Gran parte de la mala prensa que siempre ha tenido HAVANA proviene, supuestamente, de sus sospechosas y no asumidas correspondencias y similitudes con CASABLANCA. Entrar en el patio de un tótem implica aceptar las consecuencias, pero no creo que a Pollack y a Redford les importase demasiado dicha circunstancia. En este caso, la acción se traslada a la capital cubana, en plena crisis del régimen de Batista, tan sólo unos días antes de que estallara la revolución en el año nuevo de 1959. Jack Weil es un buscavidas, un jugador de póquer que sólo quiere hacer dinero, pasárselo bien y salir pitando si las cosas se ponen feas. Justo hasta que se cruza en su camino Roberta, la esposa de un médico revolucionario, de la que queda hechizado, momento en el que todos sus planes empiezan a toparse, por primera vez, con la cruda situación del país. Es cierto que la química entre Robert Redford y una gélida Lena Olin no sea la más epatante, o que uno tienda a dudar de que un jugador profesional ponga en riesgo su vida en varias ocasiones por una mujer, por lo que se sugiere (lo que es menos verosímil) una supuesta adhesión a la causa. El único motivo por el que me parece un film correcto es la convicción con la que Redford impone su propio magnetismo al personaje, convirtiéndolo en un camaleón indescifrable y autosuficiente, pero que revela, ya al final, un código de honor insospechado. Un personaje, si se quiere, aún más díscolo que el de Bogart, pero que siempre sabe "jugar sus cartas".
Por cierto, si la ven díganme a qué otra banda sonora les recuerda la de Dave Grusin, o me estoy volviendo loco...
Saludos.

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