Paradójicamente, RICH FLU es una película insoportable, incluso ofensiva de ver (en algunos tramos, no seamos cabrones), pero irresistible de comentar, por la cantidad de contradicciones e incongruencias que incurre, sin que nadie se lo haya pedido a su director y guionista, un Gaztelu-Urrutia que ya metió la gamba con la innecesaria secuela de EL HOYO. Como sea, la premisa es maravillosa, y de alguna manera parece un spin-off o extraña precuela (esto habría sido un golpe de ingenio) de lo de las plataformas, lo que incluso se sugiere en algún pasaje. No, el gran problema de esta película destartalada y adorablemente ingenua es, por ejemplo, mostrar ideas interesantes para descartarlas inopinadamente, hacer desaparecer a sus personajes mejor escritos (Timothy Spall) para dar cancha a otros que no aportan absolutamente nada (curiosamente, Rafe Spall), o crear una protagonista (Mary Elizabeth Winstead) que, sin un solo rasgo psicológico comprensible, pasa de hija de puta sin escrúpulos a madre protectora, y por si fuera poco lo culmina como una vengadora psicópata. El asunto es que los ricos, los muy ricos, se mueren por una extraña epidemia, cuyo único síntoma es una dentadura exageradamente resplandeciente, y por el único motivo de ser tan ricos. Ya de por sí es jodido dar una explicación plausible a cómo diantres hay una enfermedad así, lo que deriva en que Urrutia tira por la calle del medio, le da una patada a la Winstead colina abajo y convierte la reflexión moral en una bazofia en la que todos los problemas se resuelven a base de puñetazos, carreras y otras heroicidades. Cosas del plataformeo. Mi opinión es que hubiese sido más valiente y políticamente incorrecto plantear una distopía en la que, por lo que sea, al pueblo por una vez no le dé por votar a quien le esclaviza, y luego ver qué pasa con esas minorías fuera de los capitolios. Es como un Guy Debord para la generación de cristal, lo siento mucho, y más cuando una vez más todo es un enorme elefante blanco, el de las relaciones familiares dañadas. Empiezo a pensar que hay gente que hace elículas para ahorrarse el psicólogo.
Lo peor: los últimos quince minutos, romantizando la vida tribal con bailecitos en la playa a media tarde.
Por cierto, la película ha recaudado en todo el mundo un millón de euros, exactamente la misma cantidad que ha recibido en subvenciones. Saquen sus conclusiones.
Saludos.
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