Uno de los ejemplos de paciencia necesaria en el palmarés de Sitges ha sido el regreso de Park Chan-wook, a la postre galardonado como mejor director, que reinventaba a Costa-Gavras con NO OTHER CHOICE, la nueva versión de la aclamada novela de Don Westlake, que el realizador franco-griego adaptaba hace algunos años en aquella ARCADIA, que poco tenía de feliz. Sobredimensionada mezcla de comedia negra (rozando lo guiñolesco), sátira social y un thriller que sólo se comprende en su excesivamente dilatado tramo final, el film se centra en Man-su, un dedicado y metódico empleado en una fábrica de papel, una multinacional americana cuyos "invisibles dueños" despiden a un importante porcentaje de trabajadores, entre ellos el propio Man-su, que tras 25 años esperando un ascenso ve toda su vida truncada sin previo aviso. Dos horas y media parece demasiado para condensar el rocambolesco devenir de este hombre, incapaz de encontrar soluciones racionales a su nueva situación, con la obligación de rebajar su estatus económico, que de repente opta por una siniestra determinación: encontrar a sus potenciales competidores en el puesto que desea alcanzar e ir eliminándolos uno a uno. Con una estlización formal impecable, lo más discutible es lo melifluo de su tono inicial, descolocante e indeciso, pero que afortunadamente se remata con acierto, sin muchos cabos sueltos y una interpretación descomunal de Lee Byung-hun, capaz de transitar por los estados emocionales más diversos con enorme veracidad. Mejor en los momentos truculentos que en lo meramente discursivo, supone un nuevo atajo para observar de cerca este capitalismo tan bonito que cada día nos quieren vender mientras nos van preparando la sentencia de muerte.
Se puede indigestar al principio, pero recompensa al final.
Saludos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario