Bueno, hagamos una excepción antes del fin de semana y dejémonos de yanquis... La película cultureta de la semana es una del director ruso Alexander Sokurov, e, irregular como él solo, aquí no logra conmover como en MADRE E HIJO ni apabullar en su magistral EL ARCA RUSA. Y es que TAURUS, segunda parte de su "serie" dedicada a grandes dictadores, comenzada con MOLOCH (Hitler) y hasta ahora concluida con SOLNTSE (Hirohito), digamos que aborda a Lenin en un momento insólito, poco antes de morir, viejo, enfermo y casi desterrado, el momento en que Stalin era ya plenipotenciario del régimen comunista. Verdaderamente es difícil jugársela de esta forma y salir airoso, y esta vez no puedo decir que Sokurov logre algún objetivo, aun desconociendo cuáles se podría haber marcado. Como anécdota biográfica no funciona, pues apenas se dan datos y Sokurov hace descender (casi arrastrarse) a Lenin hasta convertirlo en no más que un viejo cascarrabias, a veces bonachón, que pellizca el culo a las criadas y hace reír a Stalin cuando este va a visitarle a su retiro. Sí, es un curioso artefacto; personal y controvertido, pero algo falta. La atmósfera creada por el director ruso, uno de los rasgos de todo su cine, es pesada, masticable, acolchada, como un sueño donde la coherencia va desperezándose muy lentamente, cosa que indefectiblemente nunca contribuye a aligerar un poco al espectador, que va cayendo presa de ese sopor casi inducido, casi obligado. No sé, porque la propuesta es de las que pueden encumbrar a un director, aunque este incomprensible resbalón no empaña una trayectoria que, al margen de su comercialidad, es una de las más importantes del cine europeo, la más importante, sin duda, del cine ruso tras la desaparición de su maestro, Tarkovski.
Puede que cobre algo de relevancia como parte de la serie, vista por separado más bien parece un divertimento impresionista.
Saludos de un Tauro.
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