viernes, 13 de junio de 2008

El relato fantasma

Prefiero, a la hora de hablar del viejo tío Jarmusch, al menos en esta ocasión, hacerlo de una de sus obras más atípicas, quizás también más denostadas, más serias, puede ser que menos Jarmusch.
Me refiero a DEAD MAN, ese ¿western? filosófico-poético-esotérico que decepcionó a algunos y fascinó a otros.
Yo, ni una cosa ni la otra. Me gustó el juego permanente en el que Jarmusch (director juguetón donde los haya) embarca al espectador menos avisado y no me gustó esa sensación de difuminación casi fantasmagórica, como si el largo se debiese haber quedado en corto. Y es que la primera hora es excepcional, mágica, aunque curiosamente se trate del tramo más realista del film, porque el resto parece estar rodado bajo los efectos del opio.
DEAD MAN lo dice todo en esa media hora y en su título; ya está, no hace falta comerse más el coco. Johnny Depp encarna a lo que en el lejano oeste se denominaba un greenhorn, es decir, un tipo blandito, procedente de la ciudad, que va a desempeñar algún trabajo en uno de esos puebluchos que se construían con tres tablones, mucho fango, mala hostia y litros de whiskey. Y ahí queda el asunto. A Depp, en medio de un feo malentendido, le disparan y le matan, pero eso sólo lo sabemos tras su lisérgico encuentro con un indio, digamos... "peculiar". Antes asistimos a la inevitable galería de personajes singulares, fruto de la factoría Jarmusch y, sobre todo, disfrutamos de lo mejor: esa tenebrosa fotografía conjuntada con una tristísima composición del maravilloso Neil Young.
Y poco más, la verdad. una película que Jarmusch intenta tejer a golpe de ingenio, pero que parece improvisada de principio a fin, lo cual se nota muy mucho, sobre todo porque trasladar esa galería de extraterrestres neuróticos y depresivos al marco de un genuino western lastra, y de qué manera, el esperanzador arranque.
Salvemos, al menos, el surrealista sentido del humor; lo descolocados que saldrían de la sala algunos seguidores incondicionales de la religión "jarmuschiana"; o su loable intento de marcar un cierto "camino" que, desgraciadamente, no veo que nadie se hay aventurado a seguir.
Saludos muertos.

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No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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