Película de detalles, casi todos intrascendentes, sumidos en la arrogancia de quien cree hacer algo novedoso, es más que significativo el último agradecimiento de Guillermo del Toro, un par de líneas antes de que desaparezcan los créditos, a Liz Wrightson. No voy a hacer yo todo el trabajo, pero el aluvión de puñaladas a obras ajenas por parte del cineasta mexicano creo que ha llegado a su máximo. Dicho eso, podemos vitorear los muebles falsos de Netflix, las reverencias a Branagh y las declamaciones de mirada perdida. Ni un gramo de humor, Mia Goth en la siesta, algunos de los secundarios más invisibles y Oscar Isaac recuperando a su Caballero Luna. Sí, esto no es FRANKENSTEIN, es Lobezno vs. Daredevil, o lo que prefieran; una peli de superhéroes que sanan milagrosamente, pierden miembros como si nada, vuelan por los aires, chocan contra camas de roble macizo o mueven barcos en mitad del Polo Norte. Y voy a ser meridianamente claro, antes de que se me malinterprete ¿Lo que buscan son puñetazos y panorámicas de salvapantalla en Windows? Entonces lo van a gozar en grande durante dos horas y media ¿Quieren coherencia dramática y elegancia narrativa? Olvídense, porque se van a aburrir como una ostra entre Jacob Elordi componiendo un monstruo que te follarías y una banda sonora de Desplat que les desafío a que descubran de dónde proviene el plagio. El cómic de Wrightson es una obra maestra, léanlo.
Y quiero marcharme, aprovechando que esta entrada está escrita en riguroso directo, dando el último adiós y las infinitas gracias a Don Jorge Martínez, uno de esos raros genios capaces de tocarme en un lugar muy especial de mi maltrecha crónica sentimental. Allá donde estés, un brindis bien alto...
Saludos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario