sábado, 28 de junio de 2008

Traspasando el discurso

Conchabados como estamos a estas alturas en esta maravillosa experiencia que se llama cine compartido, los temas se deslizan, abren y cierran bocas, hacen dudar, sonreír, agudizar los sentidos, sembrar la inquietud. Cobran vida a través de la colaboración y la aportación desinteresada (para mí siempre es interesada, pero bueno).
Pero como diría el Señor Lobo: "Dejémonos de...", en fin, pues eso.
A lo tonto, sin casi darme cuenta, lo cierto es que he debido ver THE EXORCIST al menos diez veces, lo cual es más que suficiente para darme por enterado, creo yo.
Es posible que, al ser una de las películas con más "aura" de la historia, uno se enfrente cada vez a cierto y misterioso dilema o, digámoslo así, reto personal.
Queremos que cada vez nos asuste menos; encontrarle los fallos, que sí, son muchos, pero la mayoría disculpables; y saber de una vez (aunque sea mentira) que se trata no más que de una película que da sustito y poco más.
Porque lo cierto y verdad es que la cinta de William Friedkin tiene una primera parte donde se confrontan, de manera inteligentísima, el mundo de la ciencia y el de la superstición, resaltando la desesperación de la madre, incapaz de encontrar medios racionales para la extraña enfermedad de la niña.
Yo soy un híbrido entre ateo, agnóstico y desencantado crónico, lo cual debería haberme disuadido las más veces a la hora de encarar ciertos "síntomas" propios de la superstición. Sin embargo, existe (existe) un vacío legal (que diría Groucho) en nuestra alma (o como se llame) que nos empuja decididamente hacia ese vórtex de lo subhumano. Es posible, por tanto, que este tipo de películas vengan a rellenar parte de ese vacío que otras personas tan cubierto tienen.
Sea como fuere, THE EXORCIST (La primera. De las otras que se ocupe alguien con más paciencia) es una película que contiene escenas memorables, una tensión dramática inigualable y un final que, si bien puede dejar a más de uno a medias después de tanto jaleo, resuelve de forma tajante lo que otros directores menos doctos que Friedkin (no olvidemos su sublime FRENCH CONNECTION) habrían extendido, embrollado y descuartizado en aras de una supuesta potencia filosófica (véase la continuación de John Boorman).
Cine adelantado a su tiempo y que contiene algunas cositas más que "un simple giro de 180º".
Saludos poseídos por el espíritu del vino.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!