domingo, 25 de mayo de 2008

Las barricadas del deseo

Se acaba mayo y se evaporan, por lo tanto, las posibles tentaciones de inocuos nostálgicos que se han visto, digamos, tocados por el espíritu de hace 40 años.
No es el caso de Philippe Garrel. Él estuvo allí, filmó la lucha en la misma lucha. Aquellas imágenes, propugnadas por Godard, su maestro, pueden figurar entre lo más impresionante que se filmó en aquellos años.
LES AMANTS REGULIERS cuenta ya con dos o tres años, por lo que no entra en corriente alguna, y supone el gran documento en clave poética de aquel tiempo, apenas tres semanas; el posterior desencanto desprendido del fracaso y, de paso, contar una historia de amor pura, auténtica, nada que ver, por ejemplo, con el pijerío vergonzante de Bertolucci y sus soñadores (por cierto, con el mismo protagonista, Louis, el hijo del propio Garrel).
Sus tres horas fluyen de manera viva, coherente, cine de una calidad y una factura prácticamente inencontrable hoy día y lección a cargo de un maldito que rueda al margen de la industria, aprovechando, por ejemplo, los decorados y el vestuario sobrante del mayor presupuesto de la bertolucciada. Ni más ni menos.
Respecto a la historia, podríamos dividirla en tres partes perfectamente complementadas y sincronizadas. El comienzo, abrupto, sin concesiones, nos muestra la precaria organización de los movimientos estudiantiles, sus dudas, su anarquismo. Siguen unos bellísimos planos fijos (otros dirán que son feos) de la lucha callejera en sí, las barricadas, las cargas policiales, las persecuciones. Se huele el miedo del protagonista acosado por la policía, perseguido incluso por los tejados de un París indiferente, que mira para otro lado; es la insolidaridad de conservadurismo. Ecos de una pequeña guerra civil.
Un segundo bloque nos muestra ya a la revuelta sofocada, la búsqueda en pisos clandestinos de la identidad perdida por medio de las drogas, el descubrimiento del sexo entre camaradas, el desesperado grito de libertad y diferencia de aquella generación osada, quizá inconsciente, joven al fin y al cabo.
El último bloque es acaparado por el amor, en mayúsculas, el protagonista se enamora y está dispuesto a abandonar sus ideales. No es correspondido. Ella tiene otro punto de vista y prefiere volar libre. Las consecuencias, por supuesto, son fatales.
El conjunto de todo ello es, si nadie demuestra lo contrario, la mejor película de la década; de esta y sobre aquella. Uno se siente fundido con los personajes, la acción, la poética desgarrada de un Garrel desbocado, magistral en su madurez plena de juventud. En suma, un documento necesario, parte de la historia más certera del cine. No habría adjetivos suficientes, pues nos hallamos ante un grande, la mejor versión de esa etiqueta meliflua e inasible que es CINE DE AUTOR.
Saludos revolucionarios.

1 comentario:

Woland dijo...

¿Será la obra que mejor ha logrado captar la herencia de Bressón? (Yo creo que sí). W

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!