jueves, 21 de agosto de 2008

Encuadres




En el último número de Cahiers España, se sustenta un endiablado a la par que vital debate sobre un cine paradójico, que contiene gran parte de las claves para entender el devenir del inicio de este convulso siglo XXI, donde, curiosamente, una de las artes más recientes (la cinematográfica) ha sido la que en mayor medida ha notado una metamorfosis en casi todos sus apartados. No un camaleonismo necesario e inteligente por pate de la industria (eso sería un camino de rosas), sino un paulatino y desesperante cercenamiento de las posibilidades de acceso al público mayoritario (en definitiva, juez y parte del asunto) a ese cine que crudamente (y no les falta razón) los redactores de Cahiers han dado en llamar invisible. Sin comillas, porque, según el D.R.A.L.E., esta palabra viene a significar tontamente "lo que no se ve". Parece imposible ponerle puertas al campo en plena explosión de las comunicaciones globales, pero la cosa está mucho más malita que hace 40 años, cuando nuestros abuelos, si querían ver algo, tenían que hacerlo en clandestinidad, y los realizadores sólo tenían el camino del ingenio o de la claudicación. Nos asombraríamos viendo la interminable lista (sólo en este siglo) de películas en el limbo más absoluto. Cine de calidad, no necesariamente extravagante; hablamos de esos artistas que intentan exponer su personal punto de vista sobre las cosas y se encuentran declamando en el desierto del ostracismo.
Con las distribuidoras hemos topado. Y con todos los demás, cada uno con su parte de culpa. Incluso los espectadores-rebaño que aceptan sin protestar bodrio tras bodrio sin inmutarse. Creo que o se hace algo ya desde competencias extraestatales o me temo que estamos ante el comienzo de una de las apocalípticas máximas Orwellianas.





Lo de arriba ha sido cabreo junto a indignación y protesta. Ahora intentaré hablar de cine, cine de calidad, por supuesto.
Las fotos que ilustran esta reseña pertenecen a una bellísima película. El taiwanés de adopción Hou Hsiao Hsien (HHH para los amigos), nos muestra en THREE TIMES, y como su propio nombre indica, tres inmejorables muestras de Taiwan a lo largo del siglo XX. Tres instantáneas minimalistas que, gracias al empuje creativo de su autor, resultan ser todo un fresco digno de propuestas mucho más megalómanas.
En la primera, A TIME FOR LOVE, ambientada en los años sesenta, una modesta sala de billares sirve a HHH para recrear una miríada de sentimientos encontrados y desbrozar, de paso, una época en permanente conflicto bélico sin mostrárnoslo. Asistimos a una impresionante representación que mezcla pintura, teatro, música y cine, siendo éste último su principal soporte, pero donde el resto tienen su propia personalidad y no actúan como elementos secundarios. Importante destacar el contenido y minucioso trabajo de la pareja protagonista, de hecho casi los únicos actores a lo largo de toda la cinta.
Saltamos atrás en el tiempo. En A TIME FOR FREEDOM, nos encontramos a principios de siglo. Cámaras recargadas, detallismo oriental, la obsesiva búsqueda del protocolo, la importancia capital de la música como estado de ánimo. Vemos las mismas inquietudes con otro disfraz, esa intemporalidad que casi nadie entiende y que cobrará importancia suma en el último capítulo.






A TIME FOR YOUTH nos sitúa en el presente. Podrían ser quince años antes o quince después, eso poco importa. De nuevo, el gran motor de la prosa poética de HHH nos viene dada porque se extiende a través del tiempo y sus mínimas motivaciones reetitivas. Como en su celebérrima EL MAESTRO DE MARIONETAS, el director taiwanés acopla su mirada pausada y sabia al grand guignol de la vida, sea ésta cual sea y en el sitio que sea.
A diferencia de la fallida BABEL, THREE TIMES triunfa al no pretender ser ubicua y aceptar sus muchas limitaciones. Aparte de costar diez veces menos y dejar para la posteridad a dos intérpretes (sublimes Chang Chen y Shu Qi) absolutamente verosímiles como amantes, amigos, cómplices, humanos al fin y al cabo. Es una de las exclusivas recomendaciones que me permito hacer desde el indéfilo para quien quiera adquirir la edición en DVD de Cameo o intentar buscarla en un dvdstore competente.
Tríplemente cordiales saludos.

2 comentarios:

Justo dijo...

No he visto "Three times", pero por la foto el actor me parece que es el mismo de "Aliento" de Kim Ki Duk: me atrae mucho.

Leí en parte el dossier de Cahiers, y sí que irrita la situación. Lo peor es que las posibilidades de conocer el cine clásico para las jóvenes generaciones son remotas. Realmente, la situación está jodida. Menos mal que está la red.. aunque yo creo que no es lo mismo que verlo en una sala, desde luego.

dvd dijo...

Esto es así. Yo tengo la suerte de contar con un dvdstore tremendo que es la antítesis del blockbuster y donde se encuentra de todo. Una delicia, vamos. Luego tenemos el festival de Sevilla, tres salas en V.O. Digamos que vamos tirando. Pero una cosa no quita la otra y lo de las distribuidoras es de pena.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!