PORCO ROSSO supuso el verdadero paso adelante de Hayao Miyazaki a la hora de comenzar a escribir "grandes historias"; no por su grandilocuencia, ni siquiera por ampliar sus pretensiones, más bien por dejar atrás el absurdo lastre de crear para el público infantil y dotar de mayor profundidad y enjundia sus inabarcables fantasías, porque a eso nadie le ha alcanzado aún.
PORCO ROSSO es una entrañable historia contada como si el mismo Ford hubiese sido contratado por el estudio Ghibli; no nos costaría adivinar las facciones de John Wayne tras la porcina maldición que hace que el piloto italiano Marco se convierta en Porco. Y lo digo por una serie de detalles que son absolutamente maravillosos y que no suelen aparecer en este tipo de producciones. Por ejemplo su ternura disfrazada de pétreo hieratismo, el héroe que prefiere tumbarse tranquilo en su calita secreta antes que buscarse problemas con los piratas. La poca delicadeza con la que trata a las mujeres; la irreparable distancia creada por el recuerdo del amor perdido. La veracidad con la que Miyazaki enfoca las escenas de acción, mucha más veracidad que films supuestamente "reales". Por no hablar de la gran pelea final, algo más que deudora de esa otra legendaria pelea cinematográfica en THE QUIET MAN, donde lo jocoso y lo trascendente es mezclado con maestría. Sin embargo, lo más espectacular en PORCO ROSSO, su gran hallazgo visual, son las escenas aéreas, de una belleza y un dinamismo francamente asombrosos; nunca se habían visto aviones tan esbeltos en una pantalla, enfrascados en batallas como si se tratara de vistosos y coloridos ballets. Como si de un Barón Rojo menos beligerante y más reflexivo se tratara, el aviador con cara de cerdo surca el aire con la bandera de la libertad en la cola... ¡Viva Porco!... ¡Y viva Miyazaki!
Saludos en aeroplano.
1 comentario:
Qué gran peli. "Prefiero antes ser un cerdo que un fascista".
"Quand nous chanterons le temps des cerises..."
Publicar un comentario