Yo te digo mi verdad, hermano, que digo yo que qué diantres quisieron hacer en THE LITTLE DRUMMER GIRL, aquella olvidadísima película en la que Diane Keaton (con el peor peinado de su carrera) interpretaba a una muy liberada actriz de teatro clásico que (agárrense al sillón) tras asistir a una estrafalaria declaración propalestina a cargo de un señor vestido de Gucci y pasamontañas, decide caer en sus redes, largarse a Grecia a rodar un anuncio y terminar descubriendo que el galán palestino, que estaba por allí, era miembro de una célula sionista. Yo, verán ustedes, esto es de John Le Carré, un señor pulcro hasta lo enfermizo, pero no he leído su novela, aunque se intuye que Loring Mandel, normalmente un muy buen guionista, no ha entendido nada. Aun así, más extraña es la dirección de George Roy Hill, un director capaz de maravillar y desconcertar, y que aquí parece ir dirigiendo según dónde se desarrolle la acción; en unos sitios parece una película de espías, en otra un drama romántico empalagoso, y hasta una comedia absurda. Más de dos horas para enseñarnos besos, maletines bomba, mensajes en clave y a la pobre Diane metida a guerrillera... Yo, por un momento, acabé desorientado con un film flojo muy flojo. Y con Klaus Kinski, por añadidura. Y otra curiosidad, otra vez con música de Grusin. Y dos pelis sobre dos conflictos inacabables en sólo tres días, no está mal para terminar este año y dar la bienvenida al que marca nada menos que la mayoría de edad de este blog, que tampoco es moco de pavo...
Saludos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario