lunes, 6 de septiembre de 2010

Leviatán



Puede ser la monumental obra de Herman Melville uno de los acercamientos más lúcidos acerca de la infinita, titánica lucha del hombre contra la naturaleza. Han oído bien, he dicho lucha; porque queda bonito y amable el idílico panorama que pretenden dibujarnos y vendernos los ecologistas, que no digo yo que no tenga su utilidad, pero la historia del ser humano, desde que apareció sobre la faz de la tierra, está marcada por la sangre, el sufrimiento y la crueldad; y si no, nos habríamos quedado (como dice un anuncio) en unos monos mu simpáticos.
Pero hablando de MOBY DICK, que es lo que nos interesa, la dimensión mítica del monstruo sobrenatural contra la obsesión fanático-religiosa del capitán Ahab, su intermitente lucha en el inacabable territorio del océano, sus referencias culturales, morales y filosóficas, puede que se trate de la más perfecta piedra Rossetta para intentar entender cuál es el motor de este mundo. El odio, la venganza, la destrucción por la perpetuación y el sello (la lacra) de la divinidad incluso en las acciones más mundanas. Y mientras Melville desmenuzaba con precisión quirúrgica la inabordable mitología de la profesión ballenera, John Huston, otro irreductible, se centraba en el aspecto aventurero de la novela y en el inigualable mosaico de personajes que pueblan la cubierta del Pequod (otro espacio mítico) en busca de la gran ballena blanca. Y, aparte de constituir un vigoroso retrato de la época y regalar una interpretación a todas luces insuperable, la de un infernal Gregory Peck, MOBY DICK traspasa la pantalla más de cincuenta años después y nos traslada a una lucha sin cuartel que sólo puede resolverse con la mítica secuencia de Ahab atrapado por los mismos arpones que ha ido clavando en el lomo de la ballena y arrastrado para siempre a las profundidades. Y es que hablamos de un clásico en toda regla, un film que se ve igual por la tarde que por la noche; solo, acompañado de un sesudo cinéfilo o con los niños llenándolo todo de palomitas. Y eso, francamente, no tiene precio.
Saludos de un cetáceo de secano.

3 comentarios:

Alamut dijo...

Maravilloso libro y gradiosa película, con bondades independientes la una del otro. Es, en esencia y como tú bien dices, un espacio mitológico, tanto el texto como la imagen. Tu entrada me hace volver a la película y al libro.
Besos

Cinemagnific dijo...

Ese Gregory arrastrado se te queda en la mente para siempre. Adoro esta adaptación. Puta obra maestra.

miquel zueras dijo...

Una gran película que me tragué varias veces en las "Primera sesión" de la tele sabadera. Houston no veía a Peck en el papel de Achab (quería a Laurence Olivier) pero después reconoció que estuvo magnifico. Borgo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!