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Feminismo machista



Creo que pocos títulos (y van unos cuantos) se ajustan tanto a la película aquí comentada como el de hoy; y a lo mejor al genio de Calanda hasta le hacía un poco de gracia, no sé. Lo que sí voy a saltarme es el cuento de que UNA MUJER SIN AMOR es una película de la que Buñuel renegó toda su vida; primero porque el film es, lo queramos y nos guste o no, lo que es, un melodrama muy mexicano/europeísta (por favor, permítanmelo...) con un personaje central que, sin abandonar su hipercondición de mujer desgraciada (aunque pudiente... ¿melodrama era?), extrae su fuerza de un insólito reverb masculinizante, según el que (al menos a mí me ocurrió) algunos mitos de nuestro feúcho siglo XXI quedan obsoletos. A saber: la mujer sin amor no es tal, sólo se casó con un señor mayor y adinerado. Su gesto ante los parabienes dedicados por su recién adquirido amante suele ser una mezcla de disgusto, azoramiento y licuación vaginal envarada. Sus hijos son unos pelmazos, cada uno a su manera, pero ella les pega capotazos constantemente, a sabiendas de que algo falla en el asunto. El asunto es que, mientras no se ve con fuerzas para dejar al carcamal en el INEM afectivo, tampoco le seduce la idea de tirar por el sumidero del aburrimiento sus mejores años. La conclusión es que Buñuel habría hecho esto infinitamente con más salero en España y un par de décadas después, sobre todo por verificar qué retruécanos se le habrían ocurrido para burlar la censura al mostrar un personaje tan sumamente complejo encerrada en una apariencia tan simple; una mujer sin amor porque su verdadera vocación, creo, era tener bigote y nómina pensional... Ahora elucubren todo lo que quieran...
Saludos sin amantes.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!