martes, 20 de mayo de 2008

Y maullaré por ti

¿Qué sería de nostros si no hubiese existido Audrey Hepburn? Que la tendríamos que haber inventado.
La película perfecta es, casi al 99%, BREAKFAST AT TIFFANY´S. Blake Edwards, en estado de gracia, conectó a la perfección con el trazo agridulce y desencantado de la novela (casi relato) del imprescindible Truman Capote y elevó a la categoría de mito a una superestrella, le dio su momento de gloria a un actor simplemente correctito que aquí lo borda, y, de paso, dejó en nuestros corazones una melodía que, en un tono casi ingenuo, lo dice todo acerca de esas almas solitarias e incomprendidas que no pueden compartir su desgracia.
La carga de fondo de esta obra maestra es imperceptible ante el espectador torpe y que necesita los datos en bandeja. Al contrario del cine de estudios de la época, Edwards opta por la ironía fina y por la sensibilidad extrema, nunca sensiblería. A todo ello contribuye, indudablemente, contar con el bisturí literario de Capote, capaz de dotar de vida propia al más secundario de los personajes (maravilloso Mickey Rooney) y creador de diálogos implicados, cercanos, CREÍBLES al fin y al cabo.
Hay varias escenas que están en el olimpo cinematográfico, y esto no ocurre salvo con los grandes; por ejemplo ese inmortal inicio con Holly mirando el escaparate de la legendaria joyería, marcando así, y con un simple plano fijo, cuál es el mundo al que jamás podrá pertenecer, sólo en sus sueños. Recordamos a Audrey Hepburn en pijama, cantando horriblemente la magistral composición de Henry Mancini, probablemente no haya una interpretación tan mala y al mismo tiempo tan maravillosa, cosas de los dioses.
Pero hay que hacer un punto y aparte para comentar una de las escenas mejor rodadas de la historia del cine. Holly Golightly busca desesperadamente a su gato bajo una lluvia torrencial tras haberlo abandonado previamente, un gesto último de independencia y desarraigo que culmina cuando consigue encontrarlo (aquí las lagrimas deben correr o a ustedes no les gusta el cine) y George Peppard le da el beso más emocionante que hayan visto mis ojos en pantalla alguna.
Un final magistral para una película eterna.
Saludos maullados.

2 comentarios:

Laura dijo...

He de confesar que esta pelicula es una asignatura pendiente que tengo aún. En cuanto la apruebe te comento.

wedge dijo...

Se me vienen a la mente una cantidad ingente de adjetivos calificativos y todos positivos para esta fabula que tiene envoltorio de cuento de hadas pero que en el fondo es una vision de nuestras ambiciones y el emfrentamiento con la cruda realidad que esta sociedad dispone, te deja ver pero no tocar,sencillamente magistral

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!