
Un ejemplo claro y contundente del estado del cine español se resume observando a cualquiera de los cineastas de relativo éxito, esos que podemos nombrar en una conversación sin temor a quedar como pedantes y presuntuosos.
A lo largo de la corta (aunque intensa) existencia de este blog, ya hemos hablado de algunos de estos casos y una duda planea sobre mi cabeza: ¿no estaré equivocando la dirección? ¿no haría mejor en centrarme en la calidad de los trabajos en vez de dejarme llevar por la ira y buscar todo el tiempo "responsables" del desastre?
Pues eso haré, al menos hoy. Porque podría hablar del significativo paso atrás que supuso PRINCESAS, pero prefiero quedarme con una película sencillamente magistral.
LOS LUNES AL SOL dispone de una coralidad bien entendida que la dota de credibilidad al mismo tiempo que otorga a su director la posibilidad de exponer sus propios argumentos, que son muchos. Desde la primera escena, el espectador sagaz se da cuenta de que existen unos sólidos cimientos, tanto narrativos como visuales, interpretativos y discursivos, que no permiten, como ocurre en gran parte del cine español (su gran mal), que las buenas intenciones se difuminen en una falta total de ideas. Es significativa, por tanto, esa imagen (inmortal, ya) de Santa mirando a la nada, no al cielo, a la nada...
Y también por eso será imposible desplazar este trabajo como el techo de su creador, por jugársela a la inversa. Fernando León acierta precisamente donde casi todos fracasan y es capaz de contar cosas donde (casi) no hay nada, mientras todos esos "autores" de escuela de cine pretenden contar "la gran historia" sin preguntarse si eso es posible.
Esta historia pequeña y grande a la vez, nos toca muy de cerca, a todos los que vemos cómo se van cerrando puertas y se nos difuminan los ilusos sueños de juventud; porque estos personajes son, precisamente, los que nadie quiere ver, los que no salen en los concursos de la tele, ni tienen blogs, ni escuchan Radio3, ni saben qué es una videoinstalación, ni se gastan más de un euro en una botella de vino. Pero, curiosamente, es este tipo de gente la que me cruzo en la calle y con quien de verdad me siento identificado, no con esos productos costumbristas y asquerosamente arquetípicos que carecen de sentido intrínseco y son publicitados masivamente desde un púlpito anonadante y descorazonador.
Huelga hablar del que considero el mejor (de largo) trabajo interpretativo de ese monstruo de la escena que es Javier Bardem; un tipo capaz de dotar de sentido él solito incluso a tonterías como la de los hermanos Coen o la injusta adaptación de Gabo. Bardem es el astro que devora la pantalla y deja perlas como estas: La cuestión no es si nosotros creemos o no creemos en Dios. La cuestión es si él cree en nosotros, porque si no cree, estamos jodidos. O: Érase una vez, un país en el que vivían una Cigarra y una Hormiga.
La hormiga era hacendosa y trabajadora, y la cigarra, no, le gustaba cantar y dormir, mientras la hormiga hacía sus labores.
Pasó el tiempo, y la hormiga trabajó y trabajó todo el verano, ahorró cuanto pudo, y en invierno, la cigarra se moría de frío, mientras la hormiga, tenia de todo... Qué hija de puta la hormiga!¡
La Cigarra llamó a la puerta de la Hormiga, que le dijo:
-Cigarrita,cigarrita, si hubieras trabajado como yo, ahora no pasarías hambre ni frío...Y NO LE ABRIÓ LA PUERTA!
¿Quien ha escrito esto?Porque esto no es así, la hormiga ésta es una hija de la gran puta y una especuladora.
Y además, aqui no dice por qué unos nacen cigarras y otros hormigas, y tampoco, que si naces cigarra estás jodido, y aquí, no lo cuenta.
Frases como éstas son ya parte de la historia del cine y, sobre todo, del inconformismo que aún algunos se atreven a defender. Y junto a este genial Bardem, un elenco que difícilmente llegará a este nivel. El Luis Tosar con más credibilidad que he visto, porque luego ha repetido demasiadas veces este registro; Un José Ángel Egido en estado de gracia, deudor de Brennan o Sordi; una Nieve de Medina con el rostro trasluciendo amargura; un Fernando Tejero que aquí SÍ, por fin, es actor y dota de sentido a sus insoportables tics televisivos. Mención aparte para ese ángel borracho y desencantado que es Celso Bugallo, a la altura de Bardem, si no superándole por momentos.
En definitiva, puro cine y pura vida que revelan a un cineasta comprometido y que se esfuerza por no caer en el manierismo de los tópicos. Espero, sinceramente, que levante el vuelo.
Saludos contemplativos.