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Un poco tarde.
Jean Luc Godard fue el director de la diferencia como desesperada unión de culturas y pensamientos. Pero claro, Godard era un tipo inteligente. Yo creo que ahora disfruta de su escepticismo, cual falso jubilado, observando cómo, tras tantas idas y venidas, nada ha cambiado desde que los intelectuales decidieron prestar su apoyo al pueblo. Éste, en su empecinamiento materialista, nunca ha escuchado a quien podría haberle dotado del arma más poderosa: la inteligencia.
En VIVRE SA VIE, Anna Karina encarna a una nada convencional prostituta que va al cine, conversa con filósofos, y disfruta de la vida, aunque no de la gente. En esta película genial y pre-68, la gente, esa masa sin forma a la que así se llama, es la última frontera a la que siempre se debe enfrentar la sensibilidad individual en su desesperado intento de sacar a flote su propia diferencia, no marginatoria, entusiasta, VIVA.
Se nos muestra, sin dedo acusatorio, cómo viven los condenados, los que no pertenecen a la mayoría; y el film, progresivamente, va adquiriendo un oscurísimo tono de tragedia que, inevitablemente, desemboca en la peor de las posibilidades. No tanto la muerte como el desprecio, despojando de humanidad a la persona y convirtiéndola en mera mercancía.
Quizá sea este el Godard más contenido, el más clásico, pero también el más oscuro y pesimista. Frente a los coloristas experimentos que el maestro "suizo" desarrolló a partir de la explosión revolucionaria, VIVRE SA VIE toma elementos del neorrealismo italiano y los desborda al dotarlos de la aplastante lógica francesa.
En suma, una película que hay que rescatar y nunca olvidar. Porque nos une en nuestra diferencia.
Libérrimos saludos.
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