En realidad es así. Los libros de historia están repletos de ellos. Ordenados por truculencia, no nos pondríamos de acuerdo sobre qué época se llevaría la palma. Vaya ranking.
UNITED 93, significativamente, pasó más o menos desapercibida por carteleras de todo el mundo. Curioso por cuanto su valedor era el mismo que ha obtenido unánime aplauso por su saga de Bourne.
Nada que ver.
Paul Greengrass realiza uno de esos trabajos simplemente FUNDAMENTALES en la procelosa historia del cine. Con una estética (y ética) a caballo entre el documental y el cine de suspense, se nos cuenta la claustrofóbica y desesperante odisea del United93, el avión que aquel 11 de Septiembre unos cuantos descerebrados decidieron estrellar en el Capitolio. Como sabemos, nunca llegaron a su objetivo ¿por qué?
Siempre ha sido controvertido el uso de lo heróico por parte del cine estadounidense. Normalmente, han salido mejor parados los antihéroes a lo Bogart o Jimmy Stewart que esos monolíticos adalides de la verdad y la justicia, simples sombras de ese extreaño complejo paternalista de superioridad que el amigo americano viene sufriendo desde hace más o menos un siglo.
En este caso, Greengrass echa mano muy acertadamente de actores desconocidos para dotar al film de mayor veracidad. Al principio, la cámara juega anárquicamente a captar momentos fugaces de un pasajero a otro, como si se tratase de uno más. No hay ninguna historia relevante que contar, porque así de mundana es la realidad; simplemente no hay historia, porque el "suceso" en sí es el motor de este falso documental. Luego, el montaje es un trabajo impresionante. Recoger este mosaico de impresiones humanas antes de la catástrofe y dotarlas de un ritmo in crescendo hasta desembocar en un final apoteósico, sobrecogedor, que no permite segundas lecturas, es tarea de maestros del montaje (en este caso fueron hasta tres) y de un director con las cosas muy claras. De repente, pienso en que si Hitchcock hubiese vivido aquellos acontecimientos y se plantease hacer una película al respecto, se habría acercado bastante a esta obra que no hay que dejar en el olvido y que curiosamente no terminó de cuajar entre el público norteamericano, incluso dejó de ganar los dos oscars a los que optó, el de mejor director (obvio) y el de mejor montaje (incomprensible).
A poco más de dos años de su estreno, resultan imprescindibles las parcas palabras con las que Greengrass definió su propia obra, despojándose valientemente de mérito alguno: “Cuarenta personas tuvieron treinta minutos para comprender la realidad que vivimos actualmente, tomar una decisión y actuar. Fueron los primeros en vivir la realidad posterior al 11-S, mientras nosotros mirábamos la televisión"
Sentidos saludos.
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