Y están las obras consideradas maestras por significar un universo propio, intransferible y subyugante, incluso sin esconder su gran carga de homenaje.
¿Qué habría sido de aquel artista de circo que quería ser intelectual pero sin decir una palabra? Porque antes estuvo Chaplin, y Keaton y Lloyd. Antes hubo, pero era entretenimiento ¿seguro? ¿Que Chaplin no era profundo? ¿Que Keaton no criticó ferozmente desde un personaje aparentemente inocuo?
Echemos un vistazo entonces a lo que viene a ser el reverso europeo de estos genios: Jacques Tati, o sea: Monsieur Hulot.
MON ONCLE es la perfecta cuadratura del círculo que Tati comenzó en 1948 con JOUR DE FÊTE y prosiguió impecablemente en LES VACANCES DE M. HULOT.
Otra manera de abordar el cine, la ingenuidad del mismo al que se le suma un personaje tan tierno como cínico, descreído pero educado, es decir... alguien que no tiene cabida en el mundo moderno. Y de eso habla Tati, bueno, no habla, lo muestra. De la pérdida de la ingenuidad (Hulot se lleva mejor con los niños que con los adultos); de la tecnología imparable pese a su inutilidad; de la falta de cortesía; de lo poco que queremos en realidad a nuestros semejantes.
En MON ONCLE, todo esto se dispara en una sucesión de sketches hilarantes donde siempre terminaremos poniéndonos de lado del entrañable tío que vive en una buhardilla, compra en los mercadillos del barrio y siempre saluda al pasar. Es imposible no derramar una lágrima cuando vemos a los perros husmear en un charco del barrio viejo, destinado a desaparecer para construir nuevas ¿viviendas? tecnológicamente avanzadas, pero carentes del corazón que siempre han desprendido esos barrios donde todo el mundo se conocía.
¿De qué nos suena todo esto? ¿No estaba Tati adelantando hace más de 50 años y en clave de humor la asquerosa alienación que finalmente nos ha engullido?
El problema es que a M. Hulot, como a los locos y a los niños, nadie les hace caso, aunque siempre digan la verdad. Rescátenla si pueden, porque la comedia francesa escasea y la que hay hace poca gracia.
Entrañables saludos desde mi barrio.
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