Es mejor ir a EUREKA sin grandes expectativas. Por no saber qué película te vas a encontrar, por no tener un solo asidero tangible por el que transitar una historia que deliberadamente prescinde de contar una historia, un sola al menos. El arranque es un sucio western, donde acompañamos a Viggo Mortensen con un cometido que debe ejecutar al llegar a ciudad de borrachos y criminales. No sabemos el cometido, pero sí que lo que vemos es apenas una película que se está proyectando en una televisión, concretamente en la de una oficial de policía que ejerce en una reserva sioux. En una noche particularmente dura de nevada y tormenta, se le empiezan a amontonar los casos sin que tenga ningún apoyo. Es entonces que su sobrina decide marchar, abandonar un sitio que no le gusta y donde se siente recluida. Con ayuda de su abuelo, se convierte en el imponente jaribú y emprende un largo viaje hacia el sur. Allí conoce a quienes viven en la selva, en libertad absoluta, tan sólo para comprobar que también ellos están sujetos a las mismas flaquezas e incertidumbres. Y puedo entender a quien se haya enfrentado a EUREKA, sus dos horas y media, sin el bagaje de la filmografía anterior de Lisandro Alonso, sus pistas delicadas y contundentes sobre una misma y obsesiva idea: es imposible ser libre.
Saludos.

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