Para darnos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo en custión de películas, lo más recomendable es echar un vistazo periódicamente a las ediciones de los oscar; nada mejor para reencontrarnos con esos títulos semiolvidados que nos gustaron en su momento para luego quedar sepultados bajo cada nuevo estreno. En la edición de 2006, en el apartado a mejor actor, y como viene siendo acostumbrado, se cometió una injusticia que entonces tampoco es que pareciese mucha; sin embargo, David Strathairn dejó constancia de su talento en una curiosa película en la que cada elemento parecía invertido. El premio se lo llevó (estaba más que cantado) el brillante Philip Seymour Hoffman por su recreación casi espiritual de Truman Capote. Comparativamente, Hoffman era Capote por los cuatro costados, lo que está muy bien; Strathairn, en cambio, da una lección de interpretación casi sin un gesto, mediante un autocontrol rozando el perfeccionismo y, sobre todo, con un inigualable uso de la palabra. La palabra dicha, lanzada al aire, que en GOOD NIGHT. AND GOOD LUCK compone toda su fuerza narrativa, que no es poca. Personalmente no soy un fan acérrimo de George Clooney, pero debo reconocer que su plasmación de los sucesos acaecidos en el famoso face to face entre el periodista E.R. Murrow y el senador McCarthy, que dio por finiquitada felizmente la caza de brujas, es seguramente uno de los más lúcidos que Hollywood ha visto en los últimos tiempos. Clooney prefiere ceder el protagonismo a Strathairn y el film sale ganando, y sus escenas en inacabable monólogo, frente al micrófono, con el sempiterno cigarrillo en la mano, deben más al Hawks de LUNA NUEVA que al supuestamente riguroso Oliver Stone, cuyo tratamiento político no pasa inadvertido, mientras que Clooney tira con dardo (y acierta), dejando los golpes de efecto para presupuestos mayores y centrándose en la convicción de un hombre por hacer justicia por encima de todo. Y todo filmado en un agradable blanco y negro que nunca parece impostado y en el que las volutas de humo adquieren una dimensión que ya parece que sólo podían alcanzar las películas "de antes". Cosas de la corrección política.
Saludos y buena suerte.
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