Quietos ante la pantalla. La pantalla ya no existe. Es ese momento de incertidumbre y éxtasis llamado "la magia del cine". Sólo en contadísimas ocasiones nos es permitido asistir a estos trozos de eternidad, y es entonces, sólo entonces, cuando decimos haber tomado parte de una obra trascendental por infinitos motivos, sobre todo por los que ni siquiera en términos cinematográficos se pueden explicar de forma satisfactoria. Y es que, aunque plenamente satisfechos, nos queda un raro resquemor en el paladar; corremos hacia bibliotecas (ahora está internet, pero antes...), cineclubs, festivales... Nos ha picado el bicho de la obra maestra, tenemos ese dulce veneno dentro y no hay antídoto.
En el caso de que ese "bicho" haya sido JOHNNY GUITAR, no nos quedará más remedio que revisitar KNOCK ON ANY DOOR; REBEL WITHOUT A CAUSE o PARTY GIRL. Queremos empaparnos hasta las manillas, sumergirnos en esa cinefilia extrema e insustituible.
JOHNNY GUITAR, un western que no lo es, una idea dentro de una historia dentro de un poema... Una puesta de sol eterna que comienza con un viento que se ve, se oye y se siente. Nos azota en la cara y nos hace comprender por qué ésta es una historia repleta de seres enloquecidos y donde nada es como nadie quisiera que todo fuese. Una tragedia clásica en un paraje inhóspito, donde estos seres primitivos y rabiosos exhiben sus frustraciones, anhelos y ansias de destrucción. Y una turbadora trastienda de brutalidad y devastación, tanto física como moral; estos seres buscan su mal con intenciones masoquistas pero dando rienda suelta a su sadismo encubierto.
Joan Crawford, Sterling Hayden, Mercedes McCambridge, Ernest Borgnine, John Carradine... Por mucho que queramos consolarnos, no hay ya repartos como ése. Ni uno a uno llegaríamos a acercarnos.
Para muchos, el espejo donde Eastwood se mira todos los días; para otros, el comienzo del fin del cine de género. De enorme penetración psicológica, JOHNNY GUITAR pone en el disparadero una serie de leit motivs, hasta entonces intocables, y abre un interesantísimo campo aparentemente vacío donde el AUTOR pudiese darse a entender en la poderosa industria, en aquel tiempo en manos de los grandes estudios.
Obra maestra absoluta. Añadir algo más es de todo punto innecesario. Acaso el viento...
Saludos silbantes.
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