Sí. Porque siempre nos estuvimos preguntando por qué diablos el demasiado a menudo atascado cine de acción, con propuestas ya demasiado vistas, no tiraba de una vez por todas del aperturismo comiciano, aprovechando tanto avances visuales como perlas guiónicas, que bien trufado de todo ello se encuentra dicho arte.
Como siempre nos toca esperar el movimiento desde yanquilandia, estaba claro que los inicios iban a ser tortuosamente descorazonadores. Infantilismo vacuo como vulgar reclamo de incautos, en la misma línea del batman ye-ye de los sesenta pero con un spiderman karateka bastante sonrojante, por ejemplo.
Muchos años después, y con la única referencia de superman (lo cual no es poco), al anteriormente reseñado Tim Burton se le ocurre filtrar a batman por su oscuro imaginario e inaugurar, de paso, una fructífera relación entre cómic y cine que felizmente dura hasta nuestros días y parece haber encontrado el equilibrio justo entre espectáculo y calidad.
La obra gráfica que renovó al hombre murciélago y le dio respeto a todos los niveles fue Dark Knight, de un tal Frank Miller. Autor total de algunos de los más importantes monumentos de la novela gráfica y el más recurrido actualmente en las adaptaciones a la gran pantalla. Suya es la rupturista epopeya 300; prácticamente suyo el personaje de daredevil; Dark Knight acaba de ser terminada; se espera con ansiedad el proyecto de Ronin... etc.
Sin embargo, resulta curioso que lo mejor que se ha visto en pantalla grande de este maestro de inconformismo sea su obra más rupturista. SIN CITY dejó boquiabiertos a los no iniciados en la obra de Miller y no defraudó a los que se habían bañado en sangre negra durante gran parte de la década anterior. Sí, el mejor trabajo hasta la fecha del pésimo Robert Rodriguez, que no sólo respeta el carácter sanguinario y depravado del cómic, sino que encima hace una excelente elección de protagonistas, todos dotados de un carisma imprescindible para una forma de narrar (la de Miller) que enfatiza hasta la exasperación al personaje "único", prácticamente sin secundarios.
Impresionantes las recreaciones de Benicio del Toro, Clive Owen, Elijah Wood y, sobre todo, un espectacular Mickey Rourke, que llena la pantalla de manera rotunda.
Impactante el uso del blanco y negro, con ocasionales ramalazos expresionistas de color y una estética tenebrista que suponía todo un acierto en cuanto a mestizaje formal.
Hombre, por ahí andaba también Miller supervisando, supongo, los posibles excesos del irregular Rodriguez. Normal, teniendo en cuenta el exhaustivo control que aquél suele tener de sus "vástagos". Incluso alguna que otra pincelada del amigo Tarantino debe haber por ahí, pues no poco del incontenible director de PULP FICTION tiene este artefacto terrorista que bebe del negro más salvaje (Fuller, Scorsese, Peckinpah) y, al mismo tiempo, desplaza el interés de una narración necesariamente fragmentada hacia el improbable terreno de la fábula urbana y más despiadada.
Saludos pecaminosos
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