Hartos como estamos de hueros efectismos y/o despropósitos en pos del "respeto" al celuloide, no viene mal de vez en cuando (y esto no me parece nada pedante) recordar a los maestros que, con mano firme, han ido abriendo camino con su dominio de la narrativa. Claude Chabrol pertenece a esa categoría de "cirujanos sociales"; diseccionando, ordenando, denunciando con sutileza cada pequeño desastre cotidiano, poniéndolo delante nuestro, haciéndonos sonrojar a veces. La lista de films en los que Chabrol derrama su vitriólica y desencantada mirada acerca de la imparable decadencia de la burguesía es interminable, y en el Indéfilo esperamos poder llegar algún día a abarcar la totalidad de su impresionante filmografía. De momento, me he acordado de un título moderadamente lejano que se mantiene, dieciséis años después, perfectamente actual. En L'ENFER, Chabrol nos habla de los celos empleando un tono engañosamente burlesco y demostrando menos piedad que nunca, si es que la tuvo alguna vez. El comienzo, idílico, presenta a la pareja perfecta en el entorno perfecto; poseedores de una casa de huéspedes rural, la bellísima Emmanuelle Béart engatusa al palurdo, aunque pagado de sí mismo, François Cluzet, empezando algo parecido al amor, algo parecido al deseo. En un ambiente que no desmerecería al mejor Tati, con unos huéspedes de lo más variopinto, la Béart no puede dejar de lucir su espléndido palmito, lo que comienza a sacar de quicio al abnegado marido. Chabrol mantiene el freno echado durante tres cuartas partes del metraje, aunque el interés no decae; sin embargo, lo mejor está en un final apoteósico y sorprendente, con una relación ya totalmente destruida (autodestructora) y dos personas que no pueden escapar el uno del otro pese a desearlo. Masoquismo, redención y muy mala hostia es lo que depara este extraordinario film al pobre espectador que pensaba ver a la Béart en bolas (que se ve, no se preocupen) y al marido cornudo como si de un amable sainete picaresco se tratara. Si L'ENFER le deja mal cuerpo, no se preocupe, era exactamente la intención de un viejo diablo llamado Claude Chabrol.
Saludos de un tipo nada celoso.
1 comentario:
Si, me permite, subscribo, firmo y juro todo lo que S. Exa. aquí ha escrito.
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