O siglas y ya está. Al fin, Ari Aster con el traje de guionista bueno, dejándose de majaderías outer space para rellenar sus numerosísimos agujeros de guion. EDDINGTON es un mordaz, poderoso y malalechista (perdón por el palabro, pero es perfecto) fresco que parece salido de la grandiosa pluma de un Azcona; e inmediatamente imagino a los Leguineche deambulando por ese desolado y polvoriento poblacho de Nuevo Mexico, donde (aquí Aster se luce) las rencillas personales, incluso las más insignificantes, son el caldo de cultivo de una sociedad dividida por todos los motivos posibles, justo al principio de la pandemia. Maravilloso el antihéroe interpretado antológicamente por Joaquin Phoenix, repleto de matices, sombras, claroscuros, ángulos imposibles; un tipo al que coges cariño, y seguidamente quieres escupirle. Un ser humano, superado por su propia incapacidad, por mucho que esté convencido de que lleva la razón ¿quién no? Estamos en el germen de muchas cosas, de la paranoia conspiranoica, del auge fascista que en realidad es voracidad financiera, de la ingenuidad (y falsedad) de los movimientos indigenistas, de aquello tan lejano de arrodillarse por Rodney King. Y de mascarillas, de llevarlas o no; de que grabar algo con el móvil no incluye el derecho a contextualizar; de que cualquier charlatán se te lleva al amor de tu vida, y entonces empiezas a culpar a todo el mundo. Un microcosmos que bebe de Pynchon y de DeLillo, y del que me gusta especialmente que nadie sale bien parado, porque los únicos héroes son los que esquivaron las balas y lloraron con media sonrisa, el resto o vende porteros electrónicos o se pone ridículas gorritas rojas. Vale que el tramo final está un pelín forzado, pero si este señor sigue por este camino podemos tener vitriolo para rato.
Por cierto, no sé si lo había dicho antes por aquí, pero el premio planeta (nótese la minúscula) es una puñetera mierda para lameculos y cobardes.
Saludos.